Svetlana Stalin
En este artículo trataremos sobre otro mito de la propaganda de la extrema derecha que cae por los suelos a la luz de los acontecimientos históricos.
Recientemente, y desmitificando aún más la fantasía ultraderechista de que el vil autócrata ruso Stalin era “todo un judío” (fabricada deliberadamente por revisionistas neo-fascistas como el tristemente célebre “Traian Romanescu” desde la ciudad de Guadalajara en México para tratar de darle mayor credibilidad a la falsedad ultraderechista de “la gran conspiración judía masónica comunista”) hubo de desmoronarse en mil pedazos por los suelos otra más de las numerosas “pruebas” presentadas por los propagandistas neo-Nazis acerca de la mítica conspiración judaica con la muerte de nadie menos que la misma hija de Stalin, Svetlana Allilúyeva, sobre la cual podemos leer la siguiente nota:
Muere Svetlana Stalin
Agencia EFE
23 de noviembre del 2011
La hija del dictador soviético Yosif Stalin, Svetlana Stalin, murió el 22 de noviembre a los 85 años de edad a causa de un cáncer de colón, en el condado de Richland (Wisconsin), informó el diario The New York Times.
Svetlana conmocionó a la comunidad internacional cuando se exilió a Estados Unidos en 1967, motivada, dijo, por el mal trato que había recibido su difunto esposo, Brijesh Singh, por parte de las autoridades soviéticas. Al llegar a EE. UU. publicó un libro de memorias donde narraba su vida en Rusia bajo el título Veinte cartas a un amigo, que pronto fue un best seller.
Svetlana, que durante mucho tiempo llevó el apellido de su madre, Alliluyeva, se graduó en la Universidad de Moscú en 1949, trabajó como profesora y traductora y se movió en los círculos literarios antes de dejar la Unión Soviética.
Se casó en cuatro ocasiones, la última de ellas en 1970 con William Wesley Peters, de quien tomó el nombre de Lana Peters y con quien tuvo una hija, Olga.
Stalin fue un tirano, de eso no hay duda alguna. No lo quieren ni siquiera en su propio país natal. Y aunque se le puede agradecer el mérito de haber sabido movilizar a sus coterráneos para impedir a costa de un sacrificio estratosférico que Hitler se apoderara de Rusia desde donde podría haber construído Hitler su plataforma para apoderarse del planeta Tierra (sí, en efecto, había una gran conspiración Nazi para el dominio del mundo), tal mérito que raya en lo heroico queda degradado al sopesarlo con los numerosos crímenes que el dictador rojo cometió en vida. Fue un déspota, fue un inhumano, fue un hombre brutal en toda la extensión de la palabra, fue un carnicero, fue todas esas cosas y mucho más, pero no era un judío. Y la mejor prueba de ello está en su propia hija, Svetlana Alliluyeva:
A decir verdad, Svetlana Alliluyeva se enamoró de un director de películas judío-ruso de nombre Aleksei Kapler:
lo cual le costó a este último un exilio de 10 años al polo Norte porque el tirano no estaba de acuerdo en el enamoramiento en que había caído su hija con este judío-ruso. Tras ello, Svetlana se enamoró de Grigori Morózov, también judío. Pero en esta ocasión y aunque su padre Stalin se opuso a la boda, logró casarse con ese judío ruso, salvándose de ir a las estepas siberianas para convivir con los osos polares.
Sin embargo, el enamorarse de un judío o de una judía no convierte al enamorado o a la enamorada en judío o judía, del mismo modo que Leonardo DiCaprio no tuvo necesidad de convertirse al judaísmo para ser aceptado como pareja sentimental de la modelo israelí Bar Refaeli, como tampoco es judía la conejita de Playboy Shannon Tweed por haberse casado con el rockero del grupo musical KISS Genne Simmons con el cual tuvo dos hijos (y el cual pese a la mala fama que le han creado los neo-Nazis como parrandero de hecho goza en Hollywood de una férrea y reputada conducta de no beber ni drogarse).
Los servicios fúnebres de Svetlana Alliluyeva no fueron llevados a cabo en ninguna sinagoga por el simple hecho de que no era judía ni tenía ascendencia judía ni era practicante de la religión judía. Punto. En ninguna de las esquelas publicadas alrededor del mundo sobre ella se le menciona nexo alguno con el judaísmo porque no era judía. Y de hecho, aunque creció en un estado-policía en el que la práctica de la religión no era bien vista por un Estado oficialmente ateo, Svetlana terminó convirtiéndose al catolicismo cuando tuvo la suficiente madurez para ello después de haber sopesado las otras opciones disponibles:
Svetlana Stalin, la hija del dictador, se convirtió al pedir a Dios la curación de un hijo enfermo
Camino Católico
3 de agosto del 2009
La hija del dictador José Stalin, Svetlana, se hizo católica en 1982, pero apenas en 1993 narró su conversión. Nació y creció en una sociedad atea, pero sus abuelas le habían inculcado cuando niña la semilla de la fe cristiana, que nunca perdió totalmente. A raíz de una grave enfermedad de uno de sus hijos quiso pedir a Dios que lo curara, pero no conocía ninguna oración, ni siquiera el Padrenuestro: el joven sanó, y dice Svetlana que la invadió un sentimiento interno de presencia de Dios.
Sintió la necesidad de ser instruida sobre la fe cristiana y fue bautizada en la Iglesia Ortodoxa en 1962. Se fue luego a vivir a Estados Unidos durante 15 años en una época de confusión interna, donde conoció a un sacerdote católico con quien sostuvo correspondencia durante 20 años, en la que se planteó la conversión al catolicismo. Se trasladó a Inglaterra y continuó acercándose a la Iglesia hasta que se hizo católica en 1982.
De tal palo tal astilla… Normalmente. Que no siempre. Adagio precisamente fallido en la historia que sigue. Designamos “palo” a Joseph Stalin, jefe máximo de la gran potencia soviética. Uno de los mayores genocidas de la historia humana. Moderno Nerón, feroz perseguidor de la presencia y recuerdo de Dios en la tierra.
La “astilla” derivada ha sido Svetlana, la benjamina de la familia, conocida escritora, mundialmente famosa desde que escapó de Rusia, refugiándose en Occidente, en 1967. En la treintena explotó.
El ejemplo de los cristianos
“Los primeros 36 años que he vivido en el estado ateo de Rusia no han sido del todo una vida sin Dios. Sin embargo, habíamos sido educados por padres ateos, por una escuela secularizada, por toda nuestra sociedad profundamente materialista. De Dios no se hablaba. Mi abuela paterna, Ekaterina Djugashvili, era una campesina casi iletrada, precozmente viuda, pero que nutría su confianza en Dios y en la Iglesia. Muy piadosa y trabajadora. Mi abuela materna, Olga Allilouieva, nos hablaba gustosamente de Dios: de ella hemos escuchado por vez primera palabras como alma y Dios. Para ella, Dios y el alma eran los fundamentos mismos de la vida”. (…)
“Cuando mi hijo tenía 18 años enfermó. No quería ir al hospital, a pesar de la insistencia del doctor. Por primera vez en mi vida, a los 36 años, pedí a Dios que lo curara. No conocía ninguna oración, ni siquiera el padrenuestro. Pero Dios, que es bueno, no podía dejar de escucharme. Me escuchó. Después de la curación, un sentimiento intenso de la presencia de Dios me invadió. Con sorpresa de mi parte, pedí a algunos amigos bautizados que me acompañaran al templo. Dios no sólo me ayudó a encontrarlo, sino deseaba darme mayores gracias”. (…) “Bautizada el 20 de mayo de 1962 en la fe ortodoxa, tuve el gozo de conocer a Cristo, aunque ignorase casi toda la doctrina cristiana”. (…)
“Encontré por vez primera en mi vida católicos romanos, en Suiza, cinco años después de mi bautismo en la Iglesia ortodoxa rusa. Después me trasladé a América y me casé; parecía que llegaba para mí la posibilidad de una vida normal. Pero pronto sobrevino de nuevo la turbación y la amargura; todo terminó con la separación conyugal. Durante estos años, mi vida religiosa era confusa, como todo el resto”. (…)
“Un día recibí una carta de un sacerdote católico italiano de Pennsylvania, el P. Garbolino. (…) Nuestra correspondencia de amistad duró más de 20 años y me enseñó muchas cosas”. (…)
“En 1976 encontré en California una pareja de católicos, Rose y Michael Ginciracusa. (…) Su piedad discreta y su solicitud hacia mí y mi hija me conmovieron profundamente. En 1982 partimos para Inglaterra”. (…)
El abrazo a la fe de Roma
La lectura de libros notables y el contacto con los católicos contribuyeron a acercarme cada vez más a la Iglesia Católica. Y así, en un frío día de diciembre, en la fiesta de Santa Lucía, en pleno Adviento, un tiempo litúrgico que siempre he amado, la decisión, esperada por largo tiempo, de entrar en la Iglesia Católica, me brotó naturalísima. (…) Los años desde mi conversión han sido plenos de felicidad. (…) La Eucaristía se ha hecho para mí viva y necesaria. El Sacramento de la Reconciliación con Dios a quien ofendemos, abandonamos y traicionamos cada día, el sentido de culpa y de tristeza que entonces nos invade: todo esto hace que sea necesario recibirlo con frecuencia”. (…)
“Por muchos años he creído que la decisión crucial que había tomado de permanecer en el extranjero en 1967 fue una importante etapa en mi vida. Yo iniciaba una vida nueva, me liberaba y progresaba en mi carrera de escritora itinerante. El Padre celestial me ha corregido dulcemente. Fui nuevamente sumergida en una maternidad tardía que debía hacerme presente mi puesto en la vida: un humilde puesto de mujer y de madre. Así, en verdad, fui llevada en los brazos de la Virgen María a quien no tenía la costumbre de invocar, teniendo la idea de que esta devoción era cosa de campesinos iletrados, como mi abuela Georgiana, que no tenía otra persona a quien dirigirse. Me desengañé cuando me encontré sola y sin sustento. ¿Quién otro podía ser mi abogado sino la Madre de Jesús? Imprevistamente, Ella se me hizo cercana”.
Así pues, debe quedar en claro que Svetlana ni siquiera era una judía convertida al catolicismo por el simple hecho de que no era judía. Nunca lo fué al igual que su padre. Punto. Independientemente de haber tenido el valor y el coraje de seguir sus convicciones religiosas nacidas desde su corazón, un mérito aún mayor de Svetlana fue el haberse mantenido firme en su fé católica pese a los escándalos con los que se ha visto empañada en tiempos recientes la imagen de la Iglesia Católica con la conducta escandalosa de tipos amorales como el pedófilo y dandy mujeriego Marcial Maciel, no pudiendo haber prueba más dura que cosas como estas para los verdaderos creyentes. Cualquiera que pueda mantener su fe frente a estas pruebas posiblemente mantendrá su fe bajo cualquier circunstancia, y se puede decir que ya ha pasado La Prueba, no pudiéndose decir lo mismo de su padre el cual posiblemente está pagando duro en el más allá los abusos que cometió en contra del género humano.
De cualquier modo, aquellos que han sido alucinados por literatura fascista como la creada por el tal “Traian Romanescu” seguirán creyendo tal y como él se los inculcó que “Stalin y sus esposas” eran “todas judías, al igual que él”, sin importar las pruebas y las evidencias y los testimonios que se les ofrezcan de lo contrario. Esos alucinados ya decidieron en algún momento de sus vidas aquello en lo que quieren creer y nada los hará cambiar de opinión ni lo apartará de su pseudo-religión “nacionalista”. Son como Svetlana, pero al revés, y lo que es peor, del lado malo. ¡Allá ellos!
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