sábado, 24 de enero de 2009

Saltos intercontinentales

El fanatismo radicalista como el fundamentalismo musulmán y la adoración ciega del Nazismo es un fenómeno curioso capaz de brincar no sólo de un país a otro sino inclusive de un continente a otro, con dicho brinco auspiciado frecuentemente por sus propios creadores y militantes, como nos lo indica el siguiente artículo.

El Ku Klux Klan salta a Europa
Scotland Yard tras unos “primos peligrosos”
VISION: La Revista Interamericana
Volumen 51 Número 3
28 de julio de 1978

DE WASHINGTON: Varios jefes del Ku Klux Klan, que resurgió en Georgia al finalizar la segunda guerra mundial, para fragmentarse después en diversas ramas de la ultraderecha que fomenta el clima de violencia en la sociedad sureña, afirman haber logrado “estrechar lazos” con el National Front (Frente Nacional) de Gran Bretaña, el cual no está específicamente contra los negros sino contra toda la inmigración y en especial contra la asiática.

El KKK cuenta en Norteamérica con un número de afiliados que oscila entre los 10,000 y los 30,000 encabezados por el gran brujo imperial Robert Shelton.

Aunque el viaje de miembros del Klan pretende ser secreto es vox populi que la siniestra organización norteamericana ha echado ya raíces en el viejo continente con fines de propaganda y para mostrar su fuerza a nivel internacional. Desde su fundación en Pulaski (Tennessee) en 1866 había ido perdiendo terreno paulatinamente y ahora quiere hacer cosas espectaculares como el salto a Europa.

El KKK tiene actualmente problemas internos de disciplina. Pero, como suele ocurrir, la rama del árbol desgajada es la peor rama y en este caso concreto los llamados “Caballeros del Ku Klux Klan” (uno de los últimos grupos que obedecen a Robert Shelton), son los más beligerantes. David Duke, de Nueva Orleans (este es el mismo racista extremo que se junta en la actualidad con el neo-Nazi de Barcelona Pedro Varela y Joaquín Bochaca para promover la resurrección del Nazismo no sólo en Europa sino a nivel mundial), es el líder de esta rama y afirma haber reclutado militantes en Inglaterra desde 1971, también se vanagloria de haber sostenido diversos “klaverns” en Londres, Birmingham y Brighton desde esa fecha.

El comentario general es que Duke viajará vía Bélgica por medio de un grupo racista flamenco que envió en fecha reciente representantes a los Estados Unidos. El KKK, por otro lado, ha enviado y sigue enviando a Londres dinero, material (las vestimentas, las capuchas, etc...) y propaganda con el fin de poder comenzar “klaverns” y hacer publicidad. Se sospecha que esos klanes tienen mucha gente infilitrada en otras organizaciones de la ultraderecha inglesa que, en general, no admite el “folklore” del KKK pero sí sus objetivos y medios. Entre éstas se halla naturalmente el Frente Nacional.

Otro jefe del KKK que tiene su vista y sus esperanzas puestas en Gran Bretaña (un contratista de materiales eléctricos muy importante en Baton Rouge, Louisiana), es Bill Wilkinson cuyo grupo se autodenomina con el pomposo nombre de “El Imperio Invisible”:



Pero fuentes periodísticas de los Estados Unidos dicen que ese grupo no inquieta a las autoridades de Washington porque tiene escaso arraigo popular. Wilkinson afirma en su propaganda que su “conexión” inglesa es muy fuerte en todos los grupos “democráticos” (¿?) de la derecha y en especial con el National Party (que no es el Frente Nacional sino otra organización). Esto parece bastante difícil porque los de este partido inglés saben que de convertirse en una organización más agresiva de lo que es (siguiendo el ejemplo de los Nazis alemanes en sus inicios ), el Premier James Callaghan terminaría por declararlos fuera de la ley.

Wilkinson parece ser un hombre sumamente peligroso. Va siempre armado, se sabe de memoria sus derechos como ciudadano norteamericano y es muy astuto para bailar en la cuerda floja y, lo que es importante para los ingleses, está muy bien asesorado respecto a la llamada “Britain’s 1976 Race Relations Act” (Ley sobre las Relaciones Raciales de Gran Bretaña, de 1976) por la que se protege a las minorías, sean blancas o negras, que se hallan en este país.

En Londres el Home Office (Ministerio del Interior) rehusa siempre decir de manera oficial si los jefes de los diversos klanes serán admitidos en caso de venir a Inglaterra, pero se sabe en cambio que Scotland Yard ha organizado su correspondiente “Special Branch” (Departamento Especial) para combatir no sólo el peligro potencial del KKK y su impacto psicológico en la sociedad británica, sino el de las organizaciones derechistas inglesas ya citadas anteriormente.

En los Estados Unidos, las cosas del klan se toman con más filosofía. Allí se conoce de sobra al Primero y Segundo klan que florecieron después de la Guerra de Secesión, entre las dos guerras europeas y en la década del 60, desde que los creó en 1866 el general sureño Nathan B. Forrest. Poco a poco las diversas agrupaciones de los klanes han sido combatidas por el Congreso y algunos presidentes y ya se han erradicado del país los temidos linchamientos.

Los klanes reviven nada más cuando hay alguna enmienda constitucional que otorga a las personas de color más derechos, tales como la integración escolar y el derecho de los negros a alternar con los blancos en locales públicos y en los trenes. El KKK, como hemos dicho al principio, tiene fuerza sobre todo en Georgia en donde se halla infiltrado en todas partes.

Richard Verrall, miembro directivo del Frente Nacional inglés, declaró recientemente en Londres a los periodistas Derek Humphry y Walter Isaacin, que todo lo que se ha escrito sobre la posible implantación de los klanes en Gran Bretaña es puro “bluff”. La diferencia, según él, estriba en que el KKK pretende la supresión física de sus enemigos, tal como la quería Hitler, y el Frente Nacional lo que quiere es la “repatriación” voluntaria de los asiáticos y gentes de color al país de donde proceden. Pueden, pues, no ser hermanos esos frentes ingleses, del KKK, pero sí primos muy cercanos, y un grave peligro para la integración racial que el gobierno de Callaghan predica.

En este “gran salto a Europa”, hay tantas similitudes entre los supremacistas raciales de la ultraderecha norteamericana y la ultraderecha mexicana como diferencias. Mientras el KKK tenía “su vista y sus esperanzas puestas en Gran Bretaña”, los ultraderechistas tales como los miembros de la sociedad secreta Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (la Organización Nacional del Yunque aún no se había materializado como tal) tenían “su vista y sus esperanzas” puestas en la España del ultraderechista fascista Francisco Franco que le seguía dando cobijo a famosos Nazis alemanes que se encargaban de continuar la fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Sin embargo, al principio en vez de exportar su locura hacia el viejo continente lo que sucedió es que terminaron trayéndose todo lo que podían. De cualquier manera, hoy los ultraderechistas mexicanos están empeñados en pagar esa deuda de gratitud dando su apoyo desde México a los colegas de la Falange, ayudándolos inclusive a la fundación en España de sociedades secretas como las que ya operan en México y que han sido instrumentales no sólo en llevar a la derecha y de paso a la extrema derecha al poder, sino a colaborar con los enajenados en la península ibérica al restablecimiento de lo que alguna vez fuera el poderoso Imperio Español. Bajo ideología neo-fascista, claro está.