martes, 25 de junio de 2013

Un “comunista, extremadamente peligroso”



Hace no mucho tiempo, antes de la caída de la Unión Soviética, en la “lista negra” de los servicios norteamericanos de inteligencia figuraba (y de hecho, sigue figurando aún) el nombre de un mexicano prominente muy conocido por la mayoría de los ciudadanos mexicanos. Se trata del escritor Carlos Fuentes.

La nota periodística que documenta lo anterior es la siguiente:

Carlos Fuentes, ‘un peligroso comunista’ para el FBI
EL PAIS
22 de junio del 2013
El escritor mexicano Carlos Fuentes fue sometido a un seguimiento por parte del FBI y el Departamento de Estado que se prolongó al menos durante dos décadas, según los archivos que divulgó la agencia esta semana en su página web. El intelectual, fallecido el año pasado a los 83 años de manera repentina, era visto por los funcionarios estadounidenses como un “destacado escritor comunista” con una larga historia “de relaciones subversivas”. 
Fuentes solicitó visas para entrar a Estados Unidos en varias ocasiones pero hubo instrucciones de retrasar las respuestas. El archivo publicado en su página de Internet, al que tuvo acceso Associated Press, es rico en pruebas que confirman que la agencia estaba atenta a los movimientos del escritor. Uno de los motivos por los que se le negó la entrada al país fue el hecho de haber pertenecido al Partido Comunista Mexicano.
En ese archivo se documenta con papeles internos y publicaciones periodísticas relativos a Fuentes y sus actividades. El primer documento, de 1962, informa sobre la invitación que recibió el escritor para debatir con el entonces subsecretario de Estado, Richard Goodwin, sobre la política de Estados Unidos con América Latina. En un cable se dice: “Hay instrucciones de Washington para retrasar (la respuesta) si presenta la solicitud y esperar más instrucciones”. La prensa dio mucha cobertura al hecho de que le prohibiesen la entrada en el país, recortes que también están incluidos en el archivo.
Fuentes, que está enterrado en París, sí llegó a entrar a Estados Unidos aunque siempre en breves periodos de tiempo. En cierta ocasión le concedieron autorización para dar clases en universidades y el FBI estuvo al tanto de que tuvo una visa diplomática y un pasaporte oficial mexicano.
Distrito Federal— En un documento dirigido al director del FBI en 1970 se recomienda establecer fuentes e informantes para conocer cualquier “información pertinente sobre las actividades del sujeto”. En esa época el mexicano impartía clases de literatura en Nueva York y Columbia. Continúa el texto: “Debido a la importancia de Fuentes como escritor, la publicidad que han recibido las negativas de visa previas y su relación con dos universidades de Nueva York, no es deseable una investigación activa en este momento”.
El memorando, según AP, termina con una nota en la que señala que Fuentes ha tenido una “larga historia de relaciones subversivas y ha viajado a países (detrás de) la Cortina de Hierro y a Cuba”, que ha sido descrito como “fuertemente antiestadounidense” y el propio escritor “asegura que se ha distanciado del marxismo en los últimos años”.
Nacido en Panamá, el autor de Aura y La muerte de Artemio Cruz fue muy crítico con la política estadounidense y en sus inicios apoyó la revolución castrista en Cuba y la sandinista en Nicaragua. En 1996 se convirtió en profesor de la Universidad de Brown. Antes impartió, como catedrático clases de Español y Literatura Comparada en Princeton, Pensilvania, Harvard –donde en 1988 fue el primero en ocupar la cátedra Robert Kennedy, con cuya familia labró una estrecha amistad– y en Dartmouth.

La trayectoria y el prestigio mundial del escritor Carlos Fuentes son de sobra conocidos. No perderemos aquí tiempo alguno en reproducir la amplia trayectoria de su vida pública. Lo que sí le consta a cualquiera que tenga tan siquiera un conocimiento somero de la biografía de Carlos Fuentes sabe que este intelectual de talla mundial jamás participó en una guerrilla, jamás perteneció a sociedad comunista clandestina alguna, jamás tomó las armas para imponer sobre los demás la visión socio-económica del comunismo, ni hizo jamás llamado alguno al derrocamiento del gobierno establecido de México con la finalidad de instalar en México una dictadura comunista de corte totalitario. Todas esas falsas acusaciones fueron, de principio a fin, patrañas inventadas. Puesto que Carlos Fuentes nunca vivió en los Estados Unidos y las pocas visitas que hizo a dicho país fueron de muy poca duración, la “información privilegiada y confidencial” de que Carlos Fuentes era un “comunista extraordinariamente peligroso” tuvo que haber salido necesariamente no de Estados Unidos sino de algún otro lado, pero ¿de dónde?

Entre los que se prestaron al juego de caricaturizar a Carlos Fuentes como un “comunista extraordinariamente peligroso” se encuentran, sin duda alguna, funcionarios de alto rango de las dependencias públicas, entre ellas la tristemente célebre Dirección Federal de Seguridad (hoy desaparecida). Sin embargo, tales funcionarios gubernamentales no eran más que “cajas de resonancia” que en realidad se limitaban a repetir como loros descerebrados los “informes altamente sensitivos y clasificados” acerca del supesto avance del comunismo en México, pseudo-informes de carácter propagandístico elaborados con toda la mala fé del mundo por los anticomunistas “salvadores de México” que para no ser llamados neo-Nazis o neo-fascistas se identificaban a sí mismos como “nacionalistas patriotas” por eso de que el Nazismo alemán tan alabado por ellos en sus cofradías clandestinas era un acrónimo del “Nacional Socialismo” de Hitler al que tanto admiran y alaban en su propaganda. Se trata de los mismos que argumentando la existencia de una mítica “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio de México usándolo como plataforma para el posterior colapso de la Unión Americana, inventaron también y propalaron por todos los medios posibles a través de sus contactos de alto nivel dentro del gobierno de México la patraña de que los disturbios estudiantiles de 1968 eran parte de “un plan premeditado urdido desde la Embajada Soviética en México para derrocar al gobierno de México reemplazándolo por una dictadura totalitaria de corte marxista”, lo cual también con el paso del tiempo ha quedado difuminado como una patraña monstruosa que fue utilizada como pretexto para justificar la represión sangrienta y brutal que el glorioso Ejército Mexicano llevó a cabo en contra de jóvenes desarmados en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

A Carlos Fuentes le inventaron todo tipo de cosas, empezando por el tridente de que se trataba de “un cripto-judío descendiente de rabinos, Gran Maestro Masón Grado 33 y comunista marxista de línea dura”, encuadrándolo bien dentro del esquema de la “gran conspiración judía masónica comunista”, encendiendo con estos rumores los focos rojos entre los funcionarios norteamericanos que seguramente miraban con simpatía a organizaciones de la ultraderecha norteamericana como la John Birch Society que también manejaba soterradamente la fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista” inspirada a su vez por un fraude literario ruso considerado hoy como el más grande fraude literario en la historia de la humanidad, el libelo Los Protocolos de los Sabios de Sión.

Es necesario aquí aclarar tres cosas. La primera, Carlos Fuentes jamás fué “un cripto-judío descendiente de rabinos”. En la tumba de Carlos Fuentes en Francia no hay ninguna estrella de David grabada sobre su lápida, ni se le está levantando monumento alguno ni en Israel ni en país alguno en donde haya una amplia comunidad judía establecida, por el simple hecho de que Carlos Fuentes nunca fue judío excepto en el imaginario de las mentes enfermas que le inventaron tal ascendencia. La segunda, Carlos Fuentes no sólo nunca fue “Gran Maestro Masón Grado 33”, ni siquiera perteneció a fraternidad masónica alguna, aunque hubieran sobrado logias masónicas en cualquier parte de Latinoamérica que gustosas le habrían dado la entrada como “hermano” así fuese tan solo para beneficiarse del enorme prestigio de alguien como Carlos Fuentes. Y la tercera, Carlos Fuentes jamás estuvo bajo las órdenes ni de la Embajada Soviética en México ni del Comandante Fidel Castro ni de ninguna organización comunista alrededor del mundo. Y seguramente se hubiera ofendido si alguien lo hubiera acusado públicamente de promover la instalación en México de una dictadura de corte totalitario comunista.

Carlos Fuentes ya no está entre nosotros. Pero los que lo acusaron y difamaron a grado tal que el mismo gobierno norteamericano terminó tragándose en su totalidad casi todas las patrañas urdidas en contra del notable ensayista mexicano siguen aún (junto con sus descendientes) entre nosotros. Son precisamente ellos quienes llevaron al Partido Acción Nacional las tácticas de la guerra sucia a la la que invariablemente acude la oposición de derecha ultraconservadora como recurso electoral. La llamada “guerra sucia” en las actividades políticas y electorales constituye uno de los vicios más indeseables de la vida democrática de México. Se trata de una guerra caracterizada por el uso de la mentira, la calumnia, la diatriba, y el adjetivo hiriente, utilizados como arma política en afán de descalificar o nulificar al adversario. Los epígonos del derechista partido de Acción Nacional, infiltrado por los agentes de las sociedades secretas de la ultraderecha de México tales como los Tecos de Guadalajara y la Organización Nacional del Yunque, no tienen la menor intención de renunciar a ese feo vicio de la guerra sucia, su ya arraigado vicio de hacer política y campaña electoral a base de descalificaciones, insultos y diatribas. Son muchos, inevitables y desastrosos los riesgos que se corren cuando, por ignorancia, rencor ideológico, compromisos con el extranjero o simples intereses personales, se pretende desempeñar actividades políticas con el hígado, no con el corazón, menos con el cerebro. Si la política, –entendida como la actividad superior del ser humano que la ha llevado a la categoría de ciencia–, se ejerce sin principios, sin generosidad y sin amplia visión de de sus objetivos  se cae en la politiquería de poca monta, inspirada generalmente en dictados del estado de ánimo y reacciones del hígado.

La guerra sucia que en su momento le hicieron a Carlos Fuentes sin tener el valor civil para hacérsela de frente y recurriendo siempre a terceras personas para no dar la cara es la misma que la que en su momento le desataron en el 2006 al candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador proclamándolo con miles de spots televisivos de guerra sucia como “un peligro para México”, siendo que el enano al que impusieron como Presidente de México por un muy estrecho y dudoso margen de triunfo terminó desatando una guerra desastrosa que le dió al país cerca de 80 mil muertos y unos 25 mil desaparecidos además de las decenas de miles de viudas y huérfanos que tan desastrosa aventura militar trajo consigo.

Hay quienes piensan que la derecha ultraconservadora de México seguirá decadente mientras no prescinda de la diatriba y la descalificación en su discurso político como recurso electoral o como sonaja para llamar la atención, sin tomar en cuenta que ya no hay lugar dentro de la democracia para aquellos jilgueros lenguas largas que en lugar de ideas y tesis políticas manejan adjetivos infamantes dictados desde la región hepática, con peroratas y torrentes de palabrería hueca y vacía de contenido. En realidad, los mismos que por décadas se estuvieron autoproclamando como “salvadores de México” presentándose como “nacionalistas patriotas” y cuyos líderes amorales desde un principio nunca estuvieron viendo por otro bien que no fuera el de ellos mismos, esos no van a cambiar, al igual que no cambiaron los fascistas europeos que siguen insistiendo con terquedad en resucitar a la ideología del Nazismo. Esos no van a cambiar, ni  hoy ni nunca.

Afortunadamente, sus tácticas de guerra sucia, descalificativos, odio, divisionismo y diatriba visceral han terminado por enfrentarlos entre sí, en una lucha interna que terminó haciendo crisis dentro del PAN en junio del 2013, protagonizando tremendos pleitos internos que terminaron erosionando al partido azul y blanco y que pueden considerarse como una pelea de hienas por los despojos de un cadáver en estado de putrefacción. Desde su tumba, Carlos Fuentes muy bien podría estarse carcajeando a mandíbula batiente de los otrora “salvadores de México” cuya ralea ha quedado ya expuesta de mil maneras dede que fueron expulsados de la silla presidencial por el pueblo de México en el 2012, tanto en el Estado de Jalisco (al cual saqueraron despiadadamente dejándole sus arcas vacías) como en el resto del país en donde cada vez son menos quienes les creen a estos lobos disfrazados con piel de oveja. Y para sumirlos en el descrédito, ni siquiera ha sido necesario hacerles a estas hienas una guerra sucia. Con exponer sus verdades presentándolos tal y como lo que realmente son ha sido más que suficiente. Ojalá y el mismo Carlos Fuentes lo hubiera hecho para cobrarles el justo desquite.