martes, 20 de diciembre de 2011

Orígenes ocultos del genocidio del 68 - 4a parte



A decir verdad, en los enfrentamientos entre los estudiantes y los granaderos no sólo hubo lesionados (además de muertos) entre el estudiantado, también hubo algunos lesionados entre los mismos granaderos. Sin embargo, invariablemente eran los estudiantes los que terminaban llevando la peor parte. De cualquier modo, aquí lo importante es no perder de vista que no había agentes de la Embajada soviética que estuvieran instigando los conflictos, y mucho menos agentes de la República Popular de Cuba que promovieran los disturbios con la esperanza de hacer caer al gobierno de México con la finalidad de instalar un régimen marxista justo al lado de los Estados Unidos. Daremos continuidad aquí a la lectura que se había dejado pendiente en la entrada anterior para que esto pueda salir a relucir con mayor claridad:

Durante toda la noche los granaderos mantuvieron sitiado al barrio universitario.



Los rumores de que había muertos de ambos bandos se acentúan y ahora se habla de siete. La policía sólo reconoce a uno: Federico de la O. García, fallecido el día 28 y quien fue recogido frente a la Catedral después de los primeros choques en este lugar. La versión oficial sobre su muerte es distinta, según los medios informativos: Ovaciones, segunda edición, consigna que murió “víctima de un derrame cerebral por lesión de arma de fuego recibida hace más de un año”; por su parte, la Extra de Ultimas Noticias informó que De la O. García falleció a consecuencia de haber ingerido tortas descompuestas una hora antes de los disturbios y por la impresión que le causó el casi ser atropellado por un vehículo a las puertas de la Catedral, donde, por cierto, estaba bloqueado el tránsito y, por tanto, era imposible la circulación en ese momento.

El clímax

La madrugada del 30, a las cero horas con treinta minutos, paracaidistas y un batallón motorizado rodearon la Preparatoria Uno, donde



















se encontraban los estudiantes. Con la protección de tanques y vehículos blindados, armados de cañones y ametralladoras, varios paracaidistas se situaron con bazookas frente a la puerta colonial -más de 400 años de historia- de la Preparatoria. Conminaron a los estudiantes para que desalojaran el recinto y, habiéndose negado ante el temor de ser nuevamente golpeados en forma salvaje, temor que ahora era mayor pues tendrían que enfrentarse también con las bayonetas caladas del Ejército, se dio la orden de disparar una de las bazookas y mediante certero tiro el proyectil derribó la puerta colonial, detrás de la cual se encontraban no pocos estudiantes que “trataban de sostenerla”.

La inmediata presencia de las tropas que irrumpieron en el plantel educativo impidió que, en ese momento, se conociese el número de estudiantes muertos o heridos.

Por otra parte, testigos presenciales de la escena afirman que los granaderos, quienes durante horas se habían visto humillados e impotentes ante los escolares que una y otra vez rechazaron los asaltos, etc., fue el motivo por el cual se solicitó la ayuda del Ejército-, esperaban a cada uno de los estudiantes apresados por los soldados y empujados a punta de bayoneta y los recibían a golpes, hasta que se desmayaban. Logrado este objetivo brutal, los



entregaban a los ambulantes de las Cruces o los subían a los carros de la policía. El tratamiento fue por igual para los mayores que para los jóvenes de 13 ó 14 años.

(Las fotografías que ilustran este reportaje son pruebas elocuentes del salvajismo de los granaderos y soldados).

Durante todo el día el Ejército rodeó las calles inmediatas al Palacio Nacional y exigía identificación a toda persona que quisiera circular por el zócalo. Allanó también las Vocacionales Cinco y Dos, de la Plaza de La Ciudadela. El Casco de Santo Tomás, la Ciudad Universitaria, la Preparatoria de Tacubaya y otras escuelas





fueron bloqueadas por elementos de las fuerzas armadas. La Preparatoria Cinco de Coapa fue ocupada militarmente. Al principio, tres batallones desarrollaron esta labor, pero luego fueron sumándose otros. Zacatenco fue la última de las plazas ocupadas.

La Secretaría de la Defensa Nacional informó que había actuado a petición del jefe del Departamento del Distrito Federal, general y licenciado Alfonso Corona del Rosal, y en apoyo a la policía metropolitana, porque los grupos de “agitadoras ya habían saqueado armerías y hecho uso de las armas y el parque sustraído”.

(En el momento en que se hicieron estas declaraciones ninguna de las armerías situadas en las calles de Argentina, Brasil y Donceles tenían huellas de que sus cortinas de hierro hubiesen sido forzadas). Lo que las autoridades en realidad perseguían era justificarse ante la opinión pública por su conducta brutal).

El texto íntegro del boletín que la secretaría de la Defensa Nacional expidió al respecto (a las tres de la mañana del día 30) es el siguiente:

“A petición del regente del Departamento del Distrito Federal, general Alfonso Corona del Rosal, y en apoyo a la policía para hacer frente a la situación planteada por los estudiantes, las tropas del Ejército entraron en acción a las 0.50 horas de hoy, para disolver a los grupos de agitación que habían saqueado armerías y recurrido al uso del armamento sustraído, así como de bombas de tipo casero, en contra de las fuerzas policiacas del Distrito Federal.

“Los ocupantes fueron desalojados del área y obligados a abandonar la escuela de San Ildefonso, habiéndose arrestado a muchos agitadores. Las tropas actuaron bajo órdenes de recurrir al convencimiento de los agitadores para que depusieran su actitud hostil, advirtiéndoles que, de no hacerlo, se obraría con toda energía.

“Ante esta actitud de las tropas, los grupos de ocupantes comenzaron a salir de la escuela y algunos agitadores recalcitrantes pelearon a golpes con la tropa.

“El orden quedó restablecido, entregando la situación a las autoridades policíacas del Distrito Federal, para que las mismas procedan conforme a lo que señalan las leyes violadas por los grupos que participaron en estos lamentables hechos”.

Al mismo tiempo el regente de la Ciudad y el secretario de Gobernación, Licenciado Luis Echeverría, unieron sus voces para decir que la intervención de las fuerzas armadas estuvo originada “por la violencia injustificada” puesta en marcha por “una minoría mezquina que quiere desvirtuar el camino ascendente de la Revolución Mexicana”.

A lo anterior asintieron públicamente los procuradores General de la República y del Distrito Federal y Territorios Federales.

También el general Corona del Rosal y el agente del ministerio público, Lic. José R. Mancilla, desmintieron categóricamente que alguien hubiese resultado muerto en los disturbios.

Nueva versión de la procuraduría: Federico de la O. García murió a consecuencia de un derrame cerebral no traumático ocasionado porque “se asustó cuando iba a ser atropellado”.

La policía detiene a varios civiles, causantes de varios daños y, lógicamente, “estudiantes”. No se pueden identificar y son remitidos detenidos, pero, al tomárseles la declaración, se descubre que eran agentes del ministerio público y policías judiciales.

Señalaremos también que el comandante de las fuerzas militares en esta ocasión fue el general José Hernández Toledo (las siguientes dos fotografías que muestran al General José Hernández Toledo han sido adicionadas por Spectator al documento original):







quien cumplió semejante misión durante los disturbios y asesinatos de estudiantes en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia, en el año de 1966.

Las primeras cifras indican que son más de cien los detenidos, entre ellos menores de quince años y mujeres.

Trece “subversivos” más son detenidos. Ninguno de ellos durante los encuentros. Se registran 5 peleas contra el Ejército durante el día. En La Ciudadela son ametrallados dos estudiantes. Los disparos se escuchan a varias calles a la redonda. En Bucareli los bomberos logran sofocar una inmensa pira. Los policías son acuartelados. Se recoge el centenar de autobuses secuestrados, así como unos veinte que fueron quemados.



El Ejército rodea la ciudad. Detienen a ocho camiones foráneos en los que vienen estudiantes poblanos, armados, en apoyo de sus compañeros. Tanques de guerra impiden su paso y varios jóvenes escapan hacia el monte. También son detenidos otros alumnos que vienen de Guerrero y Michoacán. La escuela nacional de agricultura de Chapingo inicia una huelga y denuncia la muerte de 8 estudiantes. Cuatro de sus líderes son detenidos en la carretera al venir camino al D. F. La Federación Nacional de Estudiantes Democráticos de Agricultura ofrece una huelga de solidaridad. Los detenidos ascienden a 1,200 y los heridos a cuatrocientos, 65 de ellos muy graves. Se habla de 60, 75 y hasta de 200 muertos.

No obstante, la prensa divulga lo siguiente:

“De acuerdo con los informes proporcionados por la Policía Judicial del Distrito y la Policía Preventiva, durante los disturbios estudiantiles sucedidos los días 26, 27 y subsecuentes, no se ha registrado ningún caso de muerte de estudiantes, policías, peatones o bomberos.

“Los agitadores del Partido Comunista, tanto extranjeros como nacionales, han estado propalando versiones sobre ESTUDIANTES LESIONADOS O MUERTOS, COSA TOTALMENTE FALSA en el renglón correpondiente a los disturbios” (La Prensa, 30 de julio).

En el diario Novedades se habla de un primer encuentro, a las 21 horas del viernes 29, en el que “de 50 a 60 jóvenes resultaron heridos seriamente y se les trasladó a bordo de ambulancias a los diferentes hospitales de la Cruz Verde”. “Se sabe asimismo que de 35 a 45 elementos policíacos tuvieron que ser trasladados también a los hospitales de la Cruz Verde y de ellos, según informó el teniente coronel Alfonso Frías, tres granaderos se encuentran muy graves”.

Las componendas

El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, ingeniero Javier Barros Sierra, se reunió con líderes de la UNAM y ofreció encabezar una manifestación, pero pide que no se dejen llevar por los “provocadores” y que, además, la lucha de los universitarios debería limitarse a los terrenos de la Universidad. Permite el uso de Radio Universidad para transmitir información sobre la lucha estudiantil y el departamento jurídico de la máxima Casa de Estudios se pone a disposición de los padres afligidos que desconocen el paradero de sus hijos.

Corona del Rosal sigue en pláticas con José Rosalío Cebreros, quien ha publicado un boletín en la prensa desmintiendo que él haya dado aviso a la policía para que atacase a los estudiantes. A este líder lo desconocen los estudiantes del IPN por “recibir subsidios y por su actitud traidora a los intereses del estudiantado”.

Corona del Rosal concede cuatro de los siete puntos solicitados por la FNET y son los siguientes:

1. Libertad a miembros del comité ejecutivo de la FNET y otros estudiantes del Politécnico.

2. Retiro de granaderos del plantel del IPN.

3. Anulación de las fichas policíacas a los detenidos estudiantiles.

4. Aplicación de reglamento que limite intervención de los guardianes del orden público en hechos estudiantiles.

Inmediatamente después de esta reunión, Corona del Rosal convocó a conferencia de prensa para anunciar las resoluciones anteriores y dar con ello por terminados los incidentes.

El miércoles 31 asumen la dirección del movimiento los estudiantes de Derecho de la UNAM. Se citan como las últimas víctimas del Ejército los nombres de María Elena, estudiante de la Universidad de La Salle; Pedro Morín Colín, de la Prevocacional Cuatro; Arturo Quiroz, de la Prevocacional Dos; José Richard Fuentes, de la Preparatoria Vespertina número Uno, y Emilio Ruiz, de la escuela técnica industrial Wilfrido Massieu. Los familiares de estos estudiantes se niegan a declarar al respecto. Sigue la policía acuartelada. Se prohibe la circulación por las calles cercanas al Palacio Nacional, pero las tropas comienzan a abandonar las escuelas ocupadas.



Se autoriza la manifestación que encabezará el rector Barros Sierra, presionado por los estudiantes, de manera especial los de la Facultad de Ingeniería.

La Escuela de Arte Dramático es asaltada por el Ejército, que arresta a más de 100 personas, quienes son puestas en libertad de inmediato, aunque a las puertas de la Procuraduría y de la Jefatura son reapresadas por la Dirección Federal de Seguridad. Hay 20 autobuses secuestrados, que de inmediato son recuperados por la policía. La Secretaría de Educación Pública somete al criterio de los directores de escuelas la suspensión o no de las clases, después que dos días antes había ordenado el cierre de las secundarias.

Se lleva a efecto la manifestación organizada por el ingeniero Barros Sierra y “vigilada” por las autoridades universitarias, que llegan al extremo de entregar a la policía a un joven universitario que gritó a media marcha “Al zócalo!” Al llegar a Félix Cuevas por Insurgentes regresan ordenadamente a la Universidad, entre cantos, vivas y discursos del rector. Al mismo tiempo, los politécnicos inician su propia marcha desde Chapultepec al Monumento de la Revolución, donde ya los esperaba un batallón motorizado, con tanques de guerra, cañones, ametralladoras y varios camiones repletos de infantería, mientras que un contingente parecido se mantenía a dos cuadras de distancia de la manifestación universitaria para evitar que se mezclaran con ella “elementos subversivos”.

El primero de agosto son detenidos cinco miembros del Comité de Solidaridad con Vietnam, y miembros activos del Partido Comunista Mexicano: Fernando Granados Cortés, Salvador Sáinz Nieves, Gilberto Rincón Gallardo, Adolfo Mejía y Mario Hernández Hernández.

De los 165 detenidos que quedaban, según la policía, son consignados 27, y los últimos cinco mencionados. Serán juzgados en su oportunidad. Nika Seeger y Alejandro Pérez, su compañero, fueron detenidos en un hotel de la Colonia Guerrero, según información de personas que los acompañaban en el momento de su captura.







Los maestros preparatorianos renuncian en masa.

El ex gobernador de Campeche, licenciado Alfonso Trueba Urbina, conmina a Barros Sierra para que participe y encabece una manifestación hasta el zócalo. Piden a Guillermo Massieu, director del IPN, que encabece otra manifestación de politécnicos.

Corona del Rosal niega, antes de 8 días, respuesta a las demandas de destitución del jefe y subjefe de la policía, así como a la desaparición del cuerpo de granaderos.

Los días dos y tres se mantuvieron en calma. Se hicieron quemas simbólicas de los diarios capitalinos por estar, según los estudiantes, vendidos al gobierno. El comité coordinador de la huelga del Politécnico anunció una nueva marcha de protesta con mitin en Zacatenco para el siguiente lunes. Los jóvenes de Ciencias Políticas califican de “oportunista” al rector Barros Sierra.

Como lo había anunciado el comité de huelga del IPN, se efectuó la manifestación pacífica encabezada por su rector. En esta manifestación se reclamaba el castigo para los causantes de los 30 estudiantes muertos.

Mientras, el jueves 8 de agosto, ante unos 10 mil empleados del departamento de limpia del distrito Federal, congregados en el parque Lázaro Cárdenas, el licenciado y general Alfonso Corona del rosal habla de nuevo sobre una conjura comunista internacional, los teóricos y agrupaciones de la supuesta “izquierda mexicana” justifican su apoyo a las autoridades y creen mantener su condición de “revolucionarios” con la también peregrina afirmación de que se trata de una conspiración derechista dirigida por la CIA y el FBI. ( Gobierno y adláteres con la mira enfocada hacia incrementar la confusión en la opinión pública nacional).

Se promete la formación de un comité para investigar los sangrientos sucesos de la última semana de julio.

Los estudiantes desconfían y exigen que se haga justicia.