Un Presidente sitiado
Felipe Calderón no es un juramentado de ninguna de las temibles sociedades secretas de la ultraderecha mexicana. Nunca lo fué. Él siempre fue un panista tradicionalista, hijo de un panista a la vieja usanza. Pero con tal de colmar sus ambiciones de convertirse en Presidente de México, no vaciló en aceptar la ayuda de la extrema derecha mexicana para lograr convertirse en Presidente. En efecto, le vendió el alma al Diablo. Y posiblemente hoy está meditando en las consecuencias de haber incurrido en tan terrible pacto que lo único que logró fue meterlo de manera muy forzada a la Presidencia con el apoyo de una minoría de electores en unas elecciones muy cuestionadas en las cuales muchos mexicanos permanecen convencidos que se urdió un fraude tan colosal como sofisticado con tal de impedir que el izquierdista Andrés Manuel López Obrador pudiera llegar a la Presidencia.
A casi tres años de haber tomado posesión de su cargo, el país se le está desintegrando en las manos a Felipe Calderón. Tanto él como los mexicanos a los que gobierna están pagando un precio altísimo por su virtual imposición de manera muy forzada como ocupante de Los Pinos. Con tal de legitimarse en el poder, a las pocas semanas de haber tomado posesión de su cargo y en forma por demás improvisada sin contar con un bien elaborado plan de acción Felipe Calderón desató una guerra desastrosa en contra de la delincuencia organizada en México rompiendo un frágil y endeble equilibrio que ya no puede ser reestablecido. Veamos el siguiente editorial que aparece en el número 2927 de la revista Siempre!:
País preso de la psicosis
La guerra ya se le revirtió
Columna En la Linea
Felix Fuentes
Revista Siempre!
19 de julio del 2009
La guerra al narcotráfico se le revirtió al gobierno. El cártel La Familia, que asuela a Michoacán y lo tiene bajo control, lanzó 16 ataques contra militares, marinos y agentes de la PFP. En cuatro días hubo más de 30 muertos incluso 15 policías y dos militares.
En Chihuahua, la comunidad mormona de Galeana se encuentra en estado de alerta permanente tras el secuestro y ejecución del líder social Benjamín LeBarón, sacado a rastras de su domicilio en presencia de su esposa e hijos. Su cuñado Luis Widmar corrió igual suerte y ambos homicidios son imputados al cártel del Chapo Guzmán.
Ciudad Juárez padece la peor era criminal de su historia. En seis meses fue rebasada la cifra de mil ejecuciones, pese a la presencia de 6 mil soldados, contra quienes pesan 623 denuncias sobre allanamientos, torturas y homicidios. Se tienen registros de por lo menos 30 casos de “desapariciones forzadas”.
La República es presa de psicosis ante el fortalecimiento de los cárteles. La población se desespera por falta de garantías y, según una encuesta televisada, la mayoría ciudadana afirma que los cárteles ganan la guerra.
El presidente Calderón insiste que los ataques del hampa son de desesperación por tantos golpes recibidos. Sin embargo, los hampones no parecen estar llorando y atacan con furia.
El gobierno de Estados Unidos informó a la Cámara de Representantes de su país sobre la violencia “alarmante y sin precedentes” padecida por México, a causa de los poderosos cárteles, los cuales amenazan a la seguridad nacional.
El informe redactado en el Departamento de Justicia de Estados Unidos destaca que los capos han extendido sus actos delictivos al secuestro y la extorsión mediante el cobro de cuotas.
El gobierno del presidente Felipe Calderón no se da por enterado de lo anterior pese al fracaso ante las olas delictivas, que masacran a tantos militares.
Jamás debió el régimen panista meter al Ejército mexicano al mundo de las drogas y la violencia, por no estar preparado para la captura de delincuentes. Tampoco se quiere ver esta realidad.
Algunos neófitos incrustados en los medios y el negocio de la publicidad aplaudieron el arranque de las incursiones militares y todavía lo hacen, sin entender el grave daño al Ejército y al gobierno. Los resultados son claros. Los militares han sufrido dolorosas bajas y se pierde su respeto ante la población.
Incluso los funcionarios han perdido el rumbo ¿O cómo se explica que el gobernador chihuahuense, José Reyes Baeza, haya ofrecido armas a la comunidad mormona para defenderse por sí misma?
Michoacán es hoy antesala del infierno. El arresto de Arnaldo Rueda Medina La Minsa, quien figura entre los importantes de La Familia, dio lugar a la serie de atentados en la entidad tarasca, Guerrero y Guanajuato.
De madrugada, comandos de entre 15 y 20 hampones tirotearon cuarteles de policías y soldados, así como hoteles donde se hospedan agentes de la AFI. El saldo trágico pudo ser peor, pero las fuerzas federales optaron por ponerse a salvo, como sucedió en Zitácuaro, de donde huyeron. Aquello quedó en el abandono.
Es la peor desdicha nacional. El hampa provoca la huida de representantes de la ley.
Veamos ahora la perspectiva de otro conocido analista en el ejemplar 1707 de la revistra PROCESO:
Mexico, como en Vietnam, como en Irak...
Ricardo Ravelo
Revista Proceso
19 de julio del 2009
Justo a la mitad del sexenio de Felipe Calderón, el actual modelo de combate al narcotráfico –su principal bandera– se revela como un fiasco: el Ejército muestra signos de debilidad, el gabinete de seguridad continúa desorganizado y confrontado, las policías son insuficientes para detener la oleada de violencia y, por si fuera poco, se acumulan evidencias de que los cárteles de la droga siguen enganchados al poder político.
Mientras el gobierno federal insiste en desplegar un mayor número de efectivos militares, ejecutar operativos con retenes y otras medidas obsoletas, los siete cárteles de la droga afincados en poco más de 20 estados de la República se baten con las fuerzas federales al tú por tú, lo que pone en evidencia que los narcotraficantes sí se prepararon para enfrentar la guerra.
A juicio de expertos consultados por Proceso, el combate al crimen organizado por la vía de la represión –fuerza contra inteligencia criminal–es el más atrasado del mundo, pues mostró sus fallas en Colombia, donde la exportación de drogas sigue siendo un boyante negocio, y en Italia, donde el Estado continúa luchando contra la mafia. Lo grave es que en México se sigue aplicando esa estrategia pese a sus nulos resultados, ya que el nervio financiero del narco permanece incólume.
“La del Ejército es una derrota moral”, dice sin cortapisas José Luis Piñeyro, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y experto en temas castrenses. Afirma que este año han desertado del Ejército entre 30 mil y 40 mil efectivos, buena parte de los cuales se enganchan con el crimen organizado.
“¿De qué sirven las armas si, como ocurrió en Vietnam e Irak, los soldados no quieren pelear? La política de combate al crimen está fracasada, no hay duda, y no veo por dónde el gobierno pueda revertir este embrollo”, señala.
Además de que el patrimonio del crimen organizado “ha sido intocable hasta ahora”, agrega Piñeyro, el gobierno no trabaja en temas torales como la rehabilitación de drogadictos para reducir las ganancias del narco; tampoco reconoce que el desempleo y la pobreza son detonadores de la violencia y el principal “caldo de cultivo del narcotráfico”, y peor aún, no vemos que al presidente le interese estimular a la sociedad para que denuncie, pues “conviene que siga anestesiada”.
Erubiel Tirado, analista en temas de seguridad y defensa, y maestro en ciencia política por la London School of Economics, indica: “Ante la impotencia frente al crimen organizado, el presidente Felipe Calderón no sólo recurre a su retórica gastada, sino a la mentira, cuando habla de que su gobierno va ganando esta guerra. Es claro que nadie le teme al Ejército, salvo aquellos que han sido víctimas de sus abusos, es decir, la sociedad civil”.
–¿El Ejército se preparó para esta guerra? –se le pregunta.
–Por supuesto que no. Y a esto se suma algo peor: un error de cálculo en la estrategia calderonista. El presidente pensó que con operativos y mayor presencia militar en las calles inmediatamente iban a bajar la delincuencia y la violencia. Pensó que nadie se atrevería a tocar y a enfrentarse al Ejército. Ya vimos que no es así: hemos constatado que los narcos cazan a los militares, a los policías, y hasta los decapitan.
“Es más que claro que hay un aprendizaje del crimen organizado para enfrentar al Ejército. En contrasentido, en lugar de haber aprendido de las lecciones del pasado, los militares vuelven a reproducir los métodos de la guerra sucia de los años setenta. El Ejército se ha visto avasallado, y los casos ilustrativos son Michoacán y Guerrero, donde han sido atacados agentes de inteligencia militar y hasta oficiales”.
Quizá lo que mejor demuestra lo que le está sucediendo a Felipe Calderón son los hechos posteriores a las elecciones federales del 5 de julio del 2009 en las cuales el Partido Acción Nacional sufrió en descalabro nacional perdiendo cinco de seis gubernaturas incluyendo la de un Estado que creía seguro, el estado de Querétaro, perdiendo el corredor azul, perdiendo las elecciones en el Estado de Colima (precisamente el lugar de origen de los propietarios de lo que hoy es el más importante centro de diseminación nacional encubierto de la ultraderecha mexicana, la Universidad Autónoma de Guadalajara) y perdiendo la mayoría relativa con la que contaba en el Congreso de la Unión pasando a ser la primera minoría legislativa. Al día siguiente del descalabro electoral (el cual con todo podría haber sido peor tomando en cuenta la devaluación del peso ocurrida bajo la administración calderonista a principios del 2009, el alarmente aumento en los índices de desempleo pese a que Felipe Calderón se estuvo haciendo llamar a sí mismo el “Presidente del empleo”, la inflación galopante y la crisis económica), Germán Martínez Cázares, el presidente nacional del PAN impuesto como candidato único y de unidad a la presidencia nacional del PAN por obra y gracia del dedazo presidencial (una práctica del PRI de antaño que mucho criticaba el PAN acusando al Presidente de querer controlarlo todo inmiscuyéndose en la vida interna de su propio partido mediante imposiciones arbitrarias) presentó su renuncia al PAN con carácter de irrevocable. La guerra sucia del PAN del 2009 a la cual le había apostado todo Germán Martínez Cázares en la creencia de que le redituaría los mismos dividendos jugosos que le redituó al PAN en el 2006, terminó siendo un fracaso del niño bravucón y peleonero (así lo llamó la presidenta nacional del PRI Beatriz Paredes) como fracaso lo ha sido también la descalabrada “guerra” declarada por Felipe Calderón en contra del narcotráfico.
Para imponer a Germán Martínez como presidente nacional del PAN el 8 de diciembre del 2007, Felipe Calderón ya como Presidente de México se sintió lo suficientemente fuerte como para poder intentar desligarse de esta gente nociva y maquiavélica que representa la ultraderecha encubierta de México, impidiéndole a Manuel Espino, un reconocido afiliado a la terrible Organización Nacional del Yunque de filiación neo-Nazi, el poder postularse para un segundo período. Creyendo que sería fácil quitárselos de encima, prácticamente impuso a Germán Martínez Cázares haciendo a un lado a Manuel Espino y a los extremistas radicales infiltrados dentro del PAN que estaban detrás de Espino.
Tras las derrotas electorales sufridas por el PAN en julio del 2009, Felipe Calderón sintiéndose copado, sitiado, sin margen de acción, decidió dar un giro de 180 grados, y como reemplazo de Germán Martínez Cázares decidió darle todo el apoyo de su régimen para ocupar la dirigencia nacional del PAN a César Nava, un reconocido militante de la ultraderecha mexicana juramentado dentro del Yunque. En efecto, decidió dar marcha atrás, reconociendo que ahora más que nunca para poder sostenerse en el poder necesita del apoyo y la ayuda de quienes laborando maquiavélicamente tras las sombras urdieron las estrategias y obtuvieron los enormes financiamientos que le permitieron a Calderón llegar a la Presidencia de México. Y César Nava es precisamente uno de los más endurecidos ultraconservadores nutridos en el fascismo antisemita y anti-izquierdista de México que, ocultando su verdadero rostro del público, tiene las conexiones necesarias con la sub-cultura de la poderosa ultraderecha mexicana para garantizarle a Felipe Calderón que logrará terminar su sexenio. Naturalmente, todo esto tiene un costo. El apoyo de la ultraderecha nunca viene gratuitamente, trae consigo la protección de los intereses poderosos a los cuales sirve.
La virtual imposición del endurecido Yunquista César Nava como presidente nacional del PAN como candidato único “de unidad” por voluntad del señor Presidente de México provocó, desde luego, una inconformidad entre quienes creían que iba a haber elecciones libres y democráticas dentro del PAN para escoger al dirigente nacional sin intromisión dentro de la vida del partido del “señor Presidente”, pero esta inconformidad resultó más bien simbólica sin efecto alguno.
La pregunta ahora es: si Felipe Calderón sintiéndose sitiado, acorralado por las circunstancias, con el país desintegrándosele en sus manos, se ha resignado y decidió recurrir a la ultraderecha mexicana para poder seguir sosteniéndose en el poder por los próximos tres años, ¿entonces quién podrá salvar a México de esta extraordinaria amenaza? La respuesta debe ser obvia: sólo el pueblo de Méxkico actuando en forma independiente y por cuenta propia sin dejarse caer nuevamente en el engaño podrá poner un dique a estos fanáticos del nuevo milenio. Lo cual requiere ir olvidando ya de una vez por todas y para siempre en la posibilidad de que Felipe Calderón pueda hacer algo con respecto a la amenaza, no cuando ha decidido acudir para refugiarse en ellos pese a saber perfectamente lo que son y lo que representan.
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