martes, 5 de enero de 2010

Agencia de inteligencia sin inteligencia

Aunque a la gran mayoría de los que laboran en la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) les encanta sobremanera la imagen hollywoodense que se tiene de ellos como audaces agentes con equipo sofisticado a los que a última hora se les ocurren todo tipo de ideas ingeniosas y que siempre terminan haciendo bien su trabajo, una imagen nutrida por series de fantasía como Mission Impossible, el Agente de C.I.P.O.L, y personajes como Sydney Bristow, Harry Tasker y MacGyver, la verdad es que los personajes de la vida real distan mucho de ser los fortachudos y audaces héroes que anhelarían ser de acuerdo con las fantasías que Hollywood ha pintado de ellos.

Hace poco más de ocho años, el mundo recibió un ejemplo de la novatez (por no decir ineptitud) con la cual ha estado trabajando la máxima agencia de espionaje de los Estados Unidos. El ejemplo más sobresaliente de todos es sin duda alguna los ataques terroristas que terminaron derribaron las torres gemelas en Nueva York en el 2001. Mucho se ha escrito sobre las pistas que hubo antes de que ocurrieran dichos ataques, las cuales no fueron manejadas como deberían de haber sido manejadas resultando en el trágico suceso del 11 de septiembre del 2001. Más recientemente, el atentado terrorista que estuvo a punto de costarle sus vidas a 300 pasajeros en un vuelo de Amsterdam a los Estados Unidos precisamente en el día de la Navidad del 2009 fue frustrado no por acción alguna fruto de la inteligencia que los servicios de inteligencia dicen tener sino por mera fortuna del destino, cuando al terrorista suicida le falló el explosivo con el cual pudo haber perforado un boquete en la cabina de pasajeros haciendo que los pilotos perdieran en control de la nave.

Veamos el siguiente editorial:

El zapatazo nigeriano
Frida Modak
Revista Siempre!
3 de enero del 2010

Desde los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, hemos escuchado de las medidas tomadas por Estados Unidos para combatir el terrorismo, al que se responsabiliza de lo ocurrido. Ese terrorismo tiene varios apellidos, según a quien se le atribuya el hecho, y lo más frecuente es que se señale a los “islamistas” o a los “militantes”, lo que al final de cuentas resulta bastante vago y podría considerarse una forma de no aludir directamente a los musulmanes y de no apuntar a ninguna ideología política en particular, dejándolo a la interpretación de cada quien.

Crear un ente que representa algo vago, pero que no parece bueno, es una forma de eludir responsabilidades, lo que resulta útil cuando se trata de acontecimientos que han dado origen a tantas dudas, análisis, acusaciones y, lo más importante, a dos guerras. Como consecuencia de ello han muerto decenas de miles de personas, se ha causado una destrucción inconmensurable en los países invadidos y también se han hecho buenos negocios, siempre hay quienes ganan con las guerras.

El caso es que producidos los acontecimientos de septiembre de 2001, el gobierno que entonces encabezaba George W. Bush anunció una serie de medidas adicionales a las guerras para combatir a los terroristas en general, no sólo a Osama Ben Laden y Al Qaeda, que aparecían como responsables de ese 11 de septiembre.

En Estados Unidos se dictaron normas muy polémicas en materia de seguridad, lo que incluso determinó que se forzara la renuncia de varios fiscales que se negaron a aplicar disposiciones que consideraban ilegales. Se impuso la intervención de los teléfonos y bajo la implacable conducción del entonces vicepresidente Cheney todo estaba bajo control.

Terroristas presos en la cárcel instalada por Washington en la base militar de Guantánamo, sin derecho a nada, ni siquiera a un juicio. Cárceles secretas en diferentes países europeos, secuestros de presuntos terroristas, los que eran torturados en esas cárceles, en fin toda clase de tropelías que se han ido conociendo y documentando en los últimos años.

Pero nada de eso importaba, el mundo podía tener la certeza de que los terroristas eran mantenidos a raya.

Umar Farouk Abdul Mutallab

El armazón anti-terrorista que supuestamente había elaborado Estados Unidos, a partir del cual advertía y amenazaba en especial a los países en desarrollo, mostró sus pies de barro de la manera más agraviante para un país que llegó a ser la potencia hegemónica. Un joven de 23 años, sin mayor aspaviento, demostró la vulnerabilidad del entramado y movilizó al mundo entero.

En alguna forma, y sin la menor intención de elogiarlo, lo que hizo Umar Farouk Abdul Mutallab equivale a los zapatazos que le fueron lanzados a Bush en Irak. Allá fue un periodista joven, en este caso un estudiante que también conocía el mundo más allá de las fronteras de su país natal, ambos con un alto grado de educación y, en el caso de Mutallab, proveniente de una familia adinerada.

Eso lo acerca a Osama Ben Laden, más allá de las circunstancias de la vida de cada uno, ya que la familia de Osama era también rica e influyente en Arabia Saudita y bien relacionada internacionalmente. Recuérdese que al producirse los hechos de Nueva York miembros de esa familia se encontraban en Estados Unidos y salieron de allí con protección del gobierno.

El padre de Mutallab fue ministro de Economía de Nigeria y hasta hace poco presidió el First Bank de su país. Se trata, entonces, de personas que, teóricamente, no tenían motivo para rebelarse, lo que sugiere que se trata de una reacción a políticas que afectan y agreden a sus pueblos. Algo similar ocurrió cuando los países árabes, de los cuales a Occidente sólo le interesaba su petróleo, reclamaron el reconocimiento a sus valores y a sus aportes a la cultura universal. Estados Unidos experimentó su más grande derrota en ese escenario cuando fue depuesto el último Sha de Irán y triunfó la revolución islámica en ese país. Lo actuado por el joven nigeriano no es comparable a los sucesos iraníes, pero puso de cabeza a los estadunidenses y europeos al dejar en descubierto todas las fallas de su sistema de seguridad.

Los funcionarios de la administración Obama no pudieron explicar cómo Mutallab pudo burlar los controles de dos aeropuertos y subirse a los aviones que lo transportaron a Estados Unidos con el explosivo escondido en su pierna. Ese explosivo es de lo más común y aunque se detecta con facilidad, eso se evita inyectándole un químico, que es lo que él hizo.

El caos estadunidense

Mientras en Estados Unidos se intentaba encontrar una explicación a lo ocurrido y altos funcionarios del gobierno buscaban la manera de reducir la importancia de lo ocurrido, quedaban en descubierto algunos aspectos que revelan la paranoia con que se actúa en el país del norte, la que se origina por el temor a las reacciones a sus políticas.

Así, fichan a todo el que se les ocurra que es o podría ser enemigo. Después de la Segunda Guerra Mundial, europeos que habían llegado a América Latina y querían viajar a Estados Unidos como turistas no obtenían visa, o les costaba mucho trabajo lograrla, si habían nacido en algún país de los que en la posguerra formaron parte del campo socialista. Con ese criterio, eran y siguen siendo muchas las personas consideradas “enemigas”.

Esto se puede apreciar en la cantidad de listas que manejan los organismos de seguridad. A raíz de este episodio han admitido la existencia de un listado que incluye a 550 mil personas, pero como cada una está ahí por otros motivos, han admitido también que se han hecho divisiones y subdivisiones según el grado de peligrosidad que les asignan, lo que en definitiva significa que nadie entiende nada.

En el caso del joven nigeriano, su padre llamó hace un par de meses a la embajada estadunidense en su país para advertir de la radicalización de su hijo, pero éste pudo hacer todo lo que hizo precisamente por el asunto de las listas. En una hay 4 mil personas que tienen prohibida la entrada a Estados Unidos, pero Muttallab estaba en otra, con 18 mil nombres, correspodiente a los que deben pasar por una serie de controles. Como quedó en claro, no pasó por control alguno. Ahora el gobierno de Obama busca la manera de ordenar el caótico sistema, pero falta por saber si esta multitud de listas y nombres corresponde a lo que se conoce como Crystal City, que es el archivo o fichero más grande de Estados Unidos y que se encuentra en las cercanías del aeropuerto Kennedy en Nueva York.

Veamos ahora otro editorial elaborado por uno de los más prestigiosos medios de comunicación en los Estados Unidos:

¿Por qué no lo vieron venir?
Editorial
The New York Times
3 de enero del 2010

Nueva York— Pasará algo de tiempo antes de que todos los hechos sobre el intento de ataque terrorista de Navidad sean conocidos y analizados. Pero una cosa está clara: el gobierno necesita con urgencia mejorar su capacidad de utilizar la información que recibe día con día en relación con posibles terroristas y ataques. Es algo que se debió haber abordado después de la terrible “incapacidad de atar los cabos” antes de los ataques del 9/11. El parecido de aquel desastre con el que estuvo a punto de registrarse es escalofriante.

Había cantidad de pistas sobre Umar Farouk Abdulmutallab, el nigeriano acusado de intentar abrir un boquete en el costado del vuelo 253 de Northwest. Pero ningún miembro de la amplia (también en términos económicos) burocracia de inteligencia y seguridad interna lograron reunir las piezas.

En mayo, Inglaterra se negó a renovar la visa de Abdulmutallab y lo incluyó en una lista de vigilancia. En agosto, la Agencia de Seguridad Nacional escuchó a líderes de una rama de Al Qaeda en Yemen discutiendo un complot en el que estaba involucrado un nigeriano. En noviembre, el padre de Abdulmutallab, un respetado banquero, advirtió a la embajada norteamericana en Abuja (incluso se reunió con un funcionario de la CIA) que su hijo estaba siendo radicalizado y había desaparecido en Yemen.

El muchacho fue puesto en la lista de vigilancia menos restrictiva de Estados Unidos, de acuerdo con la cual sería investigado posteriormente. Su boleto de avión a Detroit fue pagado con efectivo. Abordó el vuelo transatlántico sin equipaje. Agentes de seguridad interna por lo general reciben listas de los pasajeros antes de que los aviones despeguen y la Administración de la Seguridad en el Transporte puede solicitar que un avión regrese a su aeropuerto de salida si un pasajero sospechoso va a bordo. Sin embargo, nadie alertó sobre el posible peligro.

Siguiendo las recomendaciones de la comisión del 9/11, el Congreso creó el Centro Nacional Contra el Terrorismo a fin de unificar la información gubernamental y ordenó a las agencias de inteligencia que hicieran a un lado sus diferencias y compartieran información y sospechas. Todo mundo insiste en que así está ocurriendo; pero de cualquier manera algo salió terriblemente mal.

De acuerdo con el Times, una revisión preliminar ordenada por el presidente Obama reveló que, debido a errores humanos, las agencias seguían analizando datos inconexos sin revisar otras bases de datos disponibles y, en algunos casos, no compartían lo que sabían. El Departamento de Estado comentó haber confiado las advertencias del padre del nigeriano al Centro Nacional Contra el Terrorismo. Agentes de la C.I.A. en Nigeria prepararon un informe sobre Abdulmutallab que fue enviado a las oficinas centrales de la C.I.A. pero no a otras agencias. A la fecha, no se sabe quién fue informado sobre las interceptaciones de la Agencia de Seguridad Nacional.

El Centro Nacional Contra el Terrorismo no recibió toda la información que debía o bien no hizo su trabajo, el cual es relacionar datos de manera que surja cualquier patrón. Sin lugar a dudas analizar grandes cantidades de información y determinar qué es urgente o qué merece seguimiento es abrumador. Aún así, resulta increíble, y atemorizante, que el gobierno no pueda siquiera hacer un buen trabajo actualizando y correlacionando información como lo hace Google.

Mucho antes de que se permitiera el ingreso de Abdulmutallab al avión con destino a Detroit, algún analista debió haber ingresado “nigeriano, Abdulmutallab, Yemen, visa” al sistema. Aún no se sabe si Inglaterra informó a Washington de que había revocado la visa del sospechoso. ¿No es algo que debió haber estado en un archivo?

Nos reservaremos nuestra opinión en cuanto a si alguien debería ser despedido por lo que el presidente Obama ha calificado justamente como una “falla sistématica”.

Janet Napolitano, la secretaria de Seguridad Interna, no contribuyó a mejorar la situación al declarar que el sistema funcionaba. Resulta evidente que su sistema tiene graves errores. E igual pasa con el istema de inteligencia. Estamos seguros de que la lucha territorial entre Leon Panetta, el director de la C.I.A., y el director de inteligencia nacional, Dennis Blair (su empleo fue creado después del 9/11 a fin de supervisar a las 16 agencias de espionaje, no está siendo de ayuda. En la misma situación se encuentran los republicanos, quienes como se esperaba utilizaron el intento de ataque a su favor al acusar a Obama de mostrarse débil con respecto a la seguridad nacional.

Lo que se necesita hoy en día es lo que se necesitaba después del 9/11: una evaluación lúcida y apolítica de lo que salió mal, y soluciones ajenas al pánico y que esta vez funcionen. Estados Unidos no puede permanecer encerrado en una burbuja impermeable. Pero nunca se debió permitir el abordaje de Abdulmutallab a ese avión

La catástrofe que un terrorista suicida solitario estuvo a punto de desencadenar en la Navidad del 2009 demostró que los servicios de inteligencia norteamericanos no pudieron aprender las lecciones de un hecho sorprendentemente similar ocurrido 8 años atrás cuando Richard Reid, otro terrorista suicida:





trabajando también para la red terrorista Al Qaeda, estuvo a punto de mandar abajo otro avión comercial con un explosivo igual o similar al utilizado por el nigeriano musulmán Umar Farouk, lo cual estuvo a punto de suceder el 22 de diciembre del 2001 cuando este terrorista abordó el vuelo 63 de American Airlines de Paris a Miami, y la única razón por la cual fracasó su plan fue porque al haberse retrasado en forma imprevista su salida por un día el sudor acumulado en sus zapatos (en donde llevaba los explosivos) humedeció el explosivo impidiendo la detonación del mismo con la rapidez requerida antes de ser sometido por los pasajeros del avión.

A la pifia de los servicios de inteligencia norteamericanos en su incapacidad absoluta para impedir los atentados terroristas en Nueva York se sumó posteriormente otra pifia que resultó igual de desastrosa: la guerra que le fue declarada a Iraq. Esta guerra que le ha costado a los Estados Unidos más muertes que las ocasionadas por los atentados terroristas a las torres gemelas, miles de soldados lisiados, inválidos, viudas y huérfanos, además de la virtual bancarrota del erario público con un gasto contabilizado en miles de millones de dólares, empezó sobre la premisa de que los encargados de la inteligencia norteamericana contaban con evidencias suficientes para suponer que el tirano de Iraq, Saddam Hussein, no sólo contaba ya con armas químicas y bacteriológicas sino que estaba en vías de fabricar la bomba atómica y que además tenía contactos de alto nivel con la red terrorista Al Qaeda. Años después de haberse iniciado la guerra utilizando esta premisa como justificante, se ha confirmado ya que Saddam Hussein no tenía en sus manos ninguna de las armas de destrucción masiva cuya supuesta existencia había sido utilizada para lanzar al pueblo norteamericano a una guerra en la que hoy sigue atascado. El fiasco, expuesto en todos sus pormenores por profesionales asignados para investigar la verdad, terminó siendo un factor que le costó la salida a la administración Republicana pro-derechista, teniendo que entregarle el poder George W. Bush al actual Presidente surgido del Partido Demócrata, Barack Obama, llegando a su fin una administración que muchos norteamericanos preferirían olvidar como un mal recuerdo.

Para lanzar a toda una Nación a una guerra, debe de haber una justificante muy buena que amerite tal acción, sobre todo si se trata no de una guerra de necesidad sino de una guerra optativa, y la guerra con Iraq no era una guerra necesaria sino una guerra optativa. Un ejemplo claro de un buen trabajo de inteligencia lo tenemos en el telegrama Zimmerman, una página de la Historia en una época en la cual los servicios británicos de inteligencia se anotaron un resonante trinfo en la interceptación y decodificación de un telegrama que aceleró la entrada de los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial. Pero en el caso de la guerra de Iraq, jamás hubo nada ni remotamente parecido al telegrama Zimmerman, todo lo que hubo desde un principio fueron suposiciones elevadas a la categoría de casi seguras realidades que terminaron resultando puras fantasías, al igual que las fantasías de Hollywood que han elevado a los agentes de la CIA a niveles mitológicos.

Si hemos de encontrar buenos ejemplos de lo que significa el auténtico espionaje y contraespionaje llevado a cabo por profesionales, lo hemos de encontrar el Inglaterra, el país del agente 007 James Bond. Tal vez el ejemplo más espectacular en la historia de los anales de los servicios de inteligencia lo fue la procuración por parte del Servicio Secreto Británico de una máquina alemana encifradora de información conocida como Enigma, tras lo cual se montó en Inglaterra un equipo dedicado de analistas que lograron romper repetidamente los códigos secretos de los alemanes utilizados en plena Segunda Guerra Mundial, y se puede atribuír en buena parte la derrota de Hitler a la información militar ultrasecreta que los británicos lograron vaciarle a los Nazis en sus transmisiones encriptadas mediante la máquina Enigma, algo para lo cual los ingleses desarrollaron en el más absoluto secreto lo que se considera como una de las primeras computadoras electrónicas del mundo, la computadora Colossus, una máquina de la cual ni siquiera los servicios norteamericanos de inteligencia tenían información alguna.

La inteligencia matemática e inventiva no es, desde luego, la única manera de proveerse de información útil en la lucha contra alguien. Existen otras maneras más antigüas, más crudas y mucho menos sofisticadas, tales como el recurrir a la infiltración y la traición, algo en lo que los grupos de ultraderecha secretos de México como los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara son muy buenos, aunque esta vieja metodología tiene la desventaja de que los agentes encubiertos pueden darle la espalda a sus amos en caso de entrarles remordimientos de conciencia por lo que están haciendo al darse cuenta de que aquello por lo cual estaban luchando no era tan noble como creían. De cualquier modo, todo indica que ni por la vía de la sofisticación tecnológica ni por la vía del reclutamiento de traidores los servicios norteamericanos de inteligencia han tenido exitos rotundos, y el hecho de que el principal autor intelectual culpable de los atentados terroristas a las Torres Gemelas en el 2001 aún ande vivo y libre paseándose libremente entre la frontera de Pakistán y Afganistán constituye quizá la burla más cruel a una agencia de inteligencia cuya efectividad ha sido sobredimensionada en los estereotipos creados por Hollywood.

Otro jemplo reciente de la torpeza que está distinguiendo a la CIA lo tenemos en el ataque que se llevó a cabo en una base militar en Afganistán en donde un atacante suicida se llevó consigo a siete agentes de la CIA el 30 de diciembre del 2009. Una de las primeras cosas que les enseñan a los reclutas en cualquier Ejército sobre todo en tiempos de guerra (y en Afganistán se ha estado librando una guerra contra el Talibán y el archienemigo de los Estados Unidos Osama bin Laden) es que para hacerle mucho más difícil al enemigo el ocasionar bajas los soldados deben estar separados lo más posible el uno del otro, dispersos, ya que si un grupo de soldados en estrecha cercanía se traslada de un lado a otro en el campo de batalla, ese grupo de soldados resulta un blanco demasiado tentador porque con una sola descarga de artillería se puede matar a varios soldados al mismo tiempo, sin necesidad de tener que gastar los pertrechos en irlos matando de uno en uno con rondas separadas de artillería. Los agentes de la CIA que murieron a consecuencia del atentado terrorista en Afganistán obviamente no escucharon sus propios consejos, los consejos que ellos mismos le dan a los soldados y a los agentes del FBI y la DEA, actuando como verdaderos novatos. Pero además de la inexcusable pifia de que hubiera varios agentes juntos en un solo lugar en donde el terrorista suicida podía hacer “chuza” en la base estadounidense de operaciones Chapman, situada en un área adyacente de la ciudad de Khost (Khost es la capital de la provincia homónima, fronteriza con Pakistán y es el bastión del Talibán) está el agravante de que el atacante suicida que mató a siete empleados de la CIA en una base remota en el sureste de Afganistán había sido invitado a ésta y no fue sometido a una revisión de seguridad, según lo informó la agencia noticiosa The Associated Press. Un ex alto funcionario de inteligencia dijo que el hombre estaba siendo tratado como un informante y que era la primera vez que había sido traído al interior de la base. Por otro lado, un vocero del Talibán, Zabiullah Mujahid, dijo en una declaración que un soldado con el uniforme del Ejército Nacional afgano que llevaba un chaleco adherido con explosivos ingresó a la base y se voló dentro del gimnasio. Un funcionario estadounidense que recibió información sobre la explosión también dijo que el ataque ocurrió en el gimnasio. La explosión mató a ocho civiles estadounidenses y a un afgano, en la peor matanza de estadounidenses en el país desde octubre.

¿Por qué razón había tantos agentes de la CIA juntos en un solo lugar ofreciendo un blanco casi irresistible a un atentado terrorista? Eso habría que preguntárselo a los superiores de los agentes muertos que hasta la fecha sólo han sido muy buenos para darle excusas y pretextos al pueblo norteamericano en lugar de brindar un buen trabajo de campo. ¿Por qué razón no se implementaron las medidas de revisión obligatorias con las cuales se habría logrado frustrar en atentado terrorista? Desafortunadamente, todos estos errores y estas pifias se pagan con la vida.

Aún otro ejemplo de incompetencia en la agencia norteamericana de inteligencia C.I.A. lo tenemos en el caso del psiquiatra militar Nidal Malik Hassan, un fanático musulmán que pese a su creciente extremismo y fanatismo islámico se le dió la oportunidad de asesinar el 5 de noviembre del 2009 a sangre fría a 13 personas al abrir fuego sobre un total de 43 personas en total hiriendo de paso a otras 30 a la vez que gritaba “¡Alá es grande!”. Esta carnicería se llevó a cabo no en un parque público o en un centro comercial sino en una base militar norteamericana, Fort Hood, que por su propia naturaleza debería ser uno de los centros más seguros en toda la Unión Norteamericana. Y si ningún norteamericano puede sentirse seguro en una base militar norteamericana, ¿entonces en dónde podrá sentirse seguro? El sentido común nos indica que, estando las cosas como están en estos momentos al otro lado del mundo, cualquier individuo con apellidos de Medio Oriente o con una fé musulmana cada vez más radical debería estar vetado de ingresar y formar parte de las fuerzas armadas norteamericanas, y aún en el caso de que no se pudiera evitarle su ingreso al Ejército debería haber sido relegado a trabajos aislados de oficina y estar sometido a un escrutinio intenso tanto en su vida pública como en su vida personal privada; esto es lo que deberían de haber hecho los servicios norteamericanos de inteligencia. Pero este extremista asesino rondaba libremente a sus anchas precisamente en Fort Hood actuando como médico de los mismos soldados norteamericanos, lo cual presenta otra pregunta dura: ¿a quién se le ocurre encomendarle la salud física o la salud mental de los soldados norteamericanos que van o regresan al frente de guerra precisamente a un individuo que por su extremismo radical se considera enemigo mortal de todo lo que representan los Estados Unidos y representante de la causa en contra de la cual están luchando y muriendo los soldados norteamericanos? ¿Cómo es posible que este enorme riesgo haya podido trasladarse libremente a sus anchas en un complejo militar en donde debería de haber estado bajo vigilancia continua sin acceso a ningún tipo de armas? Lo peor del caso es que cuando varios medios de comunicación inquirieron al Departamento de la Defensa sobre cuantos más podría haber como Nidal Malik Hassan colocados en otros puestos estratégicos tales como los centros de mando y control desde los cuales se puede activar el lanzamiento de bombas atómicas, en el Pentángono no parecían tener ni la más remota idea a la respuesta a esta pregunta.

Con la misma facilidad con la cual Umar Farouk estuvo a punto de hacer explotar en Navidad el avión comercial en el que iba con cientos de pasajeros a bordo, igualmente podría haber recibido órdenes de descender del avión en territorio norteamericano y “perderse entre la multitud” para confundirse entre los más de diez millones de extranjeros indocumentados que viven y laboran en los Estados Unidos y estar a la espera de órdenes enviadas desde fuera para la comisión de un acto más terrible aún, uniéndose a otros que hayan llegado antes que él. Este tipo de infiltrados son conocidos como “células durmientes”, y hay pocas dudas ya de que en territorio norteamericano debe de haber varios grupos bien organizados de terroristas suicidas esperando órdenes para llevar a cabo acciones de consecuencias catastróficas tales como el sabotaje de alguna central nuclear o el envenenamiento de las fuentes de agua potable de alguna ciudad como Nueva York o Los Angeles. Si tras los atentados a las torres gemelas ocurrido el 11 de septiembre del 2001 hubieran arribado anualmente a territorio norteamericano unos 20 extremistas musulmanes, habría en estos momentos por lo menos 160 terroristas dispuestos a matarse con tal de ocasionar un daño mucho mayor que el que podrían ocasionar mandando abajo un avión comercial. No son pocos los norteamericanos que están preocupados ante esta posibilidad, vistas las enormes fallas de las agencias de inteligencia encargadas de custodiar la seguridad nacional de los Estados Unidos así como la liberalidad con la cual los consulados norteamericanos en Medio Oriente, en Africa y en Asia les dán visas de viaje e inclusive visas de residencia en los Estados Unidos a terroristas potenciales que ningún otro país acogería bajo ninguna circunstancia. Una confirmación reciente de la presencia en suelo norteamericano de terroristas vinculados a la red terrorista Al Qaeda fue proporcionada el 8 de enero del 2010 por The New York Times en su página electrónica con la noticia del arresto de dos hombres detenidos como parte de una “investigación en curso” sobre un complot terrorista contra la ciudad de Nueva York. Los dos detenidos, Adis Medunjanin y Zarein Ahmedzay, están vinculados con Najibullah Zazi, un hombre nacido en Afganistán quien está acusado de recibir entrenamiento de la red Al Qaeda para construir bombas caseras, dijeron fuentes policiales citadas por el diario. Y el arresto de Najibullah Zazi se debió no a un brillante papel desempeñado por los servicios de inteligencia norteamericanos sino a la ayuda que recibieron de los servicios de inteligencia británicos sin los cuales todavía hoy los novatos espías norteamericanos estarían dando “palos de ciego”.

Si en los tiempos de la Guerra Fría la Unión Soviética (hoy extinta) podía sacarle a los Estados Unidos todos los secretos industriales y militares que quisiera, ello era porque los servicios norteamericanos de contraespionaje nunca han sido muy buenos, ni siquiera en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Pero la incompetencia demostrada últimamente raya en lo ridículo, a grado tal que se antoja que con la recabación defectuosa de inteligencia y la falta de preparación para sorpresas como la sorpresa que la red terrorista Al Qaeda tenía preparada para la Navidad del 2009 la guerra contra el terrorismo librada por el gobierno norteamericano no podrá terminar más que en un vergonzoso empate en el mejor de los casos.

En México, el ejemplo más preclaro de la incompetencia e ineptitud de los servicios norteamericanos de inteligencia lo tenemos en el hecho de que estos fueron incapaces de advertirle a tiempo al Congreso norteamericano sobre la existencia de una conjura que estaba siendo impulsada en México desde la ciudad de Guadalajara por un grupo encubierto extremista de fascismo radical duro operando desde la ciudad de Guadalajara, ni fueron capaces de advertirle al Congreso y a la opinión pública norteamericana sobre la grave amenaza que se estaba gestando justo al mismo tiempo que se estaban usando fondos del erario público norteamericano para ayudarle a ese grupo extremista conspiratorio de México a construír el campus universitario desde el cual opera en estos momentos la peor amenaza que se haya materializado en el continente norteamericano maquinando desde las sombras la toma del poder y el establecimiento de un gobierno paralelo secreto. En la siguiente fotografía tenemos a George Bush (padre), cuando era el Presidente de los Estados Unidos, departiendo y conversando amigablemente con el principal dueño de la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara y además cerebro propulsor de la más terrible y devastadora conjura que se haya urdido tras las sombras en la historia reciente de México nutrida de un antisemitismo feroz que él siempre ha negado en público:





Se hace hincapié en que antes de que George Bush Sr. fuera Presidente de los Estados Unidos, fue Director de la Central Intelligence Agency, además de ser miembro del grupo Bildberg al cual pertenecen los prominentes políticos norteamericanos David Rockefeller y Henry Kissinger (este último, para variar, sí es judío). El cínico Rector no tuvo empacho alguno en codearse públicamente con estos personajes estrechando sus manos y dándoles abrazos al mismo tiempo que dentro de su universidad se estaba reclutando e indoctrinando en el neo-Nazismo a los alucinados que ignoraban que Los Protocolos de los Sabios de Sión en los que se basa su propagnada fanatizadora había sido expuesto como un burdo fraude literario hace más de medio siglo. Sin lugar a dudas, a este sujeto nunca le ha molestado en lo más mínimo aprovecharse y burlarse de la ignorancia o ingenuidad de los demás, lo cual incluye no sólo su creciente ejército de enloquecidos infiltradores respaldados con los títulos universitarios que les dá la Autonoma de Guadalajara para facilitarles su labor de infiltración ,sino también a la misma Agencia Central de Inteligencia norteamericana y hasta el mismo Presidente de dicho país. Simple y sencillamente, no respeta a nadie, ni siquiera a los suyos propios.

No sólo los servicios norteamericanos de inteligencia, de los cuales quien sería Presidente de los EStados Unidos en 1989 formó parte como su jefe supremo, fallaron fatalmente al no informarle debidamente como era su obligación al Congreso norteamericano sobre la gravedad de lo que se estaba gestando para México en el seno de esa universidad privada de Guadalajara. Tampoco pusieron sobreaviso a la comunidad judía norteamericana exponiendo a sus jóvenes a los riesgos y peligros que podían enfrentar si se inscribían en esa universidad para llevar a cabo estudios de Medicina. Algo que se pudo haber evitado a tiempo cuando aún era tiempo de evitarlo ha crecido en buena medida porque el pueblo norteamericano fue mantenido en la ignorancia sobre lo que se estaba tramando en esa enclave del neo-Nazi-fascismo más endurecido que se pueda encontrar en toda Latinoamérica, y ello pese a que México es el vecino inmediato de los Estados Unidos. Sólo recientemente un segmento cada vez mayor de la sociedad norteamericana, incluyendo a la comunidad judía norteamericana, se está enterando de lo que realmente es el Yunque (del cual el presidente nacional del Partido Acción Nacional, César Nava, forma parte) y de lo que son los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara así como de lo que han estado urdiendo recurriendo para ello a la misma propaganda fascista pletórica de antisemitismo que en sus tiempos de gloria usaran los dictadores Francisco Franco y Adolfo Hitler.

De cualquier modo, no sólo los servicios norteamericanos de inteligencia tienen mucho de que avergonzarse en su manejo y procesamiento de extremistas fanáticos fundamentalistas como Umar Farouk y los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara. También en México los servicios del C.I.S.E.N. (Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional) de la Secretaría de Gobernación andan por los suelos en cuanto al seguimiento de las actividades de la ultraderecha encubierta respecta; aunque en este caso obra la circunstancia de que se trata de una agencia de seguridad nacional cuya integridad quedó seriamente comprometida a raíz de la infiltración de que empezó a ser objeto desde que el pro-Yunquista Vicente Fox arribó al poder en México en el año 2000, y especialmente cuando bajo Fox la Secretaría de Gobernación y con ello el C.I.S.E.N. estuvieron en manos de Carlos María Abascal Carranza (el mismo funcionario foxista del cual la ultraderecha mexicana está insistiendo en que sea canonizado como un “santo” de la Iglesia Católica para que así de este modo los Yunquistas y los Tecos tengan un “santo” a quien encomendarse y a quien encomendarle sus negras actividades, ya que si los narcotraficantes de México tienen a su “santo” Malverde, ¿por que no habrían de tener los ultras de Mexico el suyo propio?), o sea el hijo predilecto de un sinarquista fascista antisemita adorador de Hitler, Salvador Abascal, éste último a su vez gran admirador del literato neo-fascista Salvador Borrego cuyo libro “Derrota Mundial” ha estado lamentando por décadas la derrota del Nazismo alemán porque supuestamente si Hitler hubiera triunfado el mundo de hoy estaría mucho mejor bajo el fascismo ultraderechista que bajo cualquier democracia. Con la principal agencia mexicana de seguridad nacional infiltrada y penetrada por la misma ultraderecha desde hace varios años, México tendrá problemas de sobra para el futuro inmediato e inclusive a largo plazo.

Sin embargo, todas las deficiencias arriba señaladas tienen un antídoto, y ese antídoto consiste en un pueblo bien informado dispuesto a pedir una rendición de cuentas y que no está en disposición de ser mantenido en el engaño por tiempo indefinido. Lo cual incluye no sólo al pueblo norteamericano sino también al mismo pueblo de México.