jueves, 28 de octubre de 2010

El camino “correcto”

A estas alturas, el mundo entero ya se ha dado cuenta de que México, co-gobernado por la dupla derecha-ultraderecha, co-gobernado por la infernal dupla PAN-Yunque, va camino directo hacia el despeñadero por la vía del fast-track.

Desafortunadamente, el hombre vanidoso y soberbio que arrojó a toda una Nación al marasmo con su guerra de legitimación para lograr con acciones espectaculares de poder la legitimidad y credibilidad que no pudo obtener en las urnas en las elecciones presidenciales del 2006, obstinado y testarudo se rehusa con toda la tosudez del mundo a admitir su error, aunque su terquedad esté traduciéndose en millares de muertos que se siguen sumando a los que ya lleva acumulados su más que nefasto gobierno. Nadie, ni siquiera su propia esposa, lo puede sacar de su cerrazón en la que insiste con la convicción propia de un fundamentalista Talibán en que México va por el camino correcto.

¿El camino correcto?

Veamos lo que nos tiene que decir el siguiente analista:

Drogas, estrategias encontradas
José A. Crespo
20 de marzo del 2010

No debiera sorprender a los estadounidenses que la narcoviolencia mexicana haya alcanzado a sus funcionarios consulares. Es imposible llevar a cabo un esquema de confrontación armada contra los cárteles, y pretender que eso no va a generar violencia en escaladas cada vez mayores. ¿Deben considerarse los asesinatos a diplomáticos de Estados Unidos como una señal más de que la guerra contra los capos se va ganando o debe verse como indicio de que las cosas se van saliendo cada vez más de control? Por la reacción de los estadounidenses, parece más lo segundo que lo primero. Hay que recordar, en todo caso, que así como los de Estados Unidos torcieron el brazo de Vicente Fox para que no sacara al Ejército de esta guerra (como era la intención original del guanajuatense), tuvieron mucho que ver en la profundización del conflicto al inicio de este gobierno: hubo una propuesta en ese sentido, planteada por los funcionarios de la DEA Karen Tandy y David Gaddis, a Eduardo Medina-Mora y a Genaro García Luna, en octubre de 2006 (El Universal, 26/I/10).

En Japón, Calderón se ufanó de los resultados arrojados por su estrategia: “Hay muchos muertos porque la estrategia es correcta y los muertos, casi todos… son de las bandas de los cárteles. Luego entonces vamos ganando la guerra” (1/II/10). Pero, a horas de eso, tuvo lugar el asesinato de 15 jóvenes en Ciudad Juárez, y entonces a Felipe no le quedó más remedio que mover su mira a Estados Unidos, como responsable último de este fenómeno: “Ese consumidor de drogas más grande del mundo no tiene el menor empacho… en vender hacia nuestro país todas las armas que puede... Se necesita, por un lado, parar el tráfico de armas hacia mi país… y reducir el consumo de drogas en Estados Unidos, vecino de esta ciudad” (3/II/10). Pero lo que destaca Calderón como requisitos para que su estrategia tenga éxito –reducción del consumo de drogas en Estados Unidos, y control de la venta ilícita de armas– simple y sencillamente no va a suceder. Si son esas las condiciones indispensables para ganar esta guerra, entonces podemos darla por perdida. Por ejemplo, según el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de Estados Unidos, han entrado a México, en los últimos tres años, aproximadamente 900 mil armas. En contraparte, según autoridades mexicanas, durante este gobierno se han decomisado 30 mil armas, es decir, apenas 3 por ciento del total de armas ilegales que ha entrado en el mismo lapso. Y los legisladores de allá han dicho de todas las formas que no habrá una regulación más restrictiva, porque eso afectaría grandes intereses económicos del país.

Muchos en México y Estados Unidos pensamos que los costos de combatir la oferta de drogas con violencia tienden a superar los que genera el consumo. La DEA utiliza desde hace décadas un ejemplo para justificar la prohibición y el combate abierto a las drogas: pregunta a quién le gustaría tener como vecinos del barrio a algunos adictos. A nadie, supongo, pero resulta peor y más riesgoso que en ese barrio vivan los que producen y trafican las drogas. Es mucho más peligroso. El primer ejemplo se aplica más a Estados Unidos (mucho consumo de drogas con poca narcoviolencia), mientras que el segundo caso es más aplicable a México (poco consumo relativo de drogas, con mucha violencia producto del combate armado a los cárteles).

Y precisamente porque es peor pelear con traficantes que convivir con adictos, Estados Unidos ha elegido una estrategia de no confrontación con los capos de allá (los productores y distribuidores de diversos tipos de droga), aunque el consumo siga siendo el mayor del mundo. Si como dice nuestra canciller, Patricia Espinosa, es indispensable que Estados Unidos combata a sus narcos, nos quedaremos esperando (mientras crece nuestra espiral de violencia). Nunca lo van a hacer: aprendieron bien la lección de la guerra contra el alcohol. Más aún, van en sentido contrario, pues avanza la despenalización de la mariguana por motivos terapéuticos, pero también se explora ya en California su legalización para fines recreativos. Es decir, México y Estados Unidos aplican estrategias distintas, incluso encontradas.

Ha dicho Fernando Gómez Mont que “las sociedades de México y Estados Unidos están pagando un precio muy alto en términos económicos y de vidas humanas por el tráfico y consumo de drogas” (17/III/10). Sí, claro, pero, ¿es el mismo costo? ¿Cuál de los dos esquemas es menos dañino para la población? ¿Mucho consumo con poca violencia (Estados Unidos) o poco consumo con mucha violencia (México)?

Y en respuesta a uno de tantos pronunciamientos de Felipe Calderón, este publicado en LA JORNADA el martes 26 de octubre del 2010, afirmando de nueva cuenta como disco rayado que en relación a su guerra de legitimación en contra de la delincuencia organizada “vamos por el camino correcto”, un comentarista norteño de nombre José Ignacio Gallardo Baquier de la vapuleada ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, una ciudad en vías de extinción, dijo al día siguiente: “¿En verdad vamos por el camino correcto? Cuando escucho hablar al presidente de México de que la estrategia implantada por su gobierno para combatir al crimen organizado va en el rumbo correcto no puedo más que preguntarme a cuál camino se refiere. Si el camino es la devastación de nuestra querida ciudad, si el rumbo es provocar el colapso de esta otrora pujante comunidad, sí, coincido con el Presidente, vamos precisamente en el camino correcto. Pero si lo que se pretendía era restablecer la paz social, la armonía entre los ciudadanos y el dinamismo de nuestra querida Ciudad Juárez, definitivamente no, no podemos hablar de que vamos avanzando en la resolución de los grandes problemas que enfrentamos desde hace casi tres años en esta frontera. Es más, parece que ni siquiera se ha empezado por conocer en su totalidad todos los factores que están generando la inédita crisis que en estos momentos atravesamos. Este fallido intento de rescate encabezado por las tres instancias de gobierno se inició sin todavía saber cómo se va a terminar. Las cifras son frías y muy evidentes, y tal vez en este caso nos den claridad sobre la penumbra en la que nos encontramos. En el 2007 se registraron poco más de 300 ejecuciones en esta frontera, cuando se inicia el Operativo Conjunto Chihuahua en el 2008 la cifra de ejecutados se elevó por encima de los 1600, el año 2009 cerró con más de 2600 muertes, para finales de este mes de octubre se estará rebasando el cierre del año pasado, lo que nos indica que con toda seguridad 2010 cerrará siendo el año más violento para mi querida Juárez, en lo que va del sexenio calderonista y en su historia reciente. Cuando se solicita la intervención del gobierno federal ante el fracaso de las instancias municipal y estatal y ante lo delicado de la situación, se pensaba que con su llegada entraríamos en una pronunciada disminución de la violencia que se desbordaba en las calles; sin embargo. los meses y los años han pasado y de manera alarmante vemos el efecto contrario al esperado. Las muertes se han multiplicado exponencialmente, las ejecuciones se han vuelto cada día más innecesariamente despiadadas y más estúpidamente crueles. El éxodo de juarenses es ya incuantificable al igual que las millonarias pérdidas del empresariado local. Locales vacíos, comercios incendiados, pánico y estrés colectivo, depresión generalizada, marchas de ciudadanos encolerizados, pero el gobierno federal insiste en su discurso triunfalista, de que vamos en el rumbo correcto. Una cascada de perturbantes hechos tiene presa a esta región; apenas estábamos comentando el apoyo ciudadano a la marcha encabezada por la comunidad de médicos en donde manifestaron su hartazgo por la situación que los tiene contra la pared, cuando nos despertamos el sábado con una nueva masacre, ahora en Horizontes del Sur. Muchos no pueden creer que de nuevo el infierno se haga presente ante una población que aún no se repone del horror que se vive con tragedias como la de Villas de Salvárcar, una comunidad que continúa sufriendo y aunque no se repone aún de las anteriores injusticias, ya está recibiendo una más. ¿Es este el camino correcto? ¿Para qué? ¿Para quiénes? Porque es más que claro que para los juarenses no. A dónde pretenden llevarnos por este camino. A un callejón sin salida, a una trampa, a un despeñadero ¿a dónde? ¿Qué entiende el presidente por camino correcto? Los que no nos hemos marchado de esta frontera estamos muy preocupados cuando el presidente Calderón dice que ni un paso atrás en esta absurda y costosa guerra. Afirma un día sí y otro también que los operativos continuarán con paso redoblado, pésele a quien le pese, no importando los daños colaterales, que por cierto para él parecen no significar mayor importancia. Lo más delicado es que los juarenses ya no podemos dar un solo paso más al frente, porque aquí estamos al borde...del precipicio.”

El siguiente editorialista es más claro aún sobre la descomposición generalizada en la que está cayendo toda una nación al aferrarse un Presidente vanidoso y soberbio incapaz de reconocer sus errores a sus malas decisiones tomadas por circunstancias puramente políticas:

Masacres juveniles, réquiem por el gobierno
Jenaro Villamil
Agencia APRO
26 de octubre del 2010

Una nueva matanza de adolescentes en Ciudad Juárez, Chihuahua, cimbra a todo el mundo. Y en Tijuana, Baja California, se repite con saña la historia de una masacre de jóvenes en centros de recuperación. El miedo entre estudiantes de Monterrey, Nuevo León, recorre las principales universidades de esta capital financiera. Y nadie se atreve a salir ya a las calles de Matamoros o Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Las organizaciones defensoras de derechos humanos hablan ya de un “genocidio de jóvenes”, especialmente en Juárez. Uno no sabe si duele más saber que la mayoría de los 14 acribillados en la urbe fronteriza son menores de 20 años, estudiantes de secundaria y preparatoria, o que sus victimarios sean también adolescentes que han perdido cualquier noción de presente y de vida.

Había una mujer embarazada entre los asesinados. Y Marta Arteaga, la anfitriona, de 30 años, fue acribillada. Dejó seis hijos huérfanos. Uno de sus vástagos era el festejado, muerto también.

Los sicarios forman parte de un comando que entró a aquella fiesta privada en la colonia Horizontes del Sur, a dos kilómetros de Salvárcar, el mismo barrio donde fueron masacrados un número similar de adolescentes, en enero de 2010.

Cuentan las crónicas que los asistentes festejaban en el patio de una casa tan humilde como millones de hogares mexicanos. Un hombre de cerca de 20 años llegó hasta el centro de la concurrencia. Gritó quién era el propietario de un automóvil estacionado en el exterior.

Al no haber respuesta, sacó de sus ropas una pistola y comenzó a disparar a diestra y siniestra. “¡Acaben con ellos!”, ordenó.

Fue la señal para que los sicarios, adolescentes encapuchados, salieran de un convoy de siete camiones y rafaguearan durante cinco minutos a los presentes. Mataron a 12 e hirieron a 16. Dos murieron después.

Entre las pocas víctimas fotografiadas está un joven que intentó huir por el estacionamiento delantero de la casa. Su rostro inerte, pelado a rape, de apenas 16 años, yace en el suelo. La expresión lo dice todo. Es la síntesis del juvenicidio imparable en Ciudad Juárez. “Los mocosos muertos”, dijo alguien.

Los vecinos llamaron a las fuerzas policiacas. Tardaron más de 20 minutos en llegar, según diversos testimonios. Nadie vio, nadie escuchó. Las fuerzas del orden que mantienen sitiada Juárez ignoraron a un convoy de siete vehículos que huyó en la noche, en el desierto, en la oscuridad ominosa de la impunidad que acompaña cada una de estas masacres. Siete en menos de 20 meses. Más de cien muertos, el 80% menores de 18 años.

Una de esas masacres fue la ocurrida en marzo de 2009 en el Cereso de Juárez. Entraron al penal a matar a presuntos integrantes de las bandas de los Mexicles y Los Artistas Asesinos. Sus verdugos fueron, al parecer, Los Aztecas.

El gobierno de Felipe Calderón saturó a Juárez de elementos policiacos a partir del operativo Todos Somos Juárez, después de los sucesos en Salvárcar. Prometió que vigilarían las calles y los rincones de la ciudad. Pero nada ha cambiado. La situación es peor. En Ciudad Juárez ya hay más muertos que efectivos estadunidenses caídos en la guerra de Irak.

Los “hombres de ley” también ingresan a los domicilios, a los negocios, a las fiestas para catear, amedrentar, extorsionar o sembrar el miedo. Y son tan escasos los operativos que han resuelto algo.

Recuerdo que en Ciudad Juárez ganaron Pascual Orozco y Pancho Villa, en 1911, la batalla definitiva para darle el triunfo al movimiento maderista. Ahí murió el régimen de Porfirio Díaz. ¿Será en este mismo sitio donde esté muriendo un régimen incapaz de defender con un mínimo de eficacia a sus ciudadanos? ¿Se atreverán a volvernos a decir que se tratan de “ajustes de cuentas” entre pandilleros?

Calderón y el gobernador César Duarte pronuncian frases huecas. “Con tristeza y profunda indignación el gobierno federal manifiesta su más enérgico repudio al asesinato de varios jóvenes en Ciudad Juárez”, escribe Calderón en su cuenta de Twitter. ¿Repudio? ¿Indignación? El presidente es el titular del Ejecutivo federal, no una ONG que se pronuncia frente a un suceso. ¿A qué se compromete? ¿Qué medida va a tomar? ¿Volverá a pagar miles de millones de pesos en spots para que la pantalla comercial no mencione esta derrota de su “guerra” infame?

Comienzo a leer el libro Ciudad del crimen, de Charles Bowden, y vuelvo a estremecerme:

“El periodista puede morir por cometer un error…

“Eso es porque hay dos Méxicos.

“Uno es el que aparece en la prensa de Estados Unidos, un lugar donde el presidente está peleando una guerra valiente contra las fuerzas malignas del mundo de las drogas y utilizando, como guerrero, al incorruptible Ejército Mexicano. Este México tiene periódicos, tribunales, leyes y es considerado una república humana por el gobierno de Estados Unidos.

“Esto no existe.

“Hay un segundo México, donde la guerra es para las drogas, donde la policía y el Ejército pelean por su tajada, donde la prensa es controlada a fuerza de asesinar periodistas o con una dieta permanente de sobornos, y donde la línea entre el gobierno y el mundo de la droga nunca ha existido…

“Hay dos maneras de perder la cordura en Juárez. Una de ellas es creer que la violencia proviene de la guerra de cárteles. La otra es la pretensión de comprender qué hay detrás de cada asesinato. Lo único cierto es que diversos grupos –las pandillas, el Ejército, la policía de la ciudad, la policía estatal, la Policía Federal-- están matando a personas en Juárez como resultado de las ganancias de la droga”.

Apenas hace tres días, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, comandada por Genaro García Luna, anunció --con todo el despliegue mediático que acostumbra-- la detención de 13 presuntos integrantes de La Línea, el brazo armado del cártel de Juárez, y se ufanó de que con ese golpe esa red de sicarios quedaba “prácticamente desmantelada”.

Y ahora todo quedó en los términos que describe Bowden.

La muerte es una industria en Ciudad Juárez. La violencia es el pase automático, la aduana para quien busque permanecer en esta ciudad, pero también en Reynosa, en Matamoros y cada vez más en Monterrey.

Si hace unos cinco años el nombre de Juárez era mundialmente conocido por los crímenes de más de 400 mujeres (de los que ni 10% se ha resuelto), ahora es el epicentro de lo que Bowden llama “un nuevo campo de exterminio de la economía global”.

Del feminicidio al juvenicidio. ¿O debemos decir el Juaricidio?

¿Quieren matar una ciudad, una civilización, un enclave fronterizo?

En Juárez se mata por una grapa, se mata por menos de mil pesos, se mata porque tener armas es lo único que unifica “el poder” de soldados, pandilleros, policías, sicarios, narcos, psicópatas, juniors con poder.

El fácil acceso a las armas que cruzan la frontera de Estados Unidos intoxica tanto o más que los picaderos que han proliferado por toda la ciudad. Juárez es el epicentro de una economía de la violencia. Y Washington sólo se indigna o cierra su consulado.

www.jenarovillamil.wordpress.com

En las elecciones presidenciales del 2006, los agoreros de la ultraderecha se estuvieron desgarrando las vestiduras repitiendo el lema de campaña de Felipe Calderón que en su guerra sucia mediática y con la ayuda de TELEVISA estuvo afirmando sin parar que el candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador era todo un peligro para México. Parte del pueblo de México mordió el anzuelo, la suficiente como para darle una repetición con un segundo sexenio en el poder a la conspiración nacional para llevar al país por el rumbo por el cual lo quieren llevar quienes tienen su propia agenda secreta. Y ahora, a cuatro años después de que lo importante para Felipe Calderón era ganar haiga sido como haiga sido, México ahora va -según él- por el camino correcto.

Sí, claro. Los mexicanos, sobre todo los millones que no comparten con Felipe Calderón y con los Yunques y los Tecos de la UAG las mieles del poder, van todos juntos de la mano por el camino correcto hacia donde lo están llevando quienes están en el poder en estos momentos con ganas de sobra para perpetuarse en el mismo por los siglos de los siglos, para permanecer así sin cambio alguno en el “luminoso sendero” de el camino correcto. Parece ser el nuevo slogan que hoy reemplaza al ya obsoleto lema de campaña que acusó sin cesar al otro candidato presidencial de ser un “peligro para México”, seguramente porque él jamás hubiera llevado a México por el camino correcto a lo largo del cual está siendo llevado por Felipe Calderón.