miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Centauro del Norte




Quizá uno de los personajes de la Revolución Mexicana más conocidos no sólo en México sino alrededor del mundo entero lo fue Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, sobre el cual se cuentan muchas anécdotas e historias, algunas de ellas verdaderas, y algunas otras apócrifas. De no haber sido por héroes revolucionarios como Pancho Villa, seguramente el día de hoy México estaría siendo gobernado por algún nieto del alcohólico golpista y usurpador Victoriano Huerta, estaría gobernado por una dinastía Huertista como la dinastía Somoza que estuvo exprimiendo al pueblo nicaragüense hasta que los nicaragüenses dijeron ¡ya basta!

Históricamente hablando, Pancho Villa es el único militar que ha incursionado con sus tropas en territorio norteamericano en el siglo XX, invadiendo Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916. Tras la invasión, el gobierno norteamericano envió a sus tropas a México en una expedición punitiva encabezada por el General John Pershing con la intención de darle “su merecido” al héroe revolucionario. Nunca lo pudieron atrapar, y tras el fracaso de su misión en México el General Pershing fue enviado a Europa para dirigir acciones de combate en la Primera Guerra Mundial.

La sensación de haber sido humillado por un mexicano que resultó ser un estratega superior en todos sentidos pese a que el mexicano revolucionario contaba con muchos menos recursos que el Ejército norteamericano está presente en las siguientes palabras históricas pronunciadas por el General Pershing tras el fracaso de su misión en México habiendo aceptado haber sido “burlado y esquivado hábilmente a cada vuelta”:

When the true history is written, it will not be a very inspiring chapter for school children, or even grownups to contemplate. Having dashed into Mexico with the intention of eating the Mexicans raw, we turned back at the first repulse and are now sneaking home under cover, like a whipped curr with its tail between its legs.

cuya traducción es: “Cuando la historia verdadera sea escrita, no será un capítulo muy inspirador para ser contemplado por niños escolares, o inclusive adultos mayores. Habiendo ingresado raudamente a México con la intención de comernos a los Mexicanos crudos, nos regresamos a la primera repulsa y ahora estamos regresando a hurtadillas a casa, como un can callejero fustigado y con la cola entre sus patas”. Nunca antes en la historia militar de los Estados Unidos un General de tan alto rango había expresado tales palabras de frustración (e implícitamente, de admiración), y nunca otro General norteamericano ha mostrado igual sensación de decepción y fracaso como el que mostró el General Pershing ante el primer General del Ejército Revolucionario de México que estuvo al mando de la legendaria División del Norte. Las tácticas y maniobras de burla y decepción concebidas y puestas en práctica por Pancho Villa resultaron ser tan originales y tan efectivas que el Capitán alemán Heinz Werner Schimdt (autor del libro Con Rommel en el Desierto) al hablar del General Erwin Rommel El Zorro del Desierto (Wüstenfuchs) definiendo a Rommel como un militar visionario, afirmó que Rommel había copiado en parte las estratagemas de burla del enemigo del legendario Pancho Villa.





El exitoso asalto villista a Columbus fue de hecho tan solo un anticipo de lo que Francisco Villa quería llevar a cabo en contra de los Estados Unidos, país al que aborrecía tanto por haber sido el país que le arrebató a México más de la mitad de su territorio en una guerra considerada por muchos historiadores norteamericanos injusta, como por el apoyo que la dictadura de Porfirio Díaz estuvo recibiendo del gobierno norteamericano. Recientemente, con motivo de la conmemoración del aniversario de la Revolución Mexicana celebrado cada año el 20 de noviembre, se ha tenido conocimiento de que Pancho Villa tenía todas las intenciones del mundo de llevar a cabo una invasión de Estados Unidos, de acuerdo a la siguiente nota:

Propuso Villa a Zapata invadir Estados Unidos
Agencia EFE
20 de noviembre del 2011

Una carta en la que Pancho Villa le proponía a Emiliano Zapata invadir Estados Unidos se publicó en el libro “Nosotros los hombres ignorantes que hacemos la guerra”, una compilación de la correspondencia entre ambos insurgentes que se presentará en la Feria del Libro de Guadalajara.

El documentalista Armando Ruiz Aguilar, autor del libro, destacó el valor de esta carta, que “ayudará a que mucha gente se siga enamorando” de estas dos figuras de la Revolución (1910-1917) tan decisivas para la historia de México.

Al parecer, la carta habría sido redactada en enero de 1916 y, a la espera de una respuesta por parte de Zapata, otorgaba un plazo de seis meses para reunir a los suficientes soldados para llevar a cabo la invasión.

“Hemos decidido no quemar un cartucho más con los mexicanos y prepararnos y organizarnos debidamente para atacar a los americanos en sus propias madrigueras”, le escribía Villa a Zapata.

Tras ser hallado en la bolsa de uno de los mexicanos caídos en el ataque al fortín estadounidense de Columbus -considerado por muchos como el único atisbo de invasión de un extranjero a Estados Unidos- el documento permaneció oculto hasta 1975, cuando fue redescubierto en aquel país.

Para Ruiz Aguilar, todo parece indicar que Zapata nunca tuvo la carta en sus manos.

Respecto a qué habría sucedido si la hubiese leído, el autor del libro imagina que Zapata no habría aceptado la propuesta, ya que "su zona segura de acción era Morelos, Puebla y el Estado de México, y el desplazamiento al norte habría sido muy caro".

Según Ruiz Aguilar, la relación entre ambos personajes, “amable y políticamente correcta” a tenor de la correspondencia, da cuenta de “ese filón humanístico y político de saber, después de que la Revolución se prolongase y costara tantos muertos, que había que pensar en un proyecto de país”.

“Sus personalidades eran muy diferentes pero cuando hay un interés en común, se pueden hacer muchas cosas”, subrayó.

Mientras Villa era “muy norteño, más abierto”, prosiguió, Zapata era más retraído.

Pero ambos eran “líderes naturales que ejercían una atracción magnética sobre sus soldados", que jamás perdonaron una traición y que se ganaron adeptos "conviviendo con la gente lejos de la opulencia, sin ninguna clase de parafernalia”.

“Eso ayuda a que sigan vigentes como ‘los de casa’. No se venden ‘playeras’ (camisetas) de Venustiano Carranza ni de Lázaro Cárdenas, sino de Villa y Zapata”, diagnosticó.

Por su osadía, por su astucia y su valor probado en numerosas ocasiones en acciones de combate, por su incuestionable liderazgo sobre sus tropas y por el respeto que le inspiraba inclusive a sus enemigos, Pancho Villa ha sido y sigue siendo un personaje icónico admirado por muchos mexicanos que ven en él al estereotipo del mexicano valiente y aguerrido que está dispuesto a jugarse el todo por el todo sin pensarlo dos veces en aras de aquello en lo que cree.





Sin lugar a dudas a los líderes y coordinadores de la extrema derecha antisemita de México centralizada en torno a la Organización Nacional del Yunque les gustaría adoptar a Pancho Villa como uno de sus héroes legendarios a emular, pero les es imposible hacer tal cosa. Y no pueden hacerlo no por falta de ganas sino por un obstáculo insalvable: al parecer hay una fuerte posibilidad de que Pancho Villa tenía ascendencia judía. Lo cual, de acuerdo a los manuales antisemitas de historiadores revisionistas como Salvador Borrego lo convierte en todo un judío porque para los alucinados de la extrema derecha mexicana cualquiera que haya tenido en su árbol genealógico algún tatarabuelo judío o alguna tatarabuela judía forzosamente tiene que ser “todo un judío” hasta la médula de los huesos sin excepción alguna, y de acuerdo con la misma alucinada extrema derecha el descendiente de cualquier judío a través de varias generaciones debe ser igual de malo porque para los ultraderechistas que se precian de serlo todos los judíos son malos y no hay un solo judío bueno.

Veamos la siguiente nota:

Villa era judío
Carlos Mario Armendáriz/Revista Véritas
El Heraldo de Chihuahua
20 de noviembre del 2011

Pues resulta que ni se apellidaba Arango, ni Regalado, ni Flores... ni otros apelativos que empleaban, como nos dijo el historiador Jesús Vargas... El Centauro del Norte se apellidaba Ferman. Fue hijo de un comerciante judío radicado en San Juan del Río, Durango.

A esta conclusión llega el historiador Rubén Osorio, quien, para no variar en su metodología de investigación, indaga acuciosamente, escudriña, viaja para realizar entrevistas, hace grabaciones de los testimonios, los ordena, ata cabos y concluye con un libro en el que da conocer, en medio de gran polémica, el verdadero origen de Francisco Villa, el jefe de la División del Norte.

Y también para no variar, todo surge de una casualidad...

Acude el doctor Osorio a una de las sesiones del Centro de Estudios Históricos de Chihuahua, que por cierto ya desapareció, no sé por qué, nos dice.

A concluir la reunión, uno de los asistentes, un médico militar (Osorio se reserva darnos su identidad) invita al historiador a tomar un café...

En la sesión, se había hablado y discutido precisamente acerca de los orígenes familiares de Francisco Villa, o Doroteo Arango, el “verdadero” nombre con que la historia siempre lo había identificado.

¿Por qué tanto argüende con los antecedentes familiares de Villa?, le espetó directamente, molesto, el médico militar a nuestro entrevistado.

Mi familia es de Torreón, le confesó. Y desde niño he sabido que Villa era miembro de nuestra familia, estaba emparentado con nosotros.

De hecho, le agregó, recuerdo también que cuando mis hermanos y yo éramos chicos, si hacíamos algún berrinche, mi mamá Guadalupe Ferman, siempre nos decía "ya deja de estar haciendo tu berrinche... o voy a traer a Pancho Villa para que te aplaque"... “Ya te estás apanchando”, también decía su madre a los muchachos berrinchudos.

Era obvio que en la familia Ferman no querían a Villa. Por eso esas y otras frases despectivas hacia su persona. Y les sobraban razones para ello.

Recordó el médico militar durante la charla con Rubén Osorio, que una ocasión que Villa atacó San Juan del Río, Durango, buscó a su abuelo para matarlo.

Tuvieron que sacarlo por la puerta trasera de la casa para salvarlo. Huía a caballo, le dispararon, pero la que resultó herida fue la madre del médico militar, que era entonces una niña. Por fortuna pudo salvar la vida, pero la afrenta quedó gravada en la familia.

Como resultado de ese ataque de Villa, mi abuelo ya no quiso quedarse en San Juan del Río y se llevó a la familia a Torreón. Para la familia, Villa era simplemente un asesino.

Al parecer alguien le había informado de su relación y parentesco con la familia Ferman y, según esto, buscaba una explicación.

Mi abuelo tuvo miedo, y se fue, explicó el molesto compañero de Osorio del Centro de Estudios Históricos.

Y sin medir consecuencias, en ese momento de la charla, Osorio le lanza una pregunta: Oiga, le dice al médico militar, de todo esto que me platica, de los orígenes de Villa y el parentesco con ustedes, me imagino que ha de tener pruebas, documentos, para ver si me los puede prestar...

Y sin esperar a que terminara de hablar, su interlocutor deja a un lado la taza de café y le dice más molesto que antes: oiga, es usted p***, o se hace... ¿cuándo los hijos bastardos dejan documentos?... Villa era un bastardo, le echó en cara.

Y ni modo, apechugué. Me disculpé, y hasta le di la razón de que me dijera p***, dice sonriendo Osorio...

Pero se arriesgó. Insistió, con el riesgo de que le lanzaran otra palabreja... Disculpe, pero convendrá conmigo en que éste no es un asunto menor, es un asunto de interés público... y le preguntó si él no había investigado o escrito algo al respecto.

No... no me importa, se limitó a contestar, en un tono enfadado.

Y se atrevió a más: acabaría usted con el mito sobre los orígenes de Villa, le dijo Osorio para intentar convencerlo.

Y es que, mire, se dirige a nosotros en la entrevista... sólo es cuestión de observar a Villa en las fotografías, resulta obvio que no tiene rasgos indígenas...

Y nos comparte un pasaje, en el que se “retrata” fielmente la imagen de Francisco Villa, por apreciaciones de dos norteamericanos: en una biografía de Zapata, se narra cuando éste se encontró con Villa en Xochimilco. Estaban presentes dos agentes norteamericanos, quienes son testigos del encuentro.

Y lo narran de una manera muy chistosa, nos dice Osorio. Dicen que cuando se encontraron los dos generales revolucionarios, se saludaron y luego se retiraron a sentarse en un diván. Y que parecían una pareja de novios de pueblo, porque sólo permanecían sentados, sin hallar qué decirse...

Y enseguida describen a Zapata: bajito de estatura, rasgos indígenas, junto a él una mujer, con apariencia indígena también, con un niño todo sucio, la cara embarrada de mocos... creen que es su esposa, pero no, era la hermana de Zapata.

Y cuando describen a Villa, con sus botas, su pistola, de estatura alta, que contrasta con la de Zapata, fornido, colorado, rubicundo como un alemán. Villa era pues blanco, colorado, de un güero asoleado, tenía el pelo rubio y ondulado, no chino como el de los negros, pero sí como las características de muchos judíos, nos detalla Osorio.

Pero decir que era colorado, como un alemán, pues está muy descriptivo ¿no?, agrega el historiador.

Además, recalca, en una expedición que organizó México para secuestrar a Carranza, Villa se deja crecer la barba, que le sale negra, y esto da cuenta de que no tenía raíces indígenas, porque ¿cuándo hemos visto a un indígena con barba?, más bien son lampiños, advierte Rubén Osorio.

Y ahora vuelve a nuestra entrevista, y a la plática con el médico militar...

Mire, le dijo, pues como no hay documentos, entonces habrá que recurrir a la investigación oral. Yo le propondría que me acompañe para que me indique qué personas del apellido Ferman aún viven, para poder entrevistarlas. Era como 1982 o 1983. Me dijo que sí, que estaría bien...

Pero como este médico militar era ginecólogo, siempre estaba ocupado, y yo también, trabajaba en el Seguro Social.

No, mire, en este mes dan a luz tales y cuales pacientes, no puedo acompañarlo... y así se llegó 1996 cuando retomamos el asunto de posible viaje para realizar entrevistas.

En lo que nos poníamos de acuerdo, añade Osorio, hubo una convocatoria del Fonca, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, para participar con trabajos sobre la biografía de Francisco Villa. Yo participé, y gané el premio...

Y entonces aproveché para volver con el médico militar ginecólogo. Creo que ésta es una buena oportunidad para hacer el viaje, le dije, porque me acabo de ganar este premio... sí, como no, me dijo... pero se fue, otra vez, casi un año.

Tardé, pero entonces me di cuenta de que realmente no quería seguir hablando del asunto, y menos acompañarme a hacer las investigaciones... tal vez hasta se arrepentía de haber platicado conmigo aquel día después de la sesión que narré antes, reflexiona Osorio.

Pues ni modo, lo haré solo, decide el historiador.

Fui con un gran amigo, Héctor Hernández, quien era administrador en el Hospital Palmore, y lo invité, para no viajar solo.

Pero el domingo anterior a nuestra parida, volví con el médico militar y le informé que yo realizaría el viaje, pero que le pedía me dijera a quién iba yo entrevistar, recuerda.

Pues mire, de la familia Ferman sólo queda un tío... si es que vive... creo que está en Guadalajara, me comentó el médico militar. Luego llamó a su hija y le dio instrucciones para que me proporcionara el número telefónico de ese tío Ferman en Guadalajara... y eso, si es que conserva todavía el número, me advirtió.

Yo estoy seguro que él sabía que ese famoso tío ya había mirto, pero tal vez pensó: este doctorcito investigador irá, y cuando se dé cuenta que el tío ya no vive, se va a desanimar y se regresará, dejando todo por la paz...

¡Ja¡, este médico militar no conocía al doctor Osorio... nos dice el entrevistado, con un dejo de gran satisfacción... Fuimos primero a San Juan del Río, luego a Canatlán, y finalmente a la misma capital de Durango... hice algunas investigaciones sobre los Ferman...

Nos comenta Osorio que se comunicó al número que le dieron, de Guadalajara. Le contestó una mujer, muy amable, de nombre Rafaela... claro que no podía decirle: mire, ando investigando el parentesco de ustedes con Pancho Villa, no me hubiera atendido...

Así es que, eché mano de una mentirilla piadosa, expresa Rubén Osorio, frotándose las manos, como cuando un chiquillo hace una travesura...

Le dije que era médico, que era historiador, y que me había interesado mucho sobre la ida de su padre, que había sido muy conocido y reconocido.

Le comenté a Rafaela que había buscado en el directorio telefónico, y que le único apellido Ferman que aparecía en la guía, era el de ella...

No, fíjese que yo no sé casi nada de la familia, porque mi padre se separó y se vino a Guadalajara, y casi no tenemos contacto... pero tengo unos primos, que tienen un taller mecánico en Torreón.

Se llaman Jesús y José, le dijo Rafaela a Rubén Osorio, y le proporcionó el domicilio del taller.

Todo parecía que se iba complicando, señala Osorio. Para acabalar, mi amigo Héctor Hernández, compañero de la aventura, tuvo un problema familiar y se tuvo que regresar de Durango... Así es que dejé el carro en Durango y me fui a Torreón en camión.

Llegó hasta el taller. Afuera estaba un hombre moreno, alto.

Era José. Nos pasamos a su oficina.

Le dije que había estado en Durango, y que había hablado con una prima suya de Guadalajara...

¡Ah!, pero para esto, hace un paréntesis Rubén Osorio: debo decir que el médico militar con el que tomé café y que marcó el inicio de esta historia, me había advertido que sus primos eran unos ca***, y su tío igual, así es que por nada del mundo les fuera a decir él me había hablado del parentesco con Villa...

Pero Rubén Osorio confiesa que se sintió incomodo. Pensó que ya no valían las mentirillas, ni piadosas. Estaba seguro que si intentaba otra mentira, lo iban a descubrir con sólo mirar su cara. Así es que le dijo a José que llamara a su hermano Jesús, para hablar con los dos juntos...

Debo también aclarar que me miraban con gran desconfianza. Me veían de arriba abajo, y se volteaban a ver entre ellos. Me hicieron sentir un tanto nervioso...

Pero Osorio les dijo la verdad: vengo de Chihuahua. Allá me topé con el apellido Ferman, con un médico que no les voy a decir quién es, y me enteré que Pancho villa era de su familia, resumió, esperando su reacción, que tal vez fuera echarlo de sus oficinas y abortar el objetivo, luego de tanto esfuerzo...

¡Ah!, es el doctor fulano, ¡es un hijo de la ch***!... esa fue su reacción... ¡estaban peleados a muerte!, dice Osorio...

Mostrando humildad y cortesía, nuestro entrevistado les dijo:... así es que ustedes saben si me quieren platicar... mi interés es netamente histórico, argumentó.

No, pues ya le dijo... ni modo..., respondieron Jesús y José.

Y me dijeron algunas cosas, pero uno de sus hijos que me dio un aventón a la Central Camionera, en el trayecto me confió que su papá y su tío no me habían platicado gran cosa... yo sé cosas, me aseguró...

De inmediato le dije que parara el carro. Y saqué mi grabadora.

Al final de ese día tenía ya cinco grabaciones, que coincidían en sus líneas generales. Y al fin de cuentas, ya para escribir mi libro tenía 28 o 29 testimonios, señala con satisfacción Osorio.

Por supuesto que esta tesis requiere el complemento del análisis, de los estudios clínicos, porque lo mío es producto de la investigación oral... Estoy consciente... Hay gente que no me cree, pero toca entonces, a quien le interese y cuente con recursos, realizar los estudios clínicos, serían valiosos... por mi pate, ahí está lo que para mí es verdad, de acuerdo a mi trabajo de investigación histórica oral, concluye Rubén Osorio, el amigo del mejor biógrafo de Villa, Frederick Katz.

Este trabajo es el centro de sus investigaciones. Quien desee ampliar este conocimiento, debe adquirir sus libros “Francisco Villa: ese desconocido”, y el de “La correspondencia del Centauro”.

Este descubrimiento reciente ha caído como una verdadera bomba en varias pseudo-“logias” en donde los Yunquistas y otros como ellos se reúnen en sus aquelarres secretos para maquinar sus maldades, a grado tal de que en algunos capítulos del Yunque en Baja California, Colima, Jalisco y Puebla, ya se está “revisando” la Historia para tratar de desmitificar la imagen de Pancho Villa presentándolo como no como el héroe revolucionario al que México le debe primero la caída de la prolongada dictadura absolutista (¡tres décadas en la silla presidencial!) de Porfirio Díaz y después la caída del dipsómano carnicero Victoriano Huerta, sino como “un marxista anarquista al servicio de la gran conspiración judía para implantar un régimen bolchevique judío en México al mismo tiempo que la juderia en Rusia preparaba la caída del Zar Nicolás II”. Sin presentar pruebas documentales de sus dichos y fantasías, claro está. Lo cual no debe de causar extrañeza, porque así es como los nazi-fascitas de nuevo cuño de México construyen su propaganda y sus “verdades”, torciendo los hechos históricos a su conveniencia según convenga a sus fines de reclutamiento y lavados de cerebro, que al fin y al cabo para ellos lo importante es convencer ganando aliados y voluntarios para servirlos al costo que sea incluído el de falsear burdamente los hechos históricos.

En rigor de verdad, tomando en cuenta que la extrema derecha alaba y admira ampliamente a Victoriano Huerta “por no haber sido un masón” (además, Victoriano Huerta El Chacal nació precisamente en mismo Estado de Jalisco en donde pocos años después con el paso del tiempo sería la cuna de la organización clandestina de extrema derecha más poderosa y más peligrosa del continente americano, ¿no es esta una razón adicional para que los radicales fundamentalistas de todo México le canten loas y lo alaben como su héroe?), la confirmación de que Pancho Villa tenía ascendencia judía podría hacer “embonar” más los hechos históricos con sus fantasías. Tomando en cuenta que la Revolución Mexicana se llevó a cabo antes que la Revolución Bolchevique que depuso al Zar Nicolás II (la primera gran revolución social en el mundo al inicio del siglo XX fue precisamente la que tuvo lugar en México), e ignorando intencionalmente el hecho de que ambas revoluciones se debieron a causas y circunstancias totalmente diferentes, se puede cocinar una buena historieta como la siguiente elaborada al estilo Salvador Borrego emulando sus modismos, invenciones, elucubraciones, y demás disparates y zarandejas (Spectator reclama para sí todo el mérito de la creación de la fantasía que se dará a continuación):

Al inicio del siglo XX y usando como cebo la doctrina marxista, los planes judíos para el dominio del mundo tal y como lo dictaban los Protocolos de los Sabios de Sión ordenaban que la revolución mundial tuviera que ser puesta en marcha primero en México y después en Rusia, con la ayuda de las logias masónicas en ambos países. México tenía que ser el primer país por su cercanía estratégica a los Estados Unidos, y Rusia tenía que ser el siguiente por su vasto territorio dominando Europa Oriental desde el cual se podía llevar a cabo la invasión de Europa Occidental y tras ello la invasión de Asia. En México, el principal responsable de iniciar un movimiento armado en contra del Presidente nacionalista Porfirio Díaz que tanto bien le había hecho a México fue un judaizante apodado Pancho Villa, empezando el movimiento armado para derrocar a Porfirio Díaz e instaurar una dictadura de corte marxista, dando inicio a la sublevación el 20 de noviembre de 1910. En Rusia, la revolución para derrocar al gobernante legítimo de tan grande país empezaría con la Revolución de Octubre cuya fecha decisiva tuvo lugar siete años después, el 25 de octubre de 1917. Tanto en México como en Rusia, los instigadores de ambas revoluciones eran judíos todos ellos, sin exceptuar a ninguno, financiados por banqueros judíos de Nueva York y de Suiza, y ambas revoluciones tenían como principal propósito implantar el poder oculto judío en las zonas geográficas más estratégicas de la Tierra. Tras la caída del Presidente Porfirio Díaz que siempre se había distinguido por su nacionalismo patriota, ocupó la silla presidencial un usurpador de nombre Francisco I. Madero, Gran Maestro Masón Grado 33, y puesto incondicionalmente a las órdenes secretas que le eran dadas por el agitador judío marxista apodado Pancho Villa. Es entonces cuando un gran militar nacionalista de nombre Victoriano Huerta con un acendrado amor a México y con un noble espíritu de sacrificio se yergue para rescatar a la Presidencia de México de la gran conspiración judía masónica comunista que ya estaba en marcha, aunque al ser traicionado por todos sus enemigos al rehusarse a formar parte de alguna logia masónica se vió obligado a huír de México para poder reorganizar su lucha para rescatar a su amado país, lo cual no se pudo llevar a cabo porque justo cuando iba en camino para rescatar a México fue aprehendido por el gobierno norteamericano a petición de la Gran Sinagoga de Nueva York para ser entregado ilegalmente a las tropas destacamentadas en Fort Bliss en donde Huerta fue asesinado por médicos judíos que lo antendieron en contra de su voluntad de un supuesto padecimiento estomacal que nunca tuvo, matándolo e impidiendo de esta manera que el hombre nacionalista y desinteresado pudiera salvar a su patria de los conspiradores judíos.

Y así sigue y prosigue la historieta. Así es como Salvador Borrego y todos los propagandistas de la extrema derecha incluído Joaquín Bochaca arman sus fantasías y alucinaciones. Esta es la forma en la que urden sus patrañas, y ya llevan demasiados años haciéndolo, habiendo acumulado a lo largo de décadas lo que son ya demasiadas patrañas. Se hace la aclaración, de paso, que de acuerdo a los registros médicos, Victoriano Huerta murió en la ciudad de El Paso, Texas el 15 de julio de 1914 por cirrosis hepática, consecuencia directa del alcoholismo desenfrenado que le desintegró la mayoría de las pocas neuronas sanas que aún le quedaban en su desequilibrado cerebro. (No ha sido posible confirmar de alguna manera la hipótesis de que Victoriano Huerta en la última etapa de su vida manifestaba ya los síntomas inequívocos del delirium tremens que manifiestan los dipsómanos cuando empiezan a desvariar en episodios impredecibles de alucinaciones y pesadillas al no resistir más sus cerebros la ingesta inmoderada de grandes cantidades de alcohol que en esos casos resulta ser un veneno letal). Esta es la clase de “héroes” a los cuales la ultraderecha mexicana entroniza al no tener a alguien como Pancho Villa o como Emiliano Zapata para emular y tomar como ejemplo.

Se antoja extremadamente difícil que los ultraderechistas de México (incluyendo a Salvador Escalante o sus sucesores sacando una versión revisada de la fantasía titulada América Peligra en donde “actualizen” el mamotreto con el dato del judaísmo de Pancho Villa) puedan destronar a Pancho Villa del pedestal en el que le tiene gran parte del pueblo mexicano, aún confirmándose que en efecto Pancho Villa haya tenido ascendencia judía. Pancho Villa, el cual siempre daba la cara a sus enemigos en el campo de batalla (todo lo contrario a ultraderechistas como los Tecos de la UAG y los Yunquistas que se esconden cobardemente en el anonimato identificándose en sus aquelarres y en sus reportes escritos con seudónimos, y los cuales nunca golpean a nadie si no es cobardemente a tración pura y por la espalda tal y como les han enseñado sus mentores), hombre de leyenda del México revolucionario, tiene una estatura tal que cuando en la actualidad alguien habla de la posibilidad de echar fuera del poder por la vía de las armas a los derechistas ultraconservadores incrustados en el PAN-Gobierno en caso de que insistan en aferrarse a sus megalómanos sueños de gloria y poder, llevándose a cabo un movimiento como el que encabezaron Pancho Villa y Emiliano Zapata durante los tiempos de la Revolución Mexicana, no es remoto que los interlocutores en directa alusión a Pancho Villa y a Emiliano Zapata respondan: “ya no hay de esos”.