domingo, 27 de junio de 2010

Dasvidania, kamarada Stalin

Casi inmediatamente tras la muerte del dictador soviético Iosif Stalin los jerarcas de la Unión Soviética intentaron desligarse de los numerosos crímenes cometidos por el hombre que gobernó con mano de hierro a millones de seres humanos, empezando por su sucesor Nikita Khruschev que lo denunció el 25 de febrero de 1956 como un déspota brutal, lo cual era cierto. El deceso de Stalin puso fin al “culto a la personalidad” instaurado por Stalin para glorificarse a sí mismo (algo así como el presidencialismo exacerbado practicado en México que termina conviertiendo a quienes ocupan la silla presidencial en el equivalente de un gran Tlatoani, una especie de dios en la Tierra). Tras la denuncia de Khruschev, el colapso de la Unión Soviética en la década de los noventas vino a dar otra puntilla a la memoria del dictador cuyo juicio histórico fuera de Rusia quedó en condiciones mucho menos que favorables, sumándole otro clavo a su ataúd. Pero el último clavo puesto en su féretro se lo pusieron recientemente sus propios coterráneos en Georgia, al remover discretamente al amparo de la noche la estatua de bronce con la cual el “hijo predilecto de Georgia” era aún glorificado aunque en forma meramente simbólica, como podemos leerlo en la siguiente nota:

Retiran estatua de Stalin de su ciudad natal
Agencia EFE
25 de junio del 2010

La estatua del dictador soviético José Stalin fue retirada la noche del viernes de la plaza central de su ciudad natal, Gori, situada cerca de la separatista Osetia del Norte, a 70 kilómetros al oeste de la capital georgiana.

El monumento de Stalin fue desmontado durante la noche sin aviso previo para ser trasladado al patio de la casa-museo del líder soviético situada a varios centenares de metros de la plaza central, informó la televisión.









En torno al mediodía, varios medios dieron cuenta de un mitin de protesta espontáneo de varias decenas de habitantes de Gori, y reporteros del canal de televisión local “Trialeti” denunciaron que la Policía se incautó de una cinta de video grabada durante la concentración.

Las autoridades informaron de que la estatua, instalada en el centro urbano en 1952, un año antes de la muerte del dictador, será sustituida por un monumento a los caídos en la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008 por el control de Osetia del Sur.

Según datos oficiales, 370 georgianos, entre civiles y militares, murieron durante los cinco días de cruenta guerra con Rusia, mientras las pérdidas económicas ascendieron a mil millones de dólares.

El Gobierno georgiano anunció en octubre de 2008 su decisión de retirar la estatua del líder comunista del centro de Gori, que el entonces primer ministro, Vladímir Gurguenidze, calificó de una iniciativa “muy oportuna”.

“Por sus acciones, Stalin no puede ser considerado georgiano. Stalin es uno de los fundadores de la URSS, verdugo de millones de personas, incluidos georgianos”, aseguró a su vez Gueorgui Baramidze, viceprimer ministro primero, autor del proyecto.

Durante una reunión del gabinete de ministros, Baramidze declaró que “sólo por el hecho de ser georgiano étnico no puede haber una estatua de un verdugo en el centro de la ciudad de Gori”.

Inicialmente, las autoridades se proponían retirar la estatua antes del 21 de diciembre de 2009, cuando se cumplía el 130 aniversario del dictador, pero después decidieron no irritar a sus admiradores, que siguen adorándolo como a un gran estadista y el georgiano más famoso del mundo.

Hace varios años, comunistas y nostálgicos de la URSS pidieron trasladar a Georgia la tumba de Stalin, actualmente en la Plaza Roja de Moscú, pero la iniciativa no fructificó.

Iósif Dzhugashvili, de apodo revolucionario Stalin, nació en Gori en 1879 y vivió en esa ciudad hasta la edad de 16 años, cuando viajó a Tiflis para ingresar en un seminario.

El museo fue abierto en 1937 en la casa donde había nacido el dictador, y en 1958 se construyó un segundo edificio de dos plantas que alberga los principales fondos, mientras en el patio permanece aparcado el “vagón especial” que utilizaba Stalin en sus desplazamientos por ferrocarril.

Todos los objetos expuestos en el museo de Stalin fueron evacuados en secreto tras los primeros bombardeos rusos el 11 de agosto de 2008.

Entre esos objetos destacan la pipa, el capote, las botas y el teléfono del autócrata soviético que fueron llevados a uno de los museos estatales de la capital.

“Los turistas jamás dejarán de acudir a nuestra ciudad. Son miles de personas procedentes de América, Inglaterra, Portugal, España, Israel, Francia, Italia, incluso China”, aseguró recientemente a Efe el director del museo de Stalin, Robert Maglakelidze.

El actual presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, cumple años el 21 de diciembre, el mismo día de la onomástica de Stalin.

La siguiente foto nos presenta una comparación entre el “ayer” reciente y el “hoy”, cuando el “camarada” Stalin (en el cual se inspiró el novelista George Orwell para escribir su famosa novela 1984 identificándolo como el gran hermano) aún veía y cuidaba simbólicamente desde su efigie a sus “hermanos” socialistas, sus “camaradas”:





El rigor del estado policía construído por Stalin (imitado por Hitler, otro tirano de su calaña), la dura mano de hierro aplicada por Stalin sobre la Rusia soviética para convertirla en una superpotencia mundial, fue aprovechada propagandísticamente al principio por los Nazis alemanes para impulsar la aberrante fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista” según la cual los judíos pretendían apoderarse del mundo a través del comunismo soviético “apoyados por las logias masónicas de Occidente que les sirven como comparsas y paleros”. Tras la derrota de Hitler que le fue propinada por los rusos que la ultraderecha mexicana a través de sus “libros de texto” califica como una “derrota mundial”, los herederos ideológicos de Hitler en países como México, Argentina y Paraguay, entre los cuales se cuentan los mitómanos de la Organización Nacional del Yunque y los académicos revisionistas de universidades privadas de ultraderecha como la Universidad Autónoma de Guadalajara retomaron la bizarra fantasía conspiratoria con la ayuda del Franquismo que sobrevivió a la caída de la ultraderecha en el resto de Europa, inventándole a Stalin de mil maneras todo un linaje “judío”. Sin embargo, como podemos verlo en la nota anterior, y esto es un hecho histórico confirmado sobre el cual no existe duda alguna en la actualidad, el dictador soviético Stalin no tenía absolutamente nada de judío. Sus “raíces judías” no fueron más que otra de las miles de farsas e invenciones para darle credibilidad al mito de “la gran conspiración judía masónica comunista” con la finalidad de reclutar alucinados dispuestos a trabajar gratis e inclusive a inmolarse gustosamente a cambio de nada en aras de los muy terrenales intereses de los líderes neo-fascistas dispuestos a explotar a jóvenes idiotizados con la propaganda patrocinada y distribuída por ellos tras bambalinas. Los hechos documentados revelan que Stalin era hijo de un zapatero, Visarión “Beso” Dzhugashvili, y de Yekaterina “Keke” Geladze, casados el 27 de mayo de 1872 en Gori, con 22 y 17 años, respectivamente. Casados, por cierto, no en sinagoga judía alguna, sino en una iglesia cristiana. Desde el mismo momento de la boda, se generaron en la zona numerosas habladurías (por la envidia que suscitó Keke al casarse con el buen partido que era Beso) que buscaron resquebrajar la estabilidad del matrimonio y que, a la larga, fueron las responsables de determinadas dudas sobre el verdadero padre de Stalin. Al poco de casarse, Beso abandonó el taller donde trabajaba y abrió el suyo propio; Keke quedó embarazada y tuvieron su primer hijo el 14 de febrero de 1875. Sin embargo, el niño murió dos meses después, sumiendo al padre en una depresión que lo llevó a darse a la bebida. Casi un año después, el 24 de diciembre de 1876 nació un segundo hijo; seis meses después, debido a la rubeola, moría también. Una vez más, Keke volvió a quedar embarazada y, así, finalmente, el 6 de diciembre de 1878 nació el tercer hijo, llamado Iosif, al que pronto se le aplicó el apodo de Soso (o Soselo). Por el miedo a una nueva muerte prematura, fue bautizado inmediatamente el 17 de diciembre. Se subraya, bautizado, en una iglesia cristiana (en la religión judía no existe nada equivalente al bautizo cristiano). A los diez años de edad, empezó su educación en una escuela parroquial, y se subraya, en una escuela parroquial, no en sinagoga judía alguna. Y a los 14 años de edad, recibió una beca para continuar con sus estudios en el Seminario Ortodoxo Ruso de Tiflis, asistiendo al seminario no por una vocación religiosa sino debido a la falta de disponibilidad de una educación universitaria en la zona. Y de hecho, su madre ¡deseaba que fuera un sacerdote! (incluso después que Stalin se hubiera convertido en el líder de la Unión Soviética), un deseo que ciertamente jamás cumplió. (Ojalá y los neo-fascistas dueños de la Universidad Autónoma de Guadalajara, sede central de la conspiración nacional de la extrema derecha encubierta en contra de México, compraran unos boletos de avión para visitar Georgia y comprobar con sus propios ojos lo que se está afirmando aquí, visitando uno a uno los lugares históricos que se han citado, aunque estos tipos están más allá de cualquier salvación posible y no verán más allá de lo que su atrofiado razonamiento les permita o les impida ver; se trata de almas perdidas).

Aunque Stalin no tenía absolutamente nada de judío (ninguno de sus biógrafos ni los historiadores de su país natal Georgia le han documentado ascendencia judía alguna, como tampoco ha sido reclamado su bien conservado cadáver por algún familiar judío que haya tenido y mucho menos reclamado por el Estado de Israel como tampoco los mismos Nazis alemanes ni el mismo Hitler dieron credibilidad alguna a las estrafalarias hipótesis de que Stalin era judío), su reinado de terror fue convenientemente revuelto con por los fantasiosos pseudo-historiadores de la ultraderecha con el fraude literario más grande de la Historia, Los Protocolos de los Sabios de Sión, para fabricar malévolamente con todo dolo y mala fé la burda trama de “la gran conspiración judía masónica comunista”, una burda fantasía que sigue siendo mantenida en pie hasta el día de hoy por grupúsculos de fanáticos ignorantes en grado excelso aún pese a la caída del comunismo soviético, usada para fundar en México escuelas de desequilibrados como los que militan dentro de la Organización Nacional del Yunque reclutando dentro de dichas organizaciones clandestinas a cualquiera que esté dispuesto a dejarse idiotizar con esa propaganda barata pero extraordinariamente efectiva. Y es así que, seguramente sin intención premeditada de hacerlo, el mismo Stalin le produjo indirectamente a Hispanoamérica (y a la ultraderecha mundial) su creación más excelsa, prohijada y nutrida en el Estado de Jalisco desde el seno de la Universidad Autónoma de Guadalajara a través de su funesta organización terrorista clandestina de extrema derecha Los Tecos.

Sin intención alguna de justificarle las matanzas y las atrocidades cometidas durante su dictadura, sin intención alguna de justificarle el haber radicalizado el sistema socio-económico de izquierda hacia lo que puede considerarse como una ultra-izquierda, es necesario reconocerle al dictador soviético algunos de los logros que los ultraderechistas de hoy prefieren ignorar a su conveniencia. Dígase lo que se diga, de ser Rusia un país atrasado bajo la bota de una dictadura Zarista que metió a la nación a una Primera Guerra Mundial que le costó a los rusos cerca de tres millones de muertos y la destrucción casi total de la economía (algo así como el pseudo-autócrata Felipe Calderón que le declaró a la delincuencia organizada una “guerra” con el fin de obtener la legitimidad como Presidente de México que no pudo obtener con su muy cuestionado ascenso al poder), Stalin logró construír una super-potencia mundial que en sus mejores tiempos llegó a rivalizar directamente con los Estados Unidos de Norteamérica. Fue la Unión Soviética quien puso al primer hombre en órbita celeste alrededor de la tierra; el primer astronauta en la historia de la humanidad fue un ruso. Fue también la Unión Soviética quien puso el primer gran ejemplo de equidad de género al poner en órbita a la primera mujer astronauta, mucho antes de que lo hicieran los mismos norteamericanos algunos de cuyos ciudadanos se encontraban muy ocupados linchando negros apelando a los mismos argumentos de superioridad racial esgrimidos en Alemania por Hitler. Fue la Unión Soviética quien por vez primera en la historia de la humanidad construyó y puso en órbita el primer satélite artificial que abrió el camino hacia las exploraciones espaciales de hoy en día posibilitando las comunicaciones por satélite. En los tiempos de la desaparecida Unión Soviética tenían viviendo entre ellos capos narcotraficantes como el mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán (el cual ocupa uno de los principales lugares en la revista Forbes como uno de los hombres más ricos del planeta), Amado Carrillo Fuentes o Pablo Escobar Gaviria, la juventud rusa estaba protegida y a salvo de tales peligros, era una juventud libre de drogadicciones. Tampoco había sangrientas guerritas internas como las relacionadas con una supuesta lucha contra el narcotráfico que en el régimen de derecha-ultraderecha de Felipe Calderón le ha costado a México más de 20 mil cadáveres a la mitad de su sexenio. En los tiempos de la Unión Soviética no había limosneros como los que hoy se ven en las calles de Rusia y de México ni había desempleo (¿estás escuchando, Felipe Calderón, autollamado “Presidente del Empleo”?), ya que toda persona tenía garantizado un trabajo al servicio del Estado, y si alguien por flojera insistía en convertirse en un zángano social viviendo parasitariamente de la caridad pública con la mano extendida, entonces el Estado se encargaba de recogerlo y de curarle su flojera de una manera más que efectiva con unas largas vacaciones en Siberia. En los tiempos de la Unión Soviética el desempleo dentro de la unión era cero, no 5 por ciento, no 2 por ciento, no 0.01 por ciento, sino cero. Tampoco había una disparidad tan brutal en la distribución de la riqueza nacional como la que hoy se ve en México en donde el cinco por ciento de la población detenta el 95 por ciento de la riqueza nacional mientras que el restante 95 por ciento de la población se debe conformar con las miserias sobrantes que corresponden al cinco por ciento de la riqueza nacional. Hay que reconocer también que la sociedad que construyó el tirano soviético produjo en su tiempo los mejores gimanastas del mundo que estaban acostumbrados a avasallar al resto del planeta en las competencias olímpicas acaparando el grueso de las medallas de oro y plata, produjo algunos de los físicos más talentosos del mundo al igual que matemáticos de renombre como Vladimir Arnold, fue semillero de campeones mundiales de ajedrez como Alexander_Alekhine y Gari Kaspárov, fue cuna de músicos compositores de vanguardia como Sérgei Prokófiev, Dmitri Shostakovich y Aram Khachaturian, así como ejecutores virtuosos tales como Mstislav Rostropóvich. Y fue precisamente un brillante académico soviético de nombre Yuri Valentinovich Knórozov bajo la tutela de Sergei Aleksandrovich Tokarev quien logró por vez primera descrifrar el lenguaje de los mayas, un lenguaje que se creía irremediablemente perdido e indescifrable tras el genocidio cultural llevado a cabo tan eficientemente por los Conquistadores de la España Católica en los tiempos de Hernán Cortés. Lo que los Conquistadores-saqueadores le quitaron a los mayas de su legado cultural en cierta forma les fue devuelto por la Unión Soviética. En los tiempos de la Unión Soviética las mejores mentes tenían garantizada su entrada en las universidades estatales con todos sus estudios y manutención pagados en su totalidad por el Estado sin tener que andarse preocupando por pagar inscripciones y colegiaturas o tener que andar buscando becas o tener que meterse a trabajar de taxistas (como en el México gobernado por la derecha) para poder sobrevivir mientras concluyen una carrera profesional. Los escolapios de los grados elementales de la Unión Soviética tenían sus libros de texto y sus uniformes garantizados por el Estado así como sus salones de clase (en el México gobernado por la dupla derecha-ultraderecha todavía sobran los lugares, sobre todo en las zonas rurales, en donde si acaso hay escuelas las clases se imparten en condiciones infrahumanas). En los tiempos de Stalin, no había en Rusia asaltabancos (no había bancos privados ni casas de cambio que asaltar), ni siquiera había carteristas, como tampoco había “picaderos” de drogadictos ni había antros de vicio ni casas de prostitución como los que hay en México y Estados Unidos. No había garlitos, casas de apuestas, ni había casinos de juegos como los que había en Cuba bajo la dictadura del militar de ultraderecha Fulgencio Batista que tuvo convertida a Cuba en un gran burdel. Bajo Stalin dirigiendo la construcción del socialismo en la URSS, Rusia pasó de ser un país rural a una potencia industrial y el nivel de vida de la población se elevó.

Los detractores “occidentales” del modelo socio-económico de la Unión Soviética podrían objetar aquí la negativa del Estado soviético a autorizar que los profesionistas de clase mundial educados por la Unión Soviética pudiesen emigrar libremente fuera de la URSS (entre ellos los judíos rusos a los cuales se les estuvo negando sistemáticamente el permiso para poder salir permanentemente del bloque soviético para establecer su residencia permanente en Israel), pero esta “prisión” en realidad servía como un dique para desalentar la fuga de profesionistas seleccionados y educados a gran costo por el Estado, a diferencia de lo que ocurre con México en donde en su mayor parte Estados Unidos ha actuado como un sifón para drenarle a México algunos de sus profesionistas más talentosos educados a un gran costo para el pueblo de México en instituciones públicas gratuitas como la UNAM y el Politécnico. Estados Unidos que ha sido beneficiario de esta gran fuga de profesionistas emigrados de países sin oportunidades como México no pudo beneficiarse de ello en lo que respecta a los talentosos profesionistas educados en el bloque soviético, aunque pensándolo bien, ¿con qué derecho esperaba recibir Estados Unidos en calidad de gratis a profesionistas de prestigio mundial en cuya educación no invirtió un solo centavo, lo cual los soviéticos consideraban justamente como un robo? Y máxime cuando la Unión Soviética logró formar academias científicas de clase mundial que en su momento pusieron a temblar a los Estados Unidos de Norteamérica.

No deja de ser irónico que las prácticas moralistas tan anheladas y tan pregonadas por los fanáticos ultraconservadores de la extrema derecha eran toda una realidad en la vieja Unión Soviética, en donde la importación, posesión y distribución de pornografía eran consideradas un verdadero crimen contra el Estado que se castigaba duramente. Las “revistas para caballeros” como Playboy o Maxim jamás hubieran sido posibles en la Unión Soviética como tampoco las “sex shops” o las tiendas de prendas de lencería como Victoria’s Secret. Ciertamente, era una sociedad aburrida, pero no pornográfica. El consumismo occidental relacionado con materiales eróticos era “tabú” y no había lugar para tales cosas en los planes quinquenales de la economía planificada del sistema soviético de Stalin en donde se consideraba que todo lo que tenía que ver con erotismo era producto de la “decadencia del capitalismo”. Y si algo podían tener garantizados los homosexuales en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin en caso de ser descubiertos en el acto eran 5 años de trabajos forzados. En retrospectiva, el “paraíso” de Stalin, el “paraíso de los trabajadores”, era sumamente represivo y restrictivo en todo lo que a cuestiones de sexo se refiere, era tan fundamentalista en cuestiones de sexo (una curiosidad por ser el Estado de la Unión Soviética oficialmente ateo) que sólo le hubiera faltado tapar a las mujeres de pies a cabeza para ser indistinguibles los comunistas soviéticos de los musulmanes fundamentalistas. De no ser porque el Estado se proclamaba oficialmente ateo, la Iglesia Católica habría dado su aprobación incondicional a la restricción casi absoluta de la sexualidad en la Unión Soviética y tal vez hasta habría considerado que al “camarada” Stalin se le había “pasado la mano” yendo demasiado lejos en este asunto.

Quizás el logro más trascendental del dictador Stalin, su mayor triunfo, fue la derrota contundente que le propinó al Nazismo alemán, respondiendo a la invasión (no provocada por Rusia) con la cual Hitler quería apoderarse de Rusia y de sus recursos naturales para poder construír su plataforma para apoderarse del resto del planeta. Fue la derrota espectacular propinada por el Ejército Rojo a las hordas sanguinarias de Hitler en Stalingrado lo que a fin de cuentas detuvo el avance de las tropas alemanas poniendo fin a los megalómanos sueños de Hitler, una victoria lograda a costa de un sacrificio enorme en sangre, dolor y lágrimas del pueblo ruso, una victoria que aún no se les ha reconocido en su justa dimensión. De no haber sido por la firme postura tomada por los rusos en contra de quien los quiería subyugar convirtiéndolos en ilotas (esclavos, según lo confesó posteriormente en sus memorias el Nazi Albert Speer), eventualmente la humanidad entera habría sucumbido hacia el equivalente de una Edad Media pero mil veces peor.

Y si otra cosa positiva se puede afirmar del contradictorio Stalin es que, fiel a su fundamentalismo comunista, pudiendo haber vivido en una mansión digna de los Zares que lo precedieron, rodeado de todo tipo de lujos y vistiendo los trajes más finos que pueda fabricar la mano del hombre, hasta el final de sus días vivió en una forma relativamente modesta. Esto nos lo confirma su propia hija, la cual dijo:

“Mi padre habitaba en una sola habitación que le servía para todo. Dormía sobre un diván. Una gran mesa de comedor estaba atestada de papeles, periódicos y libros. En el extremo de esa misma mesa se le servía la comida, cuando comía solo. Una gran alfombra mullida y una chimenea eran los únicos objetos de lujo y de confort de que disfrutaba mi padre.”

Aunque las comparaciones son odiosas, es imposible el evitar comparar la forma tan modesta en que vivió el fundador de la segunda superpotencia mundial en comparación con la forma tan opípara en la que vive una casta minoritaria y privilegiada en México a expensas del resto de la población, de la cual Felipe Calderón ha pasado a formar parte al estar percibiendo un sueldo multimillonario y al estar garantizado su retiro de por vida sin tener que volver a trabajar jamás a cambio de sus 6 años de estar mal ejerciendo el poder “haiga sido como haiga sido”:





con los resultados que ya conocemos, sin que ello signifique que México se haya acercado a ser ya no una superpotencia mundial sino al menos un país sin tanta desigualdad y tanta impunidad. El modo de vida adoptado por Stalin sirvió como un ejemplo viviente en la Unión Soviética para el resto de la población empezando por sus principales allegados, porque... ¿con qué cara podían pedirle al Estado el vivir con sueldos como los que perciben en México el Secretario de Hacienda y los Ministros de la Suprema Corte de Justicia cuando la misma cabeza del Estado vivía en una forma tan modesta? En México no existe un ejemplo así o un modelo a seguir, al menos no desde los tiempos del Lic. Benito Juárez cuyo retrato el panista Vicente Fox ya como Presidente ordenó que fuera removido de Los Pinos (Don Benito Juárez sólo dejó a su muerte una modesta fortuna de acuerdo a la escritura pública del 19 de mayo de 1873), salvo unas cuantas honrosas excepciones como el Lic. Genaro Salinas Quiroga quien fue Gobernador interino del Estado de Nuevo León y sólo poseía un par de propiedades y hacía a pie sus propios mandados sin necesidad de criados, o como el Doctor Gustavo Baz que fue Gobernador interino en el estado de México y diputado federal que aunque anduvo siempre en la política su trabajo principal era en su modesto y vetusto consultorio en la Avenida 20 de Noviembre en el centro del Distrito Federal hasta que murió de avanzada edad, o como el Lic. Raúl Rangel Frías, ex gobernador que no tenía gran fortuna a no ser por su casa en la Colonia Jerónimo Siller donde llevaba una vida sencilla con caminatas junto a su esposa en la misma barriada o en compras en Azcúnaga rememorando costumbres ancestrales, o como el General Santos Degollado que tuvo a su cuidado también enormes sumas sin tomar dinero alguno remendando él mismo su ropa para no ser una carga para la república. Se requería que la derecha y la ultraderecha encubierta llegaran a la silla presidencial en México en el 2006 para que se descubriese que en realidad no eran tan cristianos como se proclamaban a los cuatro vientos, sino todo lo contrario.

De haber vivido Stalin hoy en día y de haberse trasladado a México para visitar a Felipe Calderón en su residencia oficial de Los Pinos para ver cómo vive el Presidente de México así como para tomar conocimiento de la ostentosa pensión multimillonaria que por seis años de un trabajo que muchos mexicanos han estado considerando como pésimo reciben los ex-Presidentes mientras una gran porción de la población se debate en la pobreza extrema (de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, creado en el 2004 para medir la pobreza, en el 2000 había 24.1 millones de personas en condición de pobreza alimentaria; en el 2002, 20.0 millones; en el 2004, 17.4 millones; en el 2006, 13.8 millones, pero en el 2008 en plena era Calderonista eran ya 18.2 millones, y del 2006 al 2008, por primera vez en los últimos 10 años, el número de las personas en pobreza alimentaria, el equivalente a la pobreza extrema del Banco Mundial, creció y pasó de 13.8 a 18.2% de la población del país, aumentando en un 32 % según el CONEVAL, con lo cual lo ganado en ese tiempo, de manera particular entre el 2004 y el 2006, se vino a tierra en la era de Calderón), seguramente Stalin primero se habría quedado con la boca abierta, y acto seguido se habría muerto del coraje al establecer las inevitables comparaciones que se han hecho aquí. Es imposible evitar contrastar la vida comodina y lujosa que llevan los sátrapas de la política en México que hoy detentan el poder (incluídos los fundadores de universidades privadas de ultraderecha que proclamándose patriotas o cristianos viven como multimillonarios sin haber convertido a México en una superpotencia mundial como lo hizo Stalin con la Unión Soviética) con la vida relativamente modesta que llevaba el dictador soviético hasta el día de su muerte.

Desafortunadamente, el sistema socio-económico de la Unión Soviética era demasiado bueno para ser verdad, y no pudo evitar colapsarse por su propio peso después de haber incurrido los líderes del Kremlin en el craso error de haber creído que algo tan complejo como la economía podía ser planificado hasta su más pequeño detalle por un Estado sobreprotector, después de haber elevado las esperanzas del marxismo a la categoría de una religión a la cual había que rendirle culto sin cuestionarle sus debilidades. Y por otro lado, y pese a sus logros indiscutibles, Stalin tenía que pagar de alguna manera por la dureza con la cual logró construír a la segunda super-potencia mundial así como por los millares de cadáveres que dejaron sus “purgas”. El precio histórico a pagar fue la remoción de su gran estatua de bronce en su propio país natal, el más importante simbolismo con el cual se le dió fin al “culto a la personalidad” de Stalin, una venganza ejercida con el mismo rencor con el cual cayó la estatua del dictador Saddam Hussein en Iraq. No deja de ser lamentable que para un solo hombre que acumuló tan grandes logros hayan pesado en su contra tan grandes yerros que dejaron como saldo final que el balance de su vida haya terminado siendo un gran cero. Como una especie de consuelo post-mortem, al dictador aún se le conserva en Georgia una casa-museo situada a varios centenares de metros de la plaza central en donde estaba ubicada su efigie, aunque esto tiene que ver más con una explotación comercial de la historia que hay detrás del hombre, un culto mantenido más con fines y propósitos lucrativos para darle un atractivo turístico más a Georgia que con una auténtica veneración que se le rinda al tirano en nuestros tiempos en recuerdo de sus grandes logros.

¡Dasvidania tovarich, “camarada”! Seguramente muchos de tus coterráneos habrán de estar enfurecidos (o entristecidos, según sea el caso) por la “purga” simbólica final que se le ha dado a tu imagen y a tu memoria con la remoción de tu estatua pese a ser el hijo más famoso de Georgia. Y seguramente otros tantos estarán festinando y celebrando tu caída final recordándote no como a un héroe sino como a un verdugo. De un modo u otro, ciertamente no serás olvidado, como tampoco en México ese personaje llamado Antonio López de Santa Anna quien dijo antes de morir: “no habrá mexicano que olvide jamás mi nombre”. ¡Y tuvo toda la razón!