El fin de un mito
El 9 de noviembre del 2009 se cumplió el 20avo aniversario de la caída del Muro de Berlín, con lo cual no sólo el modelo comunista llegó a su fin sino que también se precipitó violentamente por tierra la principal tesis de la ultraderecha neo-Nazi mundial según la cual hay una “gran conspiración judía masónica comunista” fraguada para la conquista y el dominio del mundo, tesis basada en el fraude literario más grande de todos los tiempos conocido como “Los Protocolos de los Sabios de Sión”. De acuerdo con esta fantasiosa cuan estrafalaria ideología enarbolada por los Nazis de Hitler y perpetuada por dictadores de ultraderecha como Francisco Franco y Augusto Pinochet por la cual murieron millones de seres humanos en la Segunda Guerra Mundial, la “gran conspiración marxista leninista” supuestamente impulsada por los judíos del mundo entero actuando en acción sincronizada no detendría su avance hasta que “el mundo entero” estuviera esclavizado por un super-gobierno mundial judío modelado en base a un estado policía como el de la Rusia Soviética. En pocas palabras, el comunismo jamás se rendiría pacíficamente, y su triunfo equiparado por los anacoretas latinoamericanos del fascismo con el advenimiento del Apocalipsis, costaría una gran pena y dolor al género humano.
Pero tras la caída del Muro de Berlín, el comunismo no sólo cayó pacíficamente por su propio peso sin representar peligro alguno en la actualidad, sino que los ultrafanáticos que lo denunciaban han estado muy activos promoviendo su propia super-conspiración para avanzar la causa de la ultraderecha la cual, esa sí, no es ninguna fantasía como “Los Protocolos de los Sabios de Sión” sino que es una realidad tangible de la cual puede dar fé cualquiera que haya tenido o tenga membresía en alguna de las siniestras sociedades secretas de la ultraderecha mexicana como la Organización Nacional del Yunque o los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
En México ya están afianzando su garra en las altas esferas del poder federal, y su dominio continúa extendiéndose inclusive fuera de México. De ello dan cuenta los trabajos que ha publicado Spectator con anterioridad.
A los endurecidos ultraderechistas de hoy no les interesa haber perdido su principal argumento para fanatizar incautos y reclutar idiotas como en su tiempo lo hiciera Hitler, que al fin y al cabo pueden continuar y de hecho continúan como si nada hubiera pasado, como si el Muro de Berlín no hubiera caído, apoyándose en sus revisionistas como Joaquín Bochaca de Barcelona y Salvador Borrego de México que desde un escritorio se la pasan reinventando la historia mundial a su conveniencia y a la conveniencia de la enferma causa ideológica de la cual se han convertido en apóstoles.
Irónicamente, el aniversario de la caída del Muro de Berlín se dió al poco tiempo de que se celebrara otro aniversario importante pero trágico, la invasión Nazi a Polonia con la cual Adolfo Hitler dió comienzo a la Segunda Guerra Mundial, agresión militar que ya sus admiradores de hoy en día ni se esfuerzan por justificar porque en última instancia lo importante para ellos es ser “nacionalistas” al estilo Nazi sin importar que tanto la ideología como sus próceres hayan terminado en el lado equivocado de la Historia.
De cualquier modo, el impacto de la caída del Muro de Berlín para los pseudo-historiadores revisionistas del neo-fascismo que vaticinaban apocalípticamente la propagación del comunismo por el mundo entero impulsado por la fantasiosa “gran conspiración judía masónica comunista” seguramente fue tan traumático para ellos como lo fué para los primeros cristianos la conversión del Imperio Romano al Cristianismo en los tiempos del Emperador Constantino. Tras la crucificción del Señor Jesús, los primeros cristianos veían al Imperio Romano como el “gran Satanás”, la bestia apocalíptica de la que hablaba San Juan, una imagen reforzada no solo por el paganismo practicado por los romanos sino por también por la inmoralidad en la que se hundió el Imperio en los tiempos de Calígula y Nerón, considerados Anticristos en el pleno sentido de la palabra, encarnaciones del demonio que se entregaban desenfrenadamente a orgías y todo tipo de excesos en los que incurre gente a la que lo que le sobra es el poder. El Armagedón del que habla San Juan en su libro Apocalipsis, la batalla final entre el Bien y el Mal, era vista como la batalla entre los Cristianos leales al Señor Jesús y el mismo Imperio Romano pagano, con la derrota contundente del Imperio Romano culpable de la crucificción del mismo Hijo de Dios. La conversión del Imperio Romano al Cristianismo era algo impensable que nunca y bajo ningún motivo podía ocurrir porque ¿cómo puede Satanás ser redimido? Sin embargo, ocurrió, y los apocalípticos de aquellas comunidades cristianas se quedaron sin un gran enemigo a combatir y vencer. Ya después vendrían otros Anticristos a los que se les identificó también como la Gran Bestia del Apocalipsis, como Mahoma, Lutero, y más recientemente, la fantasiosa “gran conspiración judía masónica comunista” producto de la enorme creatividad y fantasía de los forjadores de los más grandes fraudes literarios en la historia del hombre.
Como ya se dijo, para los fanáticos que han sido idiotizados por la engañosa propaganda de la ultraderecha, la caída del Muro de Berlín a fin de cuentas es algo que se puede solventar simplemente encerrándose más y más en una realidad alterna de la cual nadie los puede sacar más que ellos mismos, algo que casi nunca ocurre.
2 Comments:
Por gente ignorante como tu, la sociadad cree que Porfirio Diaz fue un traidor a la nación. Si vas apublicar algo en internet atente a la neutralidad y no mal informes a la gente que busca información. Lee un poquito más y estudia.
Spectator ha estudiado todo lo que tiene que ver con Porfirio Díaz mucho más a fondo y en mucho mayor detalle de lo que supone la comentarista Blanca Sadik a la cual con el debido respeto y con las limitaciones de tiempo y espacio se vuelve necesario corregirle su ignorancia.
A cambio del triunfo dado a México sobre los franceses el 5 de mayo de 1862 que se festeja en grande año con año, triunfo que dicho sea de paso no fue mérito exclusivo de Porfirio Díaz (y que dicho sea de paso fue de corta duración ya que un año después y con 30 mil soldados los franceses lograron anular al vencer al Ejército mexicano, tomar la Ciudad de México e imponer a Maximiliano de Habsburgo como Emperador), Porfirio Díaz le cobró sus servicios a la Nación a precio estratosférico imponiéndose como dictador absoluto por 30 décadas, destruyendo el notable legado juarista y lo poco que se había logrado consolidar de democracia en México. Muchos de los vicios electorales que se padecen hoy en día provienen desde la época nefasta en la que Porfirio Díaz gobernó al país con mano de hierro, a instancias de él se desarrollaron las trampas electorales de todo tipo para justificar su permanencia en el poder mediante una democracia simulada. Él fue el que dió el mal ejemplo a muchos malos mexicanos de hoy. Él fué el molde.
Después de haber tenido en sus manos la oportunidad histórica de impulsar a México como nación democrática, la renuencia de Porfirio Díaz a dejar la silla presidencial (él fue el que acuñó su pretexto favorito para no soltar el poder con la frase “México no está preparado para la democracia” degradando a todos sus compatriotas a la calidad de eternos menores de edad) y su exilio tardío le costaron al país más de un millón de muertos (¡más mexicanos que los que murieron en la batalla de Puebla del 5 de mayo!). Enunciado aritméticamente, Porfirio Díaz es igual a un millón de muertos. ¿Es esto algo digno de serle elogiado?
Para que la comentarista pueda calar en su verdadera dimensión al verdadero Porfirio Díaz en la dimensión de villano que hoy le atribuye el juicio histórico, Spectator le recomienda a la comentarista la lectura del libro México Bárbaro de John Kenneth Turner, accesible gratuitamente en Internet.
Lo rescatable de la época porfirista proviene no de Porfirio Díaz en sí sino de personajes como Don Justo Sierra, un mexicano notable que hubiera hecho mucho más por México desde la silla presidencial que el mismo Porfirio Díaz.
Si la comentarista está dispuesta a correr el riesgo de que se le pongan los pelos de punta, se debe a sí misma el recabar toda la información que pueda recabar acerca de temas como los esclavos de Valle Nacional o como el exterminio de los Yaquis. Y esto apenas empieza a cubrir los efectos funestos de la larga tiranía ejercida por Porfirio Díaz.
¿Es la comentarista una estudiante de la Universidad Autónoma de Guadalajara o de alguna otra institución privada de corte ultraconservador como ésta? Porque es precisamente en este tipo de centros de “enseñanza” en donde se les quiere inculcar a los estudiantes una visión distorsionada de la Historia en la cual se glorifica a quien, a fin de cuentas, no fue más que un vulgar tirano causante de muchos de los males que México arrastra todavía hasta el día de hoy desde aquella época nefasta.
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