Golpes de suerte
En sus escritos neo-Nazis editados y publicados en México, el revisionista y propagandista de extrema derecha que se hacía llamar a sí mismo “Traian Romanescu” (no hay sepulcro en México con ese nombre, ni se ha publicado jamás en México esquela alguna a un personaje de ese nombre con motivo de su fallecimiento como tampoco se han publicado esquelas al irse conmemorando los aniversarios de su feliz deceso) afirmó que el famoso grupo musical británico The Beatles fue “descubierto” (las comillas las pone el mismo Romanescu) por el empresario judío-inglés Brian Epstein para promover con intenciones perversas la música de Rock and Roll y extender así “la influencia corruptora de la perversa música de Rock para enviciar a las juventudes de Occidente y hacerlas más manipulables y más propensas al plan del dominio mundial judío a través del marxismo”.
Bueno, a partir del colapso del bloque soviético, el marxismo como tal al estilo soviético ha dejado de existir excepto en la república de Corea del Norte (la cual no es una república sino una dictadura de corte totalitario), de modo que no es posible afirmar que la promoción musical de los Beatles tuviera cosa alguna que ver con promover la instauración del marxismo a nivel mundial. Lo único cierto (y tal vez sea una de las pocas verdades que escribió el mentiroso hasta la médula de los huesos de “Traian Romanescu”) y que es un hecho indiscutible es que Brian Epstein efectivamente era judío, eso es algo que está plenamente documentado:
Sin embargo, estirar hasta los límites de la credibilidad el argumento de que el judío inglés Brian Epstein “descubrió” a los Beatles para contribuír al dominio del planeta Tierra a través de la fantasiosa fantasía ultraderechista de “la gran conspiración judía masónica comunista” es llevar las argumentaciones al extremo más extremo de todos los extremos posibles (algo que han acostumbrado hacer en sus escritos Nazis sin la menor pena revisionistas tales como David Irving, Joaquín Bochaca, Salvador Borrego, igual de mentirosos todos ellos). La realidad del asunto es que al hacerse cargo como manager del grupo The Beatles, sin anticiparlo ni planearlo Brian Epstein fue el beneficiario ocasional de un extraordinario golpe de suerte de esos que sólo se dan una vez en la vida con los cuales muy de vez en cuando la diosa Fortuna beneficia a unas cuantas personas:
Una verdadera ganga
NME.com
25 de octubre del 2011
El ex representante de Los Beatles confesó haber vendido el cuarteto a un nuevo manager por un desacuerdo de 9 libras esterlinas (193 pesos aproximadamente) que tuvo con la banda antes de que se volvieran famosos, informó NME.com.
Allan Williams, quien fuera el jefe del cuarteto de Liverpool por tres años, ‘pasó la estafeta’ de la agrupación a Brian Epstein en 1962.
Williams, de 81 años de edad, confesó a The Daily Record haberse enojado con Los Beatles cuando no le pagaron su comisión correspondiente, del 15 por ciento, por uno de los conciertos de Hamburgo.
“Todavía hay veces que, después de 50 años, no duermo pensando en eso.
Nadie hubiera pensado que los Beatles se volverían tan famosos”, comentó Williams.
“En ese tiempo existían 300 grupos en Liverpool, quienes eran igual o mejores que los Beatles, y yo ni siquiera recibí mis 9 libras”.
Williams habló también de su enojo y su alcoholismo después de ver que la banda se convirtió en todo un éxito.
“Recuerdo haberlos visto tocar ante la Reina un año después (de haber vendido al grupo) y arrojé el sillón contra la televisión.
“Pero ya no tengo arrepentimientos, estoy contento de haber estado ahí en los 60 cuando todo empezó”, concluyó Williams.
De no haberse encorajinado con sus representados, de no haberse peleado con ellos por tristes y miserables 193 pesos mexicanos, de no haberle vendido el contrato a Brian Epstein, Allan Williams:
posiblemente habría terminado hoy como uno de los hombres más ricos de Inglaterra teniendo garantizado su paso a la inmortalidad en los libros de Historia. Seguramente se habrá dado muchos topes contra la cabeza pensando en la oportunidad dorada que se le fue de las manos por no haber sabido manejar adecuadamente la situación.
posiblemente habría terminado hoy como uno de los hombres más ricos de Inglaterra teniendo garantizado su paso a la inmortalidad en los libros de Historia. Seguramente se habrá dado muchos topes contra la cabeza pensando en la oportunidad dorada que se le fue de las manos por no haber sabido manejar adecuadamente la situación.
De cualquier modo, la transferencia del cuarteto musical a Brian Epstein resultó beneficiosa para el grupo, ya que Brian Epstein, el cual estaba familiarizado con los instrumentos de la orquesta moderna de conciertos y con la música clásica (además de estar familiarizado con el estilo musical R&B (Rythm & Blues con fuerte influencia en el estilo de Rock de los Beatles) supo dirigir hábilmente a los Beatles hacia nuevas avenidas experimentales que ningún otro grupo musical había recorrido antes. La introducción de instrumentos de cuerda y de viento a las melodías de los Beatles promovida con la ayuda de Brian Epstein es notoria para cualquiera que haya escuchado piezas como Eleanor Rigby. El álbum del Club de Corazones Solitarios del Sargento Pepper está lleno de tales innovaciones. Quizá esta es la razón por la cual la diosa Fortuna favoreció a Brian Epstein con uno de los más espectaculares golpes de suerte que le pudo haber dado el destino a ser humano alguno.
Allan Williams no es el único que perdió una oportunidad dorada ofrecida por el destino. El tirano alemán Adolfo Hitler también perdió varias oportunidades de las cuales seguramente se habrá acordado poco antes de volarse la tapa de los sesos con la pistola con la que huyó cobardemente por la puerta falsa. Una de tales oportunidades la tuvo con la Operación Barbarroja con la cual emprendió la invasión Nazi a Rusia con la finalidad de apoderarse de todos los recursos materiales de dicho país reduciendo a sus habitantes a la condición de esclavos. La invasión ya estaba planeada para llevarse a cabo a más tardar al inicio de la primavera, a mas tardar para el 15 de mayo de 1941. Sus estrategas militares ya tenían todo listo para la invasión, anticipando un éxito absoluto dada la superioridad logística alemana y la gran cantidad de armamentos disponibles para llevar a cabo la invasión, y sobre todo contando con condiciones climatológicas ideales. Sin embargo, en uno de sus típicos berrinches (como el berrinche que le costó a Allan Williams el dejar de ser el representante de los Beatles), Hitler decidió retrasar por varios meses la invasión a Rusia para llevar a cabo en cambio una misión militar punitiva a Los Balcanes con la finalidad de “castigar” a quienes en esa pequeña región de la Europa Oriental se resistían a ser súbditos del sátrapa alemán. Ese desvío hacia los Balcanes fue quizá el más grande error militar cometido por Hitler (ante la angustia y el coraje de sus generales que se oponían calladamente a tal medida), porque una vez que se hubo consumado la “venganza del Führer”, al emprender la invasión de Europa a fines de junio de 1941 se avecinaba un otoño que en Rusia equivalía de hecho al principio del invierno. Y ese invierno resultó ser particularmente duro, tan duro que las inclemencias del tiempo posiblemente causaron más estragos en el equipo y los pertrechos militares de las tropas de Hitler que los mismos rusos:
Con un invierno inclemente castigando duramente a las tropas alemanas, los rusos que a fin de cuentas estaban en su propia casa y estaban acostumbrados a tales rigores del tiempo emprendieron la defensa de Rusia en contra de los Nazis, destruyendo el 2 de febrero de 1943 con la espectacular derrota de Stalingrado (hoy Volgogrado) y la rendición incondicional del mariscal de campo Friedrich Paulus los sueños imperiales del nazismo alemán. Quienes afirman (principalmente los revisionistas negacionistas) que fue la intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial lo que le costó la derrota a Hitler yerran en grande. Con la virtual destrucción del VI Ejército alemán en Stalingrado, el régimen Nazi tenía ya sellada su sentencia de muerte, a partir de la derrota de Stalingrado a los ejércitos alemanes solo les quedaba una opción: salir huyendo y corriendo como conejos de regreso a casa (lo cual hicieron), a sabiendas de que por las atrocidades cometidas por los Nazis en su invasión a Rusia los rusos estarían en muy poca disposición de darles clemencia y misericordia a sus invasores pese a los acuerdos firmados en la Tercera Convención de Ginebra el 27 de julio de 1929 (aproximadamente 150 mil soldados alemanes encontraron la muerte durante la batalla de Stalingrado y unos 90 mil fueron hechos prisioneros; tras la guerra sólo 10 mil de ellos sobrevivieron y volvieron a Alemania, quedando hasta el día de hoy la duda histórica del por qué los rusos no mataron a esos 10 mil alemanes que en caso de haber triunfado el Nazismo en Europa no habrían tenido compasión ni misericordia alguna hacia los rusos vencidos). ¿Todo por culpa del invierno ruso? En realidad, no. Todo por culpa del imbécil cabo-tirano que creyéndose superior e infalible en sus decisiones totalitarias y desoyendo los consejos de sus mejores asesores que estaban mil veces mejor preparados e informados que él en cuestiones militares, retrasó la invasión a Rusia los meses necesarios para poder garantizarle la victoria al enemigo. De cualquier modo, esta decisión idiota de Hitler resultó ser un inesperado golpe de suerte para aquellos a quienes quería conquistar y subyugar, ya que terminó dándoles una ventaja militar sobre Hitler y sus invasores con la ayuda de la propia Naturaleza.
Con un invierno inclemente castigando duramente a las tropas alemanas, los rusos que a fin de cuentas estaban en su propia casa y estaban acostumbrados a tales rigores del tiempo emprendieron la defensa de Rusia en contra de los Nazis, destruyendo el 2 de febrero de 1943 con la espectacular derrota de Stalingrado (hoy Volgogrado) y la rendición incondicional del mariscal de campo Friedrich Paulus los sueños imperiales del nazismo alemán. Quienes afirman (principalmente los revisionistas negacionistas) que fue la intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial lo que le costó la derrota a Hitler yerran en grande. Con la virtual destrucción del VI Ejército alemán en Stalingrado, el régimen Nazi tenía ya sellada su sentencia de muerte, a partir de la derrota de Stalingrado a los ejércitos alemanes solo les quedaba una opción: salir huyendo y corriendo como conejos de regreso a casa (lo cual hicieron), a sabiendas de que por las atrocidades cometidas por los Nazis en su invasión a Rusia los rusos estarían en muy poca disposición de darles clemencia y misericordia a sus invasores pese a los acuerdos firmados en la Tercera Convención de Ginebra el 27 de julio de 1929 (aproximadamente 150 mil soldados alemanes encontraron la muerte durante la batalla de Stalingrado y unos 90 mil fueron hechos prisioneros; tras la guerra sólo 10 mil de ellos sobrevivieron y volvieron a Alemania, quedando hasta el día de hoy la duda histórica del por qué los rusos no mataron a esos 10 mil alemanes que en caso de haber triunfado el Nazismo en Europa no habrían tenido compasión ni misericordia alguna hacia los rusos vencidos). ¿Todo por culpa del invierno ruso? En realidad, no. Todo por culpa del imbécil cabo-tirano que creyéndose superior e infalible en sus decisiones totalitarias y desoyendo los consejos de sus mejores asesores que estaban mil veces mejor preparados e informados que él en cuestiones militares, retrasó la invasión a Rusia los meses necesarios para poder garantizarle la victoria al enemigo. De cualquier modo, esta decisión idiota de Hitler resultó ser un inesperado golpe de suerte para aquellos a quienes quería conquistar y subyugar, ya que terminó dándoles una ventaja militar sobre Hitler y sus invasores con la ayuda de la propia Naturaleza.
Otra oportunidad dorada perdida por Hitler tuvo que ver con su invasión prematura de Polonia llevada a cabo el 1 de septiembre de 1939, la cual se repartió con Stalin:
Hitler sabía perfectamente que si Alemania invadía a otro país europeo con la finalidad de apoderarse de dicho país o parte de dicho país, en violación directa de los Tratados de Versalles en los cuales Alemania había dado solemnemente su palabra de honor de que nunca más volvería a ser una amenaza para sus vecinos, esto sería una causa para el reinicio de las hostilidades en contra de Alemania (por la invasión Nazi de Polonia fue por lo que empezó la Segunda Guerra Mundial). En vez de haber invadido Polonia en septiembre de 1939, se debería de haber esperado pacientemente hasta 1941 (armándose aún más de lo que ya estaba, con una mayor cantidad de aviones y tanques y bombas, quizá hasta dándose tiempo para desarrollar la bomba atómica alemana), tras lo cual podría haber emprendido una guerra de agresión relámpago blitzkrieg en la primavera de 1941 sin tener abierto un frente de guerra occidental en contra de Francia e Inglaterra, pasando sobre territorio polaco violándoles su soberanía pero sin entrar en guerra directa con los polacos advirtiéndoles que el objetivo era Rusia, no Polonia (lo cual desde luego hubiera sido una mentira, pero eso era algo a lo que Hitler estaba acostumbrado). Los polacos, por simple supervivencia y ante la superioridad militar alemana, se habrían tenido que resignar a dejar pasar a los Nazis en su camino hacia Rusia. Una vez apoderado de Rusia, con todos los rusos degradados y rebajados a la condición de esclavos, y con todos los recursos materiales del territorio (sobre todo, el petróleo), Hitler podría haber respondido tranquilamente a un frente occidental de guerra para apoderarse del resto de Europa (la invasión alemana de Rusia pasando sobre Polonia pero sin entrar en guerra con Polonia tambíen habría constituído un casus belli para que Inglaterra, Francia e inclusive los Estados Unidos le volviesen a declarar la guerra a Alemania, pero ya para entonces, con Hitler apoderado de Rusia, la respuesta habría sido tardía y extemporánea). El haber abierto un frente de guerra oriental después de que la Alemania Nazi ya tenía abierto un frente de guerra occidental era la prescripción perfecta para un fracaso, y muchos militares alemanes veteranos de la Primera Guerra Mundial lo sabían, pero no había forma alguna de hacer entrar en razón al tirano que se veía a sí mismo todos los días en el espejo como un verdadero “genio militar” en vez del estúpido amateur que realmente era.
Hitler sabía perfectamente que si Alemania invadía a otro país europeo con la finalidad de apoderarse de dicho país o parte de dicho país, en violación directa de los Tratados de Versalles en los cuales Alemania había dado solemnemente su palabra de honor de que nunca más volvería a ser una amenaza para sus vecinos, esto sería una causa para el reinicio de las hostilidades en contra de Alemania (por la invasión Nazi de Polonia fue por lo que empezó la Segunda Guerra Mundial). En vez de haber invadido Polonia en septiembre de 1939, se debería de haber esperado pacientemente hasta 1941 (armándose aún más de lo que ya estaba, con una mayor cantidad de aviones y tanques y bombas, quizá hasta dándose tiempo para desarrollar la bomba atómica alemana), tras lo cual podría haber emprendido una guerra de agresión relámpago blitzkrieg en la primavera de 1941 sin tener abierto un frente de guerra occidental en contra de Francia e Inglaterra, pasando sobre territorio polaco violándoles su soberanía pero sin entrar en guerra directa con los polacos advirtiéndoles que el objetivo era Rusia, no Polonia (lo cual desde luego hubiera sido una mentira, pero eso era algo a lo que Hitler estaba acostumbrado). Los polacos, por simple supervivencia y ante la superioridad militar alemana, se habrían tenido que resignar a dejar pasar a los Nazis en su camino hacia Rusia. Una vez apoderado de Rusia, con todos los rusos degradados y rebajados a la condición de esclavos, y con todos los recursos materiales del territorio (sobre todo, el petróleo), Hitler podría haber respondido tranquilamente a un frente occidental de guerra para apoderarse del resto de Europa (la invasión alemana de Rusia pasando sobre Polonia pero sin entrar en guerra con Polonia tambíen habría constituído un casus belli para que Inglaterra, Francia e inclusive los Estados Unidos le volviesen a declarar la guerra a Alemania, pero ya para entonces, con Hitler apoderado de Rusia, la respuesta habría sido tardía y extemporánea). El haber abierto un frente de guerra oriental después de que la Alemania Nazi ya tenía abierto un frente de guerra occidental era la prescripción perfecta para un fracaso, y muchos militares alemanes veteranos de la Primera Guerra Mundial lo sabían, pero no había forma alguna de hacer entrar en razón al tirano que se veía a sí mismo todos los días en el espejo como un verdadero “genio militar” en vez del estúpido amateur que realmente era.
Y aún otra oportunidad dorada perdida por el imbécil tirano alemán fue el haberse negado a utilizar el avión caza Messerschmitt Me 262 (el primer jet del mundo) para lo que había sido diseñado originalmente, como un avión de caza. Furibundo por los bombardeos que los aliados estaban llevando a cabo sobre las ciudades alemanas, en uno de sus típicos arrebatos de ira Hitler ordenó que los aviones caza Messerschmitt fueran convertidos a bombarderos “para ir a bombardear las ciudades inglesas” y así “tomar venganza”. El consenso actual es que si el histérico Hitler hubiera aceptado los sanos consejos de su propio Ministro de Armamentos Albert Speer acelerando la producción de los aviones caza Me-262:
con el fin de utilizarlos única y exclusivamente para lo que habían sido diseñados, esos aviones caza habrían terminado derribando a todos y cada uno de los bombarderos aliados que estaban dejando caer su carga sobre las ciudades alemanas, porque simple y sencillamente los lentos y pesados bombarderos aliados:
con el fin de utilizarlos única y exclusivamente para lo que habían sido diseñados, esos aviones caza habrían terminado derribando a todos y cada uno de los bombarderos aliados que estaban dejando caer su carga sobre las ciudades alemanas, porque simple y sencillamente los lentos y pesados bombarderos aliados:
no contaban con la capacidad de maniobra y la velocidad para poder escapar del alcance de los aviones cazas. Una pequeña flotilla de aviones Messerschmitt Me-262 pudo haber terminado de tajo y de una vez por todas con los bombardeos que estaban llevando a cabo las fuerzas aliadas sobre Alemania. Pero para Hitler era mucho más importante “tomar venganza” que garantizar la victoria, y con sus decisiones estúpidas Hitler pudo demostrar con creces lo que sus apologistas de hoy le quieren borrar de su expediente. En su memorias, Albert Speer siempre lamentó el error garrafal cometido por el cabo-convertido-en-tirano de envilecer el proyecto original Me-262 ordenando su conversión forzada hacia algo para lo que nunca serviría. Si algo demostró en vida el irascible dictador alemán de extrema derecha es que, cuando se actúa con las vísceras y no con el raciocinio inteligente, cuando se toman decisiones importantes basadas en los impulsos irracionales en vez de basarlas en la lógica y en la razón pura, se tiene la prescripción adecuada para caer tarde o temprano en un precipicio sin fondo arrastrando en la caída meteórica no solamente a uno mismo sino a muchos otros que no tuvieron cosa alguna que ver con los actos irracionales de un energúmeno gritón e histérico. Y es precisamente el mismo tirano despiadado al cual alaba ampliamente en su voluminoso mamotreto doctrinario ultraderechista Derrota Mundial el rabioso antisemita Salvador Borrego Escalante que al mismo tiempo que hace lo mejor que puede para infundir un antisemitismo extremo en las juventudes de México se proclama devoto cristiano y fiel seguidor de la Virgen de Guadalupe. ¡Se proclama como hombre muy religioso, diseminador de las doctrinas de amor al prójimo de Jesús de Nazareth, sí señor, todo un hombre de cristiana fé religiosa! Todo un devoto y firme creyente, todo un gran hombre de fé obediente de los Diez Mandamientos (entre los cuales se incluyen “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, “No mentirás”, y “No levantarás falso testimonio en contra de tu prójimo”). Y para quien dude que el creador de la literatura más virulentamente antisemita del continente americano en los países de habla hispana mantenga el cinismo de proclamarse creyente de las doctrinas de amor de Jesús y además devotísimo Guadalupano, a continuación se muestra una foto de Salvador Borrego en el interior de su casa (se trata del tipo que aparece en el lado derecho de la fotografía) con las paredes visiblemente tapizadas de imágenes y símbolos religiosos, esto mientras que al mismo tiempo su propaganda chatarra que sigue promoviendo y vendiendo sigue siendo utilizada para fanatizar a las juventudes mexicanas de hoy en día hasta los umbrales de la locura con la esperanza de poder motivar a los jóvenes mexicanos a los mismos niveles de odio que movieron a Hitler y a sus seguidores al asesinato colectivo de millones de judíos europeos:
Se podría hablar de otras decisiones estúpidas cometidas por Hitler, pero eso ya es un asunto propio de una enciclopedia. Quizá si los alemanes se hubieran dado cuenta del barranco sin fondo hacia el cual serían llevados por uno de los hombres más abominables en la Historia contemporánea, ellos mismos habrían matado a Hitler y a su puñado de seguidores cuando aún eran un grupo excéntrico pequeño que podía ser eliminado con menos de unas 50 pistolas o igual cantidad de horcas. La eliminación de Hitler (no de su insana ideología, la cual persiste hasta nuestros tiempos gracias a propagandistas mendaces como David Irving y Salvador Borrego) que no pudo ser llevada a cabo por los mismos alemanes fue llevada a cabo de modo indirecto por las fuerzas aliadas al empujarlo hacia la desesperación histérica el 30 de abril de 1945, fecha en la cual los alemanes se enteraron del fin de la dictadura Nazi que los llevó a la ruina. Desafortunadamente, el fin de Hitler y sus megalómanos y desquiciantes sueños de gloria imperial no fue obra de un afortunado golpe de suerte, fue algo por el cual la humanidad toda tuvo que pagar un costo altísimo, extraordinario, un costo que no se habría tenido que pagar si hubiera habido en Alemania tan solo un pequeño puñado de patriotas dispuestos a todo armados con 50 pistolas o con 50 horcas. De cualquier modo, las inesperadas estupideces con las cuales el cabo-tirano venido a menos torpedeó sus propios proyectos acelerando dramáticamente su caída sin lugar a dudas fueron golpes de suerte que las fuerzas aliadas le han de haber agradecido post-mortem al despiadado tirano. Al final de cuentas, Hitler resultó ser el peor enemigo del mismo Hitler.
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