martes, 20 de diciembre de 2011

Orígenes ocultos del genocidio del 68 - 6a parte



Se ha dado hasta este punto la reproducción íntegra de un documento original de la época, el cual retrató en forma fidedigna los inicios del conflicto estudiantil en 1968.

Es un hecho perfectamente documentado y corroborado por numerosos testigos y reporteros de medios informativos que los hechos que culminarían en la gran y terrible masacre de Tlatelolco comenzaron casi inocentemente el 22 de julio de 1968 con un partido de football callejero celebrado entre alumnos de una preparatoria particular incorporada a la UNAM (la Isaac Ochoterena) y de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) que jugaban en la Plaza de la Ciudadela (irónicamente, el mismo sitio que 55 años antes se cubrió de cadáveres durante los eventos de la llamada “Decena Trágica” por culpa directa del traidor General golpista Victoriano Huerta tan admirado en los círculos secretos de la extrema derecha contemporánea de México) a causa de una falta cometida sobre uno de los jugadores desencadena un pleito entre los jovencitos. Los jóvenes que terminaron peleándose entre sí no eran ni comunistas, ni masones, ni agentes de la KGB soviética, ni agitadores profesionales, y mucho menos judíos conspirando para derrocar al gobierno de México e instalar “un gobierno marxista”. Eran jóvenes peleando entre ellos como puede ocurrir y ocurre en cualquier juego callejero en cualquier ciudad del mundo. El pleito principal fue entre dos pandillas: “Los Arañas” y “Los Ciudadelos”, encabezadas respectivamente por Alfonso “El Johnny” Torres Saavedra. Y aunque esperaban un supuesto ataque de los porros de la preparatoria 5, comandados por “El King Kong” y “El Superman”, estos nunca llegaron ése día. La siguiente toma fotográfica documenta el pleito callejero entre los jóvenes:





En contraposición con las alarmistas versiones oficiales usadas para justificar una represión militar brutal como las que se darían tiempo después en Chile y Argentina, una represión alimentada con la histeria de una supuesta subversión e insurrección comunista para derrocar al gobierno de México e instalar en su lugar una dictadura totalitaria de corte estalinista, en ninguna parte del documento reproducido en las entradas anteriores se ven ni masones, ni judíos, ni marxistas cuya presencia en el conflicto pudiera dar pie para suponer como ciertas las burdas patrañas ultraderechistas de una “gran conspiración judía masónica comunista” propaladas en la literatura de corte extremista que ya circulaba a raudales en aquellos días. Y sin embargo, tales patrañas fueron las que movieron a fin de cuentas al régimen autoritario de Gustavo Díaz Ordaz, que junto con el hijo predilecto y distinguido de Jalisco Marcelino García Barragán asumieron el papel de gorilas en la errada creencia de que realmente estaban salvando a México (y salvándose a sí mismos y a sus familiares cercanos) de la susodicha conspiración judía a la cual el tirano alemán Adolfo Hitler incapaz de admitir error alguno en sus últimos momentos de locura le echó toda la culpa de su derrota, una conspiración que nunca existió por haber nacido como resultado de uno de los fraudes literarios más grandes de todos los tiempos. Al final de cuentas, para lo único que sirvió el aplastamiento ejercido con toda la brutalidad concebible por chacales adiestrados para tal efecto fue para darle tiempo a las fuerzas ocultas que ya estaban infiltrando las instituciones gubernamentales para irse posicionando mejor llevando a cabo algo que nadie ajeno a la conjura creería posible de que fuera llevado a cabo, continuándose con la incrustación de peligrosos caballos de Troya en posiciones clave del gobierno y de la sociedad. Ellos fueron al final de cuentas los únicos beneficiarios. El aplastamiento ni siquiera sirvió para abrir a México a una verdadera y auténtica democracia, ya que después del genocidio las cosas siguieron igual que antes, para beneficio de los verdaderos conspiradores que continuaron usurpando las debilidades inherentes del régimen de partido único en beneficio propio. Consumada la terrible masacre aquél 2 de octubre de 1968, sobre la cual ya se ha escrito mucho material en otras fuentes y bitácoras como para tener que repetirlo todo aquí, es menester voltear los ojos a la ciudad de Guadalajara en donde nació y creció la terrible conspiración que hoy asola a toda una nación. Con los ríos de mucha sangre inocente aún fresca sobre el suelo de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, aparecieron en los periódicos de la ciudad de Guadalajara unos desplegados en donde la Universidad Autónoma de Guadalajara sin empacho alguno felicitaba abiertamente al Ejército mexicano por haber puesto las cosas “en orden”, al gusto del neofascismo mexicano (en realidad, estas felicitaciones no estaban dirigidas a los soldados de base, a las tropas de infantería, ni siquiera a los sargentos o los tenientes que no tenían en sus manos la autoridad para llevar a cabo sin una orden superior una carnicería como ésta, las felicitaciones estaban encausadas al General Marcelino García Barragán al cual se le daba mérito y gloria por haber “salvado” a México). Y estas felicitaciones calurosas dadas por la Universidad Autónoma de Guadalajara al Ejército mexicano por haber llevado a cabo la feroz masacre en contra de estudiantes de la UNAM se dieron en los mismos meses en los que la Universidad Autónoma de Guadalajara se estaba promocionando a sí misma buscando atraer nuevos estudiantes con el señuelo mercadotécnico de que los estudiantes que graduaran de la UAG recibirían títulos profesionales expedidos por la misma UNAM. Igual o hasta peor que el perro que muerde la mano al que le da de comer, mostrando la típica ingratitud que distingue a la gente que ha decidido adoptar la mentalidad de la extrema derecha.

Todas las evidencias graficas que pudieran ser encontradas por los agentes y las fuerzas gubernamentales fueron destruídas en su totalidad porque los planificadores de la matanza sabían perfectamente que estaban incurriendo en crímenes de lesa humanidad, y al igual que los Nazis alemanes que procedieron a desmantelar a toda prisa los hornos crematorios en los campos de concentración para borrar las huellas físicas de su gigantesca maquinaria de muerte, los Nazis mexicanos hicieron la misma cosa para no dejar mucho con lo que pudieran ser juzgados en un futuro cercano como lo que realmente eran, unos psicópatas desbocados dando rienda suelta a su insania criminal. De cualquier modo, no se puede considerar completo este trabajo sin incluír algunas de las poquísimas evidencias gráficas que milagrosamente se salvaron de la amplia destrucción llevada a cabo por los agentes del gobierno diazordacista, las cuales dan fé muda de que los simios entrenados de la soldadesca mexicana para tal matanza se comportaron como verdaderos cerdos carniceros mostrando una falsa valentía en contra de jóvenes que no podían responderles con ningún tipo de armamento. Quien aún crea ilusamente que es posible entablar algún tipo de diálogo con gente que ha sido indoctrinada con propaganda de la extrema derecha, trátese de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, trátese de militantes de la poderosa Organización Nacional del Yunque, trátese de cualquiera de sus organizaciones satélites, o trátese de gente al servicio incondicional de ellos dentro o fuera de las instituciones gubernamentales, debe estudiar estas fotografías detenidamente para tomar plena conciencia de que cualquier tipo de diálogo con esta gente de mentalidad cerrada es imposible:

























Contrariamente a lo que puedan sugerir o pregonar en su propaganda enajenante y en sus libros doctrinarios los alucinados revisionistas de la extrema derecha, los que fueron masacrados brutalmente con plena alevosía y ventaja en Tlatelolco en 1968 no eran “agentes subversivos del marxismo al servicio de la Unión Soviética“”, tampoco eran judíos Haredim convocando a una rebelión para derrocar al gobierno unipartidista de México con la finalidad de tratar de fundar una enclave sionista en el corazón del país, y mucho menos eran masones. Eran jóvenes y niños. Eran el futuro de México. Ninguna “gran conspiración judía masónica comunista”. aquí. Simple y sencillamente fue una masacre atroz ordenada por gente paranoica que estaba convencida en las mismas ficciones que dieron sustento al Nazismo alemán, usando tales cuentos como su justificación para la planeación y la comisión de atrocidades sin nombre con las cuales se mancharon de sangre hasta los tobillos.

Además de la búsqueda extensa de todos los archivos gráficos que se pudieran encontrar en los que hubiera quedado constancia alguna de la enorme carnicería que se había llevado a cabo, esto con la finalidad de destruír todas esas fotografías recurriendo para ello a todo el personal disponible dentro de la nómina oficial de la Secretaría de Gobernación y la Dirección Federal de Seguridad, borrando con ello las evidencias del crimen, entre otras acciones inmediatas que se llevaron a cabo estuvo la movilización de una amplia cantidad de recursos y de agentes de la ultraderecha infiltrados dentro del gobierno federal y en los medios de comunicación para deslindar de culpabilidad al principal carnicero de todos, al General Marcelino García Barragán, cumpliéndole de este modo las promesas que seguramente le habían hecho los ultraderechistas de Jalisco de que su nombre no solo no quedaría manchado pese a la magnitud del delito cometido sino que inclusive sería honrado y glorificado en el futuro como uno de los más grandes e ilustres hijos del Estado de Jalisco, lo cual lograron con el paso del tiempo, logrando que sus restos fueran depositados en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres en lugar de que fueran echados a un lugar meritorio de recibir los despojos de un carnicero de tal naturaleza que terminó traicionando a México y a su propia investidura militar al forjar hermandad con una causa maldita que hoy está enquistándose en el poder y convirtiéndose en la más terrible amenaza que se pueda dar en el continente americano. El haberle podido hacer a un lado sus ingentes crímenes al General carnicero para que se le pudiera honrar como hijo ilustre del Estado de Jalisco es una muestra del enorme poderío que la extrema derecha encubierta de México ha logrado amasar así como la enorme capacidad que ha acumulado para desinformar y reescribir la Historia a su antojo.

Como ya se vió previamente, la revista Por qué? documentó el inicio de la militarización del conflicto estudiantil con el bazookazo directo enviado por tropas del Ejército nacional. Las siguientes fotografías documentan el bazookazo con el que fue destruida la puerta colonial barroca de la Preparatoria de San Idelfonso labrada en el siglo XVIII, tras lo cual entraron los soldados a bayoneta calada interviniendo en el Instituto Politéctnico Nacional y en la Universidad Nacional Autónoma de México como si fueran cuarteles enemigos en tiempos de guerra:











La siguiente fotografía dá constancia de un documento desclasificado que muestra el parte militar oficial sobre el bazookazo con el cual los simios disciplinados del “glorioso” Ejército mexicano entraron a sangre y fuego a bayoneta calada para empezar con el aplastamiento de lo que en los estratos superiores del gobierno diazordacista se tomaba como una extensión hacia México de la mítica “gran conspiración judía masónica comunista”:





Tras el bazookazo, y absteniéndose con sumo cuidado de mencionar la palabra “judío” o “judía” aunque ciertamente pensando en ello en sus interiores, el regente de la Ciudad de México convertido clandestinamente en la mayor de las secrecías a la causa de la extrema derecha mexicana, General Alfonso Corona del Rosal, declaró a los medios: “Existe un plan de subversión y agitación perfectamente planeado (…) en mi opinión, se trata de elementos del Partido Comunista”. Y así, de este modo, a una semana de celebrarse un partido de football entre jóvenes estudiantes que había terminado en un pleito callejero, el conflicto estudiantil empezó a ser combatido “heroicamente” por el “glorioso” Ejército mexicano comandado por el ultraderechista encubierto de Jalisco y Secretario de la Defensa Nacional General Marcelino García Barragán.

La histeria anticomunista fomentada entre los más altos niveles de la administración diazordacista con la ayuda de propaganda y literatura neofascista antijudía como Derrota Mundial de Salvador Borrego Escalante, Israel Manda de un tal “Duque de la Victoria” (muy posiblemente uno de los principales fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Antonio Leaño Alvarez del Castillo) y La Gran Conspiración Judía de Traian Romanescu así como la diseminación activa y subrepticia de tales prejuicios dentro del gabinete presidencial a través de intermediarios de peso como el mismo Secretario de la Defensa Nacional Marcelino García Barragán llegó a tales extremos en los estratos superiores del gobierno unipartidista mexicano, que inclusive el célebre caricaturista Eduardo del Río “Rius” (galardonado el 30 de octubre del 2011 con el Premio Nacional de Periodismo 2010 por su trayectoria periodística), autor de cómics famosos como Los Supermachos y Los agachados:





fue secuestrado al año siguente de la matanza de Tlatelolco por agentes de seguridad del gobierno federal porque lo veían “desde arriba” (léase, desde la cúpula de la sociedad secreta Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara de la cual estaban emanando las directivas que el Secretario de la Defensa Nacional y ex-Gobernador de Jalisco Marcelino García Barragán le estaba haciendo llegar como “consejos” y “recomendaciones” en la más absoluta confidencialidad a Gustavo Díaz Ordaz que guardando silencio público sobre la paranoia que le estaban metiendo en la cabeza se convencía más y más sobre “las verdades” que le estaban siendo “reveladas”) como un agente al servicio de la mítica “gran conspiración judía masónica comunista”, y estuvo casi a punto de ser ejecutado (frente al sepulcro que le tenían deparado) en primer lugar por ser pariente del ex-Presidente Lázaro Cárdenas del Río (uno de los personajes en la política mexicana que más detestan o posiblemente el que más detestan en la Universidad Autónoma de Guadalajara por eso de la educación socialista que casualmente es precisamente la razón por la cual fue fundada como universidad privada la Universidad Autónoma de Guadalajara en respuesta desafiante a la implantación obligatoria de la educación socialista en las universidades públicas) y por criticar al autócrata sexenal y represor absolutista Gustavo Díaz Ordaz, así como por simpatizar con el gobierno socialista de Cuba amén de denunciar las atrocidades cometidas por las derechas y ultraderechas de México. El duro incidente tuvo un efecto tan impactante y sobrecogedor sobre Rius que poco se supo de esto por muchos años, hasta que en cuatro décadas después Rius se pudo sobreponer a sus temores y hablar abiertamente de ello. Sobre este secuestro se sabe hoy lo siguiente:

El Secuestro de Rius
Alfonso Diez
La Quinta Columna
10 de agosto del 2008

Carmen Aristegui le preguntó a Rius si era cierto que había sido secuestrado y el respondió que sí, así me enteré del caso que seguramente muchos ya conocían. Luego procedió a contarnos.

El tema lo tocó Carmen a raíz de todo lo que se ha comentado sobre el secuestro y asesinato del niño Fernando Martí. Estábamos en el Museo de la Ciudad de México conociendo el nuevo libro de Eduardo del Río, “¿Sería católico Jesucristo?”, el 5 de agosto pasado.

¿Y cómo fue lo del secuestro?: Era el 29 de enero de 1969, la Editorial Posadas, de Guillermo Mendizábal publicaba un comic político elaborado por Rius que era realmente famoso y se llamaba Los Agachados. De repente llegaron unos pelafustanes que se llevaron al dibujante y lo vendaron de los ojos.

Tras algunas horas de carretera, lo bajaron del vehículo en que lo llevaban, le quitaron la venda y a punta de pistolas y con mentadas y otros insultos por delante le dijeron que lo iban a matar porque ya estaba bueno de atacar al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a su gobierno.

Estaban en un campo militar del Nevado de Toluca, dice Rius, y de repente lo colocaron en posición de ser fusilado y le apuntaron con armas largas, pero en lugar de dispararle lo empezaron a amenazar: “Es la última vez que te pasamos lo que estás haciendo, la próxima sí te quebramos, así que ya lo sabes, estás advertido”. Todo esto aderezado, claro, con todos los insultos imaginables y no imaginables.

Lo que lo salvó, dice Eduardo, fue que Lázaro Cárdenas del Río, que era su pariente, fue a abogar por él ante el presidente Díaz Ordaz, de tal manera que cuando lo traían de regreso a la Ciudad de México, ya sin ataduras ni vendas en los ojos, lo que sucedió puede ser calificado como kafkiano: los agentes de la Dirección Federal de Seguridad que lo habían secuestrado se hicieron sus amigos, le decían que a ver cuándo los sacaba en uno de sus libros… Uno de ellos le dijo que había escrito un libro sobre la policía, que si lo podía ayudar a publicarlo.

El relato nos tenía atacados de la risa. Rius supo por los mismos agentes que el director del operativo que lo secuestró era Zorrilla, el mismo que ahora está preso por el asesinato de Manuel Buendía acusado de ser el autor intelectual; como ejecutor fue encarcelado Juan Rafael Ávila Moro.

Pero el secuestro no le bajó la guardia al autor de “Cuba para principiantes”. A la fecha lleva publicados más de cien libros y sigue dibujando y escribiendo los textos respectivos.

El último libro sobre la Iglesia no es el único con ese tema que hace Rius. Podemos recordar La Biblia, esa linda tontería, Cristo de carne y hueso, Manual del perfecto ateo, La Iglesia y otros cuentos; Herejes, ateos y mal pensados; Jesús, Alias el Cristo; Con perdón de Dore (y de la Biblia) y muchos más. Su producción abarca temas vegetarianos, medicinales, políticos, económicos, religiosos y filosóficos.

Curiosamente, Eduardo del Río fue seminarista. Estuvo siete años interno con los salesianos estudiando para sacerdote. En 1954, a los veinte años de edad, comenzó a hacer caricaturas para la revista Ja-já y de ahí se siguió. Antes que Los Agachados, publicó otra historieta que también vendió mucho: Los Supermachos.

Ahora dice que Cristo le ha encomendado la misión de cambiar a los católicos y a los demás creyentes para que se vuelvan ateos.

El libro que nos reunió cuenta con una entrevista a Jesús y un texto en la portada que dice que “incluye la vida y milagros de los bienaventurados Marcial Maciel, Girolamo Prigione, Norberto Rivera, Juan Sandoval Íñiguez, Onésimo Cepeda y demás transas, abusadores sexuales, pederastas y similares de la santa madre de iglesia…”

Tras la intervención del ex-Presidente Lázaro Cárdenas para abogar por la vida de su pariente, Gustavo Díaz Ordaz y quienes lo estaban azuzando para que se llevara a cabo la ejecución de Rius prácticamente se vieron obligados a dar marcha atrás, sopesando que en caso de llevarse a cabo la ejecución del famoso caricaturista el ex-Presidente no se quedaría cruzado de brazos y respondería con todo en contra de lo que ya para entonce se estaba convirtiendo en un Estado dentro del Estado, en un poder dentro del poder, los principios de un gobierno paralelo secreto fruto de la infiltración y la perfidia sumando a su causa a los personajes más altos que se dejaban seducir con la propaganda fascista creada para tales efectos. Hubo, sin embargo, muchos otros que no tenían parentesco alguno con un político mexicano de la estatura del General Lázaro Cárdenas del Río que pudiera intervenir por ellos ante las altas esferas del poder y que los pudiera salvar de un predicamento como el que vivión Rius. Esos fueron los cientos que desaparecieron en ésa época sin dejar rastro alguno y de los cuales nunca se volvió a saber nada de ellos, ni siquiera la ubicación de las fosas clandestinas en las que fueron enterrados. Así fue como desaparecieron muchos cuyos nombres estaban en las “listas negras” que obraban en manos de las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana, y los agentes gubernamentales que actuaron como matones a sueldo jamás se dieron cuenta de lo que realmente estaba sucediendo ni quién o quiénes habían elaborado las listas de ejecuciones a llevar a cabo tras las desapariciones forzadas. En su obcecación por “salvar” a México de la supuesta “gran conspiración judía masónica comunista”, los “salvadores” incurrieron en excesos tan atroces o inclusive mil veces peores que los que le achacaban a los comunistas, una burda incongruencia típica de las miles de incongruencias en que ha incurrido y sigue incurriendo la extrema derecha fascista mexicana.

Cabe destacar que Eduardo del Río “Rius” en su juventud había tenido todas las intenciones del mundo de convertirse en sacerdote católico. Sentía que esa era su vocación, y estuvo inscrito en un Seminario. Pero algo vió o algo supo que lo hizo cambiar de parecer. Nadie sabe hasta la fecha qué fue lo que hizo a “Rius” perder su fé, y en este caso estamos hablando de una pérdida total de fé en la creencia de un Ser Supremo hacedor del Universo, ya que se volvió cien por ciento ateo e inclusive adoptó una actitud irreverente en contra de la misma Iglesia Católica. Posiblemente fue algún incidente cuya memoria le acosará hasta el final de sus días. (En el caso de las víctimas del degenerado sacerdote pederasta Marcial Maciel Degollado que fueron violadas por este demonio encarnado cuando eran niños y no podían defenderse del asalto de esta basura infrahumana, algunos terminaron abandonando por completo la religión católica, mientras que otros, admirablemente y habiendo llegado a la conclusión de que no se puede culpar a Jesús de Nazareth por todas las barbaridades cometidas por aquellos que afirman tener la exclusividad de ser sus representantes en la Tierra, se han sostenido en su fé pese a la dura prueba a la que fueron sometidos).

Naturalmente, Gustavo Díaz Ordaz, el Presidente carnicero mal informado y peor aconsejado por un General de mentalidad neo-Nazi llegado de la ciudad de Guadalajara que es hoy sede de la ultraderecha nacional y al cual había nombrado su Secretario de Defensa bajo circunstancias y compromisos que hasta la fecha siguen siendo un misterio:





no fue tan imbécil como para confesar ante ningún reportero ni ante nadie (ni siquiera a sus familiares cercanos) su creciente paranoia en 1968 de lo que él estaba convencido que consideraba como una “gran conspiración comunista encabezada por judíos marxistas”, quedando convencido igualmente de que había “salvado” a México de la fantasiosa conspiración (lo cual le ayudó a despojarse de cualquier remordimiento que hubiera podido tener por haber ordenado la matanza). Haber abierto la boca al respecto mencionando sus temores de que se colpasara su gobierno a causa de una conspiración judía promovida desde la Embajada de la Unión Soviética en México hubiera llevado a los norteamericanos a poner el grito en el cielo ante la amenaza de un país al sur de su frontera con un gobierno de partido único cuya cúpula estaba siendo infiltrada por neo-Nazis capaces y dispuestos de llevar a cabo genocidios como el de Tlatelolco y mucho más, exponiendo con ello una invasión armada desde los Estados Unidos para desarticular la creciente amenaza que se estaba gestando en México, lo cual hubiera traído como consecuencia inevitable la desaparición de la Universidad Autónoma de Guadalajara al conocerse los detalles sobre la conspiración oculta que estaba siendo fraguada desde esa pseudo-universidad epítome de la locura neofascista disfrazada. Simple y sencillamente, no le quedaba a Gustavo Díaz Ordaz otra alternativa más que llevarse sus secretos a la tumba, aunque en un momento de lucidez se hubiera percatado de que le habían tomado el pelo con la propaganda de extrema derecha y que lo habían utilizado como a un perfecto imbécil al igual que como han estado usando y manipulando al mismo Felipe Calderón como Presidente de México.

Quedan pocas dudas de que Gustavo Díaz Ordaz, sufriendo delirios de persecusión y acosado por su obsesión paranoica con la “gran conspiración judía masónica comunista” y la creencia de que “ellos” llegarían a él tarde o temprano para cobrarle las facturas, así como el asalto a su delirante raciocinio de una cadena interminable de imágenes de los jóvenes masacrados por órdenes suyas así como los numerosos hogares enlutados y las vidas promisorias de futuros profesionistas segadas, terminó ciclando al final de sus días en los bordes de la locura, lo cual está documentado en el libro-novela de Fabrizio Mejía Madrid titulado Díaz Ordaz: Disparos en la Oscuridad:





De no haber sido por su muerte prematura, Díaz Ordaz posiblemente estaría recluído hoy en un sanatorio para enfermos mentales o confinado a un lugar cerrado bajo vigilancia médica permanente las 24 horas del día, completamente loco, pagando con lo más preciado que pueda poseer hombre alguno, su propia razón, el haber creído en cosas en las que nunca debería de haber creído, y en haber asumido papeles mesiánicos que no le correspondían. Igualmente loco terminó sus últimas horas en sus últimos días el que fuera en vida uno de los hombres más intrigantes y poderosos de la República Mexicana y del cual emanaron las principales directivas enviadas desde Guadalajara al General Marcelino García Barragán hijo ilustre y distinguido del Estado de Jalisco para el aplastamiento brutal de corte Nazi que se llevaría a cabo en la Ciudad de México, el hombre que controlaba con despiadada mano de hierro a la sociedad secreta Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara de la cual con el tiempo brotaría la misma neofascista y antisemita Organización Nacional del Yunque: Antonio Leaño Alvarez del Castillo. (No es inusual que esta clase de gente con estas creencias extremistas termine de esta manera, llevándose consigo hasta su tumba y seguramente al más allá todos sus traumas, sus fobias, sus delirios de persecusión, su mesianismo y su delirante fundamentalismo.)

El encubrimiento de la terrible matanza de Tlatelolco fue de una magnitud tal que ni siquiera en la época más dura de la censura en Rusia durante los tiempos del dictador Josef Stalin se dió algo de tal naturaleza. La siempre oficialista y desinformadora TELEVISA, como siempre ha sido su costumbre hasta el día de hoy, ocultó, minimizó, o de plano ignoró, el alud de noticias relacionado con dicha matanza. Si se rumoraba por testigos presenciales de los hechos que los muertos ascendían a centenares y que los cadáveres estaban siendo recogidos por montones en camiones de gran capacidad, eso nunca fue confirmado por los reporteros gráficos de TELEVISA, quienes simplemente se limitaban a tomar videos de los hechos a sabiendas de que nada de lo que estaban registrando saldría al aire, o si algo salía sería previamente editorializado hasta la médula por TELEVISA. Precisamente por este tipo de cosas, es notable el hecho de que la mejor información que se tiene de los hechos no proviene ni de TELEVISA ni de la prensa vendida y mucho menos de las versiones oficiales, sino de una extranjera, la reportera italiana Oriana Fallaci:

Oriana Fallaci, la italiana que destapó la Masacre de Tlatelolco
Miguel Ángel Castillo
Noticias Yahoo!
2 de octubre del 2011

Son más de cuatro décadas y la herida aún sigue abierta. En la memoria colectiva de los mexicanos los eventos ocurridos el 2 de octubre de 1968 siguen presentes, tanto para quienes los vivieron y los sufrieron, como para todas las generaciones posteriores que año con año conmemoran la fecha precisamente para que ‘No se olvide’.

Una de las personas que desde el primer momento del acontecimiento dio cuenta de ello al mundo fue la periodista italiana Oriana Fallaci, quien no sólo estuvo en México en uno de los días más negros de la historia nacional, sino que vivió en carne propia lo que sucedió en la Plaza de las Tres Culturas.



Oriana Fallaci en la plaza de Tlatelolco
15 de octubre de 1968


Nacida en Florencia, Italia, en 1929, esta reportera fue enviada al país expresamente para cubrir las manifestaciones de estudiantes que ya habían puesto al gobierno en turno en jaque, ante una próxima celebración de los Juegos Olímpicos. Como corresponsal de ‘L’Europeo’, ella siguió las historias de los jóvenes que pugnaban por un cambio en el país y por ende, se hizo presente en la concentración que se había organizado en Tlatelolco.

Famosa por sus entrevistas a muchos de los líderes y celebridades de la historia, como Henry Kissinger, el ayatola Jomeini, Muammar Gaddafi, Federico Fellini, Mao Tse Tung, Indira Gandhi, Robert Kennedy, entre muchos otros, cubrió también la guerra de Vietnam desde ambos frentes y curiosamente, no fue en dicho conflicto bélico donde sentiría el dolor candente de una herida de bala, sino en México.

Según relató ella misma, fue invitada por los líderes del Consejo Nacional de Huelga para presenciar el mitin que posteriormente tendría una marcha hacia el Casco de Santo Tomás, donde se encontraban las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional aún tomadas por el Ejército.

Por eso mismo, se ubicó en el tercer piso del edificio Chihuahua, junto a varios de los líderes del movimiento. Por su experiencia al cubrir una guerra en forma, se percató de que las bengalas lanzadas desde un helicóptero significaban una señal para dar marcha a un operativo, aunque fue demasiado tarde, pues de inmediato empezaron los disparos y se desató el caos.

En los siguientes minutos, Oriana Fallacci, condecorada en su país por haber pertenecido a la Resistencia contra la ocupación nazi en Italia con tan sólo 14 años, fue sometida por un grupo que ella identificó como el Batallón Olimpia y al quedar en medio de un fuego cruzado, quedó herida por tres impactos. A diferencia de otros reporteros extranjeros que se encontraban en el lugar, ella fue puesta junto a los estudiantes tras confundirla con uno de ellos.



Oriana Fallaci con Elena Poniatowska
3 de octubre de 1968


De hecho, hay quien considera que fue esta mujer la que dio a conocer el nombre del ‘Batallón Olimpia’, tanto dentro como fuera de México, pues además de escuchar de viva voz a su integrantes identificarse con ese nombre, a otros detenidos que llegaron a mencionarlos se les decía que esa agrupación no existía y a quienes tomaban las declaraciones se les ordenaba, una y otra vez, “eso no se escribe”.



Oriana Fallaci con el Embajador de Italia en el Hospital Francés
7 de octubre de 1968


Oriana Fallaci logró salir de Tlatelolco y tras ser identificada como extranjera hubo quien la acusó de ‘comunista’, por lo que en cuanto pudo, tomó el primer avión fuera del país por su propia seguridad.

Sin embargo, sus testimonios arrojaron algo de la poca luz que se tiene, aún en nuestros días, del 2 de octubre, como es la indignación por parte de alguien foráneo como era ella al percatarse de que ninguna delegación se retiró de los Juegos Olímpicos.

Elena Poniatowska en su libro ‘La noche de Tlatelolco’ recogió algunas declaraciones de la corresponsal mientras convalecía en el Hospital Francés. Ahí menciona que permaneció tirada en un charco de su propia sangre durante 45 minutos sin que nadie le prestara auxilio y haciendo caso omiso de sus peticiones para que se avisara a su embajada.

Así mismo, muestra su asombró ante la cobertura informativa de los diarios mexicanos, a los que califica de “timoratos”.

Un texto de su puño y letra sobre la Masacre de Tlatelolco puede encontrarse en su libro ‘Nada y así sea’. Allí comenta no haber visto, ni siquiera en la guerra, una matanza de esas magnitudes, pues en la guerra por lo menos se trata de gente armada contra gente armada.

Para el documental ‘El grito’ del director Leobardo López Aretche, colaboró en la elaboración del guión de lo que fue uno de los primeros documentos gráficos que narraron la tragedia. La voz en off que se escucha cuenta la historia en primera persona (la de Oriana), aunque quien lo lee es Magda Vizcaíno.

Oriana Fallaci murió el 15 de septiembre de 2006 víctima del cáncer, pero permanece en la memoria como la periodista que le dijo al mundo lo que casi ningún medio se atrevió a decir: que en México hubo una matanza de grandes magnitudes el 2 de octubre de 1968.

Con el paso del tiempo, a los trabajos pioneros de Oriana Fallaci se han ido sumando otros testimonios y documentos con nuevas revelaciones sobre lo sucedido, todos los cuales confirman la existencia de un operativo estatal y enriquecen de diversas maneras la información existente sobre los hechos. Entre ellos, están los datos aportados por Enrique Metinides, el cual tuvo que caminar varios kilómetros para poder llegar a Tlatelolco el día de la terrible masacre. Una vez ahí, con su peculiar estilo que marcó toda una época en La Prensa, logró captar imágenes contundentes de los terribles efectos de la acción de los disparos de los francotiradores apostados en las azoteas de los edificios. Jesús Fonseca, de El Universal, ha descrito las dificultades que tuvo que enfrentar en su vía crucis particular que lo llevó del edificio Chihuahua al de Relaciones Exteriores, pasando por el amontonamiento de cadáveres que logró fotografiar a un lado de la iglesia de Santiago, dato confirmado por un joven reportero que tiempo después vendería su alma a los poderes fácticos que hoy están manipulando la información a su antojo, Joaquín López-Dóriga, quien narró aquellos hechos y sólo los vió publicados en su periódico El Heraldo 35 años después de la masacre. Mientras Aarón Sánchez, de Excélsior, pudo registrar las golpizas y humillaciones a que fueron sometidos los estudiantes por parte de la soldadesca en las horas terribles de las detenciones, después de la balacera. Por su parte, Daniel Soto, jefe del departamento de fotografía de El Universal, ha narrado la manera en que recibió órdenes de la dirección del periódico de entregar todos los materiales del 2 de octubre a los agentes de Gobernación. Apenas pudo comunicarse con algunos de sus colegas y juntos lograron rescatar apenas una mínima parte de la cobertura que el mismo diario ha publicado recientemente. Todos ellos continuaron trabajando en sus medios de comunicación y fueron testigos del silencio absoluto y total impuesto desde el gobierno en aquellas horas de angustia e impotencia, así como de la campaña macartista de hostigamiento contra la disidencia que se incrementó en los siguientes meses. En otra edición de la revista Por qué? en un número especial dedicado a lo sucedido en Tlatelolco, quedó asentado que el Ejército había masacrado a cientos de personas en un operativo perfectamente coordinado con los servicios de inteligencia gubernamentales. El expediente fotográfico de dicha revista superó con creces todo lo publicado hasta aquellos momentos, utilizando imágenes de Héctor García, los Hermanos Mayo, Armando Salgado, Carlos González y Oscar Menéndez, entre muchos otros.

Resulta paradójico que los beneficiarios a largo plazo de la tragedia de Tlatelolco hayan sido los mismos que planearon y propiciaron la matanza desde un principio. La salida del PRI de Los Pinos en el año 2000 y la entrada de agentes de primer nivel de la Organización Nacional del Yunque a las altas esferas del gobierno federal no hubiera sido posible sin el descontento social que dejó esa experiencia. Las pruebas de que los principales órganos del gobierno tales como el Poder Judicial de la Federación están siendo infiltrados exitosamente por los conspiradores, los cuales están ejerciendo su poder secreto, están empezando a saltar a la vista de todos. Y esto es tan solo el principio.

De que hay responsabilidades del Estado mexicano como tal hacia quienes cayeron desarmados bajo las balas asesinas de una soldadesca envalentonada pero sometida bajo las órdenes de un General genocida a su vez reclutado en Jalisco dentro del más absoluto secreto a la causa de una ideología extremista importada de Europa y adaptada a las necesidades propagandísticas e intereses económicos de gente amoral carente de todo tipo de escrúpulos, de eso no hay duda alguna en la mente de muchos analistas de renombre:

El Estado debe pedir perdón por la matanza de Tlatelolco
Raúl Jiménez Vázquez
Revista Siempre!
3 de diciembre del 2011

En la entrega pasada destacamos la importancia de la reciente reforma a la Ley sobre la Bandera, el Escudo y el Himno Nacionales, por la que se declaró el 2 de octubre fecha solemne para la nación y se dispuso que en señal de duelo deberá izarse el lábaro patrio a media asta en todos los edificios públicos, incluyendo instalaciones militares, escuelas, templos, representaciones diplomáticas y consulares de nuestro país.

Señalamos que se trata de una medida inacabada, pues la deuda de conciencia que ello conlleva debe ser complementada con el aterrizaje inmediato y efectivo del haz de consecuencias jurídicas que actos de esta índole acarrean en el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos, a las que aludiremos a continuación.

En primer término, con la reforma legislativa que nos ocupa se está reconociendo que la masacre del 2 de octubre significó una trasgresión a la obligación fundamental de respetar y promover los derechos humanos consagrados en tratados internacionales, por lo que es claro que el Estado mexicano incurrió en una responsabilidad internacional que puede ser objeto de reproche por los órganos competentes de los sistemas universal e interamericano de protección de los derechos humanos.

Una segunda implicación es la imposibilidad de soslayar el enjuiciamiento penal de los autores intelectuales y materiales de lo que ahora aparece más nítidamente como una acción definitivamente genocida, cuyo marco regulatorio primigenio es el derecho penal internacional ya que se trata de uno de los crímenes que más gravemente ofenden, afectan y trascienden a la comunidad humana en su conjunto; razón por la cual le es aplicable —entre otros— el principio jurídico que expresa que delitos de esta índole no son susceptibles de prescripción, indulto, caducidad, amnistía o perdón alguno y deben ser perseguidos y castigados dondequiera y cualquiera que haya sido el tiempo y el lugar de su ejecución material.

Lo anterior no basta para colmar las exigencias normativas de los estándares internacionales aplicables a los derechos humanos; adicionalmente es preciso llevar a cabo las reparaciones materiales, morales y honoríficas a las que tienen legítimo derecho las víctimas y sus familias. En concordancia con los criterios jurisprudenciales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado tiene que pedir públicamente perdón por la infame matanza, la prisión a la que injustamente fueron sometidos los líderes y otros activistas del 68, el hostigamiento y el bloqueo sistemático de oportunidades de desarrollo profesional que sufrieron muchos de los militantes del movimiento estudiantil, y la sensible alteración del proyecto de vida que padecieron quienes fueron agredidos ferozmente por el solo hecho de alzar su voz en defensa de la libertad y la dignidad humana.

Tan relevante cuestión ética y jurídica podría ser solventada a través de la expedición de un ordenamiento legislativo ad hoc con un contenido similar al de la Ley de la Memoria Histórica, promulgada por el parlamento español a fin de reivindicar y hacer justicia a las víctimas —y sus descendientes— de la represión desatada por el régimen franquista.

Igualmente es imprescindible erigir un monumento en honor de los caídos durante la aciaga noche de Tlatelolco. Para preservar la memoria histórica resulta menester edificar un museo que haga patente ante las actuales y futuras generaciones la voluntad política de nunca más permitir que ocurran tales atrocidades. Los memoriales construidos en Argentina —dentro de las instalaciones del otrora centro de torturas de la Escuela Superior de la Mecánica Armada— y en la ciudad de Santiago de Chile —-en cuyas entradas a las distintas salas de exposición está inscrita la conmovedora leyenda “esto jamás debió suceder”— son un portentoso ejemplo de lo que podría hacerse en este sentido.

Por último, en el contexto del derecho internacional, el Estado está compelido a garantizar la no repetición de los ataques a los derechos humanos mediante la instrumentación de un programa de cambios estructurales que posibiliten el destierro de la violencia gubernamental como forma de solución de problemas de carácter político. Muchas cosas podrían decirse al respecto, la mayoría forman parte de la agenda de la reforma del Estado o bien están contempladas en la formidable propuesta en materia de seguridad pública formulada por la Universidad Nacional Autónoma de México. Me referiré solamente a dos asuntos medulares.

La actuación de los integrantes de las fuerzas armadas y policiales debe sujetarse a rigurosos protocolos elaborados con base en la premisa fundamental del absoluto respeto a la dignidad y el otorgamiento de la máxima protección a los derechos humanos. Un imperativo de carácter ineludible es dar cuenta y razón pormenorizada de todas y cada una de las órdenes, consignas y acciones desplegadas en el desempeño de sus funciones; para ello, con la participación y el escrutinio ciudadano es preciso implementar reglas claras y precisas que aseguren la debida generación, guarda, custodia, mantenimiento, sistematización, consulta y auditoría periódica de los correspondientes archivos gubernamentales; éstos constituyen un poderoso instrumento de lucha en pro de la verdad y la justicia, pugnan contra el olvido y previenen contra los peligros de la intolerancia y los totalitarismos políticos.

Por otra parte, es imprescindible rediseñar el papel institucional de las fuerzas armadas: el ejército debe ceñirse a los estrictos límites establecidos en la normatividad constitucional; ningún militar debe ejercer funciones que no sean las inherentes a los cuarteles y guarniciones; ningún militar debe ocupar cargos ajenos al ámbito castrense; la titularidad de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina debe recaer en civiles.

Al gobierno calderonista no le queda sino ser consecuente con el paso histórico dado por el Congreso de la Unión. De no hacerlo, además de empinar a México por el muy espinoso sendero de las responsabilidades internacionales, pasaría a la historia como encubridor manifiesto de un aberrante crimen que llenó de luto, vergüenza y profunda indignación a la nación, horrendo genocidio que ya figura formalmente en el obituario del imaginario colectivo.

En virtud de sus mismos orígenes, desde hace ya varias décadas ha habido gente incrustada en posiciones claves del gobierno federal que ha actuado para impedir que se abra un juicio histórico pleno así sea post-mortem sobre militares genocidas ultranacionalistas como Marcelino García Barragán y demás cómplices y comparsas en la matanza. Pero conforme el poderío oculto de esta gente se desvanece al irse conociendo los detalles interiores sobre lo que realmente sucedió, las posibilidades de que se siga glorificando a los carniceros construyéndoles monumentos y homenajes se van desvaneciendo. Una cosa es clara: el PAN-Gobierno no moverá un solo dedo para que esto ocurra. Ya tuvieron más de una década para hacerlo, y no es necesario esperar diez décadas más para convencerse de que nunca lo harán, porque están infiltrados hasta la médula por la misma clase de gente que desde las tinieblas de la clandestinidad alentó la tragedia:





Quizá lo más importante es que el enemigo oculto que escondiéndose entre las sombras detonó la tragedia del 2 de octubre de 1968 sigue activo, no ha parado un solo momento. Es un enemigo que carece por completo de escrúpulos y de todo respeto por la dignidad humana. Y está dispuesto a promover e incitar cuantos Tlatelolcos sean necesarios para sus propios fines perversos. Por lo pronto, ya están preparando dar su siguiente golpe: las elecciones presidenciales a ser llevadas a cabo en julio del 2012, con la prioridad absoluta de rescatar al PAN de una debacle electoral, para lo cual han empujado al mismo Felipe Calderón a que usando su investidura como Presidente de México convenza al Papa Benedicto XVI de hacer una visita papal a México faltando unos cuantos meses para las elecciones presidenciales con la finalidad de promover el voto religioso y que de este modo suficiente gente olvide la impunidad en torno a los hechos del 2 de octubre de 1968 así como los más de 50 mil cadáveres que el gobierno ultraconservador de derecha le ha dejado a México para de este modo repetir un tercer (y presumiblemente nefasto) sexenio en el poder. Y van a recurrir a todo lo que tengan que recurrir para continuar con la paciente instalación de su gobierno paralelo secreto, lo cual incluye desde luego todos los crímenes y genocidios que se tengan que llevar a cabo para lograr sus propósitos. En este contexto, el genocidio de 1968 debe servir como una llamada de atención a todos los mexicanos, una llamada de atención que bien pudiera ser la última.