domingo, 22 de septiembre de 2013

El lavado de cerebro neofascista

Una de las técnicas más efectivas para llevar a cabo lo que se conoce comúnmente como el “lavado de cerebro”, consiste en ahogar al candidato con enormes cantidades de datos, los cuales no tendrá tiempo de verificar por su propia cuenta en un plazo razonable de tiempo.  Presentado con esta disyuntiva, al lector solo le quedan dos opciones, o detener su lectura para cotejar la veracidad de cada dato, lo cual termina siendo una tarea formidable, o tomarle al autor su palabra como cierta, Y en esto consiste la trampa, porque entre los datos que se suponen ciertos se van deslizando datos que son eminentemente falsos, pero ya para entonces el lector está tomandole al propagandista todo lo que dice como cierto, y de este modo entran por la vía libre directo y hasta el interior del mismo cerebro todas las mentiras y fantasias con las que se le quiere convencer de una fantasia mayor.

Un buen ejemplo de esta táctica de lavado de cerebro, magistralmente utilizada por cierto, lo podemos ver en el libro Derrota Mundial elaborado por uno de los mejores propagandistas del neofascismo en América, Salvador Borrego, en donde el lector es atiborrado hasta el cansancio con una enorme cantidad de datos técnicos tales como los que se muestran a continuación:

El disparo de torpedos se hacía a no más de seiscientos metros de distancia. El tipo más usual de sumergible alemán en 1939 era el VII, de quinientas toneladas de desplazamiento, con 14 torpedos y capaz de navegar 6,200 millas y sumergirse en 20 segundos. La nueva flota submarina alemana había comenzado a ser construida 4 años antes por el veterano submarinista Doenitz y apenas tenía 57 naves.
Nominalmente había asignadas al frente polaco 56 divisiones alemanas, pero 12 eran todavía deficientes y no participaron en la lucha. En teoría el ejército polaco tenía 50 divisiones, incluyendo reservas, pero sólo 36 se hallaban ya listas en el frente.
Alemania contaba con 1,553 bombarderos y 1,090 cazas, o sea  un total de 2,643. En la campaña polaca utilizó1,500 incluyendo 500 cazas. En esta arma sí era muy considerable la superioridad sobre Polonia, la cual disponía de 580 aviones de primera línea, incluyendo 250 cazas. Las fuerzas alemanas se desplegaron de la siguiente manera: por el norte, los ejércitos 3o. y 4o., de Von Kluge y Von Küchler, ambos a las órdenes de Von Boch. Y por el sur, los ejércitos 8o., Io. y 14, de los generales Blaskowitz, Von Reichenau y List; los tres a las órdenes de Von Rundstedt.
Había un total de 4,266 naves, incluyendo las de guerra  y los transportes. Los alemanes disponían en la zona de invasión de 42 pequeñas embarcaciones torpederas y de algunos submarinos que se consumieron en los primeros seis días de lucha. Contribuyeron a hundir 64 barcos aliados y a averiar 106. Con las primeras luces de la madrugada una flota de más de mil planeadores y transportes condujeron hasta la retaguardia del frente alemán, a 20,000 soldados y paracaidistas, provistos de armas automáticas, cañones ligeros y unidades blindadas. La operación se realizó bajo un techo de 2,000 aviones de caza y coordinadamente miles de saboteadores franceses volaban puentes y cortaban comunicaciones entre 35 puestos alemanes de mando. Los aliados utilizaron en la invasión un total de 12,837 aviones, 7,428 eran bombarderos y 5,409 eran cazas. La Luftwaffe disponía entonces de un total de 3,222 aparatos, pero en el sector de la invasión sólo había 100 cazas y 219 de otros tipos.
En enero (1944), cuando los rusos penetraron profundamente entre los ejércitos 4° y I°, del sector sur, no tardó en caer sobre ellos un medido contraataque en el que perdieron 8,000 hombres, muertos; 5,500 prisioneros, 700 tanques, 200 cañones y 500 antitanques. Catorce divisiones bolcheviques de infantería y 5 cuerpos blindados o motorizados quedaron deshechos y sus restos huyeron por la brecha donde habían penetrado. En los dos primeros meses de 1944 los bolcheviques perdieron en el sector sur del frente 25,353 prisioneros, 3,928 tanques, 788 cañones y 3,336 armas antitanque.
En ese mar los soviéticos tenían un acorazado, 6 cruceros, 12 destructores, 56 cañoneros, 30 submarinos y 3 flotillas de lanchas rápidas.
Tan sólo los bombarderos norteamericanos hicieron un total de 1,440,000 salidas y los cazas 2,680,000. Durante todas las operaciones arrojaron sobre metas alemanas 2,700,000 toneladas de bombas. Sus pérdidas totales ascendían a 18,000 aviones y 79,265 tripulantes. En 1944 la aviación de Roosevelt consumió 23,700 millones de dólares, o sea un equivalente de 296,250 millones de pesos. (El presupuesto de México en 50 años). En un segundo lugar, la aviación inglesa arrojó un total de 995,000 toneladas de bombas.
Entre los nuevos modelos figuraba el Me-109-K, de 720 kilómetros por hora, que subía 7,000 metros en 6 minutos, y el bombardero de chorro Arado 234, que desarrollaba 756 kilómetros por hora.
En septiembre, Speer había entregado 3,013 aviones de caza y 1,090 bombarderos.
1,515 bombarderos ingleses y norteamericanos arrojaron más de 4,000 toneladas de bombas sobre la región de Einhoven, Nijmegen y Arnhem; esto tenía por objeto destruir o desquiciar las líneas alemanas. Inmediatamente después, 1,544 transportes y 478 planeadores condujeron las divisiones aerotransportadas americanas 101 y 82; a las divisiones aerotransportadas británicas la. y 52 y a una brigada polaca. El descenso se realizó bajo la protección de 540 cazas. 34,876 hombres, con 568 cañones y 1,927 vehículos iniciaron el 17 de septiembre el impetuoso ataque para capturar el puente de Arnhem y abrir a los ejércitos aliados las puertas septentrionales de Alemania atravesando territorio holandés.
En ese frente congregaron los alemanes 8,000 cañones y 1,200 tanques. Por su parte, los soviéticos embestían con 41,000 cañones, 6,300 tanques y cañones automotores y 8,000 aviones.
El lo. de mayo 120 submarinos eléctricos del moderno tipo XXI, tenían ya 98 tripulaciones listas para zarpar. Otros 61 submarinos del tipo XXIII, y el 8 del tipo XXVI se hallaban también listos. Uno de ellos, el U-25II, de 1,620 toneladas, zarpó de su base de Bergen a fines de abril. Iba al mando del capitán Schnee, ganador de 17 batallas en las que había hundido barcos por más de 200,000 toneladas. 354 por ataques aéreos, 246 en combates contra barcos y el resto por minas y diversos accidentes. El U-251 I, tipo XXI, ya no dependía exclusivamente del periscopio, como los antiguos sumergibles; tenía un “ojo eléctrico”, el dispositivo “S”, que desde 72 metros bajo el agua revelaba la posición de los barcos enemigos. 

El principal objetivo propagandístico del libro Derrota Mundial, su única razón de ser, el motivo por el cual fue elaborado, fue para “demostrar” la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio planetario, pretendiendo ser a la vez “la verdadera Historia de la Segunda Guerra Mundial” (según la extrema derecha neo-Nazi). Es, en efecto, un manual de indoctrinación. Para eso fue elaborado, para reclutar adeptos incondicionales a la causa de la extrema derecha hispana. Siendo ése su propósito, entonces TODAS las páginas disponibles para la publicación del libro o al menos un buen número de ellas deberían de haber sidos utilizadas para apoyar con fotocopias de documentos o citas de enciclopedias y libros de fácil acceso el argumento central que se pretende demostrar. Siendo así, podemos preguntarnos ahora con firmeza académica: ¿Qué demonios tiene que ver el supuesto hecho de que en cierto momento la Alemania Nazi contara con 1,553 bombarderos y 1,090 cazas, o sea  un total de 2,643 aviones, y que en la campaña polaca se hubieran utilizado 1,500 incluyendo 500 cazas; con lo que presuntamente pretende demostrar el libro, esto es, la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista”?.  La respuesta, como el lector lo habrá intuído ya, es nada, absolutamente nada, toda esta enorme masa de datos no contribuye absolutamente en nada para apuntalar la presunción de la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista”. No perderemos aquí el tiempo para tratar de corroborar investigando otras fuentes documentales que en lugar de haber sido 1,553 bombarderos eran 1,691 bombarderos, y que en lugar de haber sido 1,090 cazas eran 1,005 cazas, porque ello es completamente irrelevante para la demostración del argumento central que el autor del mamotreto pretende demostrar, esto es, la existencia de una presunta “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio planetario.  Los datos técnicos citados recurriendo a guarismos y fechas así como a posiciones geográficas y detalles de movimientos de tropas pueden ser ciertos, o al menos aproximadamente ciertos (salvo algún error de imprenta), pero no contribuyen en nada a demostrar el argumento central del doctrinario ultraderechista.

La inclusión de una enorme cantidad de cifras sobre pertrechos militares y armamentos utilizados en acciones de guerra así como descripciones de movimientos de tropas y cadenas de mando no son indicativos de una gran sapiencia en el autor, porque hasta un niño de primaria puede ir a una biblioteca o inclusive conectarse a Internet para copiar la información en cuestión de minutos. Y un mero proceso de copiado no denota gran erudición. Pero al obligar al cerebro del lector a que acepte toda esa masa de datos sin poner ninguno de ellos en tela de duda, se le prepara para aceptar resignadamente sin poner en tela de duda muchos otros datos que sí deberían de estar bien apoyados documentalmente y para los cuales el autor aporta citas o evidencias sumamente cuestionables si es que aporta algo.

En realidad, al lector ordinario le importa muy poco si las cifras que se le ofrecen son ciertas o falsas; de cualquier manera no tiene una forma inmediata de corroborarlas, y aunque la tuviera cualquier diferencia puede ser atribuída a un error de imprenta. Pero para el autor del doctrinario, la inclusión de tales cosas tiene varios efectos ventajosos en el impacto que espera producir con su propaganda. El primer efecto es que la inclusión de tantos guarismos así como de muchos otros datos de índole técnica le permite inflar el volumen del libro, dándole cierta calidad enciclopédica que a su vez le dá al autor un aire de autoridad y de supuesta sapiencia. El segundo efecto es que, entre el mar de datos, muchos de los cuales pueden ser verídicos (y de hecho una buena parte de ellos lo son, al haber sido tomados de fuentes históricas fidedignas) siempre y cuando no se contrapongan con el mensaje “doctrinario” del libro, el autor puede ir deslizando gradualmente sus datos falsos y sus ficciones revolviendo la verdad con la mentira, confundiendo lo cierto con lo falso, confiado en que sus lectores atiborrados con tanta información caerán víctimas de un fenómeno que los psicólogos denominan sobrecarga sensorial de información o sobrecarga informativa, quizá la trampa psicológica más utilizada en la diseminación de desinformación, con lo cual empezará a perderse la capacidad de discernimiento, se perderá la capacidad del juicio crítico. Esta es una de las estrategias fundamentales empleadas para llevar a cabo cualquier lavado de cerebro. Perdida la capacidad del juicio crítico, el “casco” del lector queda abierto para que se le pueda ir metiendo cualquier cosa a la cabeza, lo que sea, por inverosímil que parezca, metiéndole la esencia de la doctrina, lo cual resulta fácil cuando se ha perdido la noción entre lo que es la verdad y lo que son las ficciones.

Y así, el lector desprevenido, el incauto, termina asimilándolo TODO, absolutamente todo, creyendo que un autor que le habla con tanta autoridad es honesto el cien por ciento del tiempo.

La efectividad del asalto a la mente se mide mediante el hecho de que cierto autor sea citado por otros tomándose su palabra y sus dichos como una verdad absoluta, sin investigar más a fondo. Por ejemplo, si vemos a un individuo que repite cosas tales como “es que lo dijo Salvador Borrego, y si lo dijo él que es una autoridad en la materia entonces no es necesario confirmarlo consultando fuentes alternas, debe ser cierto, y no se hable más del asunto”, o como “lo dijo Joaquín Bochaca, y eso basta y sobra para tomarlo como algo verídico que no puede ser rebatido por nadie”, entonces la propaganda ya taladró y pudrió todas las neuronas cerebrales que era necesario pudrir, y los extremistas ya tienen un adepto más a su causa que inclusive esté dispuesto a dar su vida movido por las zarandejas que le metieron. En ese momento, el pobre tipo ha dejado de ser dueño de sí mismo, y ha pasado a ser propiedad de una secta o de una causa extrema, perdiendo todos los valores que le pudieran haber inculcado previamente en su hogar.

El proceso del lavado de cerebro neofascista que es también una modificación del comportamiento humano exige la adopción incondicional de cierto conjunto de ideas y creencias sin las cuales no se puede ser un buen “nacionalista” (léase ultraderechista). Y una de las cosas que se inculcan en la modificación de los patrones de conducta es un odio atroz hacia los homosexuales y la homosexualidad. Esto está en consonancia con las enseñanzas del mismo Hitler bajo cuyo imperio de terror e intolerancia se despachaba a los homosexuales primero a los campos de concentración y de allí a los hornos crematorios, sin remordimiento alguno. Podemos leer lo siguiente en Derrota Mundial:

Estas y otras valerosas aunque inverosímiles denuncias movieron a numerosos representantes populares a integrar comisiones investigadoras. A fines de 1950 una de ellas había logrado precisar que en el Departamento de Estado y en la Comisión de Energía Atómica se hallaban inexplicablemente enquistados -desde la época de Roosevelt— 151 invertidos sexuales y más de 100 agentes comunistas. El movimiento político judío se vale frecuentemente de los invertidos (a los cuales papacha y protege) porque fríamente se prestan a la traición.
Difícilmente el homosexual puede hallar algo que merezca condenación. Sus mecanismos psicológicos lo justifican todo, o casi todo. ¿Qué significa para él traicionar a la Patria, si él mismo es una traición a la Naturaleza? Su propia desventura personal, íntima, lo hace casi insensible a los remordimientos de conciencia. Además, su resentimiento hacia la sociedad, que lo condena y señala, inclina al homosexual a los actos antisociales. Y mientras mes vergonzoso sea el historial de un invertido, más fácilmente podrá conservársele como oculto colaborador político, mediante el recurso del chantaje. Por eso el movimiento procomunista los ayuda para situarlos en puestos im­portantes. En 1960 dos de esos traidores, William H. Martin y Bernon F. Mitchell, infiltrados nada menos que en la Oficina .Nacional de Seguridad de Estados Unidos, huyeron a la URSS, vía México-Cuba. Llevaban consigo documentos secretos sobre los métodos americanos de descifrar las claves soviéticas.

La derrota de Adolfo Hitler, que para Salvador Borrego fue una derrota mundial (de allí el título de su libro), en ningún momento debe ser atribuíble a las malas decisiones del propio Hitler, ¡no señor! Toda la culpa tiene que recaer forzosamente en sus subalternos, y sobre todo en los que no le fueron incondicionalmente leales a él. Sobre ésto último, uno de los personajes a los cuales Salvador Borrego le dedica mucha atención en sus libros es al Almirante Wilhelm Canaris:




del cual Salvador Borrego tiene que decir lo siguiente en su libro Derrota Mundial:

Pero el más extraordinario de los conspiradores, que logró conservar hasta fines de la guerra su estratégico puesto de Jefe del Servicio Secreto Alemán, fue el Almirante Guillermo Canaris, hijo de la inglesa Auguste Amélie Popp y descendiente de griegos o de italianos por la rama paterna. Según el escritor antinazi Kurt Singer, en la primera guerra Canaris facilitó la captura de la espía alemana “Mata Hari” (Margarete Gertrude Zelle) mediante el discreto recurso de usar en un mensaje una clave que ya había sido descifrada por los franceses. Pero su traición pasó inadvertida y durante muchos años estuvo haciendo méritos hasta que durante el régimen de Hitler fue ascendido a Jefe del Servicio Secreto, donde disponía de quince mil subordinados. Una de las primeras actividades de Canaris fue trazar un plan para derrocar a Hitler, pero no pudo realizarlo debido a los triunfos que logró el Fuehrer en los primeros años de su Gobierno. Los principales colaboradores del Almirante, mayor Hans Oster, coronel Piekenbrok y teniente coronel Groscourth, eran también conspiradores. Para la Delegación del Servicio Secreto en Viena, Canaris seleccionó al coronel Marogna-Redwitz, igualmente enemigo de Hitler. Fue tan hábil Canaris para ganarse la confianza de sus superiores (contra los cuales conspiraba), para seleccionar colaboradores que no comprometieran su movimiento y para presentar en su favor pequeños triunfos y deslizar imperceptibles traiciones, que bien puede ser considerado como uno de los más finos conspiradores que conoce la Historia.
En realidad, había dos clases de conspiradores: en primer lugar los que servían intereses internacionales masónico-judíos. Desde antes de la guerra comenzaron su encubierta conjura. Estaban encabezados por el Almirante Canaris, el general Ludwig Beck, el banquero Schacht, el masón Goerdeler y otros de menos categoría.

Como puede verse en estos párrafos tomados del libro Derrota Mundial, en dicho libro Salvador Borrego se abstuvo de adjudicarle abiertamente a Canaris sangre judía. Sin embargo, esto lo dejó para un libro posterior suyo titulado Infiltración Mundial (un refrito del libro Derrota Mundial que también incluye de nueva cuenta una cantidad abundante de datos técnicos para confundir y atiborrar al lector con una sobrecarga de información, intercalando mentiras con verdades con la finalidad de lograr el impacto deseado), de donde podemos extraer citas como las siguientes:

“Oficialmente descendía de familias que llevaban doscientos años de residir en Alemania, procedentes de antepasados que habían radicado en Italia, cerca del lago Gomo.”
“No figuraba el hecho que tenía antepasados hebreos y de que en realidad le correspondía el nombre de Mosses Meyerbeer.”
“Canaris tenía una facultad enorme de fingimiento. Era de ascendencia judío-italiana. Fue descubierto a finales de la guerra, con documentos probatorios irrefutables, y fusilado días antes de la derrota alemana” (Infiltración Mundial, tercera edición, capítulo IX). 

Al leer el último párrafo, el lector desconfiado debería hacerse una pregunta objetiva como la siguiente:
¿Y en dónde están esos documentos probatorios irrefutables? ¿Por qué no incluyó Salvador Borrego ninguna fotocopia de tales documentos?.
Esto último, por una sencilla razón: Esos documentos probatorios irrefutables nunca existieron. De haber existido, es casi seguro que habrían sido utilizados en la portada del libro Infiltración Mundial junto con alguna fotografía de Canaris porque con ello se hubiera probado de antemano en forma dramática, contundente y espectacular la tesis central del libro.

¿Entonces Canaris nunca fue Mosses Meyerbeer? En cierta forma, sí lo fue, pero la cosa es al revés de como la pinta Salvador Borrego. Si consultamos el libro Spies and traitors of World War II de Kurt D. (autor al que Salvador Borrego detesta), con una dedicación especial del autor a Canaris, el cual apareció reseñado en un artículo publicado el 11 de agosto de 1945 por el periódico canadiense Toronto Daily Star bajo el encabezado “Brand German Admiral Canaris Master Spider of Spy Networks”, leemos que cuando se estaba llevando a cabo la Primera Guerra Mundial con Alemania enfrentada contra las fuerzas aliadas (entre las cuales se encontraba Canadá), el entonces agente secreto alemán Wilhelm Canaris al cual se le identifica claramente de inmediato como un griego-alemán (y no como un judío) estuvo de hecho en los Estados Unidos en una misión secreta enviado por el gobierno alemán para sabotear el esfuerzo aliado. Para llevar a cabo su arriesgada misión, Canaris adoptó una falsa identidad, adoptó el disfraz de un comerciante judío en cuestiones musicales de nombre Moses Meyerbeer, organizando el sabotaje con dinamita de la planta de municiones Canadian Car and Foundry ubicada en Kingsland, Nueva Jersey, una acción que ocasionó una pérdida de 16 millones de dólares detonando más de medio millón de ojivas explosivas. A continuación se reproduce la nota periodística tal y como apareció en el Toronto Daily Star:




Esta es la fotografía de lo que quedó de la planta:




Es muy posible que para inventar al judío ficticio Moses Meyerbeer, Canaris se haya inspirado en dos judíos alemanes de la vida real que estaban emparentados entre sí: Moses Mendelssohn, abuelo por la vía paterna del famoso músico Félix Mendelssohn, y Giacomo Meyerbeer, ambos músicos, y desde luego, sin parentesco alguno con Canaris.

En pocas palabras, más que tratarse de un judío disfrazándose como alemán, se trataba de un espía alemán disfrazándose como judío (es muy posible que haya adoptado otras identidades en otras misiones secretas, por algo éste “James Bond” alemán se ganó el aprecio de sus superiores y fue escalando en rango por encima de otros que eran mucho menos habilidosos que él).

Igualmente resulta relevante el hecho de que ni la voluminosa Enciclopedia Judaica ni portales tales como la Librería Virtual Judía le atribuyen a Canaris relación alguna de parentesco con ningún judío, y nunca lo han considerado como tal, solo los textos de la ultraderecha lo hacen, y lo hacen recurriendo a mentiras y tergiversaciones o a citas de pruebas inexistentes.

Y por cierto, a Wilhelm Canaris no lo fusilaron como afirma Salvador Borrego en su libro Derrota Mundial. Lo colgaron desnudo en el campo de Flossenbürg, y dejaron su cuerpo colgado descomponiéndose al aire libre. Esta es la placa de bronce puesta en dicho campo en honor del Almirante Canaris:




con sus últimas palabras: “Muero por mi Madre Patria y tengo la conciencia clara de que sólo hice mi deber a mi Patria cuando intenté exponer la locura criminal de Hitler.

Canaris nunca fue simpatizante del Nazismo (al igual que muchos otros alemanes que no sucumbieron al anzuelo de la propaganda antisemita de Hitler), ni aceptó ninguna de las invitaciones que se le pudieron haber hecho para que se uniera al Partido Nazi y así demostrarle su lealtad a Hitler, pero no porque fuera un judío, un comunista, un masón o un homosexual. Simple y sencillamente sentía repugnancia hacia el extremismo de la ultraderecha. Hizo lo que pudo desde donde pudo para tratar de contrarrestar la locura, y terminó pagando caro su rebeldía con su propia vida cuando los Nazis lo mataron sin juicio previo justo antes del fin de la guerra para impedir que pudiera hablar dándole al mundo su versión de los hechos. De cualquier modo, cualquier perjuicio que Canaris pudiera haberle ocasionado a los planes de Hitler es mínimo (incluso insignificante) en comparación con otro hecho del que muy posiblemente ni siquiera el mismo Canaris estaba al tanto: los ingleses con la ayuda de la computadora Colossus, bajo la conducción del brillante matemático inglés Alan Turing (el cual por cierto no era ni judío ni masón ni comunista):




lograron romper exitosamente todos los candados de seguridad de casi todos los mensajes militares secretos alemanes transmitidos con el encriptador Enigma, a grado tal que sabían de antemano casi todos los movimientos importantes que las tropas alemanas llevarían a cabo. De esto último no apareció absolutamente nada en el libro “Infiltración Mundial” cuando fue publicado por vez primera. Así que, más que tratarse de una infiltración física o de una infiltración mental, se puede hablar de una infiltración tecnológica, con un extraordinario grado de sofisticación que los “arios” del Nazismo no hubieran creído posible jamás en los ingleses que en esto resultaron ser mucho más ingeniosos que los científicos alemanes.

En vez de hacerse mención alguna del daño colosal que el desciframiento inglés de prácticamente todos los mensajes secretos alemanes con la computadora Colossus le produjo al Tercer Reich, en su libro Infiltración Mundial Salvador Borrego dió una explicación mucho más sencilla y fácil de entender para sus alucinados lectores:

Las transmisiones para (Rudolf) Roessler no partirían de un escondrijo en Alemania; no saldrían de una aldea, ni de un sótano, ni de una cueva, ni de un bosque solitario. Saldrían nada menos que del Centro de Transmisiones del Alto Mando de las fuerzas armadas, del cuartel del Estado Mayor General establecido en Zossen, cerca de Berlín.  Saldrían en clave, mediante la complicidad del  general Erich Fellgiebel, jefe del Centro de Transmisiones. Los mensajes cifrados para Roessler contendrían los más grandes secretos del Estado alemán,  de las decisiones de Hitler, de los planes del Alto Mando,  de las fechas y sitios de ataque, de los efectivos que se utilizarían, de las bases de partida, de los centros de abastecimiento. Todos los secretos de la ofensiva alemana contra la URSS serían revelados desde el centro de Transmisiones, cerca de Berlín, y captados por Roessler en Ginebra, para retransmitirlos a Moscú. Nunca en la historia se había visto nada semejante. Jamás una traición había sido planeada con tanta minuciosidad, con tan extraordinaria eficacia. Los investigadores Pierre Accoce y Pierre Quet dicen que los diez infiltrados quese encargaron de esa tarea sabían perfectamente "que su labor es la pérdida de Alemania. Sin vacilar, a la hora escogida, sajarán la arteria femoral  del TercerReich.  Después, no cesarán de golpear, en todas partes, a fin de estar bien seguros que el monstruo no curara de sus heridas, que se vaciará de su sangre. Resistirá, espumará, luchando contra sus hemorragias, buscando en vano lasmanos que lo matan.  Estas le coserán a puñaladas. "Tan terrible decisión en oficiales que toda su vida habían servido al Ejército Alemán, que llevaban el uniforme, que habían hecho el juramento a la bandera  y que sabían que su país se hallaba en guerra mortal, debía tener una motivación profunda, extraordinariamente inflexible. Ninguno titubeó en cinco años de guerra. Ninguno se arrepintió ante las enormes pérdidas de vidas alemanas. Todos, impasiblemente, estuvieron enviando secretos que lanzaban a la muerte a miles, a decenas de miles, a centenas de miles de soldados alemanes. ¿Cuál era el terrible nexo que los unía? ¿Cuál el móvil que los impulsaba? ¿Cuál la ideología que los llevaba a cometer la traición más grande de la historia? Estas interrogantes no han sido suficientemente  aclaradas. Una hipótesis es que el núcleo de la infiltración lo formaban criptojudíos.

Además de Canaris, muchísimos otros han terminado siendo “bautizados” como judíos por Salvador Borrego en sus libros sin que el tipo se haya tomado la molestia de probar sus “conversiones”. La audacia del revisionista ha llegado al extremo de “bautizar” a personajes tan famosos como el mimo inglés Charlie Chaplin:




como judío (esto lo hizo en la parte final del capítulo XI de su libro Derrota Mundial) sin tomarse el tiempo de aportar en su libro dato alguno para respaldar su dicho pese a que el árbol genealógico de Chaplin tal vez sea uno de los árboles genealógicos mejor investigados de cualquier actor (la madre de la abuela paterna provenía de una familia Smith procedente del sector social Romanichal, no-judíos por cierto). 

Inspeccionando en detalle el árbol genealógico de Chaplin, podríamos preguntarle a Salvador Borrego: ¿de dónde le viene lo “judío” a Charlie Chaplin? Porque de esto no aparece absolutamente nada en ninguno de los libros de Salvador Borrego. Lo mismo hizo con el famoso pianista clásico Liberace:




al identificarlo como un israelita. Sin embargo, en lo que hoy se sabe del árbol genealógico de Liberace, no se encuentra nada para substanciar tal aseveración, y si Salvador Borrego tenía un documento probatorio irrefutable de ello en sus manos, jamás lo anexó a ninguno de sus libros. Con todo, la obsesión de ver judíos por todas partes en Hollywood no comenzó ni con los propagandistas Nazis ni con Salvador Borrego. Empezó con Henry Ford, que “bautizó” como judío al primer Tarzán de Hollywood.

Para darse autoridad y credibilidad, los revisionistas del neofascismo gustan de citar una amplia bibliografía como fuente de consulta. Sin embargo, una cosa que no es evidente es que mucha de la literatura que citan es literatura elaborada por otros propagandistas tan mendaces como ellos. Es así como encontramos entre las “doctas” fuentes de consulta referidas por Salvador Borrego a tipos como el mismo Henry Ford o a Nazis declarados como Otto Skorzeny. Pero también aquí, para darle visos de credibilidad a la bibliografía, se intercalan también otras fuentes no-Nazis e inclusive se agregan autores como el Primer Ministro inglés Winston Churchill que encabezó el esfuerzo inglés para detener las ambiciones de dominio mundial de Hitler. Nuevamente, se trata de revolver la verdad con la mentira, confundir lo cierto con lo falso, pero haciéndolo con habilidad magistral para que la gran mayoría de los lectores no sean capaces de descubrir por cuenta propia el engaño y el sutil lavado de cerebro al que están siendo sometidos.

A manera de ejemplo, entre las “doctas” fuentes documentales que cita en su libro Salvador Borrego se encuentra Traian Romanescu, del cual aparece lo siguiente en el libro Derrota Mundial:

“El rumano Traian Romanescu  dice: “Cuando esos hombres sin defensa, amontonados unos con otros y deteniéndose las manos, rehusaban subir a los camiones llegados para “repatriarlos”, los ingleses intervinieron con los tanques asesinando a seres inocentes que se oponían a ser enviados a la muerte. Este macabro espectáculo duró tres días.... Entre Linz y Viena hay ahora un cementerio común de los cosacos asesinados por los piratas de Churchill y de Su Majestad, el rey lacayo de la judío masonería de Inglaterra... Han pasado años desde entonces, Churchill continúa siendo considerado por los pueblos ignorantes de la verdad como uno de los grandes hombres del Occidente cristiano”.

Spectator ya ha dicho algo acerca del “rumano” Traian Romanescu en una primera entrega y una segunda entrega. El supuesto rumano es, de principio a fin, ultraderecha al cien por ciento, nazi-fascismo concentrado y destilado, neofascismo radical.

¡En estas fuentes de información se estuvo basando Salvador Borrego para “demostrar” la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista”! (Se tiene información de fuentes fidedignas cuyas identidades por razones de seguridad por el momento no pueden ser reveladas de que Salvador Borrego de hecho conoció muy bien a “Traian Romanescu”, y de que inclusive se coordinaron juntos a tal grado de que, para mantener una apariencia de independencia en sus obras, “Traian Romanescu” se comprometió solemnemente con Salvador Borrego a no mencionar casi nada acerca de “la verdadera Historia de la Segunda Guerra Mundial”, dejándole a Salvador Borrego que se encargara de esa parte de la propaganda como algo del dominio exclusivo de Salvador Borrego, lo cual aclara finalmente el misterio del por qué en los libros del supuesto “rumano” prácticamente no aparecen menciones ni de Hitler ni del Nazismo.)

Otra treta importante en el lavado de cerebros es la omisión deliberada de información. Para efectos de la propaganda les es muy importante a los revisionistas minimizar o de plano dejar fuera a ciertos personajes incómodos cuya inclusión haría menos efectivos los materiales usados para el proceso de lavado de cerebro. Un ejemplo de ello lo es Andrei Sajarov (por cierto, no-judío):




considerado como el padre de la bomba atómica rusa. La propaganda neofascista argumenta (Salvador Borrego le dedica todo un capítulo al tema en su libro Derrota Mundial) que para que Rusia pudiera desarrollar su propia bomba átomica, tuvo que robarle absolutamente todos los planos y todas las ideas a Occidente. ¿Y en dónde deja a Sajarov? Pues fuera, porque su sola mención hace más difícil convencer a los lectores de la propaganda del hecho de que los rusos tenían su propio talento científico de primer nivel. Y no se diga ya del programa espacial soviético, es imposible argumentar que los rusos hayan desarrollado su propio programa espacial robándole secretos militares a Estados Unidos, porque fueron los rusos y no los norteamericanos quienes lanzaron al espacio los primeros satélites artificiales y los primeros astronautas. La carrera espacial entre la URSS y Estados Unidos comenzó a raíz del exitoso programa espacial soviético. De no haber sido por ellos, es dudoso que hoy se tendrían satélites artificales para comunicaciones instantáneas de continente a continente, televisión satelital, satélites meteorológicos y satélites para ubicación exacta en cualquier punto del planeta mediantee el geoposicionamiento global GPS. ¡Estos son los avances que la humanidad le debe a los “bolcheviques eslavos” que Hitler y los Nazis calificaron como racialmente inferiores tomándolos como una subhumanidad no “aria” fácil de ser invadida y conquistada sin mayores problemas!

Otro personaje que menciona con frecuencia Salvador Borrego en sus tractos es Horace Greeley Hjalmar Schacht, mejor conocido como “el banquero de los Nazis”. El Doctor Hjalmar Schacht definitivamente no tenía absolutamente nada de judío, y esto es algo que reconoce y acepta la literatura ultraderechista mundial. Pero algo en lo que sí le daremos (en este caso) la razón a Salvador Borrego es que Hjalmar Schacht pertenecía a una fraternidad masónica. De hecho, la logia en la cual se reunía con sus colegas era la logia Urania zur Unsterblichkeit. Esto se sabe porque Hjalmar Schacht jamás le ocultó este hecho a nadie, y de hecho él mismo aporta el dato en sus memorias con su libro autobiográfico “Confesiones del Viejo Brujo” (el libro se puede encontrar y descargar gratuitamente vía Internet bajo el título Confessions of the Old Wizard). Pero a este dato que el mismo Hjalmar Schacht proporciona, Salvador Borrego le agrega otros datos de su propia cosecha mucho más difíciles de probar, como el siguiente extracto tomado del libro Derrota Mundial:

En el lejano sector de las finanzas el Dr. Horace Greeley Hjalmar Schacht encabezaba un tercer grupo conspirador, bien encubierto. Fingiéndose amigo de Goering, primero, y luego de Hitler, actuó como Presidente del Reichsbank desde marzo de 1933 hasta enero de 1939; como Ministro de Economía desde julio de 1934 hasta noviembre de 1937, y como ministro sin cartera hasta enero de 1943. El caso de Schacht es extraordinario. En 1908 se hizo masón, siguiendo la tradición de su familia, pues su abuelo Christian Ulrich había figurado entre los grandes «maestres» de su época. A través de la masonería Schacht se vinculó con numerosos judíos banqueros internacionales, quienes lo ayudaron a prosperaren su carrera… Este banquero, al que periodistas judíos bautizaron como «el mago de las finanzas», estuvo secretamente al servicio de la «Internacional Dorada» (el reino del oro montado por las finanzas judías), y dentro de Alemania conservó estrechos nexos con los banqueros israelitas von Mendelssohn, Wassermann, Warburg y otros menos conocidos.

Desafortunadamente, Salvador Borrego no proporciona domicilio alguno de la susodicha “Internacional Dorada” que menciona, ni dice cómo obtuvo el dato de que Hjalmar Schacht “estuvo secretamente al servicio de la «Internacional Dorada»”, porque si tal cosa realmente era secreta, ¿cómo lo supo? Aquí es donde la propaganda exige ya al lector creer todo lo que se le diga sin poner nada en tela de duda y sin necesidad de tener que probarle nada al lector. Salvador Borrego menciona como “banquero israelita” a un tal Wassermann dando únicamente el apellido paterno (suponemos) sin dar el nombre de pila. Posiblemente esté hablando de Jakob Wassermann. Pero este hombre no era financiero ni banquero, fue un escritor y novelista, que por cierto murió en 1934, cuatro años antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial. Menciona también otro banquero judío de nombre “von Mendelssohn” del que tampoco dá su nombre de pila; pero no existe registro alguno de un banquero judío con el apelativo-prefijo “von”. No puede estar hablando del banquero judío-alemán Abraham Ernst Mendelssohn Bartholdy, porque tal personaje murió en 1835, así que supondremos que está hablando algún descendiente del mismo que haya estado a cargo del banco privado Mendeslssohn & Co. ubicado en Berlín. Pero dicho banco les fue expropiado en 1938 bajo la política de Nazi de arianización. El banquero Warburg que menciona Salvador Borrego debe ser Paul Warburg, judío-alemán. Pero ese hombre no vivía en Alemania cuando los Nazis llegaron al poder, vivía en los Estados Unidos desde 1902, o sea inclusive antes de que empezara la Primera Guerra Mundial.

La logia alemana Urania en donde Hjalmar Schacht se reunía con sus “hermanos masones” es la siguiente:




Se antoja poco probable que Hjalmar Schacht hubiera entrado en contacto con banqueros judíos en dicha logia, porque aunque los masones presumen de universalidad sin distingos de ninguna especie, la realidad es que en la Alemania de principios del siglo XX el antisemitismo estaba extendido e hirviendo por todos lados (en cierto modo Hitler fue un producto de su tiempo y de su sociedad), y no le hubiera sido fácil a un judío “colarse” a una logia como la logia Urania en la que se reunían alemanes no-judíos como Hjalmar Schacht (esta es una situación parecida a lo que sucedió en los Estados Unidos tras la Guerra Civil y la emancipación de los esclavos negros ordenada por Abraham Lincoln, en los Estados del Sur los negros no eran muy bienvenidos a las logias masónicas frecuentadas por los blancos).

Aunque la ultraderecha le atribuye todo el mérito a Hitler por la restauración financiera de Alemania tras la Primera Guerra Mundial, personajes como Hjalmar Schacht llamado a veces el banquero de Hitler tuvieron mucho que ver en la recuperación económica obtenida (siendo el mayor logro de Hjalmar Schacht la estabilización del marco alemán), pero de cualquier modo la extrema derecha acostumbra darle casi todo el crédito a Hitler. Tampoco se le dá mucha importancia al hecho de que Hjalmar Schacht fue un influyente impulsor de la política Nazi de privar a todos los judíos alemanes de sus derechos ciudadanos. Como tampoco se dá importancia al hecho de que Hjalmar Schacht fue sometido a juicio al final de la Segunda Guerra, y los soviéticos estaban muy interesados en mandarlo a la horca acusándolo de una conspiración, pero no de una “gran conspiración judía masónica soviética” sino de una conspiración a la inversa para llevar a cabo el rearme de Alemania en desafío al Tratado de Versalles mediante el cual Alemania se había comprometido a no volver a ser nunca más una amenaza para sus vecinos inmediatos. De cualquier modo, al poco tiempo de haber empezado la Segunda Guerra Mundial, Hitler lo removió de su puesto el 20 de enero de 1939 como presidente del Reichsbank, quedando como un “ministro sin portafolio” y sin influencia ni poder alguno para poder detener a Hitler. La Librería Virtual Judía expone varios de los hechos en los cuales los historiadores judíos se basan para acusar a Hjalmar Schacht de haber sido pieza clave en la conspiración de Hitler para emprender una guerra de expansión y anexión. ¡Por las solas cifras de las enormes sumas de dinero que estaba siendo canalizado para el rearme de Alemania, Hjalmar Schacht debió haber sido de los primeros en darse cuenta de lo que Hitler se traía entre manos!

Frecuentemente, una de las primeras cosas que intenta establecer un libro de propaganda neofascista al principio es entronizar al autor del libro en una alta posición de autoridad, esto con el propósito de darle de antemano respetabilidad y credibilidad a lo que dice. Sin embargo, en el caso de Salvador Borrego, éste autor no se anexó a sí mismo algún título profesional como “Doctor” o “Licenciado” cuando se publicó la primera edición del libro Derrota Mundial, lo cual interpretan algunos que han examinado su obra como un indicio de que el hombre que escribió tal propaganda carecía de título universitario alguno cuando la elaboró. De cualquier modo, en el prólogo al libro Derrota Mundial, se le atribuye a Salvador Borrego una “su gran formación castrense” (militar). Sin embargo, los que han tenido la oportunidad de servir en las Fuerzas Armadas de México se dan cuenta de inmediato de que Salvador Borrego jamás adjunta a su nombre rango militar alguno como acostumbran hacerlo los que sí han formado parte del Ejército mexicano, concluyéndose que, o bien se avergüenza de haber pertenecido al Ejército mexicano, o nunca fue parte del mismo excepto como soldado raso, y sobre esto último Salvador Borrego parece estar obsesionado con la idea de que Hitler pese a haber sido un simple cabo era en muchos respectos “superior” a militares distinguidos de carrera que sí tenían una formación militar formal y que habían escalado por méritos propios hasta los más altos rangos disponibles dentro del Ejército alemán. He aquí una muestra de tal obsesión (Infiltración Mundial, Novena Parte, Nuevos esfuerzos de la infiltración):

El 12 de noviembre el general  Brauchitsch fue a hablar con Hitler para convencerlo de que no atacara. Llevaba el memorándum de Halder y cifras amañadas sobre la escasez de municiones, pero Hitler le dijo de memoria cuáles eran las correctas. Brauchitsch alegó que había mal tiempo. Hitler le repuso que el tiempo sería malo para los dos bandos. Brauchitsch agregó que la moral de la tropa no era buena, que ocurrían deserciones y actos de indisciplina. Hitler lo conminó a concretar dónde y cuándo; él mismo iría a ver lo que ocurría. Brauchitsch se batió en retirada, con evasivas, y Hitler le echó en cara que los más altos jefes no querían combatir, que tenían miedo.
“La guerra -dijo- siempre ha terminado con la destrucción del enemigo. Todo aquel que crea lo contrario es un irresponsable... El tiempo trabaja en favor de nuestros adversarios. . . ¿Qué clase de generales son estos a los que hay qué empujar a la guerra en lugar de ser ellos los que lleven la iniciativa?... ¿Qué papel puede jugar un país dirigido por esa clase de gente que lo pesa y lo analiza todo? No es posible forjar historia con gente así. Me hacen falta seres rudos, valientes, dispuestos a ir hasta el fin de sus ideas, pase lo que pase. La tenacidad es simplemente cuestión de carácter”...
Brauchitsch, general de larga preparación académica, se sintió desconcertado y turbado ante aquel Cabo que mostraba tanto arrojo y tanta fe en la victoria. Y regresó deprimido, titubeante, al cuartel del Estado Mayor General. Halder refirió que Brauchitsch ni siquiera pudo de momento hacer una exposición coherente de lo que había ocurrido.

Y efectivamente, desoyendo las súplicas y los consejos del General y Mariscal de Campo Brauchitsch, el necio cabo Hitler se salió con la suya, y estando librando una guerra en un frente occidental llevó a cabo la invasión de Rusia abriendo un frente oriental, tratando de triunfar en donde el mismo Napoleón Bonaparte había fracasado. Y tal como se lo advirtió el General Brauchitsch al cabo Hitler, tras la derrota de Stalingrado la invasión de Rusia terminó siendo un estrepitoso fracaso para la Alemania Nazi, marcando el inicio del fin de la guerra. ¡Si tan solo el necio cabo hubiera escuchado los consejos de militares de carrera como el General Walther von Brauchitsch, mucho mejor instruídos en el arte de la guerra que el cabo que en su ego se creía un sabelotodo, posiblemente el Nazismo habría sobrevivido y todavía estaría atornillando a los alemanes de hoy! (visto de este punto de vista, quizá fue mejor que el necio cabo con sus aires de superioridad hubiera desoído los consejos de militares  mucho mejor preparados que él).

Con todo, al concluír las hostilidades Stalin y el Ejército Rojo no fueron tan duros con los vencidos como lo afirman Salvador Borrego y colegas suyos como el endurecido fascista español Joaquín Bochaca. En virtud de que fue Alemania Nazi con la Operación Barbarroja quien primero invadió a Rusia sin que hubiera provocación alguna de los rusos para ello, en virtud de que fue Alemania el agresor, y apelando al derecho del vencedor a reclamar lo que quiera en compensación por los daños inflingidos por el invasor, Stalin bien pudo haber vaciado de alemanes lo que entonces era Alemania Oriental (Alemania del Este) poblando simultáneamente todo el territorio alemán conquistado con rusos repartiéndoles todo lo que quisieran o pudieran tomar como botín de guerra (al igual que como los Nazis lo estuvieron haciendo con las obras de arte que fueron saqueando de los países que iban conquistando y las cuales fueron penosamente rescatadas y devueltas a los países propietarios de las mismas), llevándose a todos los alemanes del territorio conquistado hasta Rusia para usarlos como mano de obra esclava (que era a fin de cuentas lo mismo que Hitler quería hacer con los rusos); pero no lo hizo, a grado tal que a finales del segundo milenio fue posible la reunificación de las dos Alemanias sin que hubiese necesidad de disparar una sola bala (la Canciller alemana Angela Merkel es originaria de lo que era la Alemania del Este). Inclusive Stalin ordenó el retiro de todas las tropas soviéticas de Austria (el país natal de Hitler) en un gesto que la ingrata ultraderecha mundial neo-Nazi jamás le agradeció a los soviéticos.

Indudablemente, un reto que enfrenta todo doctrinario apologético del Nazismo es el darle un giro de 180 grados a la imagen negativa que se tiene de Hitler para volver a colocarlo en un pedestal, sobre todo en lo que hizo con su vida al final de su vida. Cuando ocurrió la Segunda Guerra Mundial, ningún soldado alemán que en el campo de batalla decidiera suicidarse en vez de morir peleando podía aspirar a ser enterrado con honor, y antes bien se le habría considerado un vil cobarde y un traidor, indigno de una sepultura así fuese en una tumba sin lápida y sin nombre o inclusive de un entierro en una fosa común de cadáveres. ¡Pero no tratándose de Hitler, no señor! Como es bien sabido, Hitler murió como un cobarde, pegándose un balazo en la cabeza en vez de salir a pelear en aras de una guerra que él mismo había desatado con su invasión  a Polonia en 1939 entregándole de paso la mitad de Polonia al bolchevismo en un acuerdo amistoso que Hitler hizo con Stalin.

Aún con todas las barbaridades que hizo, si en el último momento, con las tropas norteamericanas acercándose a Berlín, Hitler acompañado de sus oficiales más cercanos se hubiese encaminado al encuentro del General George Patton para ponerse a su disposición pidiendo el cese inmediato de las hostilidades (lo cual habría salvado las vidas de algunos cientos de alemanes) diciendo: “Heme aquí, me entrego pidiendo que sólo a mí se me culpe y se haga responsable por todo lo que se hizo a instancias mías obedeciendo mis órdenes, no quiero que se derrame una sola gota más de sangre en mi nombre”, enfrentando con gallardía y honor militar el juicio al que seguramente se le habría sometido (una oportunidad histórica única para exponer su defensa y sus argumentos antes de ser colgado en una horca), posiblemente al día de hoy hasta sus más acérrimos acusadores le tendrían algo de lástima e inclusive de admiración. Pero en vez de hacer tal cosa, el cobarde más grande de todos optó por escapar por la puerta falsa pegándose un balazo en la cabeza, dejándole a sus subordinados la pesada cuanto imbécil tarea de seguir peleando y muriendo inútilmente en aras de una guerra que estaba ya irremisiblemente perdida.

La pregunta ahora es: ¿cómo se las puede arreglar la propaganda para que se borre y se olvide el último recuerdo que se tiene de Hitler? En esto, el “lava cocos” más hábil de todos, Salvador Borrego, exhibe una habilidad asombrosa, dedicando varias páginas de su libro para alabar primero las cualidades portentosas y “sobrehumanas” de Hitler así como la descripción de sus últimos días y sus últimas horas, llenándolas con relatos anecdóticos que no vienen al caso excepto para darle un aspecto humano a uno de los seres más inhumanos del siglo XX, cosas tales como (Derrota Mundial, capítulo X, 1a parte, El fin de Hitler):

¿Cómo estaba constituido Hitler? Era vegetariano, antialcohólico, no fumador. Estas eran para él muy apreciables cualidades de las que resaltaba el testimonio de una vida ascética. Pero fatalmente repercutían en su aislamiento como ser humano. No tenía un verdadero amigo. Incluso sus más antiguos compañeros del Partido eran ciertamente gentes de su séquito, pero no amigos. Por lo que yo pude ver, nadie era su íntimo. A nadie confiaba sus interioridades. Así como no había encontrado ningún amigo, también le fue negada la capacidad para amar profundamente a una mujer... Todo lo que da una consagración a la vida terrena, la amistad dé los hombres honrados, el limpio amor a una mujer, el cariño a los propios hijos, todo esto le era y siguió siéndole enteramente extraño. Caminó solo por el mundo, preocupado con sus gigantescos planes.
Aquella alma insatisfecha que se prohibía la entrega a la dicha natural y simple, estaba constantemente en busca de su equilibrio... Hitler jugaba con su perrita “Blondi” como un niño, pero hacía lo posible para entregarse a esta distracción sólo cuando estaba lejos de toda mirada extraña”.

Una vez humanizado Hitler en varias páginas del libro Derrota Mundial, Salvador Borrego presenta la disculpa que libera por completo a Hitler de su último acto cobarde (a todas luces, una justificación para defender el hecho de que su ídolo y héroe máximo haya escogido salir por la puerta falsa en vez de entregarse a las fuerzas aliadas para ser sometido a juicio y en dicho juicio exponer sus razones y sus argumentos, o morir peleando hasta el final como él lo demandó despiadadamente y sin misericordia alguna a todos sus soldados):

“Pero cabe una hipótesis: que Hitler y Eva Braun hayan obrado por las terribles circunstancias en que se hallaban, sin pleno conocimiento de lo que hacían ni privarse de la vida, y por lo tanto, que no hayan tenido un consentimiento pleno de ese pecado como tal, y ya se sabe que sin pleno conocimiento y pleno consentimiento no hay responsabilidad moral”.

¡Qué bonita apología para el suicidio del sátrapa que, en el momento supremo de la verdad, a la hora de demostrar la verdadera hombría, terminó actuando como el Nazi más cobarde que se pudiera haber encontrado en suelo alemán! Cualquiera que al enfrentar los problemas de la vida quiera obtener una solución expedita a sus problemas, aquí tiene el pretexto que andaba buscando (posiblemente esta es la misma justificante usada por un familiar cercano de Salvador Borrego, del cual no le gusta mucho acordarse; y posiblemente la tenga a la mano en caso de que él mismo decida emular a su ídolo Hitler despidiéndose del mundo de la misma manera).

Mientras el cobarde tirano escapaba cómodamente por la puerta falsa pegándose un tiro, afuera de su búnker-fortaleza en donde se estuvo escondiendo cientos de niños alemanes, algunos de ellos de tan tierna edad que apenas podían cargar con los fusiles que por órdenes de Hitler se les habían proporcionado para continuar “jugando” a una guerra pero de verdad, se aprestaban para tratar de defender lo ya indefendible, aunque no todos lo hicieron al ver la inutilidad y la estupidez de lo que se les pedía hacer. Entre los niños que se rehusaron a pelear por Hitler, entre los niños que desertaron en los últimos días de la guerra rehusándose a morir en nombre del ruin tirano que a espaldas de ellos se mató por su propia mano en vez de acompañarlos en la pelea, había un niño llamado José. Ese niño simplemente arrojó el fusil al suelo y se rehusó a contribuír a una carnicería inútil. Con el paso del tiempo, ya como joven y terminada la guerra ingresaría a un seminario para convertirse en sacerdote católico, y continuaría sus estudios hasta convertirse en un de los más formidables teólogos dentro de la Iglesia Católica. Ese sacerdote que se rehusó a pelear por Hitler terminaría convirtiéndose en Papa, el Papa que sucedería a Juan Pablo II, el último Papa del siglo XX en presenciar en persona la locura y los horrores del Nazismo.

Cualquier lavado de cerebro debe llevarse a cabo en forma gradual, aumentando la intensidad y el tono del mismo conforme se va avanzando en el proceso de indoctrinación; no es posible embaucar a nadie en cuestión de segundos o minutos, tal faena lleva su tiempo, del mismo modo en que el torero va preparando al toro para el momento en que le clavará la espada con la cual terminará con su vida. Uno de los mejores ejemplos de ello es el libro Derrota Mundial, en el cual el grado de antisemitismo del libro se va recrudeciendo conforme se va llegando al final del mismo, en donde se pueden ir apreciando en el trayecto pasajes tales como los siguiente con los cuales el autor se quita por completo el antifaz revelando sin rubor alguno sus verdaderas creencias:

El hebreo siempre ha sido muy hábil para eludir a sus perseguidores y ganar compasiva ayuda hasta en las filas de aquellos a quienes calladamente odia y combate.
Aún hoy las actividades marxistas en el Nuevo Continente serían imposibles si no contaran con ese poderoso patrocinio del poder secreto israelita y de su tentáculo masónico; ambos toleran que se hable de anticomunismo y hasta sugieren que se haga así para adormecer a los pueblos, pero no permiten que en realidad se obre eficazmente contra la infiltración marxista.
Actualmente el marxismo sigue ganando terreno en Iberoamérica debido al apoyo secreto que le brindan los gobiernos masónicos. A su vez, éstos son apoyados por el movimiento político israelita que tan decisivamente influye en el Gobierno de Washington. Para no provocar alarma hay un comunismo de mampara, ineficaz y risible, y otro detrás, que es el efectivo, y que trabaja con fineza y discreción.
Pero los gobernantes servían intereses masónicos cada día más apremiantes y empujaban al pueblo a una guerra en la que el pueblo nada tenía que ganar. Esos gobernantes, hechura de la masonería, eran a la vez políticamente presionados por la Alianza Israelita Universal (con sede en París), la cual tiene en Francia un poder decisivo, pues además de su brazo masónico influye en la Bolsa de Valores, en casi toda la prensa y en la mayoría de las organizaciones obreras.
El mundo occidental vive en el siglo veinte y no es época ya de que conserve colonias, dicen, aunque estratégicamente le sean necesarias contra la amenaza soviética. Pero tal parece que para el marxismo israelita no vivimos en el siglo veinte, sino en la época de las cavernas. Para él sí es lícito seguir esclavizando a medio mundo y pretender hacer lo mismo con el resto.
La eliminación de contados israelitas durante las “purgas” soviéticas, era sólo un fanático castigo de los timoratos o los incompetentes...
Con habilidad ancestral conquistada en siglos de lucha sorda y secreta, muchos israelitas habían logrado acomodarse en sitios claves. Tan pronto se camuflaban tras la ciencia como tras el arte, la industria, el comercio, y con frecuencia se deslizaban ellos o sus agentes en los más altos círculos oficiales, lo mismo en Alemania que en los países ocupados.
El antisemitismo de Hitler, el antisemitismo del nacionalsocialismo alemán, no fue una causa, sino un efecto; una reacción fanática ante el fanatismo del movimiento político judío; y es evidente que el fenómeno no desaparece suprimiendo simplemente el efecto. Las causas primarias del antisemitismo anidan en la conducta misma del hebreo, y mientras él no se modifique, llevará latentes consigo los gérmenes de nuevos movimientos en contra suya.
Dos ideologías se hallaban frente a frente. De un lado el marxismo con públicas pretensiones de dominio universal. De otro, el nacionalismo alemán, con específicas y públicas ambiciones de abatir al marxismo israelita y de crecer territorialmente a costa de la URSS.
Por eso el movimiento de Hitler se llamó nacionalsocialismo, término que se condensó en el apócope de “nazi”. Naturalmente, en ésa forma el nacionalsocialismo desvirtuaba la característica internacional del bolchevismo y privaba de influencia mundial al núcleo israelita de la URSS. Los revolucionarios judíos sintieron que tal cosa era frustrarles su invención y furiosamente insistieron en la internacionalización del proletariado. Sin esa condición su movimiento político no alcanzaría las metas anheladas, ya que para los fines políticos hebreos nada significaba que las masas proletarias de cada nación lograran beneficios, si entretanto se sustraían a su control. De esa manera no podían ser aprovechadas para los objetos ulterioresde la llamada “revolución mundial”.
Ya es una costumbre que cuando el judaísmo político encuentra resistencia a sus planes clama mundialmente que es víctima de persecuciones “antisemitas”. Del conflicto político no habla jamás y se concreta a presentarse como una víctima de fanatismos raciales o religiosos, con lo cual encubre su propia naturaleza y desprestigia la defensa de sus victimas.
Al materializarse en el régimen bolchevique, el marxismo israelita conservó sus perfiles de internacionalismo, que parece ser el sello con que el judío marca todas sus creaciones.
Lo que las ocultas infanterías israelitas padecieron en Europa como consecuencia de sus sabotajes y conspiraciones, es materialmente achacable a la policía o al ejército alemán, pero evidentemente los causantes intelectuales de los encarcelamientos y las ejecuciones fueron los propios caudillos israelitas, que con el más ciego fanatismo empujaron a sus contingentes a una acción ilegal y casi suicida.
La nación más beneficiada con el devastador desmantelamiento de Alemania fue la URSS, sede del marxismo israelita.
La URSS es manejada casi totalmente por políticos-hebreos, en tanto que China Roja tiene pocas células de ese tipo y primordialmente es manejada por chinos marxistas-leninistas.
La dominación material es transitoria, por dura que parezca. Desde Ciro hasta Napoleón así se ha demostrado en la historia. Mil veces más temible es la subyugación de las mentes. Para lograrla, el judaísmo político ha venido corroyendo y desmoralizando la voluntad de los pueblos. Es evidente que espera lograr en el Mundo Occidental un desplome interior, o bien, una devastadora guerra que mediante el instrumento del marxismo dé el triunfo universal al pueblo elegido.
Por eso Hugo Wast pone en boca de los propagandistas israelitas las siguientes palabras: “Dominamos la mayoría de los grandes diarios (I) y de las agencias de publicidad, y gobernamos los nervios de la humanidad. Asesinad cristianos en México,en España, en Rusia; eso no tiene importancia, no lo transmiten nuestras agencias ni lo publican nuestros diarios. Atropellad un judío en Alemania o en Polonia, y escucharéis la grita del mundo: intolerancia, progrom, antisemitismo. Y el mundo, que no ha llorado el martirio de un millón de cristianos en Rusia, rasgará sus vestidos porque a un profesor israelita le han quitado en Berlín una cátedra”.
Ya en 1920 Henry Ford había hablado en “El Judío Internacional” acerca de la increíble preponderancia que los israelitas lograron secretamente en Inglaterra desde mediados del siglo pasado...
El comunista húngaro Nyizli Miklos inventó la “confesión” del Dr. Mengele, y despues de que fue ejecutado  Rudolf Hoess (comandante del campo de Auschwitz) se inventó “su confesión” sobre las matanzas y se tradujo a todos los idiomas para “confirmar” en el mundo entero lo de los “6 millones” de “liquidados”. Todo esto tiene por objeto desplegar una enorme cortina de compasión hacia los hebreos para encubrir los móviles políticos de sus jefes internacionales, empeñados en una lucha total contra el mundo cristiano.
El sacrificio de Polonia, Noruega, Bélgica, Holanda, Francia, Yugoslavia y Grecia, y el sacrificio que aún seguía imponiéndose al pueblo inglés para que prosiguiera la guerra, fue obra del movimiento político judío en beneficio del marxismo israelita, el cual ciertamente capitalizó con extraordinaria maestría la sangre de esos ocho pueblos.
Y una cosa es clara: mientras la influencia del movimiento judío en Estados Unidos siga siendo tan decisiva como ahora, no podrá haber ninguna verdadera y eficaz acción oficial anticomunista. Es ignorar completamente el fondo del problema, es absurdo, insensato e ilusorio, esperar que la camarilla israelita de Occidente combata por los pueblos no judíos contra la camarilla israelita de Moscú. Las dos buscan, únicamente, la hegemonía del “pueblo elegido”.
En el siglo pasado un movimiento político judío —que dos mil años antes había sido ya desahuciado de su ambición de hegemonía mundial— tomó como punto de apoyo ese anhelo insatisfecho de justicia social. Lo tomó como apoyo, como coraza, como instrumento, como engañoso estandarte, pero no como meta de un ideal. Ese movimiento político se llamó marxismo, comunismo, bolchevismo... Sus engañosos fulgores atraen grupos desvalidos, mas no para reconfortarlos, sino para usarlos como instrumento. Y los primeros mendrugos que se arrojan a esas masas no son el principio de un banquete, sino el cebo de una trampa. La palanca de la inteligente conjura se apoyó en las insatisfechas necesidades de los pueblos y en esta forma les agravó su desventura. A su calidad de proletarios se añade ahora la de ciegos combatientes por un poder ajeno. Así nació el bolchevismo en Rusia, y así se planeó su extensión al mundo entero, es decir, su internacionalización. Mediante la “revolución mundial” abrumadoras multitudes quedan uncidas a un mismo amo y a una misma causa, oculta por ahora.
Muchos años antes el noble pueblo estadounidense había abierto los brazos de su hospitalidad a millares de hebreos; éstos habían prosperado en las ricas tierras de Norteamérica, pero usando de su astucia, aguzada en siglos de ejercicio, y abusando de la sencillez sin malicia del americano, le habían arrebatado ya el timón de su destino. Con Roosevelt en la Casa Blanca, el poder del judaísmo era tan grande que podía derramar pródigamente la sangre de los hijos de sus benefactores. Con vidas ajenas el judaísmo político realizaba sus afanes de venganza y de hegemonía mundial.

Esta es precisamente la clase de literatura que está impulsando con renovados bríos el despertar de la ultraderecha mundial, con auges tales como el que ha tenido Amanecer Dorado en Grecia aprovechando (al igual que Hitler y el Partido Nazi lo hicieron en su tiempo con el descontento popular en Alemania producido por la inflación monetaria resultante de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y el aumento en desempleo complicado todo a raíz de la Gran Depresión de 1929) las devaluaciones y los recortes presupuestales que lanzaron a Grecia a una crisis que estuvo a punto de hacerla abandonar la Comunidad Económica Europea. Los movimientos de ultraderecha difícilmente florecen en tiempos de prosperidad, es cuando ocurre alguna gran crisis y se requiere de algún chivo expiatorio para echarle toda la culpa de la crisis cuando sectores significativos de la sociedad, sobre todo los jóvenes, voltean sus ojos hacia las filosofías de la extrema derecha creyendo que allí puede haber solución para sus males.

Sin embargo, el endurecido autor fascista Salvador Borrego, cínico hasta la médula de sus huesos, siempre ha negado terminantemente ser un antisemita, ¡eso sí que no, no señor!, que nadie lo acuse jamás de ser un antisemita, y con tal propósito desliza esporádicamente en su obra pasajes como el siguiente: “Debe discernirse claramente que una cosa es la lucha política contra el movimiento político judío y otra muy distinta es la hostilidad injusta contra el pueblo judío en masa, sólo por ser judío”. Y en su libro Infiltración Mundial mete lo siguiente: “Ahora bien, el padre del marxismo es el Movimiento Político Judío y a la vez el padre de la Infiltración es el mismo Movimiento Político Judío. Como durante la guerra mundial esto salió reiteradamente a la luz pública, el Movimiento Político Judío levantó a su alrededor una coraza protectora fabricando el mito de los seis millones de judíos asesinados por Alemania. De este modo se cubre con el manto del martirio y evita que se remuevan y exhumen los orígenes del magno conflicto. A toda investigación sobre el particular, a toda exposición histórica auténtica, la califican de antisemitismo. Como si el hecho de criticar a una política con afán de dominio mundial fuera un ataque (no a este propósito específico) sino a la índole racial de sus autores”.

No todo ha sido miel sobre hojuelas en el “mantenimiento” de las teorías conspiratorias de la extrema derecha. En la década de los noventas tuvo lugar una sacudida histórica colosal que por sí sola le debería de haber propinado un golpe mortal a la propaganda y las fantasías del neofascismo, cuando dos valerosos estadistas rusos, Mijail Gorbachov (no-judío) con su apertura Glasnost y su Perestroika y Boris Yeltsin (no-judío) condujeron en forma pacífica a Rusia al abandono del modelo comunista de economía centralizada llevando al país hacia una economía de libre mercado no-centralizada sin que se derramase una sola gota de sangre y sin necesidad de disparar una sola bala, y sin necesidad de llevar a cabo una purga violenta y sangrienta como la que llevó a cabo el multihomicida Hitler en la noche de los cuchillos largos. Y lo lograron los rusos sin “ayuda” alguna de derechas o ultraderechas de ningún tipo. Esto amenazó con mandar abajo todas las ficciones del neofascismo habido el hecho de que el argumento central de la leyenda para el “dominio judaico” del mundo profetizaba que todos los pueblos de la Tierra primero serían “entregados al marxismo” a sangre y fuego, tras lo cual la masonería sería proscrita y borrada del mapamundi al no ser ya necesaria para “la conspiración judaica”, estableciéndose entonces un super-gobierno mundial abiertamente judaico dizque con algún “rey” sentado en un “trono de oro” y el resto de la humanidad esclavizada. Tal era la fantasía, y de pronto los neofascistas se quedaron con las manos vacías, sin argumentos. Sin embargo, lejos de abandonar sus ficciones como insostenibles a la luz de la razón, se dedicaron febrilmente a “actualizar” sus leyendas, aferrándose a más de lo mismo pero dándole un nuevo maquillaje para mantener la leyenda vigente, lo cual requirió agregar nuevas mentiras a las mentiras que ya se tenían. En México, en donde la “logia” guanajuatense de la temible y poderosa Organización Nacional del Yunque ya tenía la puesta en marcha de los detalles finos de su plan secreto para la instalación de un gobierno oculto de corte derechista con un guanajuatense emanado de la derecha ultraconservadora gobernando al país desde la silla presidencial, los cambios ocurridos en Europa Oriental obligaron a las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana a adelantar sus planes y trabajar a marchas forzadas para la consumación de algo que ya no podía esperar más tiempo, propinando su golpe artero en las elecciones presidenciales celebradas en julio del año 2000, después de haber infiltrado al Partido Acción Nacional para la consumación del golpe. Salvador Borrego jamás ha pronunciado una sola palabra ni crítica alguna en contra de sociedades conspiratorias secretas de la extrema derecha como la Organización Nacional del Yunque pese a que siempre ha sabido lo que tales sociedades se traen entre manos. La propaganda utilizada en los lavados de cerebro que lleva a cabo el neofascismo siempre se ha cuidado de no atacar a los suyos propios por las “travesuras” que se les ocurra hacer a sus seguidores, aunque se trate de crímenes mayores, inclusive de genocidios, usando para ello la exculpante por comparación argumentando en sus adentros: “si ellos lo hacen, ¿por qué tampoco yo?. Así la cosa está más pareja”.

Los grados de hipocresía en los que incurre Salvador Borrego en la elaboración de su propaganda neofascista recurriendo a todas las trampas habidas y por haber en las tecnologías de lavado de cerebros, lanzando con su literatura un asalto mental sin precedentes al infiltrar las mentes de sus lectores más desprevenidos, rayan en lo increíble. Esto lo podemos calar con sólo leer lo siguiente que aparece en su libro Infiltración Mundial y que podemos tomar como una confesión de sus propias estrategias deshonestas:

CUANDO LA INFILTRACION ABRE BRECHAS MENTALES. El raciocinio, la voluntad, la capacidad crítica, son tesoros íntimos del alma. La fuerza puede acallarlos, pero no hacerlos desaparecer. Contra ellos solo puede operar la infiltración mental, que tiende a desplazar el espontáneo y recto juicio para sustituirlo sutilmente con el engaño. Una tenaza, la infiltración física repta y golpea en el ámbito de la materia en tanto que la otra tenaza, la infiltración mental invade sagazmente el ámbito del espíritu. La materia es dominable por la fuerza, pero el espíritu no, y la única manera de dominarlo es cambiarle sus normas. Vaciarle sus valores auténticos y depositar falsificaciones. Esta es la tarea de la infiltración mental.

¡Pero ésto es precisamente lo mismo que hace Salvador Borrego usando su propaganda como arma de infiltración mental, envenenando las mentes de millares de jóvenes incitándolos al odio y a la consumación de un nuevo Holocausto, vaciándoles sus valores auténticos y depositando en ellos falsificaciones, fomentando deliberadamente con el engaño y la mentira la creación de algunas de las sociedades secretas conspiratorias de extrema derecha más peligrosas y más poderosas que se hayan creado!. Y estas sociedades ocultas, a diferencia de la fantasía nazi-fascista acerca de una mítica “gran conspiración judía masónica comunista para el dominio del planeta”, son reales, son ya una dura realidad para México. Gracias a la terrible infiltración mental puesta en práctica por el propio Salvador Borrego para convertir en neofascistas a millares de jóvenes inmaduros y desprevenidos, México (e inclusive otros países hispanoamericanos) enfrenta un grave problema a largo plazo con los engendros creados con tan diabólico asalto, liberándose fuerzas infernales dispuestas a avasallar con todo cometiendo atrocidades iguales o peores que las que cometieron en su tiempo Hitler y los Nazis.

Al final de su libro Infiltración Mundial, y revelándose en pleno como un revisionista apocalíptico, Salvador Borrego convoca a sus seguidores a prepararse para lo que él llama una “lucha ineludible”, presuntamente la batalla final en la cual el Cristianismo de Occidente librará una batalla de proporciones bíblicas en contra del Comunismo de Oriente, algo así como una lucha entre el Bien (los neofascistas) y el Mal (los comunistas y los judíos), lo cual dicho sea de paso pone a Hitler del lado de “los buenos”:

LUCHA INELUDIBLE
Sin embargo, a pesar de todas nuestras debilidades y omisiones actuales, vendrá más adelante una lucha grandiosa, de sacrificios heroicos.
Por ahora las fuerzas de las tinieblas están en plena actividad.
Estos son tiempos de Infiltración victoriosa y de temor y claudicaciones ante ella. Son el inicio del reinado de la Revolución Mundial.
Es un asalto arrollador, al que nada ni nadie escaparán, como jamás se había visto. Un asalto montado con toda la astucia de los hijos de las tinieblas, «más astutos que los hijos de la luz».
La lucha es ineludible. Por encima de las fuerzas materiales en pugna hay fuerzas metafísicas también en lucha. Fuerzas superiores a las humanas, a las cuales éstas no podrán sustraerse.
Es una lucha que ya está resuelta victoriosamente para un tiempo que no es el nuestro. Pero nosotros, hijos de este tiempo actual, tenemos forzosamente que hacer la parte que nos corresponde y enfrentarnos al adversario, por grande e invencible que parezca.
Después de que ese enemigo logre una sucesión de triunfos, su derrota será segura. Está predicha.

El problema con la profecía ultraderechista contenida en el último párrafo es que, con el colapso de la Unión Soviética a finales del siglo XX, algo que no esperaban ni anticipaban, los neofascistas indoctrinados con libros como Derrota Mundial se quedaron de pronto sin un enemigo inmediato a quién combatir” para emprender la batalla final, la gran batalla. ¿Se dieron cuenta del hecho los propagandistas del neofascismo para cambiar sus hábitos de vida en pos de algo más provechoso y productivo? Desde luego que no. Han estado llevando a cabo un revisionismo sobre su propio revisionismo histórico para seguir explicando e interpretando todo a la luz del mito que se resiste a morir acerca de una gran conspiración judía masónica comunista. Les parece mejor hacer tal cosa que tener que decir a sus alucinados seguidores  “perdónenme, me equivoqué”.

La lucha ineludible (esto no lo dice ya Salvador Borrego, pero se sobreentiende) incluye adoptar las mismas armas que se cree que está usando el enemigo para así tener posibilidades de triunfo, o sea el engaño (tal y como lo hace Salvador Borrego en la elaboración de su propaganda recurriendo a mentiras y falsedades), la traición, la perfidia, la fundación de sociedades secretas (como Los Tecos y la Organización Nacional del Yunque) con la lealtad de sus miembros cimentada en terribles juramentos de lealtad con castigos terribles para quienes su lealtad esté en tela de duda, el uso de caballos de Troya para apoderarse de las estructuras de mando del gobierno establecido, la inserción de quintacolumnistas, el lavado de cerebros, el establecimiento de un gobierno paralelo secreto al servicio de las sociedades igualmente secretas fundadas para tales efectos, el establecimiento de alianzas con poderes fácticos y empresarios adinerados que estén dispuestos a financiar generosamente las actividades conspiratorias, en fin, lo mismo que Salvador Borrego denuncia furiosamente en contra de los supuestos enemigos del neofascismo. Esto convierte a libros como Derrota Mundial e Infiltración Mundial, ipso facto, en manuales de entrenamiento e indoctrinación sobre el plan de acción que se debe de seguir. Y esto es lo que convierte a las sociedades secretas de la extrema derecha en algo extraordinariamente peligroso, porque aunque no sean muchos, están organizados y tienen un propósito.

Estudiando la propaganda con amplia madurez y objetividad, se puede demoler un doctrinario ultraderechista como Derrota Mundial o como Infiltración Mundial convirtiéndolo en añicos. Tal cosa se hará sobre un párrafo tomado al azar de dicho libro entre muchos otros párrafos que también pueden ser desintegrados sin mayores problemas, en otro trabajo publicado en estas Crónicas en forma concomitante con el documento presente, con la finalidad de dar un ejemplo detallado sobre cómo se puede desenmascarar a este tipo de impostores e inclusive cómo es posible liberarse de las cadenas invisibles que esta gente amoral e hipócrita teje con su propaganda al descubrir la manera en la cual han estado mintiendo.