viernes, 9 de enero de 2009

Fisuras

A raíz del levantamiento de la excomunión de cuatro clérigos tradicionalistas de la Iglesia Católica (ordenados por el ultraconservador Marcel Lefevbre) entre los cuales se encuentra el Obispo inglés Richard Williamson:





se ha suscitado una nueva polémica que ha venido a tensar las relaciones entre la Iglesia Católica y las comunidades judías, porque resulta que el ultraconservador Richard Williamson no sólo es un admirador de Hitler y el Nazismo sino que inclusive ha manifestado públicamente su postura de negar que el aniquilamiento de millones de judíos a manos de los Nazis haya ocurrido. El levantamiento de la excomunión que le había sido aplicada al neo-Nazi inglés adorador de Hitler, Richard Williamson, no tardó en provocar una fisura entre prominentes representantes de las comunidades religiosas judías de Israel y el Vaticano como lo documenta la siguiente nota:

Rompe rabinato lazo con Vaticano
Associated Press
29 de enero del 2009

El rabinato supremo de Israel rompió ayer sus relaciones con el Vaticano en protesta por la decisión papal de retirar la excomunión a un obispo que negó públicamente que seis millones de judíos fueron asesinados en el Holocausto.

La más alta autoridad religiosa del estado judío envió una carta a la Santa Sede en la que expresó su “dolor y pena” ante la decisión papal. “Será muy difícil que el rabinato supremo de Israel continúe su diálogo con el Vaticano como antes”, afirmó la misiva. Los rabinos jefes de las comunidades judías ashkenazi y sefardí se sumaron a la carta.

El rabinato canceló además un encuentro con el Vaticano programado para marzo. El rabinato y el estado de Israel mantienen lazos separados con la Santa Sede, y la decisión de ayer no afecta las relaciones a nivel estatal.

El papa Benedicto XVI dijo horas antes que siente una “completa e indiscutible solidaridad” con los judíos, pese a que revocó la excomunión del obispo que negó el genocidio nazi, y también advirtió que no tolerará denegación alguna del Holocausto.

El vocero del Vaticano, el reverendo Federico Lombardi, dijo que la Santa Sede espera que, a la luz de las opiniones públicas del Santo Padre, “las dificultades expresadas por el rabinato israelí puedan ser sometidas a una reflexión más avanzada y profunda”.

Lombardi dijo esperar que el diálogo entre ambas partes pueda continuar “fructífera y serenamente”.

El director general de la oficina del rabino jefe, Oded Weiner, recibió con agrado los comentarios del pontífice, y dijo que son “un gran paso hacia la reconciliación”.

La decisión del Papa de revocar la excomunión del obispo Richard Williamson, quien negó que seis millones de judíos fueron asesinados por los nazis en campos de concentración, causó una gran indignación en la comunidad judía. El Vaticano ya había aclarado que revocar la excomunión de Williamson no significa que la Santa Sede comparte sus puntos de vista.

“Al renovar mi completa e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos”, dijo Benedicto XVI, “deseo que el recuerdo de la Shoá haga que la humanidad reflexione en el imprevisible poder del mal cuando conquista los corazones de los hombres”. Shoá significa holocausto en hebreo.

“Que la Shoá sea una advertencia para todos contra el olvido, la denegación, o la reducción”, agregó.

Benedicto XVI revocó la excomunión de Williamson y de otros tres obispos la semana pasada porque los obispos “en repetidas ocasiones habían mostrado su profundo sufrimiento por esa situación (estar excomulgados)”.

Williamson dijo a la televisión estatal sueca difundida esa misma semana que las pruebas son “enormemente contrarias a que seis millones de judíos fueran sometidos a las cámaras de gas deliberadamente”. Agregó que a lo sumo fueron muertos 300 mil judíos, “aunque ninguno de ellos en una cámara de gas”.

Los cuatro fueron excomulgados hace 20 años luego de ser consagrados por el arzobispo ultraconservador Marcel Lefebvre sin el consentimiento del Papa.

Las sandeces del “tradicionalista” revisionista Richard Williamson deben ser sopesadas con algo que apareció a los pocos días que se le levantó la excomunión a este individuo que dice ser ministro de Jesús pregonando el mensaje humanitario de paz y amor del crucificado:

Sacerdote descubre inicios de la Solución Final
Maria Danilova y Randy Herschaft
Associated Press
31 de junio del 2009

KIEV, Ucrania.- El Holocausto tiene un panorama grabado en el ojo de la mente: bardas de alambres de púas, cámaras de gas, hornos.

Menos conocido es el “Holocausto por balas”, en donde más de dos millones de judíos fueron acribillados en poblados y villas a través de Ucrania, Belarus y Rusia. Su parte en la Solución Final de los Nazis ha sido sub-investigada, y sus cuerpos permanecen sin identificación en fosas comunes.

“Shoah,” el documental del cineasta francés Claude Lanzmann, permanece en pie como el registro épico visual del siglo XX del Holocausto. Ahora otro francés, un sacerdote Católico llamado Patrick Desbois:



está llenando una parte diferente de lo sucedido.

Desbois afirma que ha entrevistado más de 800 testigos y ha señalado hacia cientos de tumbas comunes esparcidas alrededor de campos polvorientos en la otrora Unión Soviética. El resultado es un libro, “The Holocaust by Bullets” (El Holocausto por balas) y una exhibición hasta el 15 de marzo (2009) en el New York's Museum of Jewish Heritage.

Llegado a Ucrania por una circunstancia del destino, Desbois ha gastado siete años intentando documentar la verdad, liberar a los testigos de su sufrimiento y culpa así como evitar actos futuros de genocidio.

La nota publicada por la Associated Press es acompañada por la siguiente fotografía que muestra a un soldado alemán matando a sangre fría a un judío indefenso de Ucrania, uno de tantos incidentes que el revisionista Richard Williamson basándose en fuentes revisionistas “autorizadas” como los neo-Nazis David Irving y Joaquín Bochaca insiste en afirmar que “nunca ocurrieron”:





Es muy posible que el levantamiento de la excomunión de los cuatro clérigos tradicionalistas entre los cuales se encuentra el polémico neo-fascista Richard Williamson se haya dado sin que se le haya informado al Papa Benedicto XVI sobre los antecedentes y la ideología que sustentan el cerebro de Williamson. De hecho, el levantamiento de la excomunión así como la histórica autorización dada por Benedicto XVI para la celebración de la Misa Tridentina en Latín fue parte de un esfuerzo honesto del Papa para hacer volver a los descarriados al redil. A continuación se reproduce la carta de Benedicto XVI a los Obispos que acompaña a la Carta Apostólica Motu Proprio Data, Summorum Pontificum, sobre el uso de la liturgia romana:

Queridos Hermanos en el Episcopado:

Con gran confianza y esperanza pongo en vuestras manos de Pastores el texto de una nueva Carta Apostólica “Motu Proprio data” sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970. El documento es fruto de largas reflexiones, múltiples consultas y de oración.

Noticias y juicios hechos sin información suficiente han creado no poca confusión. Se han dado reacciones muy divergentes, que van desde una aceptación con alegría a una oposición dura, a un proyecto cuyo contenido en realidad no se conocía.

A este documento se contraponían más directamente dos temores, que quisiera afrontar un poco más de cerca en esta carta.

En primer lugar existe el temor de que se menoscabe la Autoridad del Concilio Vaticano II y de que una de sus decisiones esenciales – la reforma litúrgica – se ponga en duda. Este temor es infundado. Al respecto, es necesario afirmar en primer lugar que el Misal, publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones sucesivas por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma normal – la Forma ordinaria – de la Liturgia Eucarística. La última redacción del Missale Romanum, anterior al Concilio, que fue publicada con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada durante el Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma extraordinaria de la Celebración litúrgica. Non es apropiado hablar de estas dos redacciones del Misal Romano como si fueran “dos Ritos”. Se trata, más bien, de un doble uso del mismo y único Rito.

Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido. En el momento de la introducción del nuevo Misal, no pareció necesario emitir normas propias para el posible uso del Misal anterior. Probablemente se supuso que se trataría de pocos casos singulares que podrían resolverse, caso por caso, en cada lugar. Después, en cambio, se demostró pronto que no pocos permanecían fuertemente ligados a este uso del Rito romano que, desde la infancia, se les había hecho familiar. Esto sucedió, sobre todo, en los Países en los que el movimiento litúrgico había dado a muchas personas una notable formación litúrgica y una profunda e íntima familiaridad con la Forma anterior de la Celebración litúrgica. Todos sabemos que, en el movimiento guiado por el Arzobispo Lefebvre, la fidelidad al Misal antiguo llegó a ser un signo distintivo externo; pero las razones de la ruptura que de aquí nacía se encontraban más en profundidad. Muchas personas que aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vaticano II y que eran fieles al Papa y a los Obispos, deseaban no obstante reencontrar la forma, querida para ellos, de la sagrada Liturgia. Esto sucedió sobre todo porque en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la Liturgia al límite de lo soportable. Hablo por experiencia porque he vivido también yo aquel periodo con todas sus expectativas y confusiones. Y he visto hasta qué punto han sido profundamente heridas por las deformaciones arbitrarias de la Liturgia personas que estaban totalmente radicadas en la fe de la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II se vio por tanto obligado a ofrecer con el Motu Proprio “Ecclesia Dei” del 2 de julio de 1988, un cuadro normativo para el uso del Misal de 1962, pero que no contenía prescripciones detalladas sino que apelaba, en modo más general, a la generosidad de los Obispos respecto a las “justas aspiraciones” de aquellos fieles que pedían este uso del Rito romano. En aquel momento el Papa quería ayudar de este modo sobre todo a la Fraternidad San Pío X a reencontrar la plena unidad con el Sucesor de Pedro, intentando curar una herida que era sentida cada vez con más dolor. Por desgracia esta reconciliación hasta ahora no se ha logrado; sin embargo una serie de comunidades han utilizado con gratitud las posibilidades de este Motu Proprio. Permanece difícil, en cambio, la cuestión del uso del Misal de 1962 fuera de estos grupos, para los cuales faltaban normas jurídicas precisas, sobre todo porque a menudo los Obispos en estos casos temían que la autoridad del Concilio fuera puesta en duda. Enseguida después del Concilio Vaticano II se podía suponer que la petición del uso del Misal de 1962 se limitaría a la generación más anciana que había crecido con él, pero desde entonces se ha visto claramente que también personas jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía. Así ha surgido la necesidad de un reglamento jurídico más claro que, en tiempos del Motu Proprio de 1988 no era previsible; estas Normas pretenden también liberar a los Obispos de tener que valorar siempre de nuevo cómo responder a las diversas situaciones.

En segundo lugar, en las discusiones sobre el esperado Motu Proprio, se expresó el temor de que una más amplia posibilidad de uso del Misal de 1962 podría llevar a desórdenes e incluso a divisiones en las comunidades parroquiales. Tampoco este temor me parece realmente fundado. El uso del Misal antiguo presupone un cierto nivel de formación litúrgica y un acceso a la lengua latina; tanto uno como otro no se encuentran tan a menudo. Ya con estos presupuestos concretos se ve claramente que el nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino por la situación real en que se encuentran las comunidades de fieles.

Es verdad que no faltan exageraciones y algunas veces aspectos sociales indebidamente vinculados a la actitud de los fieles que siguen la antigua tradición litúrgica latina. Vuestra caridad y prudencia pastoral serán estímulo y guía para un perfeccionamiento. Por lo demás, las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el Misal antiguo se podrán y deberán inserir nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios. La Comisión “Ecclesia Dei”, en contacto con los diversos entes locales dedicados al usus antiquior, estudiará las posibilidades prácticas. En la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo. La garantía más segura para que el Misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este Misal.

De este modo he llegado a la razón positiva que me ha motivado a poner al día mediante este Motu Proprio el de 1988. Se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse. Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo. Me viene a la mente una frase de la segunda carta a los Corintios donde Pablo escribe: “Corintios, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par. No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros. Correspondednos; ... abríos también vosotros” (2 Cor 6,11-13). Pablo lo dice ciertamente en otro contexto, pero su invitación puede y debe tocarnos a nosotros, justamente en este tema. Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.

No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto. Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo rito la exclusión total del mismo.

En conclusión, queridos Hermanos, quiero de todo corazón subrayar que estas nuevas normas no disminuyen de ningún modo vuestra autoridad y responsabilidad ni sobre la liturgia, ni sobre la pastoral de vuestros fieles. Cada Obispo, en efecto es el moderador de la liturgia en la propia diócesis (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 22: “Sacrae Liturgiae moderatio ab Ecclessiae auctoritate unice pendet quae quidem est apud Apostolicam Sedem et, ad normam iuris, apud Episcoporum”).

Por tanto, no se quita nada a la autoridad del Obispo cuyo papel será siempre el de vigilar para que todo se desarrolle con paz y serenidad. Si surgiera algún problema que el párroco no pueda resolver, el Ordinario local podrá siempre intervenir, pero en total armonía con cuanto establecido por las nuevas normas del Motu Proprio.

Además os invito, queridos Hermanos, a escribir a la Santa Sede un informe sobre vuestras experiencias tres años después de que entre en vigor este Motu Proprio. Si vinieran a la luz dificultades serias se buscarían vías para encontrar el remedio.

Queridos Hermanos, con ánimo agradecido y confiado, confío a vuestro corazón de Pastores estas páginas y las normas del Motu Prorpio. Recordemos siempre las palabras que el Apóstol Pablo dirigió a los presbíteros de Efeso “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo” (Hechos 20,28).

Confío a la potente intercesión de María, Madre de la Iglesia, estas nuevas normas e imparto de corazón mi Bendición Apostólica a Vosotros, queridos Hermanos, a los párrocos de vuestras diócesis y a todos los sacerdotes, vuestros colaboradores, así como a todos vuestros fieles.

Dado en San Pedro, el 7 de Julio 2007.

Por décadas, los seguidores del Obispo renegado Marcel Lefevbre así como el mismo Lefevbre estuvieron argumentando que su oposición a las reformas del Concilio Vaticano II era por el abandono de la Misa Tridentina en Latín como el ritual obligatorio en las iglesias católicas esparcidas alrededor del mundo. Uno supondría que, si como lo hizo Benedicto XVI, se les hubiera dado en parte la razón y se les hubiera autorizado a continuar con la Misa en Latín el cisma habría llegado a su conclusión. Pero... ¿fué esto lo que sucedió? Desde luego que no. Porque pese a todos los esfuerzos de Benedicto XVI, y aún a costa de malquistarse con los líderes de las comunidades religiosas del mundo entero al sostenerle a Richard Williamson el levantamiento de su excomunión, los miembros de la Sociedad San Pío X fundada por Lefevbre insisten en su rebelión, porque el retorno autorizado de la Misa Tridentina no les fué suficiente, esto no les bastó, confirmándose lo que ya muchos sospechaban. Nada les bastará, porque lo que realmente quieren una buena parte de los ultraconservadores dizque tradicionalistas de Lefevbre -que piensan ideológicamente como Richard Williamson- es que se destruyan en su totalidad con los puentes de entendimiento hacia la religión judía y otras religiones construídos por el Concilio Vaticano II y que se dé marcha atrás a las aperturas iniciadas por Juan Pablo II, porque lo que en realidad nutre a varios de estos radicales son las fantasías del neo-Nazismo y el revisionismo histórico, la misma propaganda que nutrió los cerebros enfermos de los Nazis alemanes con la cual justificaron en su momento el Holocausto que ahora sus apologistas como Williamson insisten en negar. Y es que, en realidad, con esta gente no puede haber diálogo posible porque se trata de gente de mente cerrada, gente a la que no es posible darle gusto en todo, porque para darles gusto en todo hay que convertirse en uno de ellos, lo cual parece ser un precio exorbitante a pagar si ello es lo que se requiere para que vuelvan plenamente al seno de la Iglesia Católica.