Aniversario macabro
El 27 de marzo del 2012 se recordó una fecha que seguramente vivirá en la infamia y que pesará sobre la conciencia de Alemania por muchas generaciones. En ese día, el cual está perfectamente bien documentado por varios historiadores, partió a Auschwitz el primer tren de judíos deportados por los Nazis, la primera de las muchas deportaciones que los alucinados pseudo-historiadores revisionistas contemporáneos como Joaquín Bochaca, Salvador Borrego, David Irving y demás fascistas y neofascistas de línea dura afirman que nunca ocurrieron. En su gran mayoría, los deportados terminaron en los hornos crematorios, esos mismos hornos crematorios que los revisionistas-negacionistas afirman que nunca existieron, como parte de un gigantesco plan de genocidio planificado y ejecutado fríamente, ese mismo holocausto que los revisionistas-negacionistas de ahora quieren hacernos creer que nunca ocurrió y quieren convencernos de ello a base de estarlo repitiendo una y mil veces hasta que se imponga la falsa “verdad” histórica con la cual los neo-Nazis planean resurgir con más fuerza que nunca, sobre todo en México.
El primer tren de judíos deportados a Auschwitz
Agencia AFP
27 de marzo del 2012
Hace 70 años, el 27 de marzo de 1942, partía del norte de Francia el primer “tren especial” con 1.112 judíos destinados al campo de exterminio de Auschwitz, iniciando la deportación de cerca de 76.000 hombres, mujeres y niños judíos residentes en Francia.
Dos ceremonias conmemorativas estaban programadas este martes: la primera por la mañana en Drancy, a las afueras de París, de donde partieron 67 de los 79 trenes enviados a los campos de concentración, y la segunda por la tarde en Compiègne, de donde salió el primer convoy hace setenta años. De los 1.112 hombres que iban en él, sólo 19 sobrevivieron.
El documental “Primer convoy” (1992) de Pierre-Oscar Lévy, en el que doce sobrevivientes cuentan su arresto, su internamiento en Compiègne o en Drancy, su viaje de tres días y tres noches a Auschwitz y cómo sobrevivieron, iba a ser proyectado a las siete de la tarde en el Memorial de la Shoah en París.
El 12 de diciembre de 1941, 689 judíos, todos franceses y en su mayoría de familias acomodadas, fueron detenidos en sus casas de París por la Feldgendarmerie y reunidos en unas dependencias militares de la capital.
A ellos se les sumaron 54 judíos extranjeros detenidos por la calle. Luego fueron todos enviados en tren a Compiègne, desde donde caminaron hasta el campo de Royallieu, cerca de esta ciudad. Desde ahí serían deportados a Auschwitz con 300 judíos más “seleccionados” en Drancy.
Entre estos primeros deportados se encontraba Henri Lang, de 46 años, egresado de la prestigiosa Escuela Politécnica, oficial de artillería durante la Primera Guerra Mundial, caballero de la Legión de Honor y encargado de la electrificación de la línea de tren París-Lyon.
En el libro “Henri Lang, 1895-1942, un directivo de la SNCF muerto en Auschwitz”, publicado el 10 de marzo, la autora Nathalie Bibas traza el recorrido de este brillante ingeniero que trabajó para los ferrocarriles franceses. Asimismo describe los mecanismos alemanes y del régimen colaboracionista de Vichy que permitieron la deportación a los campos de concentración de cerca de 76.000 judíos de Francia.
Ya el 27 de septiembre de 1940, una disposición alemana obligaba a los judíos residentes en zona ocupada a ser censados por la policía francesa. El 3 de octubre, Vichy promulga un “estatuto de los judíos” inspirado de las leyes racistas de Alemania. Ese estatuto les prohíbe acceder a la función pública y a las profesiones liberales.
Quince días más tarde, otra disposición alemana confisca las empresas de judíos en zona ocupada. En marzo de 1941, Vichy crea el Comisariado general para las cuestiones judías, seguido en julio de decretos que excluyen a los judíos de las profesiones comerciales.
En paralelo comienzan las primeras redadas con el arresto de 3.700 judíos extranjeros el 14 de mayo de 1941 en París. A fines de agosto de ese año, 4.200 hombres, entre ellos 1.500 judíos franceses, son detenidos y enviados a Drancy.
La redada del 12 de diciembre de 1941 se inscribe oficialmente en una serie de medidas de represalia alemanas para tener en sus manos a “rehenes”, tras los primeros atentados contra el ejército nazi en París.
El 20 de enero de 1942, la conferencia de Wannse, cerca de Berlín, fija las modalidades de la “solución final”. El 26 de febrero, Theodor Dannecker, jefe de los servicios de Cuestiones Judías de la Gestapo en París envía un telegrama a Berlín: “Es urgente que la partida de los 1.000 judíos detenidos el 12 de diciembre de 1941 se haga lo antes posible”.
El 27 de marzo, a las seis de la tarde, el “convoy especial” formado por coches de tercera clase parte de la estación de Compiègne con 1,112 judíos. Llegará a Auschwitz el 30 de marzo de madrugada. Henri Lang moriría allí de agotamiento el 12 de mayo.
Los judíos deportados por los Nazis a los que se refiere la nota ni siquiera eran alemanes. Eran ciudadanos franceses. En todo caso, si alguno de ellos había incurrido en algún delito tipificado como tal por las leyes en Francia, era derecho y privilegio exclusivo de Francia el someterlos a juicio. Pero los “conquistadores” vestidos de negro se creían con el pleno derecho de arrestar no sólo a los judíos de la propia Alemania, sino también a todos los judíos residentes de otros países pese a que por tratarse de ciudadanos de dichos países supuestamente estaban bajo la protección y custodia de las leyes de dichos países. En realidad, el respeto a las leyes de otros países y los derechos que tengan los ciudadanos de otros países nunca fue motivo de preocupación alguna para los dementes adoradores de Hitler, al igual que hoy. Y así los Nazis terminaron enviando a Auschwitz judíos de todas partes de Europa, ya fuese Italia, Escandinavia, Holanda, Bélgica, Hungría, Rusia, en fin, de todos los lugares y países a donde se metían los Nazis a sangre y fuego; y si no pudieron hacer lo mismo con los judíos del continente americano, ya sea de Argentina, Brasil, Estados Unidos, México, Canadá, Chile, etc., ciertamente no fue por falta de ganas. Después de todo, si ya se ha asesinado a sangre fría con toda la alevosía y ventaja del mundo a unos cinco o seis millones sin concederle a ninguno de ellos un juicio previo para darle la oportunidad de defenderse legalmente y responder a las acusaciones fantasiosas formuladas por los Nazis, ¿qué más dá asesinar a otros seis, veinte o cien millones adicionales? Y una vez agotada la veta, pues se puede continuar con el extermino de todos los homosexuales, se puede continuar con el exterminio de todos los discapacitados (para los Nazis, el asesinato era el métido más efectivo que podía haber para llevar a cabo la eugenesia y el “mejoramiento de la raza”). Y una vez eliminados todos los indeseables, pues entonces sí se podrían cerrar los campos de extermino para dar paso entonces a la esclavitud y el soguzgamiento de todos aquellos clasificados como “razas inferiores” (negros, indios, mestizos mexicanos, etc.). Sin embargo, algo le falló en sus planes al Nerón alemán que terminó perdiendo el control, y ya no pudo consumar su locura mesiánica de poder imponerse como el verdadero Anticristo del siglo XX.
Este aniversario macabro ocurre faltando tan solo tres días para el arranque oficial de la contienda presidencial en México en el 2012. Algo a ser tomado muy en cuenta, considerando que los militantes de las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana que están respaldando la candidatura de Josefina Vázquez Mota son los mismos herederos ideológicos de la insania criminal culpable de esa primera deportación de judíos franceses a Auschwitz que no fue más que el principio de una larga pesadilla. Piensan igual que ellos, adoran a Hitler, y están dispuestos a incurrir en las mismas barbaridades. Y si pueden, lo harán de nuevo.
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