jueves, 20 de octubre de 2011

Muere un gran periodista

El lunes 17 de octubre del 2011, México despertó ante la infausta noticia del lamentable fallecimiento de uno de los editorialistas más respetados de Latinoamérica, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa.





A causa de una enfermedad terminal que lo había estado consumiendo desde hace varios años, Granados Chapa dándole una lección a sus decenas de miles de lectores y admiradores continuó publicando sus artículos hasta el último momento en que ya no le fue posible seguir haciendo tal cosa, cuando todavía hasta el viernes 14 de octubre Granados Chapa anunció el fin de “Plaza Pública”, columna que escribió a lo largo 34 años en distintos periódicos nacionales, los últimos 18 años fue en las páginas de Grupo Reforma. “Ésta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”, escribió. La noticia de su deceso se conoció dos días después de que se hubiera despedido de sus lectores, al darse a conocer el fallecimiento del autor de la columna “Plaza Pública” a las 17:45 horas en la Ciudad de México a la edad de 70 años de edad.

El periodista dejó instrucciones para que sus exequias se llevaran a cabo de manera íntima, en presencia únicamente de sus familiares. El analista político padecía cáncer desde 2007 y los últimos meses la enfermedad había mermado su salud. Granados Chapa nació en Mineral del Monte, Hidalgo, el 10 de marzo de 1941. En 1960 migró a la Ciudad de México para cursar de forma simultánea las carreras de Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su ejercicio periodístico comenzó en 1964, en el semanario Crucero, y no paró durante los 47 años siguientes. Dotado del “don de la memoria de la información”, como declaró en una entrevista en 2008, Granados Chapa se definió como un periodista premoderno alejado de las tecnologías de Internet. En su carrera recibió múltiples premios y reconocimientos. Tres veces fue ganador del Premio Nacional de Periodismo: en 1981, por artículo de fondo; en 2004 por trayectoria periodística; y 2006 por su columna.

En 2008, el Senado de la República le otorgó el Belisario Domínguez y un año después la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Cemex-FNPI le rindió un homenaje. La Universidad Autónoma Metropolitana le otorgó en 2009 el Doctorado Honoris Causa por su trayectoria académica y periodística. Todavía el viernes 14 de octubre del 2011, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García le concedió el Premio Nacional de Periodismo, anunciando que la ceremonia de condecoración se realizaría el jueves próximo, algo que ya no pudo ser.

Miguel Ángel Granados Chapa formó parte del equipo que salió de Excélsior en 1976 para fundar el semanario Proceso. Dirigió el Canal Once de televisión en 1977. Un año después se hizo cargo de la dirección de Radio Educación. Y en 1988 fungió como subdirector del periódico La Jornada. Defensor de la democracia y la participación ciudadana, Granados Chapa se desempeñó como consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral de 1994 a 1996 y en 1999 compitió por la gubernatura de Hidalgo en una coalición encabezada por el PRD.

En 2007, al cumplirse los primeros 30 años de la columna “Plaza Pública”, Granados Chapa comentó acerca de las felicitaciones que le habían hecho llegar los lectores. En su despedida dada el viernes en que apareció publicado su último editorial, Granados Chapa fue optimista sobre el futuro de México: “Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete”.

Miguel Ángel Granados Chapa era precisamente uno de los analistas citados frecuentemente por Spectator precisamente por su imparcialidad y objetividad. Se daba cuenta perfecta de lo que estaba ocurriendo en su entorno, y procesaba enormes volúmenes de información para darle a sus lectores el extracto destilado de lo más importante de la noticia detrás de la noticia eliminando los detalles secundarios. Estas son precisamente las fuentes de información confiable a las que recurre Spectator, en un país en el que hay tanta desinformación por culpa de poderes fácticos que traicionando su deber de informar tergiversan la noticia y ocultan los hechos faltando por completo a la verdad.

Su colega el analista Sergio Sarmiento, otro editorialista citado frecuentemente por <Spectator, dijo lo siguiente en relación al deceso de uno de los más sólidos pilares del periodismo imparcial en México:

Granados Chapa
Sergio Sarmiento
16 de octubre del 2011

Miguel Ángel Granados Chapa fue un periodista indispensable. La precisión de su lenguaje y sus datos, sus definidas opiniones y su honestidad inquebrantable marcaron siempre su trabajo.

A Granados Chapa nunca le gustó ser protagonista de la información. Este viernes pasado, 14 de octubre, anunció su retiro con dos escuetas frases al final de su columna Plaza Pública: “Ésta es la última vez que nos encontramos. Con esta convicción digo adiós.”

Muchos de sus compañeros de trabajo sabíamos que sufría de una enfermedad que lo había obligado a suspender publicaciones y su programa de radio. El domingo se confirmó su fallecimiento. Trabajó virtualmente hasta el último momento. Encontró en ello, sin duda, una gran satisfacción.

Nadie podría acusarnos a Miguel Ángel y a mí de coincidir en nuestras opiniones. Alguna vez un lector me preguntó si nos poníamos de acuerdo antes de escribir nuestras columnas… para tratar el mismo tema con puntos de vista contrarios. En las diferencias como en las coincidencias, sin embargo, fue siempre un gran maestro.

Granados Chapa nació el 10 de marzo de 1941 en Pachuca, Hidalgo. Estudió derecho y periodismo en la UNAM. En 1964 fue reportero del semanario Crucero. Dos años después se integró a Excélsior, donde llegó a ser subdirector editorial y funcionario de la cooperativa. Salió del diario en 1976 tras el golpe que destituyó a Julio Scherer de la dirección general.

Pasó con Scherer a Proceso, semanario del que fue director gerente en 1976-1977. Ocupó los cargos de coordinador de noticiarios del canal 11 de televisión (1977), director general de Radio Educación (1977-1979), subdirector de Unomásuno (1980-83) y subdirector y director de La Jornada (1988-1990). Empezó la columna Plaza Pública en 1977 en Cine Mundial; la cual llevó posteriormente a La Jornada, El Financiero y Reforma. Numerosos periódicos la reproducían y la llevaban a todo el país. Su programa radiofónico, transmitido durante años en Radio UNAM, se llamaba también Plaza Pública. Fue además consejero electoral del IFE en 1994-1996 y candidato del PRD y el PT al gobierno de Hidalgo en 1999.

Granados Chapa recibió casi todos los reconocimientos a los que podría aspirar un periodista mexicano. En 1981, cuando estaba en el Unomásuno, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo por artículo de fondo. En el 2004 fui presidente del jurado que lo eligió como ganador del mismo premio, pero ahora por trayectoria periodística. En 2008 recibió la medalla Belisario Domínguez del Senado. Ese mismo año fue electo miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

Sus encuentros con la censura fueron igualmente notables. En 1993 fue despedido del Núcleo Radio Mil por presiones de la autoridad federal, que pedía la destitución del periodista a cambio de renovar la concesión de una emisora del grupo. En 2004 fue objeto de un juicio civil por daño moral promovido por el político hidalguense Gerardo Sosa Castelán por el libro La Sosa Nostra de Alfredo Rivera, del cual él había escrito el prólogo.

Granados Chapa supo rechazar los intentos por comprar su conciencia. Él mismo narró en Plaza Pública cómo declinó una oferta de Carlos Hank González, cuando éste era regente de la ciudad de México, para darle una casa y resarcir la pérdida de otra (que alquilaba) por la construcción de un eje vial.

Ayer fue confirmada la muerte de Granados Chapa. Hemos perdido una voz precisa, inteligente y honesta: la de uno de los mejores periodistas en la historia del país.

En contraste con jilguerillos desinformadores como Joaquín López-Dóriga y los demás conductores de noticias que venden sus comentarios y opiniones al mejor postor bajo las órdenes de sus patrones y los cuales en una escala de calificaciones del cero al diez calificarían con cero (en estos casos se antoja recurrir a los números negativos para dar una calificación más apropiada a estos jilguerillos), Miguel Ángel Granados Chapa obtiene indudablemente una calificación de diez. Los materiales que él elaboró en vida son de valor indudable para la construcción de la Historia contemporánea de México, la verdadera Historia de México. No es posible intentar comprender lo que ha estado sucediendo en la última década sin recurrir a sus trabajos. Él tenía la capacidad innata para poder procesar enormes volúmenes de información caótica extrayendo algo de lógica en los sucesos cotidianos.

Sus enemigos y detractores feroces (a ser encontrados principalmente en las filas de la extrema derecha fundamentalista de México) le temían porque sabían que cuando él hablaba lo hacía con pleno conocimiento de causa, apoyado sólidamente por cifras y estadísticas irrebatibles. Esta es precisamente la clase de informadores a la cual le tienen tanto miedo y respeto, los que se dán cuenta exacta de lo que está sucediendo y dicen las cosas tal y como son. Estos hombres son el veneno de las dictaduras de cualquier tipo, porque arrojan luz en donde los hombres malos quisieran ver únicamente las tinieblas que crean. No en vano Granados Chapa fue señalado reiteradamente desde las hordas fundamentalistas de la Organización Nacional del Yunque de ser un “judaizante”, un marxista, e inclusive hasta Gran Maestro masón (sin presentar más pruebas que sus vitriólicas invenciones a las que ya están acostumbrados), sin ser ninguna de estas cosas.

La revista online Contralínea publicó lo siguiente al conocerse la noticia del fallecimiento de Granados Chapa:

Defensor del periodista Granados Chapa: el Zarco de nuestro tiempo
Autor: Álvaro Cepeda Neri
Revista Contralínea 255
16 de octubre del 2011

Al recobrar su salud física, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa de nueva cuenta ha regresado a su siempre innovador oficio, principalmente con sus columnas Plaza Pública, que se divulga en casi todos los matutinos de las 31 entidades, con su epicentro en la capital del país en el periódico Reforma. Y La calle, donde vierte sus reflexiones en lo que el subtítulo de la misma precisa: Diario de un espectador, en el tabloide Metro. En su indispensable y casi cuarentona Plaza Pública de domingo a viernes analiza, con su excelente prosa, el pulso de la vida política, social, cultural y económica, con el pulcro acento de la constitucionalidad.

Así ofrece a sus lectores un punto de vista crítico que alecciona e informa a la opinión pública individual y colectiva de la nación. Al volver a su trabajo, publicó: “Agradezco a los lectores y editores su comprensión por mi ausencia, así como sus mensajes de solidaridad”. Y en su otro espacio: “Gracias por recibirnos de nuevo”.

Por todo el país hay periodistas de gran calidad y calibre, en particular en la prensa escrita. No faltaba más. Los hay en radio y televisión; todos, con diferentes (¡y qué bueno!) pareceres en un pluralismo de ideologías, cultura e ilustración que contribuyen al más amplio abanico de criterios. Tenemos reporteros, ojos y orejas del oficio que, en el ojo del huracán de la criminalidad y los abusos de poder de gobernantes, son figuras clave. Y comentaristas cuyos análisis son necesarios. Con indispensables discrepancias para la convivencia democrática, si es que, como fundamenta el jurista Hans Kelsen en su ensayo Esencia y valor de la democracia: “la democracia es discusión […] En un régimen de libertades constitucionales”, para que prevalezca lo que adjudicamos a Voltaire: “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Es la divisa del periodismo republicano cuyo factor común es: “la democracia debe resolver sus problemas con más democracia”.

Un igual entre nosotros los periodistas es Miguel Ángel Granados Chapa, a quien Humberto Musacchio y este columnista hemos postulado como el Francisco Zarco de nuestro tiempo. La biografía de Francisco Zarco es su obra. Y lo mismo en el caso de Granados Chapa, quien se debe al periodismo en toda su naturaleza humana probada con honradez de todo tipo; en el ejercicio por equilibrar sus juicios y en una entrega caballerosa, educada en la ética democrática y republicana que nos heredó Zarco, el periodista de la República restaurada por Juárez.

Su trayectoria en el periodismo mexicano lo ha hecho el más consecuente heredero y continuador de Zarco. Por eso es que nos hace tanta falta. Y sus ausencias, cuando se ha quebrantado su salud, son más notorias ya que su Plaza Pública, es una brújula. En varias ocasiones ha dejado de publicarla, para alegrarnos con su retorno. Y le va como anillo al dedo lo que el filósofo Bertrand Russell confesó: “Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernador mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad”.
Considerarlo el Zarco contemporáneo está fundamentado, ya que Granados Chapa ha mantenido una trayectoria semejante, en el contexto de cada época; y donde Zarco retrató la propia como si viera la nuestra: “[…] Porque sufrimos hoy una espantosa crisis, y atravesamos una época de verdadera transición”.

Plaza Pública ha sido y es, en esa perspectiva histórica, el puntual análisis de lo que Zarco hizo en su tiempo. Ambos, para decirlo con Luis María Anson: “Son el contrapoder del poder político, somos el contrapoder del poder religioso, somos el contrapoder del poder universitario, somos el contrapoder del poder financiero, del poder económico, del poder cultural. Es decir, estamos al servicio de la sociedad para elogiar al poder cuando el poder acierta […] Para criticar al poder cuando el poder se equivoca, y para denunciar al poder cuando el poder abusa”.

En ambos encontramos la misma vocación, por eso su comparación como iguales y, a través de Zarco, el reconocimiento a Granados Chapa, si alguna distinción le faltara. Defensor de las libertades en general, ha sido un periodista atento en particular a las de pensar, escribir y publicar “escritos sobre cualquier materia”. Defensor de los periodistas, sin cortapisas, donde quiera que son objeto de abusos del poder público, privado y de las delincuencias. Y sin discriminación alguna […] Porque estamos persuadidos [de] que todos tienen el mismo derecho que nosotros para expresar sus ideas, por desemejantes que sean de las nuestras”, escribió Zarco.

Por eso lamentamos las ausencias de Granados Chapa. Y celebramos su retorno al ejercicio cotidiano de su Plaza Pública y La Calle, con las que nosotros, sus lectores, obtenemos una guía para reinterpretar la realidad y juzgarla como ciudadanos. Sin la primera estamos sin un asidero, como los mexicanos de entonces tuvieron a Zarco ofreciendo su punto de vista republicano. La divisa de Granados Chapa es la de Zarco: “Tal vez nos equivocamos, pero creemos que en la democracia debe haber una libertad absoluta para escribir y nada hay tan augusto ni tan sagrado que no pueda ponerse a discusión […] Y que los agentes públicos sepan que tienen que responder de su conducta a la nación, desde el agente de policía hasta el general en jefe de un ejército; desde el subalterno de una oficina, hasta los secretarios de Estado y el presidente de la República”.

In memoriam del Maestro Granados Chapa, otro conocido analista le dedicó el siguiente editorial:

Plaza Pública: se fue la voz, no el espíritu
Lorenzo Meyer
19 de octubre del 2011

Insustituible. La muerte llega por igual para los mejores y para los peores, pero en un ámbito de lo público tan degradado como el nuestro, los peores abundan y cuando desaparecen sobran quienes les reemplacen. Los mejores, en cambio, son tan pocos que cuando uno solo de ellos muere nace un vacío que de tan grande sobrecoge porque da la medida exacta de lo delgada que es la línea de defensa de la moral republicana y lo formidable que son sus adversarios.

Se asegura que en el largo acontecer de la vida colectiva nadie es indispensable, que no hay personaje insustituible. En general, este fragmento de sabiduría vieja es certero, pero también lo es que de tarde en tarde emergen figuras excepcionales, que cuando hacen mutis, su ausencia es tal peso que prácticamente adquieren la calidad de insustituibles. Y ese pareciera ser hoy el caso de Miguel Ángel Granados Chapa y su “Plaza Pública”, ese espació de análisis del acontecer político que por más de tres decenios estuvo presente en la prensa mexicana y cuya última entrega apareció apenas dos días antes de que se apagara la voz de quien lo animó.

Seis días de cada semana “Plaza Pública” proveía el ensayo periodístico que concentraba con eficacia el esfuerzo de observación, selección de datos, síntesis, explicación y buen juicio de Granados Chapa sobre algún hecho de los que conformaban el casi siempre desolado paisaje de la cosa pública mexicana.

Como si esa columna de 34 años no fuera suficiente para desfogar toda su agenda -que era también la agenda nacional-, el singular periodista hacía uso de otros espacios para el mismo fin: el semanario Proceso, un programa de lunes a viernes en Radio Universidad o el que compartía con otros analistas en la mesa dominical de “Encuentro” en televisión por cable. Finalmente estaban sus crónicas parlamentarias y los libros: 16, publicados entre 1968 y 2004. La energía y la amplitud del abanico de temas abordados por Miguel Ángel resultaron asombrosos, pero quizá más asombroso aún -y desconsolador- fue la multiplicidad de asuntos críticos que la realidad acumuló cotidianamente en la mesa de disección del analista.

La idea central, la brújula que guiaba esa disección de la realidad mexicana por el periodista era la democracia o, más bien, su idea de lo que debía ser la vida democrática. Cada trozo examinado por él de la realidad mexicana -política, jurídica, económica, social, cultural- la exponía tal y como la encontraba para luego proceder a mostrar la distancia, a veces enorme, que había entre esa realidad y lo que la democracia -la defensa del interés de los demos, de la mayoría ciudadana- exigía que ocurriera. Granados Chapa era particularmente preciso en su medición y explicación del trecho que había entre lo que realmente acontecía en nuestro país y la norma.

Cualidades. Quienes vieron al autor de “Plaza Pública” elaborar su discurso sobre la marcha, no pudieron menos que asombrarse de su extraordinaria memoria, de su capacidad para recordar y colocar en forma de explicación a hechos, personajes, fechas, circunstancias y resultados. Quien dialogó con él, lo escuchó o lo leyó también pudo comprobar su cuidadoso manejo del lenguaje, en parte producto de su educación legal y sobre todo de las buenas lecturas bien asimiladas.

Sin embargo, la buena memoria es un don de la naturaleza -abunda entre los políticos- y la buena educación legal y literaria no es tan excepcional pero en Granados Chapa había una tercera característica, la más importante, y que no la dan ni las neuronas ni las muchas horas de lectura y estudios de calidad: la honradez, el compromiso sin reservas e irrenunciable con una visión de lo justo, del deber ser.

Esto último fue lo que le permitió combinar al periodista hidalguense conocimiento y manejo del lenguaje con lo que es muy raro en el medio en que se desempeñó: un análisis de la descompuesta realidad mexicana desde la altura de los valores de la democracia, el respeto a los demás y a sí mismo y el patriotismo.

Las dos Formas de Hacer Política. Miguel Ángel tenía pasión por la política pero no necesariamente por practicarla cuando había que asumir el poder. Sólo una vez intentó pasar del análisis a la práctica de la política del poder: cuando en 1968 aceptó ser candidato a gobernador de su maltratado Hidalgo. El proyecto era encabezar una coalición PRD-PAN para enfrentar con posibilidades de éxito a la arraigada maquinaria caciquil y corrupta del PRI en ese estado, pero en el momento decisivo el dirigente del PAN -Felipe Calderón- prefirió a un candidato perdedor pero propio -“un cantante menos que mediocre”- que ver triunfar a un hombre de izquierda e independiente y dejó a Granados sólo con el PRD. Granados siguió adelante a sabiendas que esa dispersión de fuerzas aunadas y falta de recursos le llevaría a la derrota, (Humberto Musacchio, Granados Chapa, [México: Planeta, 2010], pp. 188-189). La pérdida de los hidalguenses fue la ganancia del otro México, el de los lectores.

Finalmente, la política que hizo Granados fue siempre la política no del poder sino de los principios. Como gobernador hubiera sido incorruptible pero hubiera tenido que jugar con las reglas de los otros -de la burocracia, del gobierno federal, de los partidos y de los poderes fácticos- y quien sabe como hubiera concluido su encomienda. En contraste, como actor plenamente independiente de la “Plaza Pública” no ejerció el poder pero dio voz a la parte más vigorosa y demandante de la ciudadanía mexicana y de esa manera atacó el flanco más débil de la clase política y forzó al poder a oírlo. Y ese poder no siempre aguantó los puyazos; Gerardo Sosa, parte de la estructura caciquil de Hidalgo, demandó a Granados por haber prologado el libro de denuncia de Alfredo Rivera -también demandado- contra el porrismo en Hidalgo titulado La sosa nostra, (México: Porrúa, 2004). En este caso, y en este campo -su campo-, Miguel Ángel, ya enfermo pero defendido por alguien que reconocía plenamente sus méritos -la Dra. Perla Gómez- derrotó a la (mala) política del poder. Mientras, desde otra orilla de ese poder, la del legislativo, se le rindieron honores y Felipe Calderón tuvo que atestiguar la entrega de la medalla “Belisario Domínguez” a quien le había regateado el apoyo en Hidalgo.

Pesimismo y Esperanza. Justamente en la entrega de la “Belisario Domínguez” en octubre de 2008, Granados Chapa uso la tribuna del senado para hacer este diagnóstico: “ El poder del dinero y el poder criminal de las armas sustraen ya ahora con marcas crecientes de la vida en común al imperio de la ley y la capacidad rectora del Estado. El ímpetu feroz de la delincuencia organizada parece no reconocer límites, los rompe todos… Los poderes fácticos, los que gobiernan sin haber sido elegidos, los que buscan y obtienen ganancia de negocios que atentan contra el interés general gobiernan en mayor medida que los gobiernos; la lucha de unos y otros poderes ilegítimos contra la sociedad, su éxito en el propósito de dominarla es favorecida por una situación económica, material cada vez más adversa, menos propiciatoria que la prosperidad y la expansión de la potencialidad humana.” El resultado de este conjunto de males ha producido en México “enfermedades del espíritu colectivo” que de no sanarse nos llevarán a la desgracia.

En su última entrega, con la que cerró “Plaza Pública” el gran observador y juzgador de nuestra política, literalmente al borde de la muerte, caracterizó así la situación de nuestro país, envuelto por una masa maloliente resultado de “la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social”

En el senado había llamado a reconstruir o a erigir, pues a lo mejor nunca la habíamos tenido “la casa que nos albergue a todos” y antes de morir confió en que el país pudiera escapar de “la pudrición” pues ésta no era un “destino inexorable”.

Se podía escapar de él. Sin embargo, simplemente expresó esto como un deseo “ingenuo” pues ya no tuvo tiempo de decirnos de que manera podemos mutar.

Sin embargo, en el discurso de 2008 ante los senadores se refirió a la movilización social, a la presencia de los ciudadanos en las plazas y las calles como la energía primaria de la que podría surgir, en estas horas sombrías, la mutación que regenere a nuestra república.

Ojalá el futuro inmediato le dé la razón a quien de hoy en adelante será referencia obligada para entender al México de fines del siglo pasado e inicios del actual.

RESUMEN: “CUATRO CARACTERISTICAS NOTABLES DE MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPAS: SU DOMINIO DE LOS DATOS, EL LENGUAJE PRECISO, LA LOGICA DEL RAZONAMIENTO Y UNA ÉTICA PÚBLICA IRREPROCHABLE. ESA COMBINACIÓN CASI NO SE DA EN NUESTRO MEDIO”

Ante la muerte de Granados Chapa caben las siguientes palabras de Bertolt Brecht:
Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Bertolt Brecht.
Aunque nadie en México podrá reemplazar a Miguel Ángel Granados Chapa porque esta clase de personajes son simplemente insubstituíbles, queda a quienes le sobreviven el deber de seguir su ejemplo y mantener vivo su legado, porque Miguel Ángel Granados Chapa no sólo fue un periodista extraordinario sino uno de los más brillantes maestros del periodismo que haya tenido México.

Descanse en paz el gigante y Maestro de generaciones.