viernes, 21 de agosto de 2009

Legitimidad

Uno de los personajes en la Historia de México más detestados y aborrecidos por la derecha mexicana, tanto la moderada como la ultraconservadora de raigambre neo-Nazi, es sin duda alguna Benito Juárez García, el hombre de humildes orígenes indígenas que por méritos propios y a costa de esfuerzos y sacrificios logró una educación universitaria tras lo cual logró ascender hasta la Presidencia de la República:





De que Don Benito Juárez es odiado por la ultraderecha mexicana no existe duda alguna; para comprobarlo tan sólo basta leer el libro “América Peligra” del pseudo-historiador novelista neo-fascista Salvador Borrego viendo la forma tan despectiva en la que este literato del fanatismo se refiere a él sin concederle jamás mérito alguno. Y tan sólo baste recordar que el partido Fuerza Popular de la Unión Nacional Sinarquista fue proscrito el 19 de diciembre de 1948 a causa de que una turba de enloquecidos sinarquistas se arremolinaron en torno al monumento a Don Benito Juárez en la Ciudad de México encapuchando su efigie y escupiéndole a la cara profiriendo todo tipo de insultos majaderos. La ultraderecha mexicana nunca ha perdonado a Don Benito Juárez el que, “por culpa suya”, México no pudiera tener hoy en día una monarquía en la persona de algún descendiente de Maximiliano de Habsburgo. La “venganza” de estos fanáticos sólo pudo ser consumada post-mortem con el ascenso del guanajuatense pro-Yunquista Vicente Fox al poder, de lo cual podemos leer lo siguiente en la revista PROCESO publicada en diciembre del 2000 bajo el título “En receso, el Juárez de Los Pinos”:

El retrato tamaño natural de Benito Juárez, réplica del original que se encuentra en el Palacio Nacional y que decoró el salón del mismo nombre en la residencia oficial de Los Pinos, fue desmontado por instrucciones del presidente Vicente Fox.

Pero la pintura --que el expresidente Ernesto Zedillo tenía a su espalda cuando la noche del 2 de julio felicitó a Fox por su triunfo-- no será enviada a una bodega para que se empolve, sino simple y llanamente se retiró por las obras de remodelación en Los Pinos, aclaró a Proceso la vocera presidencial Martha Sahagún.

-¿Qué pasa con Benito Juárez, que hasta su cuadro fue retirado de Los Pinos? -se le preguntó.

-Bueno, es una exageración decir qué pasa con los cuadros de Presidencia. Están ahí....

Una de las máximas por las que Don Benito Juárez es bien conocido alrededor del mundo es su célebre frase “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Si Hitler hubiese puesto atención a esta máxima, absteniéndose de llevar a cabo su vil e injustificada invasión en contra de Polonia que fue a fin de cuentas lo que detonó la Segunda Guerra Mundial, posiblemente habría logrado morir en el poder como dictador de Alemania tras una larga vida dejando como descendiente suyo a uno de sus incondicionales esbirros al no poder tener descendencia propia. Y a Don Benito Juárez se le atribuye también otra frase menos conocida pero no menos profética: “La derecha (los conservadores) no está preparada para gobernar”.

Antes de que la derecha accediera al poder en el año 2000 en México, cuando la imagen de Don Benito Juárez engalanaba desde hace varias décadas la oficina personal del Presidente de México en turno, la sabia máxima de Don Benito Juárez era la que había guiado los pasos para fijar la política exterior de México a través de lo que hoy se conoce como la Doctrina Estrada, la cual en estricto apego a las enseñanzas juaristas afirmaba que los gobiernos extranjeros no son quienes tienen derecho a juzgar para bien o para mal gobiernos o cambios en gobiernos de otras naciones ya que implicaría una violación a su soberanía. En pocas palabras, el gobierno de México no tiene derecho alguno para andar metiendo sus narices en asuntos que no son de su competencia, adjudicándose poderes extralegales y extraterritoriales para otorgar o negar reconocimientos oficiales a los gobiernos establecidos de otros países. Esto es lo que en Derecho Internacional se conoce como el Principio de no intervención.

Pero con el ascenso al poder de la derecha apoyada sobre los pilares del fanatismo de la ultraderecha encubierta, la Doctrina Estrada se fué a pique, y esto lo pudieron comprobar todos los mexicanos a principios del mes de agosto del 2009,

Lejos de México, en Honduras, los problemas políticos empezaron en dicho país a mediados del año 2009 cuando el entonces Presidente José Manuel Zelaya Rosales, ávido de incrementar su poderío como Presidente (quizá inspirado en el aberrante presidencialismo practicado en México) y de eternizarse en el poder emprendió su iniciativa para que se llevase a cabo un plebiscito con el fin de levantar los límites al período presidencial. Prácticamente todas las fuerzas socio-políticas principales de Honduras se opusieron a esta iniciativa de Zelaya, tanto el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía General, la Corte Suprema de Justicia y el Congreso de la República, los cuales declararon ilegal dicha consulta. El asunto creció e hizo crisis hasta que a fines de junio del 2009 el Congreso de Honduras resolvió por unanimidad la destitución del Presidente Zelaya, por considerar que sus acciones de gobierno habían violado la Constitución y el ordenamiento jurídico del país, designando para sucederlo al presidente del Congreso Roberto Micheletti.

De José Manuel Zelaya lo menos que podemos decir de este personaje es que podría muy bien haber sido un hermano gemelo del Presidente mexicano Vicente Fox, con lo cual es entendible que una cantidad cada vez mayor de hondureños estaban hartos de su gestión charra de la cual es poco lo que se puede decir a su favor. Tenían motivos de sobra para removerlo como lo removieron. Contrariamente a lo que en el exterior ha estado pregonando Zelaya tras su destitución en el sentido de que es un Presidente “muy popular y querido por los hondureños”, y que cuenta con el apoyo de más del 95 por ciento de la población, lo cierto es que dentro de Honduras posiblemente no cuente con el apoyo y las simpatía ni siquiera del diez por ciento de la población. Si realmente hubiese sido un Presidente tan popular y tan querido, jamás habría sido depuesto, y al haber sido depuesto, el mismo pueblo hondureño lo habría reestablecido en el poder, cosa que no sucedió.

Al darse cuenta Zelaya de que no contaba con mucho apoyo dentro de Honduras para que pudiera llevarase a cabo su reinstalación, no tuvo reparos en hacer algo casi inconcebible en cualquier hombre que ama a su patria: empezó a buscar apoyo en el exterior para su reinstalación en la Presidencia de Honduras aún con la oposición del pueblo hondureño no sólo mediante medidas de presión altamente lesivas al bienestar de los hondureños tales como la imposición de embargos a importaciones y exportaciones, el rompimiento masivo de relaciones diplomáticas y un bloqueo comercial, sino inclusive de ser necesario llegar al extremo de una invasión armada en contra de su propio país con el fin de reinstaurarlo por la fuerza de las armas de un ejército extranjero aún a costa del derramamiento estéril de la sangre de su propio pueblo hondureño al cual dice querer.

¿Suena disparatado esto último que se acaba de afirmar? Entonces veamos lo que nos tiene que decir la siguiente nota periodística:

Insiste Zelaya, Obama “tardaría 5 minutos”
Agencia AFP
19 de agosto del 2009

Lima— El depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, afirmó ayer que con apoyo del mandatario estadounidense Barack Obama se “tardaría cinco minutos” en darle vuelta al golpe de Estado en su país, durante una visita a Perú en donde fue recibido con “honores restringidos”.

“La solución para un problema interno de Honduras con el gobierno legítimo que yo represento y el gobierno legítimo del presidente Obama tardaría cinco minutos en encontrar medidas que realmente le dieran vuelta a este golpe de Estado”, dijo Zelaya tras reunirse con el presidente peruano, Alan García.

El derrocado mandatario reconoció que Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, “no tuvieron absolutamente que ver en la planificación del golpe de Estado”.

Pero de inmediato agregó: “Digo con respeto que las medidas que hasta este momento se han tomado (por EU) han sido tibias, de manos suaves contra los golpistas”.

Zelaya, con su habitual sombrero blanco de ganadero, reiteró que su regreso a Honduras “es inminente” y que nunca podrá renunciar a ello.

“No puedo renunciar a eso, no puedo vivir desterrado. No tengo en Honduras ni un solo proceso, ninguna sentencia, ningún juicio en toda mi vida. Los únicos juicios que se han establecido son después del golpe de Estado”, precisó.

Zelaya declaró que llegó a Lima invitado por García, con quien conversó durante hora y media en el Palacio de Gobierno tras ser recibido con honores militares restringidos, como aclaró el canciller local José Antonio García Belaunde.

La visita de Zelaya fue calificada como “de trabajo” por el canciller, quien dijo que “todos los países gradúan las visitas, y no siempre se otorgan los mismos honores ni preeminencias”. En otros países, como México o Chile la presencia de Zelaya fue saludada como de jefe de Estado.

El gobierno estadounidense suspendió la entrega de millones de dólares en asistencia a Honduras con la intención de presionar por la reinstalación de Zelaya, quien señaló que toda América Latina ha tomado medidas diplomáticas contra el gobierno de facto.

El Ejército de Honduras no cuenta ni con el armamento ni con los recursos ni con el capital para hacer frente a un Ejército como el de los Estados Unidos de Norteamérica. Zelaya tiene toda la razón cuando dijo que el Presidente estadounidense Barack Obama se “tardaría cinco minutos” en darle vuelta al golpe de Estado en su país, aunque ello implicaría la pérdida de muchas vidas de hondureños, cosa que parece importarle muy poco a Zelaya en aras del culto a su propia personalidad.

Sin embargo, el Presidente Barack Obama, el cual no es ningún estúpido, se rehusó a escuchar los reclamos de Zelaya para que los Estados Unidos usando todo su músculo militar lo reinstalaran en el poder, afirmando que son unos hipócritas quienes piden una mayor intervención de Estados Unidos en Honduras. Sus palabras textuales fueron:

“Los mismos críticos que dicen que los Estados Unidos no han intervenido lo suficiente en Honduras son las mismas personas que dicen que siempre estamos interviniendo y que los yanquis necesitan salirse de Latinoamérica”, declaró el mandatario en una rueda de prensa al finalizar la Cumbre de Líderes de América del Norte.”

“Si estos críticos creen que es apropiado que nosotros de repente actuemos de manera que en otro contexto ellos mismos considerarían inapropiado, creo que entonces eso indica que quizás hay algo de hipocresía… (y) ciertamente eso no va a dirigir las políticas de mi administración”, expresó el presidente estadounidense.”

Esto lo dijo el Presidente Barack Obama precisamente cuando estaba en México en calidad de visita oficial.

En realidad, no vale la pena gastar una sola bala ni derramar una sola lágrima por un megalómano ambicioso que no solo está dispuesto sino que está exigiendo que con una intervención militar extranjera se le reinstale en el poder a costa del derramamiento de sangre de su propio pueblo. Esto es precisamente lo mismo que lo que hicieron los conservadores de México en tiempos de Don Benito Juárez cuando le abrieron las puertas de México a los invasores franceses que ingresaron a México con la única misión de apuntalar con la fuerza de las bayonetas y los cañones a la monarquía que los conservadores querían instalar en México.

Con todo lo que se ha dicho arriba, resulta no sólo increíble sino inclusive incomprensible que el Presidente de México Felipe Calderón, habiendo llegado al poder tras una de las guerras electorales más sucias de las que se tenga memoria en México, con su legitimidad severamente cuestionada por millares de mexicanos a grado tal que muchos aún consideran y llaman a Andrés Manuel López Obrador el Presidente legítimo, como si no Felipe Calderón no tuviese bastantes problemas serios que atender en casa que importan más a los mexicanos que lo que esté sucediendo en Sudamérica, y en abierta violación a la máxima juarista “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, Calderón se creyó investido con toda la autoridad moral y legal del mundo para extender el reconocimiento oficial del gobierno de México al ex-Presidente hondureño Manuel Zelaya.

Efectivamente, el 4 de agosto del 2009 Felipe Calderón en su calidad de Presidente de México recibió en la residencia oficial de Los Pinos al depuesto ex-Presidente Manuel Zelaya, el cual pasó revista a la guardia de honor como acostumbran los protocolos de recepción oficial para mandatarios en funciones:





Uno podría preguntarse, ¿terminó Calderón por volverse tan completamente loco como su igualmente derechista predecesor que hoy se dedica a impartir “conferencias magistrales” en su Centro Fox en León Guanajuato creado exclusivamente para permitirle dar rienda suelta a su ego y sus autoalabanzas?

Lo fácil sería decir que a Felipe Calderón ya se le aflojaron demasiados tornillos en el cerebro. Sin embargo, más que loco, o más que tener alguna simpatía personal hacia Zelaya, Calderón tal vez esté viendo egoístamente por sus propios intereses.

A mediados del 2009, la situación de México tras 9 años de estar siendo gobernado por las derechas y ultraderechas es francamente lamentable. Pocos mexicanos recuerdan una época tan mala como la época negra de desempleo, inflación, crisis e inseguridad por la que está atravesando el país entero. Esto es lo que se tiene tras 9 años del país en manos de los conservadores y ultraconservadores, dándole toda la razón a Don Benito Juárez cuando dijo que la derecha no estaba preparada para gobernar. Y lo peor de todo es que se trata de una derecha reacia a dejar el poder, al igual que Zelaya, una derecha que quiere repetir otro sexenio después de que Calderón haya dejado la Presidencia. Y tras ese sexenio, otro, y otro, y otro más, de ser posible hasta que se acabe el mundo.

Naturalmente, para que la derecha pueda permanecer enquistada en la silla presidencial aferrándose al poder como un gato con las uñas clavadas a la pared, falta que el pueblo de México esté dispuesto a aguantar esta situación por tiempo indefinido. Y Calderón está consciente de que a muchos la paciencia ya se les está agotando. Calderón debe temer que antes de que él pueda terminar su sexenio eventualmente pueda ocurrir algo con lo cual termine depuesto del poder, al igual que Zelaya. Y si tal cosa ocurre, lo lógico es que quiera recibir ayuda del exterior para su reinstauración y su legitimación como “el verdadero Presidente de México”. Y para que ello ocurra, es necesario sentar un precedente, lo cual Calderón ya hizo al darle todo el reconocimiento oficial del gobierno de México al depuesto ex-Presidente de Honduras. Sobre esto, un prominente funcionario del Partido de la Revolución Democrática dijo: “¿Con qué derecho se siente un Presidente tan ilegítimo como el mismo Felipe Calderón para andar dando legitimidad a otros de su misma calaña?”.

Felipe Calderón espera ahora que, en caso de que las cosas se le salgan fuera de control al igual que como ocurrió con su descalabrada guerra contra los cárteles de la droga, pueda contar con todo el apoyo de gobiernos extranjeros para reconocerlo como “el Presidente legítimo de México”, y de ser posible ser reinstaurado en el poder con la ayuda extranjera aún a costa del derramamiento de sangre de sus propios compatriotas. Tal y como ocurrió con los conservadores mexicanos que fueron a pedirle a Napoleón III el envío de tropas francesas a México, una invasión extranjera que a fin de cuentas terminó en un rotundo fracaso gracias al Presidente republicano que luchó hasta el final de sus días por darle a México un mejor gobierno, ese mismo Presidente republicano al cual detestan y aborrecen las derechas y ultraderechas de México, incluído el mismo Felipe Calderón quien se ha rehusado a devolver a su sitio en la oficina presidencial el retrato de tamaño natural del ilustre prócer mexicano, réplica del original que se encuentra en el Palacio Nacional y que decoró el salón del mismo nombre en la residencia oficial de Los Pinos hasta el día que la ultraderecha accedió al poder en México.