jueves, 23 de diciembre de 2010

Militares genocidas

El 22 de diciembre del 2010, la justicia finalmente alcanzó a uno de los principales genocidas de Argentina, culpable de delitos de lesa humanidad, el cual resultó ser al igual que muchos otros como él un militar nutrido en la ideología de la extrema derecha, en las fantasías mitológicas de la “gran conspiración judía masónica comunista”. Se trata del General-dictador Jorge Videla:







En el día anterior al día en el que se le dictara sentencia, Jorge Videla demostró con todo el cinismo militar del que pudo hacer gala que él al igual que otros militares fermentados en el neo-Nazismo encubierto son incapaces de reconocer y aceptar la magnitud de sus crímenes, y por el contrario, se creen que tuvieron todo el derecho de actuar como salvadores de la humanidad. En el siguiente reportaje se pueden apreciar algunas de sus declaratorias exculpantes emitidas un día anterior al día en que se le encontró culpable de delitos de lesa humanidad:

La Justicia argentina dicta hoy sentencia contra el ex dictador Jorge Videla
Ramy Wurgaft
ElMundo.es
22 de diciembre del 2010

En una nota que hizo llegar a los periodistas, Jorge Rafael Videla les advirtió de que, si han venido a la ciudad de Córdoba a presenciar un drama, “pierden su tiempo”.

Porque el se mantendrá firme, sea cual sea la decisión de los jueces. Esta tarde, el Tribunal Federal número 1 dictará la sentencia del primer presidente de facto de la Dictadura, por el secuestro, la tortura y el asesinato de 31 presos políticos bajo el régimen militar.

El ex teniente-general comparte el banquillo de los acusados con Luciano Benjamín Menéndez, encargado de dirigir las acciones de las Fuerzas Armadas contra la guerrilla en la así llamada Guerra Sucia de la década de los 60 y los 70.

En su alegato de este martes, el así llamado ‘Inquisidor’ o ‘Calígula’ se mostró desafiante. “Aquí no hubo una guerra sucia sino una guerra justa que continúa hasta hoy (¿?). Algunos de los enemigos de la libertad ocupan importantes cargos en el actual Gobierno”, dijo en tono marcial, refiriéndose al Gobierno que preside Cristina Fernández de Kirchner.

Luego dio su propia versión de la época más oscura en la historia de Argentina. “En 1975 el país se hallaba inmerso en un caos por obra de una conspiración internacional en contra de la democracia. A los que pretendieron imponer una tiranía había que perseguirlos como a ratas porque no merecían vivir en este suelo”.

Otros juicios contra él

Los 31 asesinatos que se le imputan al enjuto represor representan tan sólo un episodio menor de su largo y voluminoso prontuario. En 1983, dos años después de restablecerse la democracia en Argentina, Videla fue declarado culpable por el asesinato de otros miles de ciudadanos entre 1976 y 1981.

Por esos crímenes fue sentenciado a reclusión perpetua y destitución de su rango militar. El ex dictador cumplió sólo cinco años de prisión efectiva. El 1990, el por entonces presidente Carlos Menem dictó su excarcelación junto con la otros miembros de las juntas militares y del jefe de la guerrilla de los Montoneros, Mario Eduardo Firmenich.

En 2003, la Justicia alemana pidió su extradición por su responsabilidad en el homicidio de Elizabeth Kaesemann, pero fue sobreseído al no hallarse constancia de un posible delito.

El octubre de 2008 perdió el beneficio de la detención domiciliaria y fue trasladado a la cárcel de Campo de Mayo, en la principal base militar del país.

Es extremadamente importante saber leer entre líneas, ya que bajo las nuevas vertientes del fascismo antisemita español exportado hacia América Latina como un neo-Nazismo hispano existe un acuerdo tácito entre todos estos dementes de que, aunque ellos creen al pie de la letra en todas las patrañas que pregona la literatura neo-fascista antisemita que los alucina, jamás muestran en público la naturaleza verdadera de sus creencias, ocultándola bajo vagas generalidades sin dar los detalles que los delatarían, evitando sacar a flote ante la prensa su rabioso antisemitismo, y Jorge Videla ciertamente no es la excepción a esta regla. Al decir que “en 1975 el país se hallaba inmerso en un caos por obra de una conspiración internacional en contra de la democracia”, Jorge Videla estaba haciendo una alusión sumamente clara ala mítica “gran conspiración judía masónica comunista”. Este es precisamente el motor que mueve a estos genocidas. Esta es la ideología con la cual justifican sus crímenes de lesa humanidad, con todo y que la gran mayoría de sus víctimas no eran ni judíos ni masones ni comunistas sino simples desafortunados que tuvieron la mala suerte de caer en sus manos al igual que los homosexuales y los gitanos que tuvieron la mala suerte de caer en las manos de Hitler. Y al decir que “algunos de los enemigos de la libertad ocupan importantes cargos en el actual Gobierno” refiriéndose al Gobierno que preside Cristina Fernández de Kirchner, los enemigos a los que en su paranoico cerebro se estaba refiriendo Jorge Videla eran, como siempre, los judíos, los masones y los comunistas. Resulta curioso, por no decir aberrante, que habiendo sido Jorge Videla un dictador militar que ciertamente no llegó al poder por el voto popular de los argentinos se haya referido al gobierno presidido por Cristina Fernández de Kirchner como un gobierno infestado por “enemigos de la libertad (que) ocupan importantes cargos en el actual Gobierno” (nuevamente, más judíos, más masones, y más comunistas, al menos en la mente alucinada de Jorge Videla), siendo que Cristina Fernández de Kirchner llegó a su cargo no como resultado de un golpe de Estado sino gracias al voto popular que la favoreció democráticamente sobre otros contendientes, una opción que el General genocida Jorge Videla jamás le dió a los argentinos. Y de hecho Jorge Videla olvida cómodamente de que la razón por la cual cayó su atroz dictadura no fue a causa de una “gran conspiración judía masónica comunista” que lo hubiese sacado del poder, sino a causa del desastre militar en el que incurrió al creer que le era fácil hacerle olvidar al pueblo argentino las consecuencias de su dictadura poniendo en marcha una “gloriosa guerra de recuperación” invadiendo las islas Malvinas, guerra que terminó en un absoluto y contundente desastre para Argentina. En este sentido, Jorge Videla y sus compinches cometieron el mismo error que Hitler, al cual se le hizo fácil ordenar la invasión de Polonia apoderándose de la mitad de su territorio dándole a Stalin la otra mitad, y al cual también se le hizo fácil también ordenar la invasión de Rusia abriendo un frente Oriental cuando Alemania estaba ya comprometida con un frente Occidental. Todos estos militares de pacotilla, creyéndose invencibles dentro de su propio mundo que se han creado para ellos mismos, inevitablemente terminan incurriendo en errores crasos que no sólo les cuesta su caída, sino que terminan arrastrando consigo a la debacle a los millares de tarugos que creyeron en estos “salvadores”.

Sin lugar a dudas, Jorge Videla estaba indignado porque no se le permitió gozar de la misma impunidad de la cual disfrutó toda su vida el también genocida y ultraderechista General golpista chileno Augusto Pinochet:





con quien Jorge Videla y los demás neo-Nazis encubiertos que formaban parte de la Junta Militar argentina siempre tuvieron excelentes relaciones. Todos estos militares ultraderechistas adoradores del militarismo desbocado y de las matanzas a granel, siguiendo el ejemplo del mismo Adolfo Hitler, siempre han sido enemigos acérrimos de la democracia, porque la democracia es algo que nunca les ha convenido ni les ha favorecido para sus actos de prepotencia y sus barbaries genocidas.

Por si alguna duda queda acerca de la calaña de estos carniceros de la extrema derecha que primero sueltan a sus verdugos y asesinos seriales para hacer lo que se les pegue la gana y luego irredentos se proclaman a sí mismos “defensores del mundo libre”, a continuación se presentará un breve resumen gráfico de esa época negra en la historia de Argentina:









Como puede verse en uno de los archivos gráficos, la dictadura militar argentina acumuló unos 30 mil desaparecidos (es curioso ver cómo justo en los días en los que fue proclamado culpable el General Videla por crímenes de lesa humanidad, en México el Procurador General de la República Arturo Chávez Chávez reconocía una cantidad similar de cadáveres acumulados en México a consecuencia de la guerra de legitimación emprendidad por el Presidente de la derecha Felipe Calderón.) Todos esos desaparecidos tenían nombres, rostros, familiares; y como ellos ya no pueden hablar, Spectator les dará un espacio para que la presencia de algunos de ellos sirva como el acusador más terrible que pueda haber en contra de las bestias carniceras que enlutaron a toda una Nación:











Este es precisamente el tipo de cosas que hacen todos aquellos que han sido “entrenados” en la ideología fascista de la ultraderecha, al igual que los Nazis de Hitler lo hicieron con los habitantes de los pueblos a los que iban avasallando en su avance mortífero hacia el dominio del planeta. Como puede apreciarse, matan mujeres y niños. Y lo hacen sin mostrar jamás arrepentimiento alguno. Y encima de ello, ¡se proclaman cristianos, devotos seguidores de las enseñanzas de Jesús!, aunque posiblemente muchos de ellos no dudarían en crucificarlo en su segunda venida por el solo hecho de ser judío.

Para quienes en México, sobre todo aquellos que están enrolados como estudiantes de la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara, les resulte difícil aceptar que se pueda caer tan bajo cuando se ha abrazado un fundamentalismo tan radical como el que enseñan a hurtadillas en ese centro nacional de diseminación del neo-fascismo mexicano, Spectator hablará aquí un poco sobre una de las “glorias militares” del General Videla que está perfectamente documentada, y si no le creen a Spectator pues pueden tomar un boleto de avión hacia Argentina para corroborar lo que aquí se asienta. Se le conoce en Argentina como la noche de los lápices. Así se le llama a la desaparición y tortura acaecida el 16 de septiembre de 1976 durante la dictadura conocida como Proceso de Reorganización Nacional en Argentina, de siete jóvenes estudiantes de entre 16 y 18 años, en su mayoría miembros de la Unión Estudiantil Secundaria (UES), que demandaban en la ciudad de la Plata el Boleto Escolar Secundario (BES) que había sido suprimido por la dictadura militar. El testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, fue fundamental para la reconstrucción y denuncia de estos hechos. Los estudiantes secundarios de La Plata fueron secuestrados de sus casas paternas por algo conocido como “grupos de tareas”. Al rapto siguió la muerte de seis de ellos. Todo ello sin juicio previo, sin acusación formulada ante algún tribunal, sin derecho a una defensa legal como la que tuvo el genocida General Videla. Torturados durante meses antes de hacer desaparecer a seis de ellos, el cruel episodio es evocado a treinta y cuatro años de ocurrido por una gran cantidad de actos, recordaciones escolares y manifestaciones. Arrancados de sus camas con la promesa de que serían devueltos en pocas horas, los chicos de La Noche de los Lápices pasaron por un calvario antes de pasar a integrar la nómina de 232 adolescentes desaparecidos en el país. Llevados al destacamento policial de Arana, convertido en un depósito de presos “por izquierda”, fueron torturados de todas las maneras posibles durante días para sacarles nombres de otros activistas. Extracción en vivo de los ojos, mutilación de partes corporales, sopletes en la cara y en los genitales, ahogamientos simulados en letrinas, exposición a ratas hambrientas, no había absolutamente nada para lo que estos dementes tuvieran una orden de prohibición. Sobre esto todo lo que tuvo que decir el General Videla fueron las palabras “A los que pretendieron imponer una tiranía había que perseguirlos como a ratas porque no merecían vivir en este suelo”. Desde luego, tratándose de una dictadura impuesta por la fuerza de las armas sin voto popular de por medio, para Videla tal cosa no es una tiranía si es de ultraderecha, cuestión de semántica. Y si para el criminal Jorge Videla ocho estudiantes de secundaria que no portaban armas al momento de su secuestro eran tan peligrosos a los ojos de los militares argentinos como para “pretender imponer una tiranía”, pues seguramente razonaron de la misma manera en la que razonaron en México los militares genocidas que llevaron a cabo la matanza estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en 1968. Mismas justificaciones charras, aunque en países distintos. Lejos de ser guerrilleros al servicio de la “gran conspiración judía masónica comunista” que los militares ultraderechistas argentinos sostienen como cierta en sus fantasías, los militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) eran exponentes genuinos de una generación ansiosa de cambios sociales y políticos que hizo su ingreso a la política con el regreso de Perón al país en 1972. Todos hacían trabajos voluntarios de apoyo escolar, sanitario y jurídico en barrios pobres y habían participado en 1975 de las movilizaciones por el boleto estudiantil secundario (BES). Acaso con los destinos marcados de antemano, siete de esos muchachos fueron trasladados al tristemente célebre Pozo de Banfield, de donde sólo uno, Pablo Díaz, salió vivo para contarlo. (El gobierno de Buenos Aires dispuso la transformación de esas antiguas instalaciones cercanas al Camino Negro en un museo de la memoria.) Otros fueron a parar al igualmente execrable Pozo de Quilmes, donde al cabo de varios meses fueron “blanqueados” y permanecieron presos hasta cuatro años a disposición del Poder Ejecutivo sin que se les sustanciara proceso ni acusación formal alguna. La noticia del secuestro de los adolescentes sacudió en su momento a la capital de Argentina, una ciudad orgullosa de su tradición cultural y educativa donde los juzgados comenzaban a llenarse en esos días con unos 2500 pedidos de hábeas corpus. “Fue como un rayo y nos llenó de espanto por la edad de los chicos”, recordó a Télam la también platense Hebe de Bonafini, “porque algunos eran de familias muy conocidas de la ciudad, como Claudia Falcone. Su papá, un hombre recto y extraordinaria persona, había sido intendente peronista y luego fue secuestrado en la búsqueda ”, evocó. Hubo que esperar la restauración democrática para que el impresionante caso se hiciera universalmente conocido cuando los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez reconstruyeron paso a paso el testimonio de Díaz, que en el juicio a los comandantes de 1985 se puso la historia al hombro. Díaz cree aún hoy que la razzia correspondió a un plan perfectamente estructurado por el jefe de policía bonaerense, Ramón Camps, para desarticular lo que en los documentos castrenses se había definido como el “semillero subversivo”. Hubo incluso especulaciones de que la fecha elegida correspondía al aniversario de la llamada Revolución Libertadora, que 21 años antes había depuesto al gobierno constitucional peronista. La historia canónica de La Noche contada por Díaz fue llevada al cine con todo su aliento dramático por Héctor Olivera, y batió récord de espectadores en las salas en 1987, el año que la presión militar se encendió en dos alzamientos liderados por los carapintadas de Aldo Rico. Cuando a fines de setiembre de 1988 fue emitida por Canal 9 con recortes, para no irritar la sensibilidad militar antes que la de un público ávido, el rating rozó los 50 puntos y según reconoció después el general Caridi estuvo a punto de encender la tercera “chirinada”. El espeluznante relato visual recorría con mirada naturalista la galería de tormentos que atravesaron esos chicos hasta creer que la muerte era un final deseable: picana eléctrica, hambre, desnudez, violaciones, capuchas, simulacros de fusilamientos, convivencia con moribundos, obligación de atender a parturientas, incertidumbre ante cada traslado y certezas de adioses definitivos. “En Banfield ellos me gritaban que no los olvide, y que los recuerde siempre. Como sobreviviente, yo respondo a eso”, dijo a Télam Díaz, hoy empresario. Casi ceñida a la lucha por el boleto estudiantil, la historia del esos chicos castigados de manera salvaje, no tardó en instalarse así como un símbolo de los crímenes de la dictadura, que en ese entonces recién empezaban a destaparse. “Fue una forma eficaz de enterarse, sobre todo en aquel momento de fuerte presión militar por los juzgamientos”, estimó el historiador Federico Lorenz, que durante una década organizó exhibiciones y charlas en escuelas secundarias de todo el país.

El peso de la culpa que le toca a México sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en Argentina en la mayor de las impunidades es que al mismo tiempo que se estaban cometiendo todas esas bárbaras atrocidades el Zar de la Ultraderecha gobernando en su pequeño emporio desde la Universidad Autónoma de Guadalajara les echaba “porras” a los militares argentinos y les ofrecía cualquier tipo de ayuda que pudieran necesitar así como indoctrinamiento, una de las especialidades de esta institución.

Jorge Videla es una consecuencia lógica e inevitable de las compañías de extrema derecha con las cuales se juntó desde su niñez y con las cuales creció en su juventud así como de la literatura neo-Nazi radical con la cual fue “convertido” al neo-fascismo, y más cuando las acciones de Jorge Videla recibieron las “bendiciones” de un torcido sacerdote “católico” argentino de la peor ralea, Julio Meinvielle, el mismo que colaboró “espiritualmente” con Carlos Cuesta Gallardo alias “Traian Romanescu” y con Antonio Leaño Alvarez del Castillo en México para forjar bajo el cobijo de la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara la organización clandestina neo-Nazi más poderosa y más temible del continente americano, Los Tecos, precursora de la Organización Nacional del Yunque cuyo objetivo es y siempre ha sido la instauración de un gobierno paralelo secreto en México laborando al amparo de las tinieblas. Ya instalada firmemente la dictadura militar ultraderechista argentina en el poder, si bien no hubo reparos en ejercer una censura casi total elaborando una amplia lista de autores “prohibidos”, no hubo prohibición de ningún género ejercida en contra de reconocidos autores antisemitas neo-Nazis tales como Salvador Borrego, Joaquín Bochaca y “Traian Romanescu”, con la esperanza quizá de que la proliferación de toda esta basura en suelo argentino pudiera caer en suelo fértil propiciando una nueva generación de argentinos “nacionalistas”, moldeados al gusto de la ultraderecha mundial y operando desde la clandestinidad al igual que como operan el Yunque y los Tecos de la Autónoma de Guadalajara en México.

¿Y qué decían o qué hacían los jerarcas de la Iglesia Católica en Argentina cuando ocurrían todas estas atrocidades, cuando se cometían estos crímenes de lesa humanidad? Pues a finales de 1976 la Iglesia católica en Argentina estaba segura de que los represores ganarían, y es por esto que dieron su apoyo abierto al Gobierno. En mayo de 1977 Monseñor Ildefonso Sanserra de San Juan, por iniciativa del Presidente Videla, recibió en la Conferencia Episcopal Argentina a los generales Viola, jefe de Estado Mayor del Ejército, Jáuregui y Martínez (responsables de los servicios de inteligencia). Al finalizar la reunión Monseñor Sanserra informó a la prensa: “... los señores militares nos informaron con amplitud sobre la situación actual del país en el marco de la actividad defensiva y ofensiva contra la guerrilla subversiva que se nos ha impuesto desde adentro y afuera de nuestro territorio... al término de la exposición de los generales hubo un intercambio de ideas en un clima verdaderamente cristiano y patriótico...” Como demuestra la cita, todo era considerado en un clima “cristiano y patriótico”. Existía una verdadera alianza y hasta se podría decir que los genocidas eran “defensores de la fé” de igual modo que eran defensores de la patria. En diciembre de 1977 Monseñor Bonamin en una conferencia en la Universidad Nacional del Litoral dijo: “es una lucha por la República Argentina, por su integridad, pero también por sus altares... esta lucha es una lucha en defensa de la moral, de la dignidad del hombre, es una lucha en defensa de Dios... por ello pido la protección divina en esta guerra sucia en que estamos empeñados...” ¿Podría tomarse esta declaración como una prueba que fue una “Guerra Santa”? Durante el próximo año se sentirían tan triunfantes que hasta el Monseñor Sansierra se daba el lujo de bromear. El 31 de enero de 1978 dijo: “... yo voy a la cárcel y me dejan salir siempre. Nunca me quedo adentro...”. Durante el año 1977 se sintieron fuertes y triunfantes y la Iglesia tenia razón de gozo... El 20 de Noviembre de 1977, Monseñor Bonamin Declaraba como partidario del gobierno de esta forma: “... si pudiera hablar con el gobierno le diría que debemos permanecer firmes en las posiciones que estamos tomando: hay que desestimar las denuncias extranjeras sobre desapariciones...” Y el 26 de mayo de 1978 Monseñor Romulo Garcia de Mar del Plata defendió a la represión de una manera “cristiana”: “... las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos son campañas improvisadas y organizadas por quienes niegan la libertad...” Ya para el año 1979 comenzaba a sentirse la presión extranjera debido a las violaciones de los derechos humanos en virtud de que investigaciones internacionales estaban descubriendo el reinado del terror. El11 de septiembre de 1979, el Monseñor Octavio N. Densi, Obispo auxiliar La Plata y Rector Universidad Católica Argentina, se sintió personalmente afectado por las actividades de las investigaciones internacionales y dijo: “... la CIDH no debería haber venido, el gobierno con gran generosidad la ha aceptado... una comisión extranjera no debería venir a tomarnos examen... la Argentina es uno de los países donde hay más tranquilidad y donde los derechos humanos están más respetados. No veo que en este momento en la Argentina se encarcele, se mate, se atropellen los derechos humanos... ” Monseñor Guillermo Bolaffl de Rosario fue más agresivo el día 13 de septiembre de 1979 al decir: “... cada país debe regular los derechos humanos, no deben ser los extranjeros (la CIDH) los que nos vengan a indicar lo que tenemos que hacer...” Y para mostrar el apoyo del Vaticano a los impostores en el gobierno Monseñor Parodio destinado en el Vaticano en su visita a Mar del Plata declaró: “... ahora se comprende mejor a la Argentina... en Europa hay quienes siempre buscan lo negativo... aquí el rostro de la Argentina se ve más positivamente...” Ya para diciembre de 1979 los crimines eran muy grandes para ocultar y empezaban a reconocerlos y justificarlos. Monseñor Antonio Quarradno de Avellaneda, futuro presidente CEA y cardenal de Buenos Aires dijo: “... en una situación de guerra, los argumentos y los límites éticos entran en un cono de sombra y oscuridad...” De cualquier modo, en marzo de 1981 Monseñor Banamin en la Casa Rosada junto a Videla dijo: “... los miembros de la Junta Militar serán glorificados por las generaciones futuras...” Y en abril de 1982 Monseñor Miguel Medina, vicario General de las Fuerzas Armadas declaró: “... Algunas veces la represión física es necesaria, es obligatoria y como tal, lícita...” Y todavía el 11 de agosto de 1982, después de haber sufrido las humillantes y justas derrotas en el Atlántico Sur con la desastrosa Guerra de las Malvinas, Monseñor Medina declaró: “... es un honor para la Argentina tener la calidad de estas Fuerzas Armadas...” Pero ya para abril de 1983, con el país en crisis y con la justicia a la vista, Monseñor Quarradno declaró: “... es necesaria una ley que yo llamo de olvido, porque sino, no le veo solución. Si no es así, se envenenará más la sociedad Argentina...” El 15 de abril del mismo año podemos ver una especie de revisionismo cuando Monseñor Quarradno declaró: “... no hay que dejarse engañar, hay supuestos desaparecidos que están fuera del país.... hay gente que no figura en las listas, que están en otros lugares de América Latina indocumentados y pasan para mucha gente como si fueran desaparecidos... si son indocumentados y están fuera del país, por algo será, pero me consta que los hay..” Ya para entonces, tratando de evadir la acción de la justicia, los militares argentinos habían forzado la aprobación de una ley autoamnistía, apoyada por Monseñor Quarradno quien declaró el 2 de mayo de 1983 en referencia a dicha ley: “... es valiente y está bien hecha... las protestas individuales de algunos obispos argentinos sobre el contenido del documento son individuales y en consecuencia no pueden ser tomadas en cuenta como la opinión de la CEA...” Cabe agregare en todo esto que muchos sacerdotes se quedaron con sed de sangre y guerra. Se sentían frustrados al no haber podido aniquilar a todos sus opositores como en las inquisiciones y genocidios de antaño. El 23 de enero de 1984 Monseñor Carlos Mariano Pérez de Salta dijo: “... hay que erradicar a las Madres de Plaza de Mayo y a los organismos de derechos humanos que pertenecen a una organización internacional, lo mismo hay que terminar con la exhumación de cadáveres NN que es una infamia para la sociedad...” Y el 30 de julio de 1984 el Padre Christian Von Wernich, capellán de la Policía de Buenos Aires y actual párroco en Bragado declaró a la revista “Siete Días”: “... que me digan que Camps torturó a un negrito que nadie conoce, vaya y pase, pero cómo iba a torturar a Jacobo Timerman, un periodista sobre el cual hubo una constante y decisiva presión mundial... que si no fuera por eso!...” (Estos datos están consignados en la obra La Guerra Sucia: Soldados de Cristo en el Siglo XX, de Elias Bernard.)

En retrospectiva, los representantes de la Iglesia Católica en Argentina incurrieron en el pasado en lo mismo que en lo que está incurriendo hoy en México el Cardenal de los Tecos Juan Sandoval Iñiguez que le ha apostado todo su capital político y también su capital religioso a los fundamentalistas radicales del fascismo más endurecido que pueda haber en el mundo de habla hispana, porque también está convencido que sus allegados “van a ganar”.

En el histórico veredicto emitido el 22 de diciembre del 2010, Jorge Videla fue proclamado culpable de crímenes de lesa humanidad, y condenado a pasar el resto de sus días tras las rejas como resultado de la cadena perpetua que le fue impuesta. Ese mismo día la extrema derecha mundial, incluyendo a los miembros en activo de las organizaciones clandestinas de la derecha radical mexicana como la Organización Nacional del Yunque y los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, elevaron como plañideras un grito doloroso al cielo rasgándose las vestiduras al ver que uno de sus grandes ídolos “nacionalistas” recibía el castigo al cual se había hecho acreedor, y no tardaron mucho tiempo en acusar lacrimosamente derramando su bilis de que el juicio en contra del genocida General Videla había sido un juicio amañado, supuestamente el producto torcido de un tribunal “integrado por puros judíos, masones y comunistas”, mismos señalamientos que en su tiempo hicieran en contra de los Juicios de Nuremberg cuando varios militares Nazis genocidas también fueron encontrados culpables de crímenes de lesa humanidad. En realidad, la afirmación temeraria de que el tribunal argentino que condenó al General Videla era un tribunal “integrado por puros judíos, masones y comunstas” es algo que debe ser puesto en duda de inmediato ya que una afirmación como esta cuando se hace debe ser probada de inmediato más allá de toda duda posible por quienes desde su fundamentalismo radical cuestionan ahora a la justicia argentina, pero estas son cosas que ellos nunca prueban, ya que en sus mentes deformes que todo lo inventan lo dán por hecho y lo toman como dogma sumándolo a los miles de dogmas que han ido acumulando a lo largo de sus vidas. Y si bien los neo-Nazis mexicanos así como los neo-Nazis argentinos y sus compinches alrededor del mundo casi se postraron de rodillas en señal de “duelo nacionalista”, por los centenares de víctimas inocentes del genocida Rafael Videla no hubo en un solo momento una sola lágrima, una sola muestra de compasión humana, una sola muestra de pesar hacia los familiares sobrevivientes; “que al cabo y lo tenían merecido” repiten una y mil veces como exculpante los talibanes de la derecha extremista. Ni siquiera se ponen a pensar en el hecho de que al menos al General Videla se le dió un juicio que él mismo le negó a sus víctimas a las cuales ordenó asesinar en medio de los peores tormentos que pueden ser concebidos por esta clase de gente enferma. De haberle hecho al General Videla algo como lo que le hizo a sus víctimas, en vez de un juicio largo y prolongado simplemente lo habrían rociado de gasolina y le hubieran echado un cerillo para verlo arder en vida antes de pasar a terminar de arder en las llamas del mismo Infierno. Se le dió al General Videla un juicio que realmente no merecía, y en muestra de gratitud todo lo que se obtuvo a cambio de los neo-Nazis y neofascistas fueron pestes y diatribas.

La siguiente fotografía nos muestra a una mujer plenamente convencida de que el juicio en contra del General Videla fue un juicio justo en el que se le aplicó un castigo que ya merecía y que aunque no está ni remotamente en proporción a los crímenes pletóricos de sadismo y monstruosidad ordenados por el General Videla al menos es una pequeñísima compensación a las numerosas víctimas como la mujer que sostiene en sus manos una fotografía de su hijo que fue una de tantas víctimas del militar genocida nutrido en las filas de la ultraderecha argentina:





Si bien el militar genocida Jorge Videla se antoja bastante lejos como para ser motivo de preocupación alguna en México, también México ha tenido y sigue teniendo entre sus filas a militares laborando secretamente al servicio de la causa de la ultraderecha neo-Nazi. Uno de ellos, el principal instrumento de la masacre estudiantil ocurrida en Tlatelolco en 1968, fue el Jefe del Estado Mayor Presidencial, General Luis Gutiérrez Oropeza:





el cual al igual que Jorge Videla jamás admitió culpa alguna en los genocidios que se le atribuyen en México y por el contrario siempre trató de echarle toda la culpa a otros que fueron sus cómplices en sus masacres. Al igual que Jorge Videla de Argentina, nunca habló claramente y sin tapujos ante los medios reconociendo su filiación neo-Nazi, y es necesario leer lo que hay entre líneas en su libro La realidad de los acontecimientos de 1968 (¿?) para darse cuenta de lo que realmente escondía este miserable criminal investido como soldado de alto rango. Al hablar acerca de una conjura en la que involucró al Presidente Lázaro Cárdenas, a la KGB soviética y a la CIA norteamericana, este militar genocida en realidad está haciendo alusión a “la gran conspiración judía masónica comunista”, con un Presidente Lázaro Cárdenas “comunista”, una KGB soviética “comunista controlada por judíos”, y una agencia de inteligencia norteamericana CIA “pro-comunista controlada por judíos”. Así hay que leerlo y así hay que interpretarlo, porque no hay otra forma en la cual se pueda entender la extraña mescolanza hecha por Luis Gutiérrez Oropeza de la KGB rusa y de la CIA norteamericana en los tiempos en los que la guerra fría estaba al máximo. Como lo señala la Alianza Estudiantil Prometeo en el capítulo “La Matanza de Tlatelolco” que forma parte de su brillante trabajo La Ultraderecha Mexicana: Ultimas noticias, jamás hubo prueba alguna de que realmente hubiera existido una “gran conspiración judía masónica comunista” en contra de México en 1968.

La miserable e indiscriminada matanza llevada a cabo por el militar genocida mexicano Luis Gutiérrez Oropeza con los estruendosos aplausos y felicitaciones enviados desde la ultraderecha radicada en la Universidad Autónoma de Guadalajara no es la única barbaridad que se le atribuye a este homicida serial disfrazado con uniforme militar, ya que parece haber tenido un papel principal en el sabotaje de un avión en el que viajaba Carlos Alberto Madrazo, un priista reformista que estaba en uno de los primerísimos lugares en la lista de la sociedad ultraderechista Tecos de la UAG de personajes importantes de la política para eliminar, al cual veían como un enemigo añejo y como un estorbo en caso de que lograra consumar sus planes de abrir a México a la democracia. En la perpetración del acto criminal no le importó en lo absoluto al militar genocida enviar a pique al resto de los pasajeros de la nave que no tenían absolutamente nada que ver con los asuntos del Licenciado Madrazo, ya que en estas acciones las víctimas inocentes son consideradas por esta clase de gente simplemente como daños colaterales “necesarios”. La confirmación de que el extraño accidente aéreo en el que murieron el Licenciado Madrazo y el resto de los pasajeros fue un sabotaje llevado a cabo por Luis Gutiérrez Oropeza es reciente, como podemos verlo en el siguiente artículo que se reproduce íntegramente sin cambio alguno:

De la Madrid orquestó el fraude del 88
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
Revista PROCESO # 1779
12 de diciembre del 2010

En Sobre mis pasos, libro de inminente aparición publicado por Aguilar, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano revela “cómo se robó a los mexicanos y al país la elección federal de 1988”, en la que él fue candidato a la presidencia por el Frente Democrático Nacional. Responsabiliza de ello al entonces presidente Miguel de la Madrid y a su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, y ofrece nuevos elementos en refuerzo de su acusación. También aporta un dato tan sorprendente como inédito: según versiones a las que tuvo acceso, el avionazo en que perdió la vida el exdirigente nacional del PRI Carlos A. Madrazo fue provocado; el autor: Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz. Con la autorización del autor y del sello editorial ofrecemos algunos pasajes del volumen.

La elección

(…) El 6 de julio en compañía de Lázaro y Cuate, de dirigentes del Frente Democrático, de amigos cercanos y rodeados por un apretado enjambre de cámaras y grabadoras de los representantes de todos los medios de información, acudimos Celeste y yo a votar en Polanco, en una casilla ubicada a la vuelta de nuestro departamento.

(…) Pasado el mediodía empezamos a recibir informaciones, de diferentes partes del país, de casillas en las que por la fuerza no se había permitido el acceso a los representantes acreditados del FDN, de su expulsión a punta de pistola en otras. Hubo actitudes violentas de autoridades, de rechazo a las protestas presentadas según los procedimientos de la ley. No esperábamos, con los antecedentes que teníamos, una jornada ni fácil ni tranquila en ese día, pero los reportes de irregularidades, por llamarles de algún modo, sobrepasaban todo lo previsto.

Temprano por la tarde, cuando seguía llegando información de más y más atropellos, por conducto de Porfirio se buscó una reunión con Manuel Clouthier, que se acordó para un par de horas más tarde en el departamento de Luis H. Álvarez, presidente del PAN, en la colonia del Valle. Ahí encontramos al candidato, al dueño de la casa, a Diego Fernández de Cevallos y a Carlos Castillo Peraza. Se convino en redactar un documento que suscribiríamos los candidatos, e invitar a Rosario Ibarra para que también se integrara, a lo que en cuanto se le llamó, accedió.

Se encomendó la redacción del documento a Porfirio y a Carlos Castillo y quedamos que ellos lo llevarían, alrededor de las 9 de la noche, al Hotel Fiesta Americana, frente al Monumento a Colón, para de ahí dirigirnos a Gobernación, donde se encontraba en sesión permanente la Comisión Federal Electoral.

Mientras discutíamos de la protesta en Gobernación, fue cuando el sistema se cayó y se calló, de lo que nos enteramos ya más tarde, razón por la cual en el documento que se redactaba no se hizo alusión a la, a partir de entonces, famosa caída del sistema, a la que me referiré un poco más adelante.

(…) En las afueras de Gobernación encontramos a la gente de los medios informativos, adentro a Manuel Bartlett, que en su calidad de presidente de la Comisión Federal Electoral nos esperaba. Rosario Ibarra, con la representación de todos, ante el pleno de la Comisión reunida, leyó el documento que denominamos Llamado a la legalidad.

(…) Desde que entramos al Salón Juárez se sentía el aire pesado, denso. La situación era sumamente tensa. Durante toda la lectura del documento Manuel Bartlett mantuvo el gesto más adusto que de costumbre. Escuchó y de hecho nada dijo en su respuesta. Salimos y en una terraza de la propia Secretaría, con los representantes de los medios un piso abajo, Rosario Ibarra leyó de nueva cuenta el documento. Cuando terminó, Diego Fernández lanzó el fajo de copias que traía en la mano hacia los reporteros y fotógrafos, en un gesto que a varios nos pareció insolente, nada comedido y poco serio, sobre todo considerando la circunstancia que se estaba viviendo.

La caída del sistema: a confesión de parte, relevo de pruebas

El día de las elecciones, la Comisión Federal Electoral se instaló a partir de las cinco de la tarde en sesión permanente para dar seguimiento a la jornada electoral. Se había tomado el compromiso de que los partidos tendrían acceso, a través de conexiones en paralelo, al sistema de cómputo de la Comisión para conocer al mismo tiempo que ésta, cómo se fuera dando el flujo de los votos. Por la tarde, después del cierre de las casillas, empezaron a llegar los números de los diferentes distritos. Uno de los primeros resultados que llegaron y se hicieron públicos en el seno de la Comisión Electoral fue el correspondiente al distrito con cabecera en Tula, del estado de Hidalgo.

Reunido el pleno de la Comisión, presidido como la ley lo establecía por el secretario de Gobernación, aparecieron en pantalla y se dio lectura, en actitud triunfalista, a las cifras oficiales de la elección en el distrito de Tula, favorables, señalaban, al candidato oficial. Y ahí sucedió lo inesperado para los representantes del gobierno y del partido oficial: el representante del PARM pidió la palabra y dijo que tenía en su poder y exhibió el acta levantada en la junta distrital, firmada por los funcionarios electorales y por los representantes de todos los partidos, incluido el PRI, con cifras distintas a las presentadas como oficiales.

En ese momento se interrumpió la sesión y se interrumpió igualmente la presentación de datos de la elección al pleno de la Comisión, el hacer éstos públicos y que los partidos pudieran tener acceso a la información que llegaba a la Comisión. Fue entonces cuando se cayó y se calló el sistema. La información oficial sobre los resultados electorales se suspendió más de 72 horas y sólo se contó con la que los partidos tenían consignadas en las actas de casilla que sus representantes pudieron colectar. En el caso del Frente Democrático no fueron las correspondientes a todas, pues debido a la incipiente organización no había sido posible designar y contar con representantes en la totalidad de las casillas.

Al darse la controversia entre las cifras oficiales y las que presentó el representante del PARM correspondientes al distrito con cabecera en Tula, de inmediato se informó al presidente Miguel de la Madrid; éste dio la instrucción de suspender el flujo de la información al presidente de la Comisión Federal Electoral, Manuel Bartlett, y de paso a José Newman Valenzuela, director del Registro Nacional de Electores, institución responsable de operar el sistema de cómputo e información electoral. Funcionó con dos contabilidades, la alterada, que se empezó a hacer pública hasta antes de que se callara y se cayera el sistema de información, y la real, que se decidió desde un principio ocultar, a cargo de Óscar de Lassé, quien operaba este sistema paralelo por encomienda del secretario de Gobernación.

Robo

En su libro Cambio de rumbo. Testimonio de una presidencia: 1982-1988, publicado en 2004, Miguel de la Madrid escribe que al descubrírsele la maniobra, él desde luego lo dice con otras palabras: “… se dejó de dar dicha información, pues los funcionarios de los comités distritales se dedicaron de lleno a analizar y computar las casillas que les correspondían, a fin de llegar al resultado oficial.” Esto es, se suspendió la información oficial pero no para analizar y computar, pues sería una ingenuidad creerlo así, sino para manipular las cifras y ponerlas a tono con el fraude, o sea, con el que quería presentarse como resultado oficial.

Aunque no había números oficiales, en los partidos del Frente se estaba recibiendo información de representantes en las casillas y de candidatos y se trataba de reunir el mayor número posible de actas de casilla, para conocer cómo se estaban dando en la realidad las distintas elecciones: la presidencial, las de senadores y de diputados.

Los datos que pudo reunir el Frente Democrático respecto a la elección presidencial fueron llegando como sigue:

El 7 de julio, al día siguiente de la elección, se habían recibido datos de casillas que en conjunto sumaban 2 millones 724 mil 7 votos, 14.2 % del total (que al final ascenderían a 19 millones 143 mil 12), de los que correspondía 26.61 % al PAN, 26.76% al PRI y 40.16% al FDN.

El 9, dos días después, con 6 millones 709 mil 351 votos que representaban 35 % del total, 25.19% eran votos del PAN, 32.69% del PRI y 38.8% del Frente.

El 12 de julio, que fue el último día que se recibió información que todavía se podía considerar confiable, pues eran cada vez mayores y más claras las evidencias de un fraude masivo y generalizado, se contaban 10 millones 355 mil 293 votos, que serían 54.09% del total oficial, de los cuales 21.38 % eran votos a favor del PAN, 35.76% del PRI y 39.4% del FDN. Esos votos correspondían a 30 mil casillas, 54.5 % de todas las instaladas en el país.

Mirando hacia atrás y llevando años de navegar con cifras electorales y de dar seguimiento a elecciones bien conducidas en otros países, tendría que pensarse que con 54 % de los votos y de los sitios de votación se establece una tendencia que no varía mayormente respecto al resultado final. No sucedió así en nuestra elección de 1988 y Miguel de la Madrid confiesa en el libro sobre su presidencia que realizados los cómputos en 30 mil casillas, se dejó “pendiente el desglose de la información de otras 25 mil, de las que sólo se dieron resultados agregados por distrito”. Es decir, lo que De la Madrid confiesa a fin de cuentas en su libro es que no se contaron los votos de 25 mil casillas, 45.5 % del total, o que se contaron pero no se hicieron oficiales y los que se presentaron como tales, nunca casilla por casilla y candidato por candidato, sólo fueron los agregados por distrito, como él les llama.

Esta es, sin duda, la más clara confesión de Miguel de la Madrid de cómo se robó a los mexicanos y al país la elección federal de 1988. Más allá de explicaciones y deslindes hechos o que vayan a hacerse, contó con la complicidad de su secretario de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral Manuel Bartlett, de José Newman Valenzuela, de Óscar de Lassé y de otros más, cuyos nombres y número no conocemos y quizá no lleguemos nunca a conocer, funcionarios mayores y menores vinculados de distintas maneras con aquel proceso electoral.

(…) Para terminar con este tema, vuelvo al libro de Miguel de la Madrid, en el que también se lee que al mismo tiempo que ordenó a su secretario de Gobernación no dar más datos sobre la elección, instruyó al Presidente del PRI, Jorge de la Vega, para que se presentara ante los medios de información y declarara que la elección la había ganado el candidato del PRI, pues necesitábamos “darlo por sentado (el triunfo del PRI) el día 7, ante el peligro de que cundiera la convicción que Cuauhtémoc había ganado en todo el país”. Hasta aquí De la Madrid y como dicen los abogados, a confesión de parte, relevo de pruebas.

Mi entrevista con Carlos Salinas

Después de hacerse públicos los resultados oficiales de la elección, Manuel Camacho se acercó a Jorge Martínez Rosillo, que me había estado acompañando en distintos momentos de la campaña y con quien Camacho tenía también amistad. Le planteó la posibilidad de reunirme con Carlos Salinas. Rosillo me lo comentó y después de reflexionar sobre ello, accedí, fijándose como fecha del encuentro el 29 de julio, en la casa de Manuel Aguilera.

Ese día, alrededor de las ocho y media de la noche, pasó a buscarme Jorge Rosillo. Había pedido a Roberto Robles Garnica que me acompañara y los tres nos dirigimos a la casa de Aguilera. Ahí me encontré con Carlos Salinas, acompañado por Manuel Camacho. El dueño de la casa nos recibió, nos invitó a pasar a un salón separado del cuerpo principal de la casa y se retiró con Roberto Robles y Jorge Rosillo, dejándome con Salinas y Manuel Camacho para que conversáramos.

Salinas y yo expusimos nuestras visiones de las campañas que habíamos realizado, yo hice referencia al fraude electoral y a la necesidad de limpiar la elección. A lo largo de la conversación, que debe haberse prolongado por alrededor de hora y media, recurrentemente me preguntaba qué quería, a lo que todas las veces que hizo esa pregunta respondí que lo único que quería era que se limpiara la elección.

Propuse incluso que se tomara una muestra diseñada por quienes manejaran cuestiones estadísticas, que pensaba podía ser de unas mil casillas, que se contaran sus votos y si se detectaban irregularidades respecto a las cifras oficiales correspondientes, se procediera al recuento del resto. Si no se detectaban irregularidades, se aceptaría el resultado que se estaba dando como oficial. No obtuvo ninguna otra respuesta de mi parte y finalmente convinimos en que para diseñar y llevar a cabo el muestreo de las mil casillas o las que se determinaran se reunirían, por parte de él, Manuel Camacho, y en mi representación Antonio Ortiz Salinas y Roberto Robles Garnica. Días después, efectivamente se reunieron, quizá en dos o tres ocasiones, sin llegar a acuerdo o resultado alguno.

Escéptico respecto a lo que pudiera derivarse de aquellas reuniones, pensé que lo menos que podía hacerse era explorar esa posibilidad, para ver si por ahí se abría una rendija por la cual documentar y revertir el fraude. Siempre he considerado útil dialogar aun con quien pudiera considerar el más acérrimo adversario. En el curso del encuentro, ninguno de los dos varió su posición. Salinas lo último que en realidad quería era limpiar la elección y poco o nada le importaba que del fraude surgiera un gobierno carente de legitimidad.

Esperaba muy probablemente que en la plática hubiera de mi parte la petición de senadurías y diputaciones, algún cargo para mí y para otros dirigentes del FDN, concesiones, eventualmente dinero, a cambio de que reconociera un resultado electoral que sólo mediante una absoluta falta de ética, moralidad y responsabilidad podía haber reconocido como válido.

Estimo que la conducta que he seguido con posterioridad a este hecho, muestra que lo tratado en aquella ocasión quedó en lo que he dicho, en nada respecto a la limpieza de la elección y en que se mantuvo una firme confrontación política con el régimen surgido del fraude.

Una conversación sobre el 68 y algo más

En 2004 sostuve una conversación con un amigo militar de alta graduación, hoy en situación de retiro, que me permitió confirmar hechos que yo suponía cómo se habían dado, relacionados con los acontecimientos del 68.

Me dijo mi amigo en esa ocasión que, según lo que él sabía, aquel 2 de octubre el gobierno esperaba que los dirigentes del movimiento estudiantil anunciaran una tregua en sus exigencias y movilizaciones hasta pasados los Juegos Olímpicos. Pero antes de que esto sucediera, tiradores empezaron a disparar desde lo alto de los edificios contra los paracaidistas, que era el único contingente del Ejército que en ese momento se encontraba en el lugar. Cuando miembros de este cuerpo, ya herido su comandante, el general Hernández Toledo, fueron tras los tiradores, se encontraron con que se trataba de personal del Ejército, de judiciales y agentes de Sinaloa (por qué de Sinaloa, comentó, ¿quién sabe?) con un guante blanco, como identificación. Esa gente, me dijo, estaba al mando del Estado Mayor Presidencial, cuyo jefe era el general Luis Gutiérrez Oropeza.

Le comenté algo que para mí reforzaba el hecho de que el responsable militar de aquella agresión hubiera sido Gutiérrez Oropeza: la ocasión en que, pocos días después de desplomarse el avión en el que perdieron la vida el licenciado Carlos Madrazo, su esposa y todos los pasajeros de aquel vuelo comercial que se dirigía a Monterrey –oficialmente se reportó como un accidente– el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, había visitado a mi padre en la casa de Andes. Le dijo con los ojos rasos de lágrimas (según lo refirió mi padre a mi madre, la que hasta años después me lo contó), entre otras cosas, que la caída del avión en el que viajaba Madrazo se había debido a un acto de sabotaje, preparado y mandado por Gutiérrez Oropeza, quien era dado al uso de la violencia y el presidente se lo permitía.

El militar con el que platiqué me dijo también que en aquella época él era oficial de baja graduación y en esa condición tuvo conocimiento de un hecho que puede relacionarse con el anterior: el licenciado Madrazo tenía como ayudante a un capitán Levy, retirado, que lo acompañaba a todas partes; por razones que desconocía, no había ido con él en el vuelo a Monterrey en el que perdió la vida y que días después del accidente, en un bar de la Zona Rosa en el que estaba bebiendo abundantemente, agentes de la Dirección Federal de Seguridad, en ese tiempo al mando de Fernando Gutiérrez Barrios, lo escucharon lamentarse con altisonantes calificativos para el gobierno. Eso no le pareció a los agentes y por decisión propia lo detuvieron y se lo llevaron a un edificio en las calles de Morelia, en la Colonia Roma, donde lo golpearon con brutalidad.

Alguien informó a familiares de Levy que gente con apariencia de policías se habían llevado al capitán, lo que hicieron saber al secretario de la Defensa, García Barragán, con el que llevaban amistad. Éste de inmediato mandó detener a los agentes que por la fuerza y sin facultad alguna habían detenido a Levy. García Barragán llamó en ese momento a Gutiérrez Barrios, al que habló golpeado y muy molesto, ordenándole se presentara con él y diciéndole además le llevara inmediatamente a Levy, agregando que a sus agentes se los devolvería en las mismas condiciones en que él recibiera a Levy. Gutiérrez Barrios llegó muy serio, nervioso, con Levy fuertemente golpeado y en esas mismas condiciones le fueron devueltos poco después sus agentes de la Federal de Seguridad. Levy fue entonces reincorporado al Ejército, dejando su condición de retirado, y el secretario le dio instrucciones de irse a Cuautla, donde le ordenó permanecer. Mi amigo militar no me dijo qué fue posteriormente de Levy.

Es muy posible que los Tecos a instancias de su creador Antonio Leaño Alvarez del Castillo (en esos años aún no existía el Yunque aunque estaba ya en una etapa preliminar de formación a manos de los mismos Tecos) los indoctrinadores de Luis Gutiérrez Oropeza, después de calentarle el cerebro con tractos de extrema derecha como los de Salvador Borrego, le hayan calentado aún más la cabeza haciéndole creer que el Capitán Levy era un judío que estaba conspirando junto con Carlos A. Madrazo para la instauración definitiva en México de un gobierno marxista-leninista, y que había que actuar “de inmediato” eliminándolos a ambos. Todo apunta en este sentido y forma parte de la historia de México que aún no ha sido aclarada en su totalidad. Y como buen patriota “nacionalista”, Luis Gutiérrez “salvó” a México tal y como se lo han de haber pedido los Tecos, ampliando su ya de por sí larga lista de crímenes. Y a los Tecos les hizo el favor de retrasar por décadas una posible apertura democrática que le hubiera complicado enormemente en la actualidad sus planes a la Organización Nacional del Yunque.

De cualquier manera, e indudablemente protegido por los Tecos que empezaban a infiltrar las altas esferas del gobierno, Luis Gutiérrez Oropeza corrió con mejor suerte que el General argentino Jorge Videla, ya que jamás pisó la cárcel y retuvo todos sus privilegios y todos sus derechos hasta el día en el que murió tranquilamente en la más absoluta impunidad, sin que un solo judío, masón o comunista le tocara jamás un solo pelo de la cabeza (lo cual tal vez habrá puesto a dudar a Luis Gutiérrez Oropeza en su lecho de muerte acerca de la realidad de la mitológica fábula conspiratoria que sus indoctrinadores ultraderechistas le metieron en el cerebro).

Y si bien el asesino serial y militar de alto rango Luis Gutiérrez Oropeza ya es cosa del pasado, se debe aceptar que en estos mismos momentos la extrema derecha mexicana ya debe tener reclutados entre sus filas a varios militares desalmados también de alto rango, indoctrinados y fanatizados hasta la médula en la fantasía de la “gran conspiración judía masónica comunista”. listos para repetir un genocidio como el que se llevó a cabo en 1968, inclusive tal vez preparados para dar un golpe de Estado e instaurar en México un gobierno militar como el del General Videla en Argentina, el del General Augusto Pinochet en Chile, el del Generalísimo Francisco Franco en España, y el del General Victoriano Huerta en México, usando como pretexto para el golpe de Estado el mismo pretexto usado por el militar ultraderechista argentino Jorge Videla, esto es, la “ingobernabilidad en la que ha caído el país convirtiéndolo en un estado fallido”, misma ingobernabilidad que, dicho sea de paso, no es obra ni de judíos, ni de masones, ni de comunistas, sino consecuencia de la guerra de legitimación en contra de las organizaciones dedicadas al narcotráfico que fue proclamada en forma unilateral sin consultar al Congreso y sin pedirle parecer al pueblo de México por el Presidente de las derechas Felipe Calderón, y sin más plan sobre la mesa que la intención de legitimarse como Presidente al no haber llegado a la Presidencia ni siquiera con la quinta parte del voto popular. En pocas palabras, México puede terminar igual o peor que Argentina. Y ya sabemos cómo les fue a los argentinos con sus propios genocidas. Esto es lo que está en juego en estos momentos en los que la ultraderecha encubierta oprime con fuerza cada vez mayor su garra sobre todo México a través de un PAN-Gobierno ávido de eternizarse en el poder.


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POST SCRIPTUM:


Como un corolario a lo anterior, apareció publicado el siguiente análisis que dá seguimiento al ejemplo dado por la justicia argentina así como las repercusiones que este asunto puede tener para México tarde o temprano:

Las barbas del vecino
Raúl Jiménez Vázquez
Revista Siempre!
17 de enero del 2011

Dos noticias decembrinas surcaron el firmamento internacional. Una, se refiere al fallo emitido por la Corte Penal de París en torno a las atrocidades del régimen pinochetista. Otra, alude a la condena de reclusión a perpetuidad impuesta al general Jorge Videla —ex jefe de la junta militar argentina— por un tribunal de Córdoba.

Ambos acontecimientos ponen de manifiesto que quienes abusan del poder, quienes perpetran crímenes de Estado, quienes incurren en violaciones trascendentales a los derechos humanos, tarde o temprano tienen que rendir cuentas de sus actos.

Estremecedoras, a más no poder, fueron las palabras vertidas por el venerable jurista Stephne Hessel —uno de los redactores de la portentosa Declaración Universal de los Derechos Humanos— ante la Corte francesa: “Para mí, este juicio representa un paso adelante porque vivimos en un mundo en que los crímenes impunes pesan sobre la conciencia internacional”.

Tales conceptos fueron el preludio de la severa sentencia condenatoria dictada en contra del general Manuel Contreras y otros ex integrantes de la DINA —policía secreta de la dictadura conosureña—, en la que se hicieron valer los principios fundacionales del derecho penal internacional consagrados en el estatuto y la sentencia del tribunal de Nuremberg. Los acusados fueron declarados penalmente responsables de crímenes de lesa humanidad consistentes en la tortura y desaparición de cuatro franco-chilenos.

Más allá del caso concreto, el juicio sirvió para evidenciar las estructuras, estrategias y rutinas con las que se llevaron a cabo los horrendos ataques a la dignidad humana. Ello significó la reivindicación de los titánicos esfuerzos desplegados por el grupo de abogados chilenos encabezado por el brillante jurista Eduardo Contreras a fin de someter a Pinochet al mecanismo del reproche criminal, propósito que sólo la muerte del inefable golpista pudo frustrar. También constituye un tributo a los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quienes al resolver el caso Almonacid Arellano sentaron una valiosa pauta jurisprudencial acerca de la nulidad intrínseca de las amnistías otorgadas a los genocidas que asolaron la tierra que vio nacer al poeta Pablo Neruda.

La pena impuesta al general Videla es mucho más emblemática. Para llegar a ese resultado hubo de desarrollarse una increíble secuela política y normativa. El 28 de abril de 1983 los miembros de la junta militar dieron a conocer un informe final en el que se acogieron al argumento de la obediencia debida y se sometieron al juicio de la historia. Inmediatamente después expidieron un acta institucional y una ley de autoamnistía, es decir, los genocidas se exoneraron a sí mismos.

Ante esos hechos, el ex candidato presidencial Raúl Alfonsín hizo un pronunciamiento en términos de que, además del veredicto histórico, los militares también tenían que sujetarse a la justicia civil. Uno de sus primeros actos de gobierno fue la promulgación de una ley anulatoria de la autoamnistía, lo que facilitó la instauración del llamado “juicio del siglo” en contra de los generales Videla, Viola y Galtieri, entre otros inculpados.

Más tarde, los condenados se vieron beneficiados con sendos indultos concedidos por el presidente Menem y con la entrada en vigor de la Ley de Obediencia Debida y la Ley de Punto Final, ordenamientos que fueron anulados tanto por la Corte de San José como por la Corte Argentina. Otro tanto ocurrió con los indultos.

Fue así como finalmente se llegó a un segundo juicio. Al anciano Videla se le atribuyó la comisión de crímenes de lesa humanidad consistentes en tortura y asesinato de 31 presos políticos recluidos en un penal de Córdoba, lo que mereció el fincamiento de la sanción de la cadena perpetua.

Las experiencias de derecho comparado a las que se está haciendo mención son el cristal en que debe proyectarse la realidad mexicana. La voluntad política y jurídica mostrada por los jueces franceses y argentinos brilla por su ausencia en nuestro suelo patrio. Aún continúan impunes los crímenes de derecho penal internacional inherentes a la masacre del 2 de octubre de 1968, a la matanza del 10 de junio de 1971, a las atrocidades perpetradas a lo largo de la guerra sucia, a los actos de barbarie ejecutados en la ermita de Acteal, por señalar algunos ejemplos.

La guerra antinarco encierra un conflicto armado de carácter interno sujeto a las reglas humanitarias previstas en el artículo tercero común de los cuatro Convenios de Ginebra, cuyas violaciones graves son tipificatorias de crímenes que están previstos y sancionados en el Estatuto de Roma, al que el Estado mexicano se adhirió en forma incondicional.

Por consiguiente, dada la inacción en el plano penalístico interno, los presuntos comportamientos punibles eventualmente podrían ser investigados y procesados por la Corte Penal Internacional.

La paremiología es la rama de la lingüística que se ocupa del estudio de los adagios, dichos y refranes, a los cuales el tratadista John Austin denominó “frases performativas” porque permiten hacer cosas con palabras. Uno de esos adagios —por cierto, magistralmente consagrado en una de las estampas de la obra cumbre El Quijote de la Mancha— en su introito reza como sigue: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…”

Quizá dándose cuenta de que el poco tiempo que le quede de vida lo terminará pudriéndose en una mazmorra, y siendo ya inútil tratar de negar lo que sucedió, el genocida militar argentino Rafael Videla abrió su boca (¡por fin!) para reconocer que las razones por las cuales está purgando una bien merecida condena eran ciertas, como correcto fue el veredicto de los jueces que lo encontraron culpable, como verídicas fueron las pruebas y los testimonios presentados en su contra que terminaron hundiéndolo. Pero al igual que los Nazis alemanes que no querían que el mundo se enterase del exterminio colosal que estuvieron llevando a cabo en los campos de concentración manteniendo incluso a los mismos ciudadanos alemanes en la más absoluta ignorancia sin mencionar nada al respecto e incluso desmantelando a toda prisa los hornos crematorios y destruyendo todas las evidencias que los condenaban, los fascistas militares argentinos también se preocuparon sobremanera por tapar sus crímenes que al final de cuentas salieron a la luz, como lo consigna la siguiente nota:

Revela ex represor 8 mil asesinatos y desapariciones
NOTIMEX
13 de abril del 2012

El ex dictador argentino Jorge Rafael Videla confesó por primera vez, después de 36 años, que en el último régimen militar (1976-1983) fueron asesinadas y desaparecidas entre siete mil y ocho mil personas, informaron dos portales.

Las revelaciones del ex represor están plasmadas en el libro ‘Disposición Final’ del escritor Ceferino Reato, de próxima aparición y cuyos avances fueron publicados ayer por los portales de los diarios La Nación y Perfil.

A lo largo de varias entrevistas con el autor, Videla reconoció que la dictadura mató a miles de detenidos y luego hizo desaparecer sus cuerpos “para no provocar protestas dentro y fuera del país”.

Agregó que “cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo de una muerte”, y se justificó con el argumento de que “no había otra solución”.

El ex dictador contó que en la cúpula militar estaba de acuerdo que las desapariciones eran el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta”.

Afirmó que “había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas”.

También reconoció que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho.

“Era una persona (Santucho) que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar”, dijo.

El ex represor, que fue condenado a cadena perpetua por haber cometido crímenes de lesa humanidad, aclaró que durante la dictadura argentina no se utilizó el concepto “solución final”, sino el de “disposición final” para justificar los asesinatos.

Videla, de 86 años de edad, encabezó el golpe de Estado cometido el 24 de marzo de 1976 contra la mandataria María Estela Martínez de Perón y fue presidente de facto hasta 1981, cuando fue sustituido por el ex represor Roberto Eduardo Viola.

De acuerdo con los organismos de derechos humanos, durante la dictadura argentina, que concluyó en 1983, fueron desaparecidas 30 mil personas luego de haber sido llevadas a los centros clandestinos de detención.

No hay que olvidar que este sanguinario carnicero no llegó a la Presidencia de Argentina como resultado de un acuerdo democrático entre la población. Nadie votó por él. Él, al igual que otros que comparten su ideología bizarra, detestan la democracia y son enemigos acérrimos de la democracia. Al menos eso aprendieron bien de Hitler, Francisco Franco, Benito Mussolini y Augusto Pinochet. Porque en lo demás, la hiena militar de Argentina no tuvo el valor (o la cobardía) de seguir el ejemplo de Hitler tomando una pistola entre sus manos para volarse la tapa de los sesos antes de ser enjuiciado y ser expuesto ante los ojos del mundo como el criminal que siempre fue. Prefirió afrontar la humillación pública, creyendo quizá que por algún milagro “nacionalista y patriótico” sería exonerado como se ha hecho en México y en España con asesinos de su talla.

A ninguna de las millares de víctimas del genocidio argentino se les concedió jamás un juicio presentando cargos en contra de ellas y dándoles una oportunidad de poder contar con una defensa legal. Todos los recursos de jurisprudencia de los que se precia Occidente empezando por el mismo Derecho Romano fueron hechos a un lado para simplemente matarlos desapareciendo los cadáveres y manteniendo a la sociedad argentina engañada todo ese tiempo con puros cuentos de hadas. Ninguna de las víctimas del demente Rafael Videla recibió en vida el juicio que sí se le dió al mismo Videla y en el cual los fiscales pudieron desintegrarlo en mil pedazos antes de que los Jueces lo proclamaran culpable ante el enorme peso de las evidencias. En su momento, la justificante secreta (no la justificación pública, o sea el combate a la subversión callejera con olor a comunismo) usada por los militares argentinos para llevar a cabo el genocidio era que supuestamente estaban luchando en contra de esa fantasía de la propaganda Nazi conocida y propalada en literatura de corte extremista como el cuento fascista de “la gran conspiración judía masónica comunista”. En cierta forma, algo parecido sucedió en México tanto durante la terrible matanza de Tlatelolco como durante el bárbaro Jueves de Corpus así como en la guerra sucia subsecuente, con la diferencia de que en México ninguno de los criminales (empezando por el ex-Presidente Luis Echeverría Álvarez) han sido llevados jamás a prisión como se hizo en Argentina, protegidos por los adalides del actual PAN-Gobierno que siempre vieron con buenos ojos que se combatiera con genocidios, guerras secretas y desapariciones todo aquello que pudiera oler a una “gran conspiración judía masónica comunista” según lo pregona la propaganda de la extrema derecha. En rigor de verdad, no hubo analista en México que creyera que con la salida del PRI de Los Pinos en el año 2000 se les echaría el guante a ninguno de los asesinos, y efectivamente, las derechas ultraconservadoras una vez en el poder le extendieron su manto protector a los genocidas de México.

El asesinato indiscriminado de cientos o millares de jóvenes argentinos no es lo único que carga en su conciencia la ultraderecha argentina epitomizada en sus generalotes de pacotilla. También son culpables de otros delitos tales como el robo de infantes, como lo documenta la siguiente nota informativa:

Condenan a Videla por robo de bebés
Reciben otros ex represores penas de hasta 30 años
José Vales
EL UNIVERSAL
6 de julio del 2012

Los ex dictadores argentinos Jorge Videla y Reynaldo Bignone recibieron ayer dos nuevas condenas para sumar a su ya considerable colección. El tribunal oral número seis les sumó 50 y 15 años, respectivamente, tras encontrarlos culpables por apropiación ilegal de menores durante la última dictadura, junto a un grupo de represores entre los que se destaca el ex capitán Jorge El Tigre Acosta.

Después de un largo proceso, que demandó 15 años de investigación (y fue la única causa que no se detuvo a pesar de las leyes de impunidad), Videla sumó esta sentencia a la que ya tenía de cadena perpetua por delitos de lesa humanidad; Acosta fue sentenciado a 30 años de prisión y el ex almirante Oscar Vañek a 40 años. El ex comandante de Institutos Militares, Santiago Omar Riveros, recibió 20 años, y el ex prefecto Juan Antonio Azic 14 años de prisión.

La investigación se hizo sobre 35 casos de apropiación ilegal, entre ellos el de la actual diputada Victoria Donda, quien fue robada por el propio Azic, aun cuando ella es sobrina de otro represor, Julio Palito Donda, quien operaba junto con Azic en las catacumbas de la ESMA. Al médico Jorge Magnacco, quien también operó en la ESMA, le cayó una condena de 10 años de cárcel, mientras que al ex capitán Víctor Gallo y su mujer, Susana Colombo, 15 y 5 años, respectivamente; el ex almirante Rubén Omar Franco y el ex agente de inteligencia Eduardo Ruffo fueron absueltos.

“Este fallo no repara solamente a las víctimas, sus familiares y amigos, sino a la sociedad toda. La sentencia de hoy será un triunfo colectivo conseguido gracias a la búsqueda sostenida de justicia de los organismos de derechos humanos, las víctimas, los familiares y organizaciones sociales y políticas de todo el país”, expresó Donda, al tiempo que militantes de organismos de derechos humanos y las Abuelas de Plaza de Mayo, celebraban dentro del recinto y en las puertas de los tribunales de la zona de Retiro.

Durante el juicio, Victoria Montenegro denunció la complicidad del fiscal Juan Martín El Potro Romero Victorica con su apropiador, el ex coronel Herman Tetzlaff y su esposa María del Carmen Duartes, hecho que inmediatamente provocó su renuncia a la fiscalía.

“Llamar a las cosas por su nombre nos va a hacer mejor a todos y este juicio cierra muchos años de lucha”, expresó Montenegro al término de la lectura de los fallos por parte de los jueces. Videla se mostró serio y altivo. En su caso ya había pronunciado sus últimas palabras la semana pasada, cuando negó que hubiera existido un plan sistemático para robar niños y argumentó que “las mujeres guerrilleras usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de operar como combatientes”. Estas declaraciones fueron leídas por los abogados de la querella como una provocación de su parte.

Organizaciones humanitarias estiman que 105 niños robados durante la dictadura han recuperado su identidad, pero hay más de 400 denuncias pendientes.

En este rubro, los militares fascistas argentinos demostraron ser no muy diferentes a los Nazis de la Alemania Hitleriana, los cuales también incurrieron en el mismo delito. Tal vez en esta coincidencia algo tenga que ver el hecho de que al derrumbarse el Tercer Reich muchos oficiales Nazis se escaparon hacia el continente americano, aterrizando precisamente en la Argentina del General Juan Domingo Perón que les dió cobijo a estos dementes que se llevaron consigo sus ideologías de extrema derecha y su fanatismo Hitleriano para inculcárselos personalmente a dementes “nacionalistas” como los que formaron parte del Ejército argentino (todavía quedan algunos de estos fascistas en el Ejército de Argentina, aunque ahora son mucho más discretos y mucho menos vocales, y es posible que se hayan organizado en sociedades secretas de ultraderecha tomándole el ejemplo a otras como la Organización Nacional del Yunque de México).

2 Comments:

Blogger kdt said...

pufff, cada vez peor, jesuítas judaizados...
hebra kadischa

goltiath..

sábado, 12 febrero, 2011  
Blogger Spectator2006 said...

Habracadabra, patas de cabra.

domingo, 29 abril, 2012  

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