El verdadero Benito Juárez
En ocasión del aniversario del natalicio del indio zapoteca que llegó a convertirse en Presidente de México, celebrado el 21 de marzo, resulta una ocasión apropiada para pasar revista a una imagen sumamente negativa que suele presentarse del Benemérito de las Américas en ciertos textos y en ciertas corrientes ideológicas plenamente identificadas con el conservadurismo de aquél entonces. Con el alto concepto en que se le tiene en muchos textos históricos, seguramente para quienes son introducidos por vez primera al sub-mundo de la extrema derecha resulta una verdadera sorpresa que Benito Juárez termina siendo uno de los personajes históricos más vilificados, más criticados, más demonizados y más satanizados en la literatura de corte extremista como se hace en el libro América Peligra del alucinado pseudo-historiador de la ultraderecha mexicana Salvador Borrego Escalante. Esto nos obliga a preguntarnos con toda la seriedad del mundo: ¿quién era el verdadero Benito Juárez? ¿Era el héroe que en medio de las peores circunstancias y condiciones rescató a México de las fuerzas que querían a toda costa imponer una monarquía en México a sangre y fuego haciendo retroceder el reloj de la Historia hasta los tiempos de la Colonia? ¿O era realmente un personaje tan malo como lo pintan sus detractores, principalmente los pseudo-historiadores que son el “faro de iluminación” de la ultraderecha mexicana?
Benito Juárez es usualmente tipificado como un archivillano en la literatura de la derecha extrema. Ejemplo de ello es el libro titulado “Juárez marxista” escrito por uno de los exponentes máximos del Sinarquismo de Guanajuato el fascista mexicano admirador de Hitler y del Nazismo Salvador Abascal (de Guanajuato, naturalmente). En su libro “América peligra” (el título del libro es una alusión directa a la bizarra ficción de “la gran conspiración judía masónica comunista” inspirada en el fraude literario ruso Los Protocolos de los Sabios de Sión que es la que supuestamente hace que América “peligra”), el endurecido fascista pseudo-cristero mexicano (también admirador de Hitler y del Nazismo) Salvador Borrego Escalante también aporta sus dosis de veneno en contra de Benito Juárez (el hecho de que ambos se llamen “Salvador” quizá contribuyó a que ambos con su propaganda anti-juarista, anti-semítica, anti-izquierdista y anti-todo se creyeran realmente “salvadores”).
Quizá la mejor forma de responder a quienes desde los sectores más ultraconservadores del país han despotricado a sus anchas en contra de la figura de Benito Juárez y lo que él representó en vida es considerar lo que habría sucedido en caso de que los conservadores de la derecha de aquél entonces hubieran triunfado en contra de Benito Juárez y se hubiera terminado de consumar la instalación de una monarquía en México tal y como ellos querían.
En primer lugar, y de esto no debe haber absolutamente duda alguna, se habría instaurado en México un sistema de castas privilegiadas tal y como se acostumbraba hacerlo en las monarquías europeas, con aristocracias y títulos de nobleza hereditarios; o sea condes, marqueses, duques, viz-condes, príncipes, princesas, etc., tal y como se acostumbraba hacerlo en México en los tiempos de la Colonia. Miramón y Mejía habrían sido los primeros en obtener estos títulos nobiliarios y en ser reclasificados como parte de la nobleza, como mexicanos de sangre azul. (¿?) Habrían llevado a México hasta los tiempos del coloniaje, retrocediendo el reloj más de medio siglo. En esto, las derechas de ayer no son muy diferentes de las derechas extremas de hoy, y de hecho son casi idénticas, siempre han sido clasistas . El Nazismo alemán estaba basado precisamente en eso, en el dogma de los seres superiores y los seres inferiores, o sea los arios y los no-arios, con los arios teniendo el pleno derecho de someter a los no-arios a su servicio en condiciones de esclavitud y vasallaje por el supuesto mérito biológico hereditario de considerarse superiores. Las derechas ultraconservadoras de México, algunos de cuyos impulsores en México aún se creen descendientes de nobles europeos, detestan el concepto de una sociedad sin clases, detestan la noción de que las masas que conforman al proletariado o la prole puedan ejercer su poder de decisión en elecciones libres para escoger a los gobernantes que ellos quieran. Precisamente por tales cosas son enemigos acérrimos de la democracia, precisamente por tales cosas tienen como héroes a tipos como Francisco Franco, Adolfo Hitler, Victoriano Huerta y los virreyes de la Nueva España.
De haber triunfado los conservadores reaccionarios que derramaron mucha sangre mexicana en su afán enfermizo por instaurar en México una monarquía con un extranjero importado de Europa que les ayudase a superar sus malinchistas complejos de inferioridad con la repartición de títulos nobiliarios hereditarios a todos aquellos que apoyasen la aventura descabellada, los pueblos indígenas de México estarían hoy mil veces peores que como ya están bajo el yugo del PAN-Gobierno y sus depredadoras políticas económicas neo-liberales que han ensanchado de modo grotesco la separación entre las clases sociales con una repartición de la riqueza que se antoja desproporcionada (¿cómo es posible que un país en el cual vive el hombre más rico del mundo pueda haber tanta miseria?) Para poder llevar a cabo sus fechorías, los ultraconservadores de las derechas extremas de hoy le vendieron al pueblo la idea de que al país le convenía tener una clase social super-privilegiada a la cual se le mime con tasas bajas de impuestos y se le concedan todo tipo de ventajas y privilegios que no se le conceden a los de la prole porque, supuestamente, entre más dinero tengan los nuevos aristócratas con todas sus concesiones y todos sus privilegios otorgados por el Estado (ejemplos destacados: TELEVISA y TV Azteca, o lo que es lo mismo, Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego) más podrán invertir generando empleos creando prosperidad y bienestar social, desparramando felicidad a manos llenas como solo ocurre en los cuentos de hadas. Esas eran las promesas luminosas, era la fantasía, esa era la trampa. La realidad es que, en vez de suceder tal cosa, lo único que sucedió es que los poderes fácticos que se han beneficiado a manos llenas con la instauración del Partido Acción Nacional en la silla presidencial terminaron instaurando también una aberración económica conocida como crony capitalism en la que los únicos que se benefician son los mismos supracapitalistas que si antes acaparaban el 65 por ciento de la riqueza nacional pasaron a acaparar el 75 por ciento de la riqueza nacional pasando al 80 por ciento y así sucesivamente. Y no estando conformes con ello, han presionado para obtener la privatización de la energía eléctrica, del petróleo, de los servicos de correos, en fin, de todo lo que se pueda privatizar, terminando por convertir al gobierno en una especie de empresa privada en manos de accionistas cuya única finalidad siempre ha sido lucrar, lucrar y lucrar, porque nunca han sabido hacer otra cosa más que eso.
El triunfo de Benito Juárez y el fracaso de los conservadores en la pretendida instauración de una monarquía con el sistema de castas que tanto anhelaban instaurar se empezó a desvirtuar en las tres décadas de dictadura porfirista que condujo a un nuevo sistema de castas (sin títulos nobiliarios) en el cual los “nobles” bajo el porfirismo terminaron siendo los latifundistas y los hacendados (el ejemplo más conocido es el del soberbio y pedante Luis Terrazas, el cual cuando se le preguntaba si era del Estado de Chihuahua respondía pedantemente “Chihuahua es mío”). El colapso total de la dictadura porfirista permitió recuperar algunos de los principios del legado juarista, tales como el concepto del estado laico. Sin embargo, los enemigos mortales de Benito Juárez (o mejor dicho, los descendientes de los enemigos mortales de Benito Juárez) siempre estuvieron al acecho, esperando una oportunidad, maquinando y conspirando con otros de su misma ideología, para poder hacer algo en México como lo que estaban haciendo en Europa Francisco Franco, Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Y siguen estando al acecho hasta el día de hoy, no se han detenido ni han cambiado en nada, siguen siendo los mismos rapaces de ayer. En rigor de verdad, mucho de lo que está sucediendo en el México de hoy es una consecuencia directa del repudio que siempre han sentido las derechas ultra-reaccionarias y conservadoras de México hacia todo lo que representaba Juárez. Esto explica la movilización que las derechas ultraconservadoras de México han estado llevando a cabo para colmar su obsesión de acabar con el estado laico en México. En cuanto a lo de instaurar una monarquía en México capaz de conferir títulos nobiliarios hereditarios a empresarios amorales y apátridas como Emilio Azcárraga Jean, eso ya no lo pueden hacer, pero no por falta de ganas sino por el hecho de que tras la Revolución Rusa, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, el sistema monárquico en Europa quedó prácticamente colapasado, y no hay muchas ganas en Europa por regresar a tales épocas en las cuales los monarcas tenían un poder y dominio casi absoluto sobre sus vasallos. Pero a falta de títulos nobiliarios que ciertamente no se le habrían concedido a nadie en tiempos de Benito Juárez, el concepto de nobleza ha sido redefinido para dárselo a cualquiera según las fortunas que tenga amasadas, e irónicamente, siendo dichas fortunas hereditarias, los nuevos nobles también están en condiciones de heredarle a sus hijos el nuevo símbolo de status quo. Lo único que ha cambiado son las formas, no el contenido.
No se cuestionará aquí en lo absoluto el derecho que tenga cualquier ciudadano en hacer una fortuna ya sea inventando algo nuevo como una cura contra la calvicie, sacándose la lotería, o encontrando un gigantesco yacimiento de oro en el patio de su casa. Lo que tiene que ser cuestionado duramente es que el origen de la fortuna radique en canonjías y privilegios inmerecidos otorgados por un Estado cuya principal prioridad debería ser el garantizar una distribución más o menos equitativa de la riqueza nacional (como ocurre en los países escandinavos). A Benito Juárez los conservadores ultrareaccionarios de hoy le cuestionan con dureza el haber llevado a cabo una expropiación de los bienes del clero, ignorándose en el argumento que el mismo Jesús de Nazareth advirtió a sus seguidores en contra de la acumulación desmedida de riquezas como una receta segura para perder el alma, ignorándose también que en los tiempos de la Colonia en México el diezmo era un impuesto que era obligatorio para todos (la palabra diezmo significa el diez por ciento de las ganancias obtenidas por cualquier actividad empresarial) mientras que la misma Iglesia no pagaba un solo centavo de impuestos. Haber acabado de tajo con este estado de cosas es algo que la ultraderecha conservadora de México nunca le ha perdonado jamás a Benito Juárez (ni se lo perdonará). Y de hecho, ya lo condenaron al Infierno, como puede apreciarse en el libro México, Tierra de Volcanes escrito por el sacerdote católico Joseph H. Schlarman:
en donde aparece la siguiente anécdota (la cual, obviamente, resulta imposible de corroborar, excepto con un paso inconveniente y sin retorno hacia el más allá):
He visto caer al infierno el alma de Benito Juárez -respondió el prelado-. Pocas horas después, al abrirse la oficina telegráfica, apareció la fatal noticia.
Aquí surgen varias dudas. Siendo el alma algo etéreo e incorpóreo, de naturaleza netamente espiritual (al menos así es como se le concibe), incapaz de ser percibida directamente por los sentidos físicos y en cuya existencia se debe creer como un acto de fé, ¿cómo pudo el prelado “ver” el alma de Benito Juárez y saber que se trataba de él? La anécdota a la cual Joseph Schlarman le dá mucha importancia no dá más detalles, como tampoco dá descripción alguna de lo que debe haber sido la primera ocasión en la cual se le muestra a ser humano alguno una visión de lo que es el Infierno, a no ser que se trate de la misma descripción que daban los griegos del Tártaro (que por cierto predata los mismos orígenes del Cristianismo).
Aceptando como cierto sin cuestionamiento alguno todo lo que afirma el multicitado Schlarman en su libro, entonces podemos tener la seguridad absoluta de que hay ya dos almas en el Infierno, la de Judas Iscariote y la de Benito Juárez (además de las muchas otras que Satán seguramente habrá reclamado como de su propiedad).
Por otra parte, según se puede apreciar en un libro del también frecuentemente multicitado sacerdote católico que terminó autoexiliándose en Marfa, Texas, Regis Planchet:
que viene siendo su obra de 316 páginas titulada La Cuestión Religiosa en México (la cual incluye también en muchos párrafos citas anecdóticas imposibles de ser corroboradas, además de citar numerosas obras y autores anti-Juaristas sin mencionarlos como tales):
en donde después de adjudicarle a Benito Juárez Instintos sanguinarios en el capítulo XVIII de dicho libro (capítulo titulado, precisamente, Instintos sanguinarios de Juárez), se cierra la obra al final del capítulo XIX en una sección titulada Su muerte repentina y misteriosa, atribuyendo la muerte de Benito Juárez a “una conspiración masónica”. Es importante subrayar este tipo de comentarios porque son precisamente estas “enseñanzas” repetidas miles y miles de veces las que han dado y siguen dando sustento a la estrambótica fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Son precisamente este tipo de comentarios vertidos a raudales los que terminaron calentándole el cerebro a pseudo-historiadores revisionistas de corte neo-fascista como Salvador Borrego Escalante que citan a Regis Planchet como la verdad absoluta. Escribe Regis Planchet lo siguiente en la página 302 de su libro:
Estos indicios vehementes unidos a rumores públicos y repetidas amenazas que se dirigieron a Juárez, vienen a robustecer (¿?) la creencia general de que Juárez fue víctima de un asesinato masónico, del mismo modo que iba a serlo Iturbide (¿?), “cuya supresión aún por medio del puñal llegó a ser discutida en las logias”.
y agrega en la página 303 la siguiente “prueba contundente”:
En los últimos años de Juárez, los principales masones lo odiaban a muerte: ¿qué cosa más natural para ellos que procurar que de cualquier modo desapareciera?
Con los recursos tecnológicos actuales del nuevo milenio, si se quiere, se puede vindicar o echar por tierra la aserción de que Juárez fue víctima de un asesinato masónico. Basta con unas muestras pequeñísimas tomadas del cadáver de Benito Juárez para detectar la presencia de cualquier veneno que lo pudiera haber llevado a su sepulcro. Pero tal ejercicio sería completamente inútil, porque aún comprobándose por medio de las más avanzadas técnicas forenses con las que se cuenta hoy en día que Benito Juárez murió de causas naturales y no como resultado de alguna fantasía urdida en las mentes de quienes querían verlo asesinado, los alucinados ultraconservadores de la derecha de hoy seguramente dirían algo como lo siguiente: “es que los masones son tan astutos, tan ladinos, tan sofisticados, que pidiéndole ayuda a los illuminati lograron evaporar del cuerpo de Benito Juárez de alguna manera tecnológicamente sofisticada para la época hasta el último átomo que pudiera haber quedado en su cuerpo del veneno que le fue suministrado, lo cual explica satisfactoriamente los resultados negativos obtenidos de la autopsia”. Se trata de gente que ya está aferrada a cierta visión de la realidad que se han fabricado para sí mismos, y nada los sacará de su cerrazón.
Regis Planchet dió por hecho que la figura de Benito Juárez quedaría demeritada e inclusive vilificada merced a “unos recientes trabajos históricos” (pagina 304) de los cuales jamás dió detalle alguno, a no ser que se estuviera refiriendo a él mismo y a su propio libro anti-juarista:
Merced a unos recientes trabajos históricos, el culto del “gran patricio” y Boudha zapoteca está en vísperas de desaparecer, destruído por sus mismos sectarios (¿?) avergonzados de haber tributado durante tantos años una adoración fetichista a divinidad tan grotesca (¿?).
Sin embargo, y al final de cuentas, un siglo después de que Regis Planchet hiciera tales “profecías”, quienes se han encargado de inmolar el recuerdo y el legado histórico de Benito Juárez han sido precisamente los descendientes de la derecha conservadora y reaccionaria que quiso imponer una monarquía en México con un aristócrata importado de Europa, empezando por Vicente Fox que personalmente con sus propias manos desmontó la imagen de Benito Juárez que había servido de fondo al escritorio de la Presidencia de la República, y continuando con Felipe Calderón que en forma sigilosa y encubierta movió a los panistas más conservadores y reaccionarios en el Congreso de la Unión para empezar con el desmantelamiento total del Estado laico en México.
Como era de esperarse, Regis Planchet se refiere despectivamente a las fraternidades masónicas en términos peyorativos como los siguientes:
Así murieron en Francia, Gambetta (¿?); en España, el General Prim (¿?); y en los Estados Unidos, Guillermo Morgan y varios otros masones que habiendo sido encumbrados por la secta tenebrosa, quisieron en mala hora recobrar su libertad después de haberla abdicado en sus juramentos.
Podemos decir que esto último es absolutamente cierto en México, pero no por lo que ocurra en las filas de las fraternidades masónicas, sino precisamente por lo que ocurre en las filas de las derechas extremas que fueron creadas e indoctrinadas en México recurriendo a literatura vieja como la que produjo Regis Planchet (citado como “docta” fuente de información por el derechista extremista de corte fascista ultra-radical Salvador Borrego en su libro América Peligra). Porque si hemos de hablar de juramentos terribles que atan y encadenan a una persona por el resto de su vida a sociedades secretas, ¿qué mejor ejemplo en todo el continente americano que la terrible Organización Nacional del Yunque y sus creadores aglutinados en torno a la aún más violenta y peligrosa sociedad criminal secreta de ultraderecha Los Tecos que lanzó desde Guadalajara la gran conjura nacional para ir infiltrando al gobierno mexicano poco a poco hasta tomar el control de las riendas del poder? Todos aquellos que han sido encumbrados en estas sectas tenebrosas de la extrema derecha y que quisieron en mala hora recobrar su libertad después de haberla abdicado en sus juramentos casi siempre terminan muertos. Usando su autoridad como sacerdote católico, Regis Planchet despotricó duramente en contra de las fraternidades masónicas de cualquier tipo al igual que otros han continuado haciéndolo siguiendo el ejemplo dado por Regis Planchet. En cambio: pese a la extraordinaria peligrosidad y la naturaleza eminentemente conspiratoria que ha llevado a a los líderes y militantes de organizaciones secretas en México como el Yunque y los Tecos a ordenar la ejecución de crímenes y actos sumamente violentos “en el nombre de Dios”, en ningún momento ha habido prelado católico alguno en México que haya emitido una proclama de excomunión en contra de los líderes y alucinados militantes de tan macabras sociedades.
Es muy posible que en su virulencia fundamentalista al atacar con la mayor dureza posible a las fraternidades masónicas y a sus miembros, Regis Planchet haya sido motivado en parte por una fantasía según la cual en los grados superiores de las fraternidades masónicas se le rinde culto a Satanás, una fantasía propalada por un contemporáneo suyo en Francia (Regis Planchet era de origen francés) que se hacía llamar Léo Taxil pero cuyo verdadero nombre era Gabriel Antoine Jogand-Pagès. Si tal fue el caso, Regis Planchet cometió el craso error al hacerla de historiador amateur de no investigar más a fondo el asunto, porque resulta que Taxil era un charlatán estafador que terminó siendo expuesto como lo que realmente era (algo de lo cual ya se ha hablado en otros trabajos), quedando en el más espantoso de los ridículos, pero no sin antes de que su fantasía sobre los supuestos cultos a Satanás en las logias masónicas hubieran sido asimilados en su totalidad por los adictos a la prensa sensacionalista cuya credibilidad los hace presa fácil de cualquier tontería por extravagante que sea.
Con el debido respeto a su investidura como sacerdote, pero el Pbro. Regis Planchet faltó a la verdad cuando se refirió a la francmasonería como una “secta”, habido el hecho de que las fraternidades masónicas no imponen religión alguna a sus iniciados, a esto se debe precisamente el que haya logias masónicas en países con religiones distintas. Aunque pudiera argumentarse que a los afiliados se les impone como requerimiento la creencia en algo que puede ser clasificado como monoteísmo al basar sus peculiares filosofías en lo que ellos llaman el Gran Arquitecto, no se les impone la adoración de imágenes religiosas hechas por la mano del hombre (una idolatría que, dicho sea de paso, está en conflicto directo con el ordenamiento bíblico asentado en el Libro del Éxodo 20:4-6 en el que Dios mismo dice a través de Moisés en el Segundo Mandamiento: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra; no te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, a los que me aborrecen; y que hago misericordia en millares a los que me aman y guardan mis mandamientos”, lo cual irónicamente convierte a los francmasones en algo más cercano al espíritu de las ordenanzas de la Biblia que muchos católicos que se postran en adoración a los pies de estatuas de barro pidiéndoles todo tipo de milagros), ni se les acostumbra a memorizar oraciones y plegarias o a sostener sesiones de rezos espirituales, dejando tales cosas al arbitrio y juicio personal de cada uno de sus iniciados, lo cual explica la universalidad y enorme versatilidad de las asociaciones masónicas alrededor del mundo. Tampoco tienen en los templos masónicos cuartos obscuros con salas de tormentos como los que tenía la Inquisición Española la cual, esa sí, y a diferencia de la tolerancia practicada por los masones hacia los credos religiosos de cualquier tipo, era la más viva manifestación que pueda haber habido de eso que llamamos intolerancia, ejerciendo grados extremos de crueldad en contra del prójimo... ¡en el nombre de Dios! Benito Juárez, el cual ciertamente era masón, de seguro habría terminado muerto en las frías mazmorras de la Santa Inquisición al igual que otros masones en los tiempos de la Colonia, torturado hasta la locura con los más exquisitos y refinados suplicios que pudieran ser concebidos por los insanos inquisidores que eran expertos en tales menesteres (algo que posiblemente hubiera sido del mayor agrado posible para clérigos como Regis Planchet y su séquito de admiradores), pero esto ya no pudo ser porque uno de los primeros logros de la Independencia de México de 1810, además de la abolición de la esclavitud que practicaba la Corona española no en la Madre Patria sino en sus dominios en el nuevo continente, fue la supresión total en México de esa infame institución criminal que algunos extremistas del neofascismo de nuevo cuño en México quisieran resucitar. Lamentablemente, el que no haya habido un solo juicio público en contra de los sádicos inquisidores cuyos crímenes quedaron en la más completa y absoluta impunidad, dejó sembrado un resentimiento extremo entre los liberales más jacobinos del México independiente (algunos masones, otros no) que se empezaron a cobrar las facturas y cuentas pendientes con la incautación de los bienes de la Iglesia, adquiriendo su clímax con las persecusiones religiosas emprendidas por Plutarco Elías Calles. Y como siempre, terminaron pagando justos por pecadores. ¿Moraleja? El respeto al derecho ajeno y hacia las creencias de otros es la paz, hoy y siempre.
El título La Cuestión Religiosa en México del libro del Pbro. Regis Planchet puede ser engañoso para quienes no hayan echado jamás una vista al interior del libro. El libro no menciona para nada ninguna de las atrocidades cometidas por los Inquisidores en los tiempos de la Colonia en México ni emite condena alguna al Tribunal del Santo Oficio por sus cacerías de herejes, protestantes, judaizantes, brujas y demás parafernalia. El libro es simple y sencillamente un libelo condenatorio en contra de Benito Juárez sin reconocer en ninguna de sus páginas las razones por las cuales la Iglesia Católica adquirió fama de intolerante antes de que se llevara a cabo la Independencia de México. Tampoco fue el único libro que escribió Regis Planchet (al cual en ocasiones se le nombra como un personaje de origen catalán, aunque en realidad era de origen francés, lo cual explica en parte su exacerbada animadversión hacia un indio zapoteca que desde la Presidencia de México luchó en contra de la intervención francesa en México). También escribió los libros La propaganda protestante en México (publicado en 1922) y La intervención protestante en México y Sud América (publicado en 1928):
queriendo fijar en sus lectores la firme convicción de que los ministros del culto protestante son y siempre fueron la “avanzada” de un enorme “complot masónico” para destruír por completo a la Iglesia Católica, una fantasía charra con la cual cualquier pastor de cualquier culto protestante en nuestros tiempos seguramente caería al suelo desternillándose de la risa si no quedaba con los ojos cruzados del asombro de que alguien pudiera elaborar tales fantasías o que haya gente dispuesta a creer en tales ficciones (a diferencia de la Iglesia Católica, en la cual hay una autoridad suprema que está en Roma y de la cual emanan órdenes y directivas de alcance mundial de manera unificada hechas efectivas en cada país a través de los Cardenales y los Obispos, los cultos protestantes no tienen ninguna de estas jerarquías, y por lo tanto les sería imposible en toda la extensión de la palabra el poder ponerse de acuerdo para organizar y emprender un “plan grandioso” para acabar con la Iglesia Católica en México como pretendía hacerlo creer Regis Planchet). Cualquier ultraderechista que acepte las tesis de Regis Planchet, invariablemente quedará convencido de que la “gran conspiración judía masónica comunista” debe ser ampliada para incluír a los ministros del culto protestante y así terminar creyendo en la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista protestante”, sumándole a la “gran conspiración” otros segmentos de la sociedad para así hacerla aún más grandiosa, más estremecedora, capaz de mover a las masas a la histeria colectiva. Precisamente por estas razones, es frecuente encontrar los libros de Regis Planchet a la venta en los mismos sitios que diseminan y venden los libros del neofascista cristero mexicano Salvador Borrego y otros libros que forman la literatura de colección de quienes militan en la extrema derecha mexicana. Regis Planchet fue precisamente una de las principales “fuentes de inspiración” del pseudo-historiador neofascista Salvador Borrego para escribir su libro América Peligra según el cual América “peligra” por culpa de la “gran conspiración judía masónica comunista protestante”, y para “salvar” al continente, pues para eso hay que crear sociedades secretas como la Organización Nacional del Yunque y los Tecos de Guadalajara dispuestas a la infiltración, al crimen, a la traición, a la perfidia y a todo lo que sea necesario para implantar en la Tierra lo que ellos creen que debe ser el reino de Dios. Benito Juárez luchó para que en México hubiera plena libertad de culto religioso, entendiéndose por ello la plena libertad para que cualquiera que pertenezca a la fé católica pueda convertirse a la fé protestante, a la fé budista, a la fé judía, a la fé musulmana o cualquier otra fé de su predilección, o regresar a la Iglesia Católica en cualquier momento si así lo desea por libertad y convicción espiritual propia, mientras que Regis Planchet no toleraba ninguna otra posibilidad más que la proscripción de todas las demás religiones que no fuesen la religión católica. De este modo, Benito Juárez simboliza la libertad de credos, mientras que individuos como Regis Planchet simbolizan la intolerancia extrema, la intolerancia total hacia las creencias de los demás, siendo esta la razón por la cual los ultraderechistas siempre han visto con simpatía y con agrado a la Santa Inquisición, que resolvía el problema de la diversidad religiosa con el remedio simple y expedito de enviar a la hoguera a quienes no estuvieran dentro de la fé católica.
Y si México tuvo al furibundo anti-juarista Regis Planchet para pintar a Benito Juárez como “un indio cobarde, sanguinario, asesino, ladrón, ratero, apóstata” y demás calificativos pintorescos, encabezando una “gran conspiración masónica” para convertir a los francmasones mexicanos e importados en los dueños de México, Europa también tuvo su propia versión de Regis Planchet, un prelado católico llamado Ernest Jouin, el cual gastó bastante tinta en denunciar lo que también él llamaba “una gran conspiración masónica”. Pero a los revisionistas históricos forjados en esta escuela les faltaba un ingrediente que pudiera hacer ascender a la presunta conspiración masónica a proporciones colosales, grandiosas, algo que pudiera desatar la histeria y el pánico moviendo a las masas hacia lo que ya se perfilaba a principios del siglo XX como una extrema derecha reaccionaria e intolerante repleta de odio hasta la médula, pero eso sí, muy “cristiana”, muy dizque católica. Ese ingrediente casi mágico lo obtendrían con la publicación en Rusia de lo que hoy es considerado como el fraude literario más grande de todos los tiempos, el tracto titulado Los Protocolos de los Sabios de Sión (no fue publicado originalmente bajo tal título, pero así es como se le conoce hoy en día). Los ultraderechistas en ciernes de principios del siglo XX no perdieron tiempo en fusionar a la “gran conspiración masónica” con la “gran conspiración judía” para así terminar con una mito más increíble aún, la fábula de “la gran conspiración judía-masónica”. Sin embargo, esto aún no les era suficiente, y necesitaban un tercer ingrediente que realmente elevara sus doctrinas hasta alturas insospechadas. Y ese tercer ingrediente no tardaría en llegar. Tras el colapso total de la torpe y autocrática monarquía de los Romanov que se hundió a sí misma y hundió al país entero en el peor de los infiernos con el ingreso a una guerra contra Alemania que terminó costándole millones de muertos a los rusos, el ascenso de los comunistas al poder en Rusia le agregó a las fantasías conspiratorias propaladas por los clérigos Regis Planchet y Ernest Jouin el tercer ingrediente que faltaba: una “gran conspiración comunista”. Unidos los tres ingredientes con la mayor de las ligerezas y el menor de los escrutinios históricos que hayan tenido lugar en la historia del hombre, de esta mescolanza bizarra nació la columna vertebral que dió sustento a los Nazis en Alemania, a los Falangistas en España, y que hoy dá sustento a organizaciones secretas de naturaleza verdaderamente conspiratoria como la terrible sociedad extremista de ultraderecha Tecos cuya principal sede de operaciones sigue siendo la Universidad Autónoma de Guadalajara, y como la aún más terrible Organización Nacional del Yunque prohijada por los dementes Tecos usando como materiales de lavado de cerebro los mismos tractos elaborados un siglo atrás por clérigos amorales como Regis Planchet y Ernest Jouin a los cuales jamás les entró en el cerebro que el verdadero mensaje de Jesús de Nazareth era el promover una doctrina basada en el amor y la esperanza en lugar de una doctrina de odio visceral basada en fantasías estrafalarias y la creación de organizaciones criminales secretas aglutinando a legiones enteras de supuestos “soldados de Dios”. Unidos los tres ingredientes, nació la apocalíptica teoría de “la gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio del planeta a la cual hay que agregarle (según Regis Planchet y sus discípulos entre los cuales se encuentra el alucinado Salvador Borrego) el elemento protestante para así postular la existencia de “la gran conspiración judía masónica comunista protestante” (solo les faltó meter a extraterrestres y ovnis en el panorama). Cabe destacar aquí que la mayor parte de las traducciones al Español de Los Protocolos de los Sabios de Sión a los cuales suele adjuntárseles el sub-título “Los peligros judeo-masónicos” están precedidos por un comentario introductorio elaborado precisamente por Monseñor Ernest Jouin, el cual dió sus parabienes en su calidad de ministro religioso a las teorías conspiratorias propaladas por el vil fraude literario ruso, elevando a los Protocolos a la categoría de algo “casi casi” confirmado como cierto por él mismo pese a que Ernest Jouin sabía perfectamente que se trataba de un fraude literario (Ernest Jouin falleció en 1932, 11 años después de que la naturaleza fraudulenta de los Protocolos había quedado al descubierto en 1921). Ernest Jouin jamás pidió perdón a nadie ni ofreció disculpa pública alguna por haber avalado personalmente como cierto en su calidad de sacerdote católico un fraude literario que a la postre terminó desatando la locura antisemita que condujo al genocidio Nazi de millones de seres humanos en los hornos crematorios ordenados por Hitler para tales efectos.
Los tratados anti-juaristas y antimasónicos elaborados por escritores como Schlarman, Planchet y Jouin han servido a las mil maravillas para calentarle el cerebro a quienes terminaron montando en México su propia conspiración para apoderarse por la vía de la traición, la perfidia y el engaño de aquello de lo que no se podían apoderar por la vía del voto popular manifestado en las urnas. Un ejemplo de quienes quedaron alucinados y deslumbrados con el odio anti-juarista inculcado por Schlarman y Planchet fue el Sinarquista guanajuatense admirador de Adolfo Hitler, Salvador Abascal Infante, un pseudo-historiador revisionista de la extrema derecha de Guanajuato (y gran amigo del también aprendiz de historiador Salvador Borrego Escalante) que pese a que jamás obtuvo título académico universitario de nada se creyó con los suficientes méritos y conocimientos para escribir el libro Juárez marxista, 1848-1872 (Karl Marx publicó en vida su primer libro El capital hasta en 1867, apenas cinco años antes de la muerte de Benito Juárez, y es dudoso que haya ejercido en la mente de Juárez el impacto que Salvador Abascal Infante le quiere atribuír, máxime que aunque Juárez era políglota no hablaba ni leía el alemán, que es el idioma en el que fué escrito originalmente el libro de Marx bajo el título Das kapital) , tratando de enmarcar el espíritu liberal de Juárez dentro de la estrafalaria teoría conspiratoria de “la gran conspiración judía masónica comunista” para que de ese modo la doctrina de la ultraderecha fuese “congruente”, ubicando a Benito Juárez como uno de los principales instrumentos en México de la fabulosa conspiración.
Fue tal el odio anti-juarista instilado entre los sinarquistas y los fascistas de corte cristero en México por autores como Schlarman y Planchet (un odio que siempre ha compartido el primer Presidente de México emanado de la derecha ultraconservadora, Vicente Fox), que el 19 de diciembre de 1948 (unos cuantos años después de la derrota de la Alemania Nazi) en un arrebato de “nacionalismo” una turba vandálica de unos dos mil sinarquistas del Partido Fuerza Popular se trasladó hasta el Hemiciclo a Benito Juárez en la Ciudad de México, y después de escupirle en la cara le encapucharon la cabeza al Benemérito espetándole: “Tú no eres digno de ver hombres libres” (evento documentado en su momento en forma detallada por Vicente Fuentes Díaz). Lo cual terminó por colmar la paciencia del régimen trayendo como consecuencia la cancelación del registro de Fuerza Popular como partido político y la proscripción de la Unión Nacional Sinarquista y el sinarquismo en México, lo cual a su vez aceleró el viraje de las derechas reaccionarias de México hacia la táctica Yunquista de que es mejor apoderarse del gobierno infiltrándolo por dentro que enfrentándolo valientemente por fuera dando la cara al enemigo, algo para lo cual los planes detallados de indoctrinación, fanatización e infiltración ya habían sido elaborados y estaban siendo puestos en práctica en las filas de la macabra sociedad secreta Tecos en el Estado de Jalisco.
Si vamos a juzgar a Benito Juárez por lo que publicó en su contra el Pbro. Regis Planchet, mal haríamos en tomarle todo lo que dice como cierto, estando perfectamente definido el bando al cual pertenecía. Ciertamente, Benito Juárez, el hombre de carne y hueso, tuvo sus defectos y sus virtudes. Ningún hombre es completamente bueno ni completamente malo (aunque hay algunos que son mucho más buenos que malos y viceversa). Nuestro propósito no debe ser sacralizar ni demonizar al Benemérito, sino evaluar el peso histórico de su legado. Se trata del hombre que impidió que el México actual estuviese siendo gobernado por una monarquía con un sistema rígido de castas que hubiera impedido a nativos indígenas como Benito Juárez el poder aspirar a gobernar a una nación como México. Se trata del mismo hombre que hizo prevalecer al Estado laico, estableciendo el poder civil como un poder independiente del poder clerical, definiendo claramente la línea divisoria entre lo que es de César y lo que es de Dios, una línea divisoria que empezó a ser borrada cuando Constantino proclamó al cristianismo como la religión oficial de Estado de Roma. Y al hacer prevalecer al Estado laico con el reforzamiento de la autoridad civil y la capacidad para expedir actas oficiales de nacimiento, matrimonio y defunción para cualquier mexicano sin importar su credo religioso, Juárez garantizó por vez primera para todos los mexicanos la libertad religiosa en México, una libertad que ciertamente no se dió ni se conoció en los tiempos de la Colonia cuando el Tribunal del Santo Oficio se encargaba de rostizar vivos a quienes trataran de profesar otra fé. Por vez primera, los musulmanes, los judíos, los protestantes, los evangélicos, los mormones, los cuáqueros, los luteranos, los menonitas, y hasta los mismos nativos indígenas de México que sobrevivieron con su lengua original (náhuatl, totonaca, mayo, etc.) al genocidio cultural impuesto con el filo de la espada por aventureros españoles genocidas tales como Hernán Cortés y Francisco Pizarro, estarían en plena libertad de practicar sus creencias religiosas a su modo o inclusive en libertad de cambiar de creencias de acuerdo a sus convicciones y a sus experiencias, o inclusive hasta de poder convertirse en agnósticos y ateos, sin el temor de ser acusados de herejía y de caer en las garras de los dementes inquisidores que en su intolerancia y falta de respeto hacia las creencias o no-creencias de otros y en su desmedido afán persecutorio recurrieron a los mismos instrumentos de tormento que hoy podemos ver en algunos museos. ¡Y aún así, todavía hay quienes se siguen tragando el cuento de que Benito Juárez prohibió en México el culto religioso, una fantasía con la que no concuerdan los ministros de muchas sectas cristianas, a grado tal que son precisamente los ministros de estas sectas quienes han salido en defensa del espíritu juarista del Artículo 24 Constitucional que las derechas en México siempre han querido socavar! Es absolutamente falso que en México al iniciar el tercer milenio no haya plena libertad de culto religioso (y esto no fue el resultado de alguna concesión generosa hecha por las derechas y los conservadores ultra-reaccionarios de corte neo-fascista desde los tiempos de Juárez hasta los tiempos de hoy), como igualmente falsa es la afirmación de que en las escuelas privadas no se permita la enseñanza de la religión. Lo que sí es absolutamente cierto es que en el México laico del siglo XXI no se privilegia a una religión por encima de todas las demás, como también es cierto que los ministros de cultos religiosos no pueden andarse insmiscuyendo en la política a tal grado que les sea posible tener en el Congreso de la Unión como representantes populares del poder civil a sacerdotes, Obispos, y hasta Cardenales, como también es cierto que la enseñanza de la religión no es una asignatura obligatoria en las escuelas públicas sobre la base de que son los padres de familia quienes se deben encargar de tales cosas en el propio seno familiar. A los Regis Planchet de hoy seguramente les agradaría sobremanera el ver a la Santa Inquisición con sus instrumentos confesionales de tormento restaurada plenamente en México (Planchet jamás escribió nada en contra del Tribunal del Santo Oficio con la dureza con la cual atacó a las fraternidades masónicas las cuales en comparación con las barbaridades cometidas por los inquisidores resultan ser un inocente juego de niños), como también les gustaría el poder quemar vivos en una hoguera a todos aquellos encontrados culpables de los delitos de herejía (como Giordano Bruno). Es precisamente esta falta de neutralidad, esta falta de imparcialidad, lo que obliga a tomar toda la obra anti-juarista elaborada por Regis Planchet con cierta desconfianza, con todo y que se trate de una obra elaborada por un sacerdote católico que por su misma vocación religiosa debería de haber sido el primero en hablar con la verdad y en mostrarle a otros con su ejemplo el camino en todo lo que se trate de hablar con la verdad, en obediencia al mandamiento supremo que dice claramente “No mentirás”. Con la puesta en práctica del Estado laico a raíz de la promulgación de las Leyes de Reforma, por vez primera el pensamiento científico quedaría completamente liberado en México, sin estar supeditado a censuras o ataduras de ninguna especie. Esto es algo por lo cual, y aún pese a los yerros que haya cometido el Benemérito, los mexicanos de hoy que no comulgan con quienes quieren proscribir por completo su legado deberían de estarle agradecidos. Y es algo que es muy importante tener siempre en cuenta, porque la encarnizada lucha que Juárez tuvo que emprender en contra de los intolerantes de su tiempo es una lucha que aún continúa en contra de los intolerantes de hoy que por azares del destino lograron apoderarse de la Presidencia de México desde el año 2000 adquiriendo por vez primera el mando absoluto del Ejército mexicano, con el agravante de que ya no está Juárez aquí entre nosotros para encabezar la resistencia que se debe dar para impedir que se pierda lo que tanto trabajo costó obtener, aunque del cualquier manera su ejemplo sigue vivo para quien se quiera inspirar en él.
En cuanto el derechista conservador del Yunquificado Estado de Guanajuato Vicente Fox tomó en sus manos las riendas de la Presidencia de México, lo primero que hizo en un acto de enorme trascendencia simbólica, tanto para los Yunquistas de Guanajuato como para los ultraconservadores de todo México y en especial para los juramentados dentro de las sociedades secretas de la extrema derecha, al entrar en la oficina presidencial, fue descolgar personalmente con sus propias manos la imagen de Benito Juárez, dándole a entender claramente a la Nación que las fuerzas ocultas que él representaba no sólo demeritarían la figura del Benemérito de las Américas sino que en cuanto la ocasión fuera propicia llevarían a cabo el desmantelamiento total y absoluto del Estado laico cuya principal bandera bajo Juárez había sido la separación Iglesia-Estado (el mismo Jesús de Nazareth dijo a sus Apóstoles: “Dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”, enseñanza que lamentablemente nunca fue asimilada debidamente por quienes hoy se proclaman como sus únicos y verdaderos representantes en la Tierra). El primer gran resultado del giro hacia la derecha ultraconservadora dado por México con la instalación del PAN en la Presidencia de la República en lo que toca a la destrucción del legado juarista se daría once años después con las reformas al Artículo 24 Constitucional para abrir el paso a la impartición de clases de religión en las escuelas públicas así como el visto bueno para que los sacerdotes católicos, los Obispos y los Cardenales se puedan entrometer abiertamente en la política de México e inclusive se puedan lanzar para puestos públicos como en los tiempos en los que había Obispos Virreyes (de hecho ya lo han estado haciendo, se trata más bien de “legalizar” estas injerencias en la política).
Se ha dado ya demasiado espacio arriba a algunas de las voces que tradicionalmente despotrican en contra del indio de Guelatao calificándolo como un verdadero demonio que ya está pagando en el Infierno el atrevimiento de haber luchado por separar los dominios del César de los dominios de Dios. En aras de un balance necesario en todo trabajo que requiere la inclusión de ambos puntos de vista, ahora se dará entrada a voces que tienen a Benito Juárez en alta estima. Nada mejor para ello que la reproducción de un editorial publicado por un articulista que reside en la misma ciudad que lleva el nombre del Benemérito:
El natalicio de Juárez
Sergio Conde Varela
EL DIARIO
20 de marzo del 2012
El llamado príncipe de la palabra, Jesús Urueta, chihuahuense, cuyo verbo encendido despertaba las grandes pasiones de la sociedad mexicana y empujaba con frases centellantes a emprender grandes acciones, dijo respecto a Benito Juárez, zapoteca nacido el 21 de marzo de l806: “El polvo que piensa, no vuelve al polvo, Juárez, sublime encarnación del hombre, no se encuentra en su tumba convertido en cenizas”, es un icono agregamos nosotros cuya vida se incrustó para siempre en la historia nacional.
En México, el 21 de marzo es un día festivo por el nacimiento de este hombre. Su vida es un ejemplo motivacional para quienes nacen en situaciones de angustia social y familiar. Trabajo, entrega, estudio, lucha, decisión, errores humanos, aciertos también humanos de alcances considerables a niveles trascendentes, hacen de este abogado, formado en seminarios clericales, en universidades y en la vida pública, un mexicano ejemplar que por su constancia, inteligencia y respeto a la legalidad, pudo sortear graves problemas por los que atravesó nuestro país, desde l847 hasta que murió el 18 de julio de l872.
Un escritor chihuahuense, José Fuentes Mares, no muy inclinado a las ideas de Juárez, escribió un libro de impacto en torno a él que lo tituló “Y Juárez se refugió en el desierto” en donde señala con claridad el hecho de que don Benito, perseguido, vino a nuestro estado y se refugió en Paso del Norte o sea nuestra estrujada ciudad. Por ese hecho, tomó el nombre de Ciudad Juárez hasta la fecha.
Muchas frases fulgurantes cargadas de dinamita histórica pronunció Juárez en su tiempo que de alguna manera sirvieron como bases firmes para el caminar del pueblo y sus instituciones. Desde luego el famoso apotegma: “El respeto al derecho ajeno es la paz” y muchas palabras todas ellas conectadas con el cumplimiento de la ley como aquella que se plasmó en el monumento del Chamizal: “La ley siempre ha sido mi espada y mi escudo”.
Lo anterior no sólo sirve como un recuerdo histórico sino una consigna que deben emplear los gobiernos para la resolución de los graves problemas por los que padecemos. Sólo las leyes equitativas pueden al aplicarse componer al descompuesto tejido social. Nuestra frontera pide a gritos que se apliquen esos ordenamientos, pero deben ser leyes meditadas y reflexionadas a fondo, por personas responsables que al llegar al poder legislativo aporten esfuerzo y entrega para que el gobierno y el pueblo de común acuerdo se sujeten a ellas y se quite para siempre los artificios publicitarios de lanzar proclamas para llegar a los puestos representativos sin hacer nada que beneficie a la gente y que sólo la cara publicidad puede hacer que se sustituya la ausencia de compromiso comunitario de los aspirantes.
En un documentado estudio escrito por la investigadora del Colegio de México Josefina Zoraida Vázquez en 2006, apuntó cosas interesantes de Benito Juárez. Fue un lector asiduo y por ello desarrolló su capacidad de escribir; jamás abandonó su compromiso con los desposeídos; decía: “trabajar constantemente para destruir el poder funesto de las clases privilegiadas”; tenia madera de estadista como lo demuestran algunas notas. Su preocupación principal fue pacificar al estado; era sereno y seguro en sus metas. Juárez mantuvo unido un gobierno en medio de una guerra trágica y violenta; fue una característica de su carácter una resistencia a toda prueba.
Asienta la investigadora que Juárez fue el único presidente que en el siglo XIX conoció el latín, el ingles y el francés.
Para algunas personas, los días de festejo patrio sólo sirven para el descanso, sin darle una pequeña pasada a la historia que es la maestra de la vida. Se requiere, como en el caso de Juárez, se acuda a sus ideas toda vez que por falta de la aplicación de la ley empieza a naufragar el barco social, y por la apatía en la aplicación de las normas existe un caos basado sólo en la fuerza y no en las normas a quien Juárez respetó. De verdad.
Veamos otro editorial elaborado con motivo del aniversario del natalicio del Benemérito, publicado en el mismo medio:
Benito Juárez y la fuerza del derecho
Víctor Orozco
EL DIARIO
4 de marzo del 2012
La historia, se ha escrito muchas veces, es la maestra de la vida. Los individuos o las colectividades que no conocen la propia y son reacios a sus enseñanzas, están condenados a repetirla. Hoy, en que se habla tanto –aunque se logre tan poco– para alentar e instaurar una cultura de la legalidad, vale decir del respeto a la ley, es saludable recordar un episodio crucial en la historia de nuestro país. El 15 de mayo de 1867 fue tomada por el ejército republicano la ciudad de Querétaro donde se había instalado Maximiliano de Habsburgo con el grueso de las tropas imperialistas. El emperador cayó prisionero junto con sus generales, siendo sometidos a juicio de inmediato, incoado por un tribunal de guerra, de conformidad con la ley del 25 de enero de 1862, expedida en los inicios de la intervención francesa. Esta norma imponía la pena de muerte a los mexicanos y extranjeros que invadieran el territorio nacional o pretendieran cambiar la forma de gobierno por medio de las armas. El acto de expedición por el gobierno juarista, fue una especie de blindaje jurídico de la nación frente a la gravedad del ataque al cual era sometida.
Prisionero el emperador, muy pocos, incluyéndolo a él mismo, suponían que los republicanos se atrevieran a pasarlo por las armas. Se trataba del hermano del poderoso emperador Francisco José, que reinaba sobre el gigantesco imperio austro-húngaro y era uno de los más conspicuos miembros de la realeza europea, perteneciente a una casa real cuyos orígenes se remontaban muy lejos en la Edad Media y que regía desde hacía centurias. Desde que apareció el peligro de que el archiduque cayese preso, por el avance de las tropas fronterizas hacia el centro del país, el gobierno austriaco hizo gestiones ante el inglés, el de Prusia y el norteamericano para que protegiesen la vida de Maximiliano. Así trataron de hacerlo sus representantes, elevando comedidas peticiones los europeos al presidente de la República y una muy altanera del estadounidense, que sonaba más como una amenaza que como una solicitud amistosa y humanitaria. Víctor Hugo, el gigante literario francés, que contaba con la autoridad moral de haberse solidarizado con la causa mexicana en contra de su propio Estado, escribió a Juárez una conmovedora carta pidiendo por la vida del joven príncipe. También lo hizo José Garibaldi, el libertador de Italia y a quien tanto admiraba el presidente mexicano. La misiva del novelista no llegó a tiempo y quizá hubiera tenido mayor influencia en el ánimo del oaxaqueño que las insolentes palabras del diplomático de los Estados Unidos.
Escribió el autor de Los Miserables:
Escuche, ciudadano presidente de la República Mexicana. Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la aurora. Al cesarismo que masacra, muéstrele la República que deja vivir. A las monarquías que usurpan y exterminan, muéstreles el pueblo que reina y se modera. A los bárbaros, muéstreles la civilización. A los déspotas, los principios. Dé a los reyes, frente al pueblo, la humillación del deslumbramiento. Acábelos mediante la piedad. Los principios se afirman, sobre todo, brindando protección a nuestro enemigo. La grandeza de los principios está en ignorar. Los hombres no tienen nombre ante los principios, los hombres son el Hombre. Los principios no conocen sino a sí mismos. En su estupidez augusta no saben sino esto: la vida humana es inviolable.
Narraron los abogados defensores de Maximiliano y los diplomáticos de Europa que se entrevistaron con el ministro Sebastián Lerdo de Tejada y con el presidente Juárez, que la tónica de las respuestas siempre fue la misma: el gobierno mexicano no podía hacer otra cosa que hacer respetar la ley sin hacer excepción alguna a favor de cualquier persona. Si se estaban juzgando a los mexicanos que habían apoyado a los invasores conforme a la ley del 25 de enero de 1862, debía hacerse lo mismo con los extranjeros y en lo particular con quien tenía la mayor responsabilidad en la guerra hecha contra el pueblo mexicano. No hubo, dicen los testigos, ni una palabra, ni un gesto que mostrara un signo de venganza o represalia. Se trataba de aplicar la ley, era todo.
Una vez cumplida la sentencia con el fusilamiento de Maximiliano y los generales Miramón y Mejía, el presidente Juárez explicó en palabras parcas: “...se logró el reconocido efecto y fin de la pena, que propiamente no tiende a reparar el mal causado por el crimen, pero sí ha de ofrecer la justa garantía contra su repetición en lo futuro…”. Esto es, el objetivo era hacer saber a los filibusteros y conspiradores que pululaban en las cortes europeas y en Washington, funcionarios y potentados, que México no era “un país disponible”, sino una nación de leyes y con un gobierno que las hacía cumplir.
La prensa europea y la norteamericana, excepción hecha de pocos medios, se volcaron en sus críticas y agresiones contra el gobierno mexicano después de la muerte del príncipe. Lo menos que se dijo es que se confirmaba el carácter salvaje de los mexicanos y no faltó quien comparara a Juárez con los sacerdotes aztecas que sacaban el corazón a sus enemigos prisioneros. No todos pensaban así. Entre los republicanos franceses exiliados, se despertó un sentimiento de admiración por el presidente indio que se había atrevido a llevar la justicia hasta sus últimas consecuencias. Ese mismo año, se recibió en México una salutación firmada por “obreros republicanos franceses” en cuyo nombre signaba Félix Pyat, el mismo revolucionario que dos años antes había expresado su solidaridad con la República en otra carta que el presidente Juárez tuvo en sus manos cuando residía en Chihuahua o en Paso del Norte. Con un estilo no muy lejano al de Víctor Hugo, pero con objetivos y orientaciones opuestas, el tribuno y eterno opositor a las monarquías escribió:
“La historia tiene para siempre tres fechas y tres nombres, iguales en justicia y en gloria; tres fechas: 1649, 1793 y 1867 ¡Tres nombres: Cromwell, Robespierre, Juárez
¡En el mundo moderno, tú eres uno de los tres grandes vengadores del género humano Y aunque eres el último que ha aparecido, no eres el menor entre ellos
La Europa cuenta dos hombres; ¡tú los igualas La América dos: ¡tú los sobrepujas Bolívar no tenía en su contra más que a España; Washington sólo a la Inglaterra: pero tenía consigo a la Francia.
Tú tenías al mundo en contra tuya, a todo el antiguo mundo de América y de Europa, porque también hay algo viejo en el nuevo mundo; tenías en tu contra a todos los reyes y a sus lacayos, y hasta los buenos republicanos que participaban del duelo de los reyes.
Pero tenías contigo la fe y la fuerza del derecho, y has sido más grande aún que Lincoln el mártir; porque si es hermoso morir por los esclavos, es más hermoso matar a los tiranos.”
El estilo es el hombre, dice el dicho. Pyat escribe como lo hacían los jacobinos y libertarios de todo el mundo decimonónico. Como lo hacían aquí Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez. Y no le faltaba razón: México, solo contra el mundo, tenía a su favor la fuerza del Derecho. Aferrándose a ella, por fin triunfó. ¿Podremos los mexicanos de esta generación hacer valer esta lección de nuestro pasado y lograr el imperio de la Ley?
El triunfo de Juárez fue el haber logrado que prevaleciera el Estado de Derecho, el estado laico, sobre el estado monárquico el estilo del México virreinal basado en un sistema de castas y títulos nobiliarios obtenidos no por méritos propios individuales sino por herencia de las glorias de los antepasados . ¡Qué no le han echado en cara las derechas ultraconservadoras reaccionarias a Benito Juárez el que haya procurado la Presidencia de México por una segunda ocasión (como se acostumbra hacerlo en la democracia norteamericana) cuando ellos derramaron mucha sangre mexicana para tratar de imponer un sistema monárquico en México a perpetuidad basado en el sistema de castas y títulos nobiliarios!
El odio atroz manifestado por las fuerzas ya no tan ocultas del fundamentalismo mexicano de derecha así como las enormes cantidades de tinta que han gastado en difamar y calumniar a Benito Juárez obligan a dar un repaso a algunos capítulos de la Historia de México que permanecían olvidados para poder apreciar la imagen del verdadero Juárez. Nada mejor para ello que tomar un libro añejo titulado “Lecturas nacionales” del insigne maestro Teodomiro Manzano publicado en 1932, en donde se incluye una carta de Benito Juárez a Maximiliano en donde al ver a Juárez hablar por sí mismo (en lugar de verlo hablar a través de las falsedades y distorsiones que le inventan los talibanes de la derecha mexicanos) podemos apreciar mejor al verdadero Juárez. La carta fue escrita a toda prisa cuando los predecesores del PAN y del Yunque se habían traído a México a un noble aristócrata europeo para fundar una monarquía (los ultraconservadores jamás han creído en la democracia, ni ayer ni hoy, y para ellos la democracia solo es buena si les permite llegar al poder haiga sido como haiga sido, tras lo cual ellos se convierten en los principales enemigos de la misma), una monarquía de opereta cuyos primeros estragos fueron el derramamiento estéril de sangre mexicana en la intentona de imponer un sistema de gobierno absolutista y monárquico en México:
Carta de Juárez a Maximiliano
Monterrey, Mayo 28 de 1864
Muy respetable Señor:
“Me dirige usted particularmente su carta del 22 del pasado, fechada a bordo de la fragata Novara; y mi calidad de hombre cortés y político me impone la obligación de contestarla, aunque muy de prisa y sin redacción inmediata, porque ya debe usted suponer que el delicado e importante cargo de Presidente de la República absorve casi todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche. Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y, yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado a sostener la integridad nacional, la Soberanía y la Independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos, para corresponder al depósito sagrado que la Nación, en el ejercicio de sus facultades, me ha confiado.; sin embargo, me propongo, aunque ligeramente, contestar los puntos más importantes de su citada carta.
Me dice usted que, abandonando la sucesión a un trono de Europa, abandonando a su familia, sus amigos, sus bienes, y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido usted y su esposa Doña Carlota a tierras lejanas y desconocidas solo para corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo, que cifra en usted la esperanza de su porvenir. Admiro positivamente, por una parte, toda su generosidad, y por otra parte ha sido verdaderamente grande mi sorpresa el encontrar en su carta la frase: “llamamiento espontáneo”, porque yo ya había visto antes que cuando los traidores de mi Patria se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo a usted la corona de México, con varias cartas de nueve o diez poblaciones de la Nación, usted no vió en todo eso más que una farsa ridícula, indigna de ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.
Contestó usted a todo eso exigiendo una voluntad libremente manifestada por la Nación, y como resultado de sufragio universal; esto era exigir una imposibilidad; pero era una exigencia propia de un hombre honrado. ¿Cómo no he de admirarme ahora viéndole venir al territorio mexicano, sin que se haya adelantado nada respecto a las condiciones impuestas; cómo no he de admirarme viéndole aceptar ahora las ofertas de los perjuros y aceptar su lenguaje, condecorar y poner a su servicio a hombres como Márquez y Herrán, y rodearse de toda esa parte dañada de la sociedad mexicana?
Yo he sufrido, francamente, una decepción; yo creía a usted una de esas organizaciones puras, que la ambición no alcanzaría a corromper.
Me invita usted a que vaya a México, ciudad a donde usted se dirige, a fin de que celebremos allí una conferencia, en la que tendrán participación otros jefes mexicanos que están en armas, prometiéndome todas las fuerzas necesarias para que nos escolten en el tránsito, y empeñando, como seguridad de su fé pública, su palabra y honor.
Imposible me es, señor, atender a ese llamamiento, mis ocupaciones nacionales no me lo permiten; pero si en el ejercicio de mis funciones públicas yo debiera aceptar tal intervención, no sería suficiente garantía la fe publica, la palabra y el honor de un agente de Napoleón, de un hombre que se apoya en esos afrancesados de la Nación Mexicana, y del hombre que representa hoy la causa de una de las partes que firmaron el Tratado de la Soledad.
Me dice usted que de la conferencia que tengamos, en el caso de que yo la acepte, no duda que resultará la paz, y con ella la felicidad del pueblo mexicano, y que el Imperio contará en adelante, colocándome en un puesto distinguido, con el servicio de mis luces y el apoyo de mi patriotismo.
Es cierto, señor, que la historia contemporánea registra el nombre de grandes traidores, que han violado sus juramentos y sus promesas; que han faltado a su propio partido, a sus antecedentes y a todo lo que hay de sagrado para el hombre honrado; pero el encargado actualmente de la Presidencia de la República, salido de las masas obscuras del pueblo, sucumbirá, (si en los juicios de la Providencia está determinado que sucumba), cumpliendo con su juramento, correspondiendo a las esperanzas de la Nación que preside, y satisfaciendo las inspiraciones de su conciencia.
Tengo necesidad de concluír por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la Historia.
ELLA NOS JUZGARA.
Soy de ud. seguro servidor
Benito Juárez
Los derechistas del ayer como los reaccionarios Leonardo Márquez, Miguel Miramón, Félix María Zuloaga, Antonio Taboada, Herrán y Tomás Mejía (predecesores de los Yunquistas y Tecos de hoy) no son muy diferentes de los ultraconservadores de la derecha actual como Felipe Calderón, Vicente Fox, Josefina Vázquez Mota y demás fauna conspiradora de la derecha ultraconservadora en México. Aquellos traidores del ayer son simplemente sus gloriosos antepasados, igual en muchos sentidos que los continuadores actuales de su obras, con la excepción de que en los tiempos de Juárez no tenían un Adolfo Hitler o un Francisco Franco como ejemplos a seguir, ni contaban con un poderoso medio masivo de comunicación cómplice de ellos como TELEVISA. ¡Ah, como cambian los tiempos, y al mismo tiempo como no cambian en nada cosas que creíamos que cambiarían con el paso del tiempo! Y en ambos casos, hay un desprecio absoluto hacia aquellos que dicen estar “salvando”. Los ultraconservadores de ayer no tuvieron el menor remordimiento de la sangre que se derramaría en suelo patrio al abrirle ellos las puertas a los invasores franceses en apoyo de la aventura monárquica que terminó en fracaso, al igual que los ultraconservadores de hoy no tuvieron el menor remordimiento en impulsar a escondidas la masacre de Tlatelolco pregonando falsamente una supuesta conjura marxista disfrazada de conflicto estudiantil para derrocar al gobierno de México. Y aunque hoy defienden a ultranza los derechos de los cigotos a completar el ciclo de fecundación, jamás han tenido respeto alguno por la vida humana, ni ayer ni hoy, henchidos de la hipocresía fanática que siempre los ha caracterizado.
Como puede verse en la carta de Juárez a Maximiliano, es vil mentira de la derecha ultraconservadora la afirmación de que Juárez era “un ateo descreído empeñado en la destrucción de la Iglesia Católica”. Inclusive aunque Juárez fundó la institución del matrimonio civil (la cual benefició a todos aquellos miembros de otros credos religiosos para los cuales sus uniones eran uniones pecaminosas de amasiato sin derechos ni privilegios legales al estar realizadas fuera de la Iglesia Católica) Juárez no se opuso a que sus hijas se casaran mediante una ceremonia religiosa católica además de la ceremonia civil. Lo que no le perdonan ni le perdonarán nunca los reaccionarios del ayer que son los Yunquistas de hoy a Juárez es el haber luchado para fundar el Estado laico en México dando plena validez al precepto instituído por el mismo Jesús de Nazareth.
Los mismos traidores del ayer a los cuales Benito Juárez tenía identificados plenamente y los cuales les abrieron las puertas de México a los invasores franceses antecedieron a quienes hoy son sus herederos ideológicos abriéndoles las puertas a extranjeros injerencistas como el gachupín Antonio Solá concediéndoles rápidamente por la vía fast track la ciudadanía mexicana para que vengan a envenenar los procesos electorales de México con sus campañas de odio y guerras mediáticas sucias para garantizar la permanencia en la silla presidencial de la casta impura de conservadores afines a la ultraderecha que anhelan el poder absoluto haiga sido como haiga sido sin importarles que su obstinación de querer controlarlo todo pueda llevar a México a una guerra civil (como en los tiempos de Juárez) que termine costándole la vida a miles o quizá cientos de miles de mexicanos al no dejar ninguna otra opción para expulsarlos del poder o del país:
Veamos otro pasaje tomado del mismo libro elaborado por el Maestro Teodomiro Manzano:
Anécdotas de la vida de Juárez
Bailó con un humilde estudiante.
Fue en el año de 1855. Gobernaba el Estado de Oaxaca, con acierto, don Benito Juárez, y era Director del Instituto el Lic. Don Manuel Dublán.
Con motivo de la feliz terminación del curso, los estudiantes del Instituto, más entusiastas que los de estos tiempos que corren, obsequiaron al señor Dublán con un baile, que se verificó en la casa particular de éste.
En él un estudiante obscuro y desconocido invitó para bailar a una de las hijas más jóvenes del Sr. Juárez. La niña, con la irreflexión propia de la edad, no aceptó, pretextando una indisposición.
El estudiante se retiró corrido, y don Benito Juárez observó la escena.
Casi en seguida, otro caballero de los que brillaban en la festiva Sociedad de esa época, invitó a la misma niña, quien se disponía a gozar de los placeres del baile; pero don Benito se acercó y dirigiéndose al caballero, suplicó dispensara a la niña que, por estar indispuesta, no podía bailar en ese momento.
El caballero se excusó y también se retiró sin comprender el por qué de aquello que era extraño en don Benito. La niña, hija del Sr. Juárez, no menos asombrada, preguntó la causa de tal conducta, a lo que don Benito contestó:
“No bailaste con el estudiante pobre y desconocido, porque creíste rebajarte. Recuerda que si a fuerza de trabajo no hubiese yo conquistado la posición que hoy tengo, entonces te considerarías muy honrada con que ese mismo estudiante te dirigiera la palabra.”
Menos que él fuí yo: hoy no sabemos lo que podrá ser mañana el hombre más obscuro. Tu deber es satisfacerlo, porque no vales más que él.
Y el Gobernador del Estado no tuvo inconveniente en dirigirse al estudiante desairado, y con su afable cortesía que enajenaba voluntades decirle:
“Amiguito, mi hija no pudo bailar con usted hace poco porque se sentía mal; ahora que está repuesta, me encarga suplique a usted le haga el honor de acompañarla.”
Y bailó el estudiante con la hija del Benemérito de las Américas.
Agustín Rivera
Por sus mismos orígenes humildes, Benito Juárez no era clasista, no era soberbio, no era fatuo ni pedante, no era un “junior”, en marcado contraste con los malinchistas de hoy que aún lo desprecian por sus raíces indígenas y que en aquél entonces exhibiendo sus complejos de inferioridad se fueron hasta Europa para traerse un “Emperador” de opereta rubio y de ojos azules para que gobernara a México. Los ultraconservadores de la derecha intransigente eran malinchistas ayer, y siguen siendo malinchistas hoy, al admirar y buscar como ejemplo a los “arios Nazis” pese a que el acomplejado máximo exponente de todo lo que admira racialmente la extrema derecha de México, Adolfo Hitler, ciertamente no era rubio y en una “subasta nórdica” habría sido desechado como producto de segunda categoría al no satisfacer él mismo sus propias exigencias de “superioridad racial”.
Con la desaparición del Estado laico, con la destrucción del legado juarista, el siguiente paso lógico debe ser sin duda el reescribir toda la Historia de México tal y como lo hacen revisionistas-negacionistas como Salvador Borrego Escalante y Salvador Abascal, ensalzando y pintando como verdaderos héroes a tipos como el General Leonardo Márquez, Miguel Miramón, Félix María Zuloaga, Antonio Taboada, Tomás Mejía, Vicente Fox, Felipe Calderón, Josefina Vázquez Mota y Victoriano Huerta, y vilificando al mismo tiempo a figuras como Benito Juárez, Lázaro Cárdenas y hasta al Padre de la Patria Don Miguel Hidalgo y Costilla cuyo levantamiento armado puso fin al Imperio Español, algo que los derechistas extremistas de hoy en México nunca le han perdonado al Cura Hidalgo (tampoco los de España). Que al fin y al cabo, para reinventar toda la historia rellenándola con falsedades, verdades a medias y mentiras directas es para lo único que son realmente buenos los ultraderechistas mexicanos de hoy y sus asesores importados de Europa.
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POST SCRIPTUM:
En el mismo mes de marzo del 2012, en ocasión del aniversario del natalicio del Benemérito, un editorialista de nombre Víctor Orozco escribió lo siguiente en un trabajo titulado “La iglesia para rezar, la escuela para enseñar”:
El papa Benedicto XVI ha venido a México entre otros propósitos con el de promover la libertad religiosa, dice. Sabe de seguridad que en este país existe tal libertad desde el 4 de diciembre de 1860, cuando la proclamó el gobierno republicano. Y sabe también que alcanzar el ejercicio de tal derecho costó a los mexicanos ríos de sangre, brotados de la oposición ofrecida por la iglesia católica, la cual condenó, excomulgó y combatió con todo lo que pudo a quienes defendieron esa libertad. Y que financió, armó y alentó también con todo lo que estuvo en sus manos a los ejércitos enemigos del derecho de este pueblo a tener o no tener creencias religiosas. Tragedias similares ocurrieron a los franceses, españoles, italianos, brasileños, argentinos, peruanos...etc. ¿De dónde pues, esta cantaleta de la “libertad religiosa”, en boca de sus peores adversarios?
La metamorfosis de verdugos de la libertad de creencias en adalides de la misma, no proviene como puede suponerse, del abandono a la vieja idea del dominio absoluto de las conciencias y de los actos de los humanos, sino de la adecuación a los tiempos, en los cuales es inconcebible el regreso a la religión de Estado, única y excluyente, como se consignaba en los códigos políticos del pretérito. ¿Cómo se puede, en los países occidentales, apoyar alguna constitución bárbara en cuyos preceptos se reinstalaran las prohibiciones, matanzas y persecuciones desatadas en nombre de la “religión verdadera”? No es posible, ni siquiera para los ultramontanos o extremistas religiosos. Entonces, se buscan otros instrumentos. Los dos principales son el control de los medios de comunicación y la impartición de educación religiosa en las escuelas públicas. Ambos constituyen el núcleo de la libertad religiosa pregonada por los dirigentes de las burocracias eclesiásticas y políticas confabuladas en un sólo objetivo: conservar el dominio de la sociedad, reproduciéndose y auxiliándose constantemente.
Allí donde es posible instalar un estado con prácticas confesionales, aunque se declare aconfesional o laico, la jerarquía católica copa todos los espacios a su alcance. Veamos el caso de España, donde los problemas derivados de la confusión entre la religión y la política, entre el Estado y la iglesia católica, son el origen de una división antigua, profunda e irreconciliable en la sociedad. En el país ibérico, gracias al Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede firmado en 1979 (sustituto del viejo concordato), el cual tiene rango de tratado internacional, pues es celebrado entre dos entidades soberanas, la iglesia católica disfruta de privilegios insostenibles en otras latitudes. Participa de un porcentaje determinado en el monto global recaudado en el impuesto sobre la renta de personas físicas, mismo que el año pasado importó la suma de 260 millones de euros, casi cuatro mil quinientos millones de pesos mexicanos. Pero no sólo, además, el Estado debe pagar el salario de 25,000 profesores encargados de impartir educación religiosa en las escuelas oficiales y designados por los obispos en cada diócesis. Este régimen heredado del franquismo se sostiene desde luego en la enorme influencia que cobra la jerarquía eclesiástica en la estructura del gobierno y en el conjunto de las instituciones públicas. Se trata de un poder fáctico cuyo peso específico desequilibra la vida política española. Jurídicamente, estos derechos de la iglesia católica están salvaguardados por un tratado internacional, como he mencionado. La corte del Vaticano –no lo digo en sentido peyorativo, pues se trata de una estructura monárquica– ostenta así dos personalidades: su titular es a la vez jefe religioso y jefe de Estado. De esta suerte, puede exigir para el primero en nombre del segundo. El gobierno español carece de facultades para eliminar estos privilegios y aberraciones decimonónicas, ni aún por acuerdo de sus órganos legislativos, toda vez que los tratados celebrados con otros Estados se encuentran por encima de la ley interna. Se requiere la denuncia del instrumento en el cual se fincan, circunstancia que lleva el conflicto al plano de una disputa internacional. El candado es firme como se advierte y quizá al menos en este punto, Francisco Franco, el “caudillo de España por la gracia de Dios”, no se equivocó cuando dijo en vísperas de su muerte que “todo estaba atado y bien atado”.
Uno tras otro, los voceros de la iglesia católica insisten en establecer en México la enseñanza religiosa en las escuelas estatales. Algún obispo se preguntaba, haciendo gala de socarronería, quien iba a pagar a esos docentes confesionales. Obviamente no se requiere mucha imaginación para suponer que como en España, los dineros saldrían de los impuestos de todos los mexicanos, católicos o no, creyentes o no. En noviembre del año pasado, los obispos reunidos en su conferencia episcopal, tuvieron una junta con el presidente de la República y le presentaron la propuesta-exigencia. Si la constitución política establece que el mexicano es un Estado laico, pues no la modifiquemos dicen los clérigos, hagámonos de la vista gorda y digamos con su santidad Benedicto XVI que “...la educación de una confesión religiosa en las escuelas públicas, lejos de significar que el Estado asume o impone una creencia religiosa particular, indica el reconocimiento de la religión como un valor necesario para la formación de la persona”. Pero entonces, no inculquemos religión alguna, con sus dogmas y sus fantasías, sino enséñese historia de las religiones, de la culturas religiosas, de todos estos procesos como resultantes históricas, de manera tal, como decía un profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, que el educando conozca las razones por las cuales él es católico y su compañero de al lado es protestante o testigo de Jehová. Obviamente ésta no es la idea de aquellos que claman por la “libertad religiosa”, sino la de imponer desde las aulas una concepción, unos usos, una visión del mundo acordes con los de la iglesia católica y más aún, de quienes la dirigen y administran. ¡Ésta es la libertad religiosa por la cual tanto disputan ahora clérigos y políticos.
Ahora bien, ¿es la mayoría de los mexicanos conforme con la terminación del Estado laico? ¿Con la introducción de la educación confesional en las escuelas oficiales? ¿Con la ilimitada participación de los sacerdotes en actividades políticas, incluyendo su postulación para cargos públicos? ¿Con el financiamiento con dineros fiscales para las actividades de las iglesias, preponderantemente de la católica? Todas las encuestas dicen que no. El pueblo mexicano es mayoritariamente católico, cierto, pero hay arriba de veinte millones de habitantes de otras confesiones o de ninguna. Y, entre los declarados católicos, prevalecen, sin ninguna duda la sensatez, el amor a la libertad, el espíritu de la tolerancia y la pluralidad. Quizá por ello, los legisladores confabulados con los dignatarios eclesiásticos para asaltar una por una a las instituciones republicanas, dan golpes de mano y no se atreven a desarrollar consultas cada vez que reforman las leyes para imponer marchas hacia el pasado. Un pasado, por cierto que los mexicanos no olvidamos, ni en lo que tiene de glorioso por cuanto nos colocó entre las naciones más avanzadas del mundo cuando el gobierno de Benito Juárez expidió la ley de la libertad religiosa, ni en lo que tiene de oprobio, cuando las cúpulas clericales y políticas provocaron guerras fratricidas para evitar las emancipaciones, económicas y culturales. La iglesia para rezar, la escuela para enseñar, es una frase con la cual muy pocos mexicanos están en desacuerdo, en ella se sintetizan estos sólidos aprendizajes históricos.
5 Comments:
Sabes Juarez nunca se sintio orgulloso de su origen indigena, más bién se sentia avergonzado, es por ello que se caso con una criolla. Como gobernador Oaxaqueño al presenciar la invasión Yanqui, él no hizo absolutamnete nada, hasta se declaro "NEUTRAL" ante esta artera invasión. Y si hablamos de las grandes traiciones de este masoncito como el tratado Mc-Lane Ocampo, a muchos mexicanos les daria asco enterarse como Juarez es en realidad un anti-heroe, por cierto la famosa frase "Tanto entre los Individuos, como entre las Naciones, el Respeto al Derecho Ajeno es la Paz”
Frase, tal vez la más recordada en el mundo, NO pertenece a Juárez, en realidad es obra un gran Jurista y Sociólogo llamado Imannuel Kant, está en su libro ‘La Libertad Perpetua’ que publicó en 1806.
Así hay muchisimo que escribir sobre el INDIO TRAIDOR.
El comentarista Mariño Do Santos, obviamente un fascista anti-juarista embobado con la propaganda diseminada y publicada por la recalcitrante extrema derecha, afirma terminantemente que Juárez (al cual llama INDIO TRAIDOR) se sentía avergonzado de su origen indígena. Pero fiel a la costumbre de los fanáticos de la ultraderecha, no cita documento histórico alguno que compruebe el supuesto asco que le causaba a Juárez su origen indígena (a menos de que quiera citar a anti-juaristas como Regis Planchet o al fascista cristero por excelencia admirador y apologista de Hitler, Salvador Borrego, como “doctas fuentes de información”). Al darse “la invasión yanqui”, Juárez no era el Presidente de México. El Presidente de México era Antonio López de Santa Anna, un tipo aliado precisamente a las derechas conservadoras del México independiente, las cuales estaban detrás de él. A México le costó la pérdida de más de la mitad de su territorio el que los liberales no estuviesen gobernando al país cuando Estados Unidos estaba planeando invadir México.
Más importante aún, el comentarista al igual que otros como él que piensan como él calla sobre el tema central del cual tratan los trabajos de Spectator, esto es, la terrible conjura que han montado las sociedades secretas de la extrema derecha de México como el Yunque y los Tecos (sectas verdaderamente tenebrosas y siniestras en toda la extensión de la palabra) para ir tomando el control de las riendas del poder por la vía de infiltración, la perfidia y la traición (¡hablando de traidores, el burro hablando de orejas!). De la boca del comentarista no sale una sola palabra para condenar enérgicamente a las sociedades secretas de la extrema derecha de México como los Tecos y el Yunque, obviamente porque le agradan y está de acuerdo con la naturaleza traidora y clandestina de esas sectas fanáticas que Regis Planchet y Salvador Borrego prohijaron con su revisionismo charlatán. El trabajo de Spectator sobre Juárez no es más que una de varias oportunidades que se toman para ir desenmascarando la naturaleza tendenciosa y fanática de una propaganda con la cual los conspiradores quieren seguir reclutando a nuevos tarugos como “soldados” que sean serviles a la causa de la enajenada conspiración nacional que está en marcha. Sobre esto no dice absolutamente nada el COMENTARISTA TRAIDOR y otros como él sobre los cuales hay muchísimo que escribir.
Por cierto, Immanuel Kant nunca publicó un libro titulado “La libertad perpetua” en 1806. No podía haber hecho tal cosa, porque Kant falleció el 12 de febrero de 1804. De cualquier modo, Spectator agradece al COMENTARISTA TRAIDOR el haberse ofrecido para exhibir su estupidez ante el mundo entero en este foro mostrando la proclividad de los neo-Nazis como él a vivir en la mentira y en la más absoluta ignorancia. Mal hizo el COMENTARISTA TRAIDOR en tomar sus conocimientos de sitios como el del “Movimiento Nacional México”, el cual por cierto es un sitio neo-Nazi que se disfraza como “nacionalista”. Y cuyos principales colaboradores son, por cierto, Tecos y Yunquistas.
Ummmm otro blog para aprobar comentarios. ¿Y dónde queda la libertad de expresión pues? Que ha emanado de Libertad (igualda+fraternidad), ideales francmasones de la Ilustración.
Y luego los comentaristas son traidores.
En relación a los reclamos hechos el 26 de mayo del 2012 por el comentarista Lic.Libra:
Miente el comentarista.
Su anonimato está siendo respetado en todo momento.
En ninguna parte de su comentario aparece su nombre verdadero, ni su domicilio físico, ni el número de su teléfono celular o su teléfono de casa, ni su dirección de correo electrónico, ni se le ha pedido que proporcione tales datos sujetos a verificación para poderle publicar su comentario.
Lo que se pide aquí como precondición para que un comentario sea considerado para su publicación es lo mínimo que piden otros medios como Facebook y Twitter así como muchos otros medios de publicación en Internet, proporcionando nombre de usuario y contraseña. Si el comentarista cree que eso es pedir demasiado, debería cancelar su acceso a todos los servicios en Internet en los cuales se pide lo mismo.
La bitácora Las Crónicas de Spectator no es el único medio en el que se ejerce moderación de comentarios. Importantes medios de comunicación (televisoras, periódicos, blogs, etc.) también ejercen moderación de comentarios desde hace buen tiempo.
De hecho, en ninguno de los trabajos de Spectator se aplicaba moderación de comentarios. Todos los comentarios que eran enviados anónimamente sin importar la naturaleza de los mismos, su contenido y su extensión, eran publicados de inmediato en forma automática sin que Spectator metiera las manos en ello. En los primeros trabajos de Spectator que datan desde el 2006 el comentarista aún puede apreciar muchos de esos comentarios que no han sido borrados. Si el comentarista tiene a bien leer la sección titulada Preguntas y respuestas, podrá enterarse de la razón por la cual Spectator se vió prácticamente obligado a introducir la moderación de comentarios. Los trabajos estaban siendo saboteados con el envío de supuestos comentarios inusualmente grandes que no eran más que reproducciones de obras literarias como El Quijote con la única finalidad de impedir que los lectores pudieran tener acceso a los otros comentarios de otros lectores que exponen las trapacerías de la extrema derecha. Así agradecieron los alucinados del fascismo el que se les haya abierto la puerta de par en par, y así ellos mismos fueron los que dieron los motivos para cerrarla.
Si el comentarista lo que quiere es salir enérgicamente a la defensa de lo que llama la libertad de expresión, pues entonces debería de ir a expresar su descontento a un lugar como la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara en donde la represión de la libertad de expresión es total y se expulsa de inmediato a cualquier estudiante cuyas ideas sean opuestas a la mentalidad fascista de los dueños de esa institución. Vaya allí el comentarista a protestar, y a ver cuánto tiempo le dura el gusto antes de ser arrastrado por tipos de mala cara que se lo llevarán quién sabe a donde para hacerle quién sabe qué cosas que le quitaran por completo las ganas de regresar a ese lugar de represión y de horror. Esto, suponiendo que el comentarista no sea uno de los perturbados que han sido juramentados de por vida en la sociedad secreta fascista Tecos que maneja dicha institución, lo cual en todo caso vendría a confirmar la doble moral hipócrita con la que se manejan los que están asociados a esa institución que exigen y reclaman indignados por fuera libertades y derechos que ellos mismos no están dispuestos a conceder por dentro, mostrando una imposibilidad total en cualquier esfuerzo para tratar de establecer un diálogo racional con ellos.
Existen infinidad de dudas en muchos campos, pero, cada vez mas de forma todavía muy a hurtadillas, se revelan datos que hacen ver la verdad y aún con ese dejo de paranoia,de confabulación y otros adjetivos que evocan la gran mayoría de zombis adoctrinados, robóticos; resulta refrescante leer trabajos como el suyo. Es reprobable que aparte de ser ignorante en lo que la historia humana produce, esta sea maquillada a propósitos que caen en la involución. El comunicador Pedro Ferriz platicaba con un tal Mario Moreno (historiador)-creo así se llama-, sobre Benito Juárez y mencionaba que había sido un traidor y que no era como lo pintaba el ideal mexicano, entonces me asombró, además decía que datos de su proceder antimexicano eran casi como difíciles de indagar pues según él estaban en el secretismo; bueno me dije yo, haber que encuentro en la red y me encuentro con su Blog, bueno es su crónica, aunque me parece que se ve mucho enfado y ahínco en repetir algunas personajes y palabras, lo que demerita el contenido. Aún así lo aprecie en mucho, gracias, espero visitarlo mas a menudo. Ahora entiendo mas a Andrés Manuel López Obrador.
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