martes, 20 de abril de 2010

“Son los menos”

El 16 de abril del 2010, en una más de sus intentonas por justificarse y lavarse las manos cual Poncio Pilatos por las consecuencias trágicas de su guerra de legitimación:




Título: Capricho
Cartonista: Hernández
Fuente: LA JORNADA

que él mismo desató en contra del narco mexicano sin consultar ni pedirle su parecer ni al Congreso ni a los gobernadores estatales, Felipe Calderón afirmó que la mayoría de los crímenes eran actos que involucraban a la gente misma del crimen organizado en un 90 por ciento, siendo las bajas entre las policías municipales y estatales así como en el Ejército de tan sólo un 5 por ciento, y siendo el 5 por ciento restante las bajas que corresponden a la población civil, agregando que “son muchos menos todavía ... algunos civiles atrapados en el fuego cruzado entre delincuentes o policías con delincuentes, pero realmente son los menos” por lo que seguramente a los pertenecientes a ésta “minoría” estadísticamente insignificante “ya les tocaba” por estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. ¿Acaso se puede culpar al Presidente de lo que le pueda pasar a unos cuantos a causa de su mala suerte? ¿Verdad que no? (Aplausos al Sr. Presidente.) Sólo le faltó decir que una parte de esa “insignificante minoría” tal vez hasta haya tenido la culpa de lo que les sucedió por andar de curiosos cuando ocurren esos enfrentamientos, metiéndose de mirones en donde no los llaman. Esto, desde luego, generó las reacciones que ya se podía esperar que generarían en el Congreso de la Unión y en los partidos de oposición.

Estadísticamente hablando, entre la minoría “estadísticamente insignificante” de mexicanos inocentes que han muerto a causa de una guerra sin fin detonada por Felipe Calderón para la cual ni el Ejército ni las policías ni el pueblo de México ni nadie estaban preparados, debe de haber algunos que votaron por Calderón en el 2006 tragándose el doble cuento de que el candidato opositor izquierdista Andrés Manuel López Obrador era “todo un peligro para México” y de que con Felipe Calderón habría “una mayor seguridad para tí y para tu familia”. De haber sabido lo que sucedería, es muy posible que en vez de haber votado por Felipe Calderón lo habrían colgado de una horca llamando a su ejecución oportuna un mal menor, “de los menos”, estadísticamente insignificante, y entre sus ejecutores posiblemente se encontrarían varios miembros de la clase media alta y super-alta de Monterrey de los cuales recibió un enorme apoyo económico Felipe Calderón para hacer repetir a la derecha conservadora un segundo sexenio en el poder como un anticipo de la nueva hegemonía que la dupla derecha-ultraderecha ansía a perpetuidad ahora que ya probaron las mieles del poder, ya les gustó, y no lo quieren dejar ni en el 2012 ni nunca.

Si esa “insignificante minoría” del 5 por ciento de mexicanos civiles inocentes muertos de la que habla Felipe Calderón se tratase de unos cien muertos en total, entonces estaríamos hablando de “apenas” unos cinco muertos. Pero estamos hablando de decenas de miles de muertos desde que Felipe Calderón tomó las riendas del poder en México junto con la casta de ultraderechistas que le ha hecho compañía (tales como el Yunquista César Nava a quien su dedazo presidencial impuso como líder nacional del ultraderechizado PAN). Si bien porcentualmente las muertes de civiles inocentes acumuladas son pocas, en términos absolutos las cifras son como para ponerle los pelos de punta a cualquiera con un poco más de sensibilidad que Felipe Calderón. La indiferencia mostrada por Felipe Calderón hacia este tipo de bajas es la misma que la mostrada por los dictadores de extrema derecha como Augusto Pinochet, Francisco Franco y Adolfo Hitler para quienes las bajas de civiles inocentes ocasionadas por órdenes emanadas desde el poder también fueron simples “daños colaterales” necesarios para lograr los propósitos “nacionalistas” trazados a largo plazo por esta casta de rufianes entronizados como Césares para hacer lo que les plazca en gana sin pedirle opinión a los ciudadanos que a fin de cuentas habrán de pagar con las consecuencias de los desatinos y yerros del tirano en turno.

Los cartonistas moneros del país han recogido los comentarios de Felipe Calderón, los cuales hablan por sí solos de las barbaridades con las cuales pretende justificar su fracaso el hombre que quería ser Presidente haiga sido como haiga sido, entre los cuales tenemos los siguientes como muestra:




Título: Víctimas civiles
Cartonista: Helioflores
Fuente: EL UNIVERSAL




Cartonista: Hernández
Fuente: LA JORNADA





Cartonista: Félix Lazos
Fuente: EL DIARIO




Cartonista: Fisgón
Fuente: LA JORNADA


Y, desde luego, la tragedia que vive México es tan sólo una cuestión de “percepción”:




Título: Percepción
Cartonista: Helguera
Fuente: PROCESO


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POST SCRIPTUM:


El siguiente editorialista pareció estar de acuerdo con Spectator y con muchos otros mexicanos en que algo anda muy mal con la forma en la que el régimen de Felipe Calderón intenta lavarse las manos cual Poncio Pilatos de sus propias hechuras (como el niño que arroja la piedra y esconde la mano) dando todo tipo de justificaciones y explicaciones campiranas minimizando los daños colaterales e intentando hacer creer a quien esté dispuesto a creer que todo es cuestión de “percepciones” (¿?):

Los cobardes
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
27 de abril del 2010

No sé qué inquieta más: si la violencia o los desplantes de valentía de nuestros funcionarios públicos ante la supuesta cobardía de los mexicanos frente a la violencia.

Este domingo 25 de abril el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, ofreció una conferencia de prensa sobre el tema de la violencia, a pesar de que mucho se nos ha insistido que hay poca violencia en México y la que hay es exagerada por los medios.

El viernes 23 seis agentes de la Policía Federal, un policía municipal y un civil murieron en una emboscada en la colonia Independencia II de Ciudad Juárez. También en Juárez un velorio en una vivienda particular fue atacado el sábado 24; murieron tres mujeres –“civiles”, supongo— y 10 personas quedaron lesionadas en el ataque.

En la madrugada del sábado 24, por otra parte, la secretaria de Seguridad Pública de Michoacán, Minerva Bautista Gómez, fue atacada por un grupo de sicarios. Más de 2,400 balazos fueron disparados en contra del convoy en que viajaba. Ella salvó la vida por el blindaje de su camioneta, aunque se encuentra hospitalizada y ha sido reportada como grave. Dos de sus escoltas y dos civiles perecieron en el ataque. Once personas quedaron lesionadas.

En la conferencia de prensa que dio al día siguiente, el secretario Gómez Mont ofreció un elocuente desplante de valentía: “Yo me siento a salvo porque me pongo enfrente, porque protejo a los míos… Esconderse, huir, temer es estar siempre en peligro. El cobarde muere mil veces, el valiente una”.

El secretario no es el único funcionario valiente en México. El pasado 24 de marzo el presidente Calderón cuestionó también a los cobardes: “No nos vamos a dejar dominar por una bola de maleantes, que son una ridícula minoría montada sobre el miedo, la corrupción o la cobardía de muchos durante mucho tiempo”.

Efectivamente, hay muchos cobardes en este país. Gente que tiene miedo de salir a la calle para no figurar en ese 5 ó 10 por ciento de “civiles” que han caído entre las 22 mil víctimas de ejecuciones que la propia Secretaría de Seguridad Pública reconoce en el actual sexenio. Hay cobardes también en Estados Unidos, funcionarios que han pedido a sus ciudadanos no viajar a México para no ser víctimas de la guerra que los mexicanos estamos peleando para su beneficio.

Basta ver la seguridad que rodea al presidente de la república para entender porqué no comprende la cobardía de los demás. Cientos, quizá miles, de soldados y policías garantizan cada presentación pública del mandatario. Las calles son cerradas para proteger sus movimientos. Quizá sea necesaria esta seguridad o la del secretario de Gobernación, pero no se vale cuestionar desde atrás la cobardía de la sociedad.

La propia secretaria de Seguridad Pública de Michoacán puede sentirse a salvo. Ella pudo preservar la vida a pesar de haber sufrido un atentado en el que le dispararon más de 2,400 balas. Quienes ya no podrán jactarse de su valor son los dos escoltas y los dos civiles que murieron en el ataque. Tampoco los comandantes de policía que, según una nota de Reforma, detuvieron su avance para no llegar a tiempo al ataque en contra de la secretaria Bautista.

Uno puede aplaudir o no la estrategia del gobierno en la lucha contra el narco. Lo que no se vale es presumir de valentía detras de una protección que la mayoría de los “cobardes” no podemos tener.

PROBAR LA CULPA

Un artículo de primera plana del Washington Post registraba ayer la forma en que el gobierno federal detuvo con bombo y platillo a decenas de funcionarios públicos de Michoacán sólo para que quedaran libres después. Recalca también la negativa del gobierno federal a ofrecerles una disculpa, ya que a los funcionarios se les ha dejado en libertad “por falta de pruebas” pero “no porque hayan probado su inocencia”. Y yo, ingenuo como Sabina, pensaba que en México el acusador debe probar la culpa y no el defendido su inocencia.

Veamos ahora la siguiente opinión que nos viene de boca de un conocido analista:

PROPAGANDA NARCO
John M. Ackerman
Agencia APRO
27 de abril del 2010

En su esfuerzo por “hablar bien de México”, el presidente Felipe Calderón llegó incluso al extremo de promover la imagen internacional de los narcotraficantes mexicanos. El vienes 16, en su discurso en un foro internacional del sector turístico, señaló: “Más de 90% de esos (22 mil) homicidios y ejecuciones, según lo hemos venido catalogando, obedecen precisamente a la lucha de unos cárteles contra otros”.

Antes, a principios de febrero, Calderón ya había manejado datos similares en una entrevista con The Washington Post y la revista Newsweek. En aquella ocasión declaró: “Probablemente 90% de esa gente (asesinada) estuvo vinculada al crimen organizado de una u otra manera”.

De acuerdo con Calderón, la industria del crimen organizado contaría con un sistema de inteligencia e investigación que supera a los peritos más adiestrados del FBI. Los narcos solamente matan a los culpables y casi siempre dan en el blanco correcto. Por lo tanto, los inversionistas extranjeros no tienen nada de que preocuparse: nuestros criminales son personas razonables y sensibles que saben elegir a quien matar.

Desde este punto de vista, los cárteles de la droga le estarían ahorrando el trabajo al gobierno mexicano. En lugar de tomar la larga y complicada ruta de profesionalizar los ministerios públicos y fortalecer los poderes judiciales del país, resulta mucho más eficiente dejar la cancha abierta para que los grupos rivales se maten entre sí. Ello generaría una suerte de “limpieza social” sin que el gobierno tenga que responsabilizarse directamente por los asesinatos de los supuestos delincuentes.

El problema con este errado enfoque es que dota a las organizaciones criminales de un poder político e institucional que de otra manera sería casi imposible de conseguir. Al matar, los narcotraficantes no solamente ejercitan el poder de su armamento, sino que también se erigen en jueces de la culpabilidad de sus víctimas. La batalla entre los cárteles se convierte entonces en una especie de “guerra justa” a la manera de aquellas que refiriera Barack Obama en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz. Ahora, nada más faltaría que a instancias del gobierno mexicano El Chapo Guzmán también reciba el Premio Nobel, para colocar junto al reconocimiento internacional que ya ha recibido de la revista Forbes.

Otro problema con esta estrategia es que eventualmente alguno de los grupos criminales terminará ganando la batalla. Por ejemplo, de acuerdo con recientes informes de inteligencia de Estados Unidos, el cártel de Sinaloa ha sido exitoso en sus esfuerzos por arrancar la plaza de Ciudad Juárez a sus rivales de cártel de Juárez. Si esta información es correcta, la violencia disminuirá en los próximos meses, no por la acción de la justicia o el imperio de la ley, sino simplemente por la eliminación del rival más débil.

Llama la atención, entonces, que Genaro García Luna y sus policías federales huya decidido retomar el control de Juárez precisamente en el momento en que empieza a emerger un ganador claro en la batalla por este territorio. La sospecha es que el secretario de Seguridad Pública y el gobierno federal únicamente buscan lucrar políticamente con una eventual reducción en los niveles de violencia en Chihuahua, de cara a las elecciones del próximo 4 de julio en esa entidad.

Un aparente y cortoplacista “éxito” en Ciudad Juárez también serviría para fortalecer dentro del gabinete la mano de García Luna ante los duros cuestionamientos que ha recibido por parte de la sociedad. Sin embargo, en los hechos una eventual pacificación de la ciudad podría ser un indicador no del debilitamiento del narcotráfico, sino precisamente de lo contrario.

Al suponer que 90% de los caídos son meros delincuentes, Calderón también recupera una típica posición de la derecha mexicana de echar la culpa a las víctimas del delito. Del mismo modo en que los feminicidios de Ciudad Juárez y las violaciones de mujeres en todo el país supuestamente se deben a la forma de vestir de las víctimas, hoy los jóvenes asesinados también son responsables directos de sus propias muertes por encontrarse entre los 7 millones de ninis que no estudian ni trabajan.

La facilidad con que Calderón echa por la borda el principio de presunción de inocencia también habla de su falta de compromiso con los elementos más básicos de los derechos humanos y el debido proceso. De acuerdo con el presidente, lo que importa no es encontrar culpables en un juicio profesional e independiente, sino demostrar su hombría por medio de la imposición de la “mano dura”, tal y como lo hacen los mismos narcotraficantes.

No podemos olvidar la brutal actitud demostrada por las autoridades durante el asesinato y posterior exhibición del cuerpo de Arturo Beltrán Leyva en diciembre pasado. Este tipo de acciones revela la línea sumamente endeble que diferencia las pautas de actuación del gobierno y el modus operandi de los delincuentes.

En lugar de perder el tiempo con acusaciones estériles en contra de don Julio Scherer por hacer supuesta propaganda a los narcotraficantes, el gobierno federal tendría que empezar por su propia casa. Con sus reprobables declaraciones, Calderón se ha convertido en el promotor principal, no de México como destino turístico, sino de los narcos mexicanos. Si no modifica radicalmente su discurso y la práctica gubernamental en la lucha contra el crimen organizado, pronto ya no será necesario emprender un largo y peligroso viaje hasta las montañas para conocer los puntos de vista de los cabecillas del narcotráfico. Bastará con encender el televisor y sintonizar cualquier noticiario para verlos pasear tranquilamente.

El mismo día en que se publicaron en medios nacionales los anteriores editoriales, apareció publicada la siguiente nota acerca de las víctimas colaterales que van siendo sumadas a las crecientes estadísticas de aquellos que según Felipe Calderón “son los menos”:

Mata más niños narcoviolencia
Daniela Rea
Agencia Reforma
27 de abril del 2010

El número de menores de edad muertos en la llamada guerra contra el narcotráfico va en incremento. Según el recuento de Reforma entre enero y abril de 2009 murieron 63 niños. En el 2010, hasta el 23 de abril, ya han fallecido 97 en circunstancias violentas.

Del total de menores fallecidos este año, 75 contaban entre 15 a 17 años de edad, 14 tenían entre 11 y 14 años, mientras que 5 tenían entre cinco y 10 años.

Tres bebés de entre uno y tres años también han muerto en esta guerra.

Entre ellos se encuentran los menores Ericka y Margarita Ortega Rueda acribillados en un falso retén ubicado a unos kilómetros del poblado El Naranjo, municipio de Pueblo Nuevo, Durango.

El pasado 3 de abril, los niños Bryan y Martín Almanza, de 5 y 9 años, murieron luego de que efectivos del Ejército dispararon contra la camioneta en la que viajaban con sus padres por una carretera de Tamaulipas.

Entre los adolescentes muertos están los 14 estudiantes del CBTIS de Ciudad Juárez, asesinados por un comando armado el 1 de febrero en el fraccionamiento Salvárcar.

Hace una semana, en la colonia Alfonso Reyes, de Monterrey, fue encontrado con las manos atadas Eduardo Romero, apodado “El Bebé”, de 14 años de edad y en otro incidente fue ejecutado Javier Chávez, de 16 años.

Elena Azaola, especialista en violencia e infancia, alertó sobre los daños que provocan estos decesos.

“Cada muerte de estos niños deja un daño irreparable, lastima a la familia, afecta a la comunidad escolar generando miedo y una profunda tristeza en los compañeros. Y como generalmente ocurre, al no ser tratada de manera integral los miedos y resentimientos pueden permanecer”, manifestó en entrevista.

La otra vulnerabilidad de los menores, explicó, es la orfandad provocada por la muerte de sus padres enrolados en filas de fuerzas de seguridad o del narcotráfico o bien estar en el lugar del fuego cruzado.

No hay datos oficiales de cuántos huérfanos hay desde que se declaró la estrategia de combate al narcotráfico.

Organizaciones de la sociedad civil estimaron 10 mil en Ciudad Juárez, al promediar 2 hijos por 5 mil asesinados en edad reproductiva, según las tendencias demográficas.

Para la psicóloga Lilia Montiel encargada de la Dirección Ejecutiva de Apoyo a la Niñez del DIF-DF cada una de estas muertes daña la estructura familiar, escolar y comunitaria que, de no atenderse de manera integral, deja secuelas como fobias, ansiedades, rebeldía y a largo plazo una sociedad acostumbrada a la impunidad.